¿Una querella silenciosa? La guerra de papel en el inicio de la lucha de facciones: El caso carrancista(agosto-diciembre de 1914)1

 

Francisco Iván Méndez Lara
Facultad de Filosofía y Letras, UNAM
ivan.mendez.lara@gmail.com

 

El objetivo es mostrar cómo se libró en la Revolución la guerra del papel y la propaganda. Se analiza el caso de los órganos informativos ligados con Venustiano Carranza entre agosto y diciembre de 1914. Se explica la transformación de El Imparcial en El Liberal, luego se examina el contexto de la creación de otro periódico pro-Carranza, posiblemente el más representativo de la lucha faccionaria de 1914-1915: El Pueblo. Por último, se estudia la forma en que esta prensa buscó legitimar a Carranza y consolidar una suerte de leyenda negra del personaje más representativo del bando convencionista, Francisco Villa, todo ello en el contexto de las convenciones de la ciudad de México y de Aguascalientes. La entrada de los ejércitos convencionistas a la capital transformó el panorama de la prensa; El Pueblo se trasladó a Veracruz y El Liberal desapareció para darle cabida al periódico convencionista El Monitor, punto en que llega a su fin el artículo.

 

Palabras clave: revolución mexicana, propaganda, prensa, Venustiano Carranza, Francisco Villa.

Introducción

En agosto de 1914 triunfó el constitucionalismo mexicano. Después de las victorias en Zacatecas de la isión del Norte, y en Orendain y El Castillo (Jalisco) del Cuerpo de Ejército del Noroeste, las huestes de Álvaro Obregón pisaron la ciudad de México el 15 de agosto de 1914, una vez concretada la desintegración del Ejército Federal con base en lo acordado en Teoloyucan sólo un par de días antes.2 La revolución parecía llegar a su fin y la gente aplaudió la entrada de los generales triunfantes que acababan de contribuir a la caída del régimen huertista. La paz en el país–según publicó El Imparcial– parecía algo inminente y sólo era cuestión de dar cabida al nuevo gobierno preconstitucional de la República –con Carranza al frente– para que se concretara. En realidad, vanos fueron aquellos clamores de la población: la fase más violenta del proceso revolucionario estaba por empezar, en donde la prensa se convirtió en un medio faccioso y propagandista.3

Sin embargo, la realidad distaba mucho de lo que se leía en la prensa: en los meses que siguieron, las diferencias entre los máximos líderes del movimiento nacido para derrotar al usurpador Victoriano Huerta, el general Francisco Villa y el “varón de Cuatro Ciénegas”, Venustiano Carranza, crecieron y produjeron un nuevo movimiento de violencia considerable. Los triunfadores de la última revolución se idieron, sus líderes habían de enfrentarse con gran intensidad durante buena parte de 1914 y 1915, cuando la prensa desempeñó un papel fundamental; es decir, la revolución no sólo se hizo con balas y cañones, sino también con la pluma y la imprenta. La guerra de papel apenas vivía sus primeras etapas.

 

Los revolucionarios sepultan a El Imparcial

“Esta guerra no ha obedecido ambiciones políticas de ningún género. Dijo el jefe del movimiento legalista”.4 Con este encabezado finalizó una época del periodismo mexicano. El Imparcial fue aniquilado por el movimiento revolucionario liderado por un político porfirista, el “Primer jefe” Venustiano Carranza.5

La desaparición de El Imparcial, máximo representante de la llamada “prensa moderna”6 y uno de los baluartes del régimen en los últimos quince años del porfiriato, representó el fin del ancien régime en el ámbito de los órganos periodísticos y trajo consigo un periodo de constante confrontación entre las ersas facciones revolucionarias que se conformaron una vez derrotado Victoriano Huerta. Periódicos carrancistas como El Liberal y El Pueblo se enfrentaron a la prensa convencionista (La Convención y El Monitor). El objetivo primario era legitimar a sus hombres y sus proyectos revolucionarios, cuando menos de agosto de 1914 hasta julio de 1915.7

La madrugada del 13 de agosto de 1914 el director de El Imparcial, Manuel Puga y Acal, quien había quedado al frente del diario por encargo del presidente interino Francisco Carbajal, junto con el personal de la redacción firmaron su renuncia y, con ello el periódico quedó suspendido. El mismo día pasó a manos de los revolucionarios y fueron Félix Fulgencio Palavicini y Gerzayn Ugarte8 los encargados de llevar a cabo la transición para que se convirtiera en un órgano carrancista. Una vez en manos de la revolución triunfante, el día 16 del mismo mes, se decidió darle el nombre de El Liberal, a la vez que Carranza encargó la dirección a Jesús Urueta, quien designó jefe de redacción al propio Palavicini –que también había sido nombrado encargado de Instrucción Pública– y a Ugarte secretario de redacción.9

En el último número de El Imparcial se publicó una nota intitulada “R. I. P.” en la que se ponía especial acento sobre la supresión de la prensa del “antiguo régimen” y el avance del país hacia una nueva época. El diario asentaba: “El Constitucionalismo, como potencia revolucionaria, no vacila en sacrificar intereses, en destruir fuerzas cuya restitución sabe bien que será larga y difícil: pero su misión es otra, su fin más alto: RENOVAR”.10 Después se aseguraba que “la muerte” del periódico marcaba el comienzo de un saneamiento de la Administración Pública.

El aniquilamiento de esa prensa muestra el interés por destruir cualquier foco opositor del constitucionalismo. Carranza y los intelectuales que lo acompañaban consideraron que uno de los puntos débiles del viejo intento democrático maderista había sido no frenar a la oposición desde la prensa. Las instalaciones del nuevo diario carrancista fueron las mismas que había tenido El Imparcial: rinconada de San Diego, esquina con Colón, a un costado de la Alameda.11

El 18 de agosto apareció el primer número de El Liberal, con una tendencia netamente carrancista; se preocupó por seguir las actividades del Primer Jefe de la Revolución e incluía grandes fotografías suyas con letras en rojo, para destacar su nombramiento como encargado del Poder Ejecutivo.12 El primer número del nuevo periódico publicó en su portada la imagen de Madero, quien era tomado como símbolo de la lucha que estaba por terminar, según el diario, para dar cabida a la nueva fase donde se buscaba “preparar” a la población para dar paso a la “verdadera democracia”. Dos días después, coincidiendo con la entrada de Venustiano Carranza a la ciudad de México –acompañado de Obregón, su hermano Jesús, Antonio I. Villarreal, Lucio Blanco, Francisco Coss y varios más–,13 en el número 3 de El Liberal, la primera plana era básicamente la misma, sólo que la imagen de portada era la del propio Carranza. Visualmente, se buscaba generar la idea de que Carranza era el sucesor de Madero,14 algo que se había manejado desde marzo de 1913. “Carranza, tuvo buen cuidado de utilizar la leyenda de Madero para reforzar su propio movimiento, [...] la leyenda de don Francisco I. Madero fue perfeccionada por los propagandistas de Carranza”.15

El carrancismo “entró a la lucha haciendo lo que podría llamarse la autocrítica del maderismo”,16 combatió contra los cimientos del antiguo régimen y evitó tropezar con las mismas piedras que Madero. En primer lugar, el Plan de Guadalupe no aseguró que se llevarían a cabo reformas sociales, como sí lo hizo en su momento el Plan de San Luis, que propició el descontento de los revolucionarios de Morelos y, posteriormente, del chihuahuense Pascual Orozco. Para Carranza, lo primero que debía conseguirse era el derrocamiento del “héroe de Bachimba y Rellano”, Victoriano Huerta. Pese a las críticas de algunos de los firmantes del plan para que se incluyeran leyes agrarias y laborales,17 los planteamientos sociales se prepararon paulatinamente por los intelectuales del carrancismo, como Luis Cabrera, desde su experiencia política maderista.18 Por otro lado, Carranza puso especial acento en la disolución del ejército federal y de gran parte de la burocracia porfirista. “Madero no se planteó la disolución del ejército federal; por el contrario, exhorta a la oficialidad a que se le una. Para Carranza no hay concesión: exige la capitulación total”.19 En el caso de la prensa, Madero se enfrentó a ese “cuarto poder” con gran rigor. Javier Garciadiego señala que, pese a ser consciente de su utilidad, “la relación de Madero con la principal prensa capitalina fue muy distinta (que durante sus primeros años como político). Si la repolitización de la prensa había comenzado en 1908 y 1909, el derrocamiento de Díaz provocó que dicha politización aumentara abruptamente”.20 ersos diarios antiporfiristas que antes habían mostrado su apoyo a Madero, después aprovecharon la plataforma para atacar al nuevo presidente. A la par, algunos políticos e intelectuales porfiristas que no entraron en los planes del nuevo gobierno, encontraron el ambiente perfecto para lanzar sus embates contra Madero. Carranza, de la misma forma que con el viejo ejército porfirista, se dio a la tarea de destruir en su totalidad los principales órganos periodísticos, pues no sólo desapareció El Imparcial, sino también, en el vértigo de los días de agosto de 1914, hizo sucumbir al diario católico El País.

Continuando con el análisis de El Liberal, a lo largo de su vida este medio tuvo distintos encargados. Desde el 18 de agosto quienes llevaron las riendas del periódico fueron Jesús Urueta como director, Gerzayn Ugarte como jefe de redacción y Armando Morales Puente como secretario de redacción. El 12 de septiembre Ugarte tomó la dirección y Octavio Campero ocupó el cargo de jefe de redacción. La última modificación en la administración que las fuentes nos permiten conocer se dio el 7 de noviembre, cuando Ciro B. Ceballos ocupó el puesto de Ugarte. Además contó con la colaboración de Rafael Martínez Rip-Rip (también director de El Demócrata) y Heriberto Barrón.

La isión revolucionaria siguió su cauce; Villa y Carranza pasaron de la enemistad al conflicto armado, pese a lo acordado en Torreón durante los primeros días de julio.21 Para tratar de evitar la ruptura total, Lucio Blanco y cuarenta y nueve generales más crearon un grupo, el Comité Permanente de Pacificación. El grupo contactó a los generales de la misión del Norte exhortándolos a que reflexionaran y evitaran “el fracaso de la revolución”; Villa y sus generales plantearon su propuesta: Carranza debía renunciar y su lugar lo ocuparía Fernando Iglesias Calderón (hijo de José María Iglesias), quien a los ojos de gran parte de los revolucionarios del Norte era un hombre neutral, sin partidismo definido. Carranza rechazó nuevamente las propuestas de los generales e insistió en que sólo una junta representativa a la que él había convocado podía solucionar los conflictos existentes. El Liberal apoyó por completo este punto de vista y aseguró: “no es facultad de aquella isión, ni de un Grupo Militar, resolver cuestiones de tal gravedad, sin consultar antes la voluntad nacional”.22

El 30 de septiembre la Comisión Permanente de Pacificación envió un grupo a Zacatecas para conferenciar con los villistas (estuvo conformado por los generales Álvaro Obregón,23 Ramón F. Iturbe, Guillermo García Aragón, Ernesto Santoscoy, Ramón V. Sosa y Jesús Trujillo24 y el coronel Luis Santoyo). En Zacatecas se encontraron con los generales de la isión del Norte Eugenio Aguirre Benavides y José Isabel Robles. En términos generales, el 30 de septiembre se llegó a un par de acuerdos: la suspensión total de las hostilidades y, en segundo lugar, el compromiso de llevar a cabo una convención en la ciudad de Aguascalientes, en busca de una zona neutral para conferenciar sobre el proyecto de la revolución y solucionar los problemas del país. Como afirma Friedrich Katz: “era una bofetada para Carranza, ya que ratificaba en gran medida los acuerdos de Torreón, que él había desconocido”.25

Sin embargo, Carranza llevó a cabo la Convención en la ciudad de México, a la que había convocado desde el 4 de septiembre.26 Desde el comienzo de ésta se pudieron notar un par de grupos bien diferenciados: por un lado, los miembros del Comité de Pacificación y, por el otro, los militares y civiles adictos a Carranza, a quienes la reunión debía servir para legitimar los planteamientos del “Primer jefe”. Los miembros del Comité de Pacificación buscaron desde el principio trasladarla a Aguascalientes, para poder pactar con los villistas.

La prensa de la capital, sobre todo El Liberal, de inmediato mostró su aceptación a la Convención. En un editorial con el título de “La Convención de octubre en la capital” se defendió la labor del nuevo intento de pacificación que, posteriormente –afirmaba–, buscaría emprender las labores reformistas, pues

 

es necesaria la convención que agrupe a los jefes que militaron en la campaña para que, cambiando ideas o impresiones del conocimiento particular de cada uno, según la región que dominaron, entren luego en franca y serena discusión de donde poder derivar acertadamente los principios uniformes que deban modificar el programa que rija de manera precisa las funciones del Gobierno Constitucionalista”.27

 

Tal era el objetivo de la Convención. En ese ambiente surgió un nuevo diario, que apareció justamente el día en que se inauguró la Convención de la ciudad de México y que llevó por nombre El Pueblo.

 

El Pueblo. Diario de la mañana y la Convención de la ciudad de México

Tras la creación de El Liberal, El Pueblo llegó para fortalecer la opinión procarrancista en la ciudad de México. Con sus oficinas en la 1ª de Iturbide, número 11, su primer número vio la luz el 1º de octubre de 1914. Estaba bajo la dirección de Antonio Revilla, el subdirector era el ingeniero

Manuel A. Caballero y gerente el general Antonio I. Villarreal. No obstante, desde el décimo número de la publicación, del 10 de octubre de 1914, en la información editorial sólo aparecen José M. Cuéllar como jefe de redacción y Antonio I. Villarreal ocupando el mismo cargo que tenía desde el número 1. Éste también era el presidente de la Junta Revolucionaria que tenía lugar en Aguascalientes. El 18 de octubre, después de ciertas irregularidades en la organización del diario, Cuéllar ocupó la dirección y José Ugarte fue designado jefe de redacción.

El primer número de El Pueblo estableció las líneas ideológicas que habría de seguir este periódico a lo largo de su existencia. Afirmaba que buscaría concretar los ideales revolucionarios, políticos y sociales. Declaraba comprender al pueblo, a las clases proletarias, que habían sido hasta ese momento “despreciable polvo humano, hollado por todas las opresiones, principalmente por la tiranía erigida en la cúspide del Estado”. Una transformación profunda era lo que proponía para remediar la situación y, de paso, terminar con los privilegios persistentes y aniquilar a “las clases privilegiadas”.

Es importante destacar que gran parte de los principios relativos a la cuestión agraria y obrera que quedaron vertidos en el contenido de la nota introductora del periódico fueron, en gran medida, los mismos que dos meses y medio más tarde aparecieron en las Adiciones al Plan de Guadalupe del 12 de diciembre de 1914. Así, el obrero y el campesino serían los principales beneficiarios de la revolución carrancista:

 

seremos ardorosos defensores de una legislación agraria equitativa y, sobre todo, ajustada a las leyes de la economía política que no pueda transgredirse impunemente. En tal virtud propugnaremos por el aparcelamiento de la riqueza nacional, porque creemos profunda mente que ella es la base de la economía social, y, por consiguiente, de la paz y de la prosperidad pública. Igualmente abogaremos por la promulgación de una legislación obrera que no deje al proletario al arbitrio del industrial en lo que se refiere a la contratación de trabajo, estipulación, salario y distribución de las faenas, de tal suerte que en ellas no se agoten las energías del operario. Las minorías provistas de toda clase de franquicias y exenciones, han sido hasta ahora, a pesar de nuestra decantada república democrática y representativa, las opresoras de las mayorías, esquilmadas hasta dejar gotas de su propia sangre.28

 

El Pueblo emuló la labor de El Liberal en cuanto al apoyo a la Convención carrancista que había comenzado el 1° de octubre en la ciudad de México. No obstante, los ataques contra la isión del Norte y su general se incrementaron desde el día 2 de octubre. En dicho número se marcó una diferencia entre los hombres que apoyaban a Carranza y que velaban por el bienestar del país y la actitud de Francisco Villa, que ya había constituido una disidencia abierta debido a su exaltado personalismo. La nota agregaba: “salta a la vista el contraste entre estas dos actitudes, la una desinteresada y leal, la otra influida por sugestiones que la hacen aparecer como efecto de un interés de orden exclusivamente personal”. Además se presentaba a Villa como el “malo”, como el que había propiciado la ruptura: “Queda definitivamente aceptado que el señor general Villa, al rehusarse a tomar participación en un convenio que solucione todas las diferencias, ha demostrado sus tendencias a los procedimientos autocráticos de antaño”.29 Terminaba la nota haciendo un llamado a la gente para que distinguiera a los hombres que buscaban repetir “las falacias políticas del pasado”.

Tales interpretaciones eran reforzadas con notas de opinión como la de Aquiles Elorduy, quien asentaba que la escisión revolucionaria y la isión dentro de la Convención eran única y exclusivamente responsabilidad de Francisco Villa, al que ya se le comenzaba a comparar con Huerta.30 En cambio, en una nota del día siguiente, titulada “No se sustituirá una dictadura con otra dictadura”, se señalaba la diferencia entre Huerta y Carranza. Para los redactores, el primero era un “ambicioso de oro y poder”, mientras el segundo era “laborioso y amigo del sudor campesino”.31 En resumen, la construcción del enemigo y la legitimación del “Primer jefe” seguían su curso y cada vez con mayor fuerza, aunque aún no se alcanzaba la radicalidad que las caracterizó en los meses posteriores.

El posible cambio de sede de la Convención de la ciudad de México a Aguascalientes fue mal visto por la prensa carrancista, que lo percibió como el fortalecimiento de la “dolorosa escisión de los campeones de la revolución”.32 Sin embargo, después de la renuncia y el retorno de Carranza a su puesto como “Primer jefe”, el 4 de octubre, la Convención, tras una larga sesión, acordó trasladarse a Aguascalientes, pero estipulando que a ella sólo podrían asistir militares y no civiles, pese a las críticas de Luis Cabrera y otros intelectuales que creían que la revolución también se había llevado a cabo con las ideas, no sólo con las armas.

El día 5, el diario insistía en el desinterés político de Carranza al poner en manos de la Convención el mando de la revolución. En la nota se enlistaban sus acciones “heroicas”, a saber: a) había sido el primero en desconocer “el gobierno espurio del usurpador”; b) se alzó con algunos hombres (200) para defender los ideales constitucionales y “salvar la dignidad de la nación ante la historia”; c) Se enfrentó a “la penuria”, a un ejército traidor, a la presión europea, pero salió adelante gracias a la “omnipotente fuerza del derecho y del honor que lo hacían llevar siempre alientos y siempre fe en la causa justiciera que defendía” y, sobre todo, en el pueblo. La nota terminaba reprobando la realización de la Convención en Aguascalientes, pues pese a que Carranza había renunciado, los generales le devolvieron su puesto y no veían utilidad alguna a la reunión que iba a tener lugar: “La Convención ha estado a la altura de la Patria; la Convención ha cumplido con su deber cuando unánimemente y por aclamación entusiasta vuelve a depositar en las manos de Venustiano Carranza el mando supremo del Ejército y el Ejecutivo de la República. Ante los ejemplos de la Convención y de Carranza, ¿qué hará el señor General Francisco Villa?”33

Se publicó también un editorial titulado “Una política sin políticos” como crítica a la nueva Junta. En él se aseguraba que “hacer política es trabajar a favor de los intereses colectivos y no tramar un tejido de intrigas. Hacer política es preocuparse por los problemas sociales de una nación y colaborar ardientemente en la mejor solución de ellas”.34 Se enumeraba también una serie de elementos que debían ser discutidos, y la reforma agraria ocupaba el primer lugar en la lista.

Es importante subrayar que Carranza nombró a su secretario personal, Alfredo Breceda, director general de la prensa que subvencionaba, con la función de “unificar la orientación política de la prensa revolucionaria dentro de los ideales sustentados por el constitucionalismo, ya que éste, por necesidades del momento y por circunstancias especiales de la situación, tiene que controlar y de hecho controla a los diarios de información recientemente fundados en esta capital”.35 La labor de Breceda fue notoria, como se ve en el hecho de que El Liberal y El Pueblo mostraron concordancia y homogeneidad de opinión.

Los ataques de la prensa contra la isión del Norte se hicieron más frecuentes. Ahora sus integrantes ya no sólo eran calificados de disidentes, sino que se les comenzó a relacionar con el antiguo régimen:

 

los caudillos de la isión del Norte, hechizados completamente por las intrigas de los maquiavélicos del cientificismo, en un acto de inconsciencia osaron desconocer al hombre que en las más formidables contingencias de la lucha pasada, supo enarbolar muy alto la bandera constitucionalista.36

 

No obstante, la “construcción” del enemigo apenas comenzaba, pues este argumento sería retomado en forma decisiva en los siguientes meses.

 

La prensa carrancista y la Convención de Aguascalientes

Paralelamente, la Convención de Aguascalientes37 era vista como el comienzo de una nueva “tragedia nacional”, de la que resultarían vencedores los verdaderos revolucionarios, es decir, los que apoyaran a Carranza. En Aguascalientes, durante los primeros días, la Convención quedó conformada principalmente por tres grupos bien definidos. En primer lugar, estuvieron presentes los “carrancistas intransigentes”,38 cuya meta era mantener a Carranza en el poder, entre los que se encontraban los generales Pablo González, Francisco Coss, Manuel Barragán, Ramón Iturbe, Jesús Agustín Castro, Cesáreo Castro, Ignacio Pesqueira, Fortunato Maycotte, Jacinto Blas Treviño. Francisco Murguía y Manuel M. Diéguez. A estos hombres los apoyó ampliamente la prensa de la capital.

Los otros dos grupos fueron, por un lado, el villista, en el que se hallaban el general Felipe Ángeles, Roque González Garza, representante de Villa, Eugenio Aguirre Benavides, Manuel Chao, Raúl Madero, Pánfilo Natera, Orestes Pereyra y José Isabel Robles; y por el otro, el conformado por los miembros del Comité de Pacificación que buscaban quitar de sus puestos tanto a Villa como a Carranza. Entre sus integrantes se encontraba a David G. Berlanga, Rafael Buelna, Juan G. Cabral, Eduardo Hay, Antonio I. Villarreal, Martín Espinosa, José Isabel Lugo y Álvaro Obregón. Lucio Blanco no asistió a la junta porque se había quedado al mando de la capital del país.39

El 14 de octubre la Convención fue declarada soberana y la prensa carrancista de inmediato criticó dicha postura. Los diarios El Pueblo y El Liberal comenzaron a publicar duras críticas contra los delegados y contra lo que tenía lugar en la Convención. Según Vito Alessio Robles, esa prensa no sólo se conformaba con acometer desde las notas editoriales, sino también distorsionaba los cables telegráficos que sus enviados especiales mandaban desde Aguascalientes. “Su labor tendía a desvirtuar las labores de la Convención, pintándola como una reunión de salvajes incapaces de cualquier orientación y de cobardes que se amilanaban ante las pistolas “de los bandidos de la isión del Norte”.40 Durante todo el mes la prensa publicó constantes adulaciones a Carranza desde los editoriales de Ciro B. Ceballos, quien había suplido a Gerzayn Ugarte en la dirección de El Liberal.

En términos generales los carrancistas llevaron a cabo la construcción de su campaña propagandística, que perfeccionaron conforme transcurrieron los meses. Gradualmente pasaron de atacar a un grupo, la Convención, a agredir a un solo iniduo: Pancho Villa. Es decir, lograron simplificar los ataques, ya que “concentrar en una sola persona las esperanzas del campo al cual se pertenece o el odio que se siente por el campo adverso es, evidentemente, la forma de simplificación más elemental y más beneficiosa”.41

Es importante analizar la postura que tomó el entonces director de El Liberal. En un editorial titulado “Ante la Convención”, previo a la reunión de Aguascalientes, Ciro B. Ceballos42 aseguraba que el enemigo de la causa revolucionaria era la isión del Norte, movida por su carácter “diabólico” y sobre la que pesaba una “responsabilidad de incalculables trascendencias”, es decir, innegablemente la facción villista era la causante de la nueva guerra que estaba por estallar. “La reacción” y Villa fueron relacionados desde el principio, pero el argumento se fortaleció con el transcurrir de los días. Aseguraba en dichas líneas que

 

si esos generales [de la isión del Norte], en una fiebre de suicidas, han transcurrido ahora en el monstruoso extravío de aprestarse a ser los demoledores de su propia obra, ello se ha debido, más que a una corrupción moral, a las sugestiones diabólicas que en sus espíritus ingenuos, en sus intelectos no preparados para las argucias de la política florentina, han hecho germinar los reaccionarios, que ahora los adulan servilmente para servirse de ellos, con el objeto de realizar sus ambiciones de poder, a reserva de destruirlos después, por cualquiera procedimientos, ya sea del combate franco, si se sienten débiles.

Lo revolucionarios que actualmente se han aliado con los hombres de la traición no saben que esos sus amigos de hoy, son sus verdugos de mañana.43

 

Ante la discusión de retirar de su cargo a Carranza o no, El Liberal apoyó rotundamente que se le mantuviera en el puesto, ya que “una transacción con amenguamiento de su autoridad, sería ruina de su personalidad política, la cual está colocada en estos aciagos días en un punto de culminación que es de gran interés para sus responsabilidades cuando haga su comparecencia ante la historia”. Por eso se exigía en esas líneas que se le dejara continuar su obra, pues de ella dependía la paz o la guerra del país, aunque ello sólo quedaba en manos de la isión del Norte, que se mostraba en franca “rebeldía.” Pese a los continuos ataques contra el ejército villista, Ceballos afirmaba que era tiempo de dejar de lado las diferencias y buscar soluciones en la nueva Convención que se llevaría a cabo en el teatro Morelos de Aguascalientes.

En la misma sintonía, seis días más tarde, en El Pueblo, apareció un editorial con el título “¿Y después?”, en clara alusión a lo que habría de pasar si se llegara a deponer de su cargo a Venustiano Carranza. La argumentación se radicalizó y los halagos a la figura de Carranza se incrementaron:

 

Venustiano Carranza fue el caudillo supremo que congregó a su alrededor a miles de caudillos y que, por lo tanto, se revistió del prestigio de la autoridad.

Él inició y dio unidad a la Revolución, y le preparó sus triunfos; y logrado este resultado, no vería con mezquino celo que otro tomase la jefatura suprema para entregarla al ungido por el sufragio popular ¿Pero ESE OTRO en dónde está, en dónde se encuentra?44

 

El ataque más directo a la Convención de Aguascalientes se dio en una nota editorial de Heriberto Barrón titulada, sarcásticamente, “Desconozcamos a Don Venustiano”. Ahí se resalta la figura de Carranza como líder del movimiento “legalista” de la revolución que derrotó al antiguo régimen, se critica la soberanía de la Junta Revolucionaria y, a la par, se expresa inconformidad con respecto a que sólo hubiese militares y no civiles en ella.45 Era, en términos generales, una apología al Primer jefe donde se enumeraban todos sus merecimientos, y a aquellos que lo traicionaran se les comparaba con el usurpador Huerta.

 

Si Huerta no hizo otra cosa con el gran Presidente Madero sino lo que nosotros pretendemos hacer ahora con don Venustiano, el Jefe de la Revolución, el hombre que la ha hecho triunfar con su inmensa fe, con su aliento, con su firmeza de roca infundida a las almas de los soldados constitucionalistas.

¡Desconozcamos a don Venustiano! Y ¿por qué nada más desconocerlo? Para que nuestra obra sea más perfecta, colguémoslo de uno de los árboles de la Plaza de Armas.

Y después de esta obra meritoria y patriótica, llamemos a Huerta del extranjero, que será el digno de gobernarnos y levantémosle un monumento.

Y sobre los cadáveres aún calientes de cien mil mexicanos muertos por el honor de la patria y las libertades del pueblo, gritemos con voz estentórea:

¡Viva Huerta!

¡Muera don Venustiano!46

 

Entre el 22 y el 23 de octubre47 se leyó en sesión ordinaria una iniciativa en la que solicitaba el análisis de las aseveraciones de algunos periódicos que atentaba contra la Convención; sobre todo proponía censurar las actitudes adoptadas por El Pueblo y El Liberal debido a su “labor de perfidia y isión contraria a los principios revolucionarios”.48 Se discutió, incluso, si debía permitise o no el acceso a los corresponsales de los ersos periódicos capitalinos; no obstante, al final la Convención decidió no impedirles la entrada pero señaló a Heriberto Barrón y a Ciro B. Ceballos como los periodistas que más denigraban y atacaban a la Junta Revolucionaria. En plena sesión vespertina del 22 de octubre se comentó el editorial “Desconozcamos a Don Venustiano”, al que Eduardo Hay había respondido por medio de una carta que El Liberal publicó el día 20 de octubre.49 En ella, Hay tachaba de “antipatriótica” la columna de Barrón y lo culpaba de generar mayor desunión en momentos trascendentales. En la misma sintonía, Álvaro Obregón envió un telegrama de protesta a Heriberto Barrón el 18 de octubre, en el que criticaba su nota que sólo contenía adulaciones a Carranza y críticas a los convencionistas. Obregón añadía:

 

protesto hoy contra la actitud de usted en estos momentos solemnes para la Patria, prejuzgando con ligereza, sin nombre, a un grupo de patriotas que no tiene más crimen que el de haber ofrecido su vida a la Patria.50

 

Barrón respondió a ambos y les indicó que, si “leían con serenidad” su artículo, podían encontrar que la causa que secundaba era totalmente “justa” y “patriótica”. 51 En esos momentos la contienda se enfrascó en el seno del carrancismo: los del Comité de Pacificación y aquellos intelectuales que apoyaban a capa y espada al Primer jefe. Cabe destacar que los embates de la prensa carrancista se dirigieron justamente contra ese tercer sector de la Convención que parecía ganar mayor peso conforme pasaban los días.

La prensa carrancista insistió a través de El Liberal en sus ataques a la Convención y, específicamente, a la figura de Francisco Villa. En el número 69 del 25 de octubre de 1914 se publicó, con un gran encabezado en letras rojas: “EL C. VENUSTIANO CARRANZA CONTESTA AL JEFE DE LA DIVISIÓN DEL NORTE [...] REFUTACIÓN AL ‘MANIFIESTO’ DEL GENERAL FRANCISCO VILLA”. Los periódicos no habían publicado en septiembre ninguna nota referente al alejamiento entre Villa y Carranza, ni sobre el manifiesto que Villa había dado a conocer a finales de septiembre donde desconocía la “Primera jefatura”;52 no obstante, la ocasión para el propio Carranza pareció inmejorable, la guerra apenas estaba comenzando. Esta acción por parte de la prensa carrancista es entendible, ya que se buscaba refutar la información de los carteles que habían sido fijados y distribuidos en las calles de Aguascalientes por algunos agentes del propio Villa en donde se reproducía el manifiesto contra el “Primer jefe”.53

Al mismo tiempo que aparecía la refutación al “manifiesto villista” en El Liberal, Carranza emprendía la búsqueda de una “nueva capital” para proteger su puesto de “Primer jefe” de la Revolución. Al principio fue a Toluca, el día 25 de octubre. El 1º de noviembre visitó las pirámides de Teotihuacán y de ahí se dirigió a Apizaco y Tlaxcala, rumbo a Puebla, donde los generales Francisco Coss, Cesáreo Castro, Pilar R. Sánchez, Abraham Cepeda y otros ya le esperaban. La Convención fue desconocida por aquellos días y lo que vino después fue la reorganización de las fuerzas y la formación de nuevos ejércitos.

El 27 de octubre arribó a la Convención de Aguascalientes la delegación zapatista y presentó la propuesta de tomar como bandera ideológica el Plan de Ayala. Al final, éste fue adoptado como el nuevo símbolo de la lucha por la reivindicación de los intereses de los hombres del pueblo: norte y sur pactaron, y la guerra –una vez más– dio un vuelco; la revolución política y la revolución social se vieron más que nunca enfrentadas.

El 29 de octubre se leyeron las proposiciones de Carranza para separarse del poder. Eran tres los puntos principales: primero, el establecimiento de un gobierno preconstitucional, con el apoyo del ejército constitucionalista, que llevara a cabo las reformas sociales y económicas necesarias previas al Gobierno constitucional; segundo, la renuncia de Villa como jefe de la isión del Norte y su retiro a la vida privada (si la Convención lo creía conveniente, Villa, Carranza y Zapata debían salir del país); y finalmente, en tercer lugar, Zapata debía renunciar y entregar el mando de sus fuerzas al gobierno convencionista. En caso de que las proposiciones no se aceptaran, “llamaría al Ejército Constitucionalista para luchar contra los enemigos del pueblo mexicano”.54

El 31 de octubre, con 88 escaños obtenidos, el coahuilense Eulalio Gutiérrez fue nombrado presidente provisional –pese a que los villistas habían votado en bloque por Juan Cabral55 – a propuesta del general Obregón ante el veto a Antonio I. Villarreal (quien le había ganado la partida a Eduardo Hay para buscar la presidencia provisional) por parte de los zapatistas. Carranza no reconoció el nuevo nombramiento, ni la destitución de sus cargos y, al mismo tiempo, Villa entregó el mando de sus filas al nuevo secretario de Guerra del gobierno convencionista, José Isabel Robles. Se puso como plazo el día 6 para que Carranza entregara el cargo y, debido a una prórroga pedida por el propio “Primer jefe”, el día 10 fue marcado como el último para que reconociera la presidencia de Eulalio Gutiérrez.

La prensa carrancista mostró su descontento ante la designación del nuevo presidente y con la nota “En el cumplimiento del deber. ¡Jefe, estamos listos!” siguió con la campaña de desprestigio contra la Convención. Se subrayaba que la obra de la Convención era anárquica e incoherente debido a que estuvo “vigilada” por Ángeles, “tutoreada” por Roque González Garza y “exaltada” por Soto y Gama, mientras Villa había llenado el ambiente de presión para ser nombrado nuevo jefe de la Revolución. La sección editorial iba dirigida específicamente a los jefes militares que aún no decidían en qué bando permanecer; Carranza había lanzado un llamamiento a todos los revolucionarios concediéndoles hasta las seis de la tarde para definir su conducta.56 Incluso la primera plana del mismo día de El Liberal llevaba por título: “El día 10, a las 6 p. m., todos los Generales que hayan concurrido a Aguascalientes deberán ponerse a las órdenes de la 1ra. Jefatura”.57 La nota diferenciaba entre los que apoyaran al Primer Jefe y los que optaran por la Convención:

 

De un lado quedarán los indisciplinados, los partidarios de la anarquía que sólo sirven a los bastardos intereses de la reacción, y del lado opuesto estarán los que juraron el Plan de Guadalupe, los que persiguen ideales, los que estén dispuestos a cumplir recta y honradamente con su deber.

El pueblo de la República [...] apoya la política del Primer Jefe, ve en Don Venustiano Carranza al hombre honrado y enérgico cuya misión no podía ser solamente la de derrocar a la usurpación, sino también y preferentemente, cortar la cabeza de la hidra anárquica [...].

La Convención se “suicidó” cuando se autonombró soberana, desconociendo al Primer Jefe, ahora es tiempo de aplastar a la anarquía. Los que tengan el corazón bien puesto sabrán donde está su sitio [...], antes de las seis de la tarde habrán dicho “JEFE, ESTAMOS LISTOS”.58

 

En la misma página del mismo número, El Pueblo publicó otra nota con el encabezado de “La Convención cueste lo que cueste quiere imponerse”,59 donde se reforzaba el argumento de que el nuevo gobierno no haría más que provocar un mayor caos en el país, sólo que esta vez se aseguraba que los “convencionales” proseguirían con la obra que Huerta no había podido culminar debido al triunfo de los constitucionalistas. Viejos “enemigos” del país asomaban sus narices, según la propaganda carrancista.

Los ataques comenzaron a incluir asaltos certeros al presidente provisional, una vez que se llevó a cabo el rompimiento definitivo con la Convención. Un par de editoriales permiten comprender la argumentación dominante en El Pueblo durante esos días: “La estrategia del soborno” y “Son gemelos don Eulalio y don Victoriano”, del 12 y 15 de noviembre, respectivamente. En el primero se tachaba de traidor a Gutiérrez: el “Primer jefe” le había dado el gobierno de San Luis Potosí, y

 

habiéndose encargado de que tuviera cuidado de San Luis, para que Villa no se dejara venir a Aguascalientes, ahora no nos salga con que es usted el mero jefe de las fuerzas y con que San Luis ya no está en poder de Carranza y luego que usted, mi general Gutiérrez, no va a ser el Jefe más que por 20 días.60

 

Se pintaba un Eulalio Gutiérrez ingenuo, que no entendía que estaba siendo utilizado por Villa, al ofrecerle por un rato la presidencia, puesto que después pasaría a ser un subordinado más del villismo. Finalizaba la nota asegurando que “lo único efectivo es que Villa obtuvo San Luis gracias a la estrategia del soborno”.61
El otro editorial, “Son gemelos don Eulalio y don Victoriano”, utilizaba como estrategia propagandística una serie de analogías con Victoriano Huerta, y argumentaba que ello se debía a “la contaminación de las infidencias villistas” y que ya Gutiérrez no era más que un “instrumento ciego del villismo”:

 

El plan de don Eulalio, que según parece ha contaminado su índole sencilla con el contacto de Villa, es astuto, pues por medio de él pretende dar a entender que si nuestra nacionalidad llegase a sufrir un candente ultraje, la responsabilidad caería sobre el señor Carranza quien por obstinación –que nosotros llamamos firmeza– ha provocado el conflicto internacional como el único recurso que queda para obtener la pacificación del país.

Ahora don Eulalio, que, lo repetimos, sufre ya la contaminación de las infidencias villistas, propónese emplear el procedimiento insidioso de Huerta y, para lograr éxito completo, empieza por sembrar la desconfianza y el desánimo en los generales que permanecen leales al señor Carranza, amedrentándolos con el próximo peligro norteamericano, e intenta, además, que la opinión pública abandone por completo al señor Carranza.62

 

En resumen, “el modelo” de Eulalio Gutiérrez era el del usurpador Victoriano Huerta.
Por otro lado, la Convención clausuró el periodo de sesiones el 16 de noviembre y se nombró una Comisión Permanente.63 El 18, Eulalio Gutiérrez partió con la Comisión a la ciudad de San Luis Potosí, para luego marchar a la capital de la República, que ocupó del 24 de noviembre de 1914 al 28 de enero de 1915, y luego se dirigió a Cuernavaca tras el arribo de Obregón; antes de todo esto, muchas historias más se escribieron.

El 23 de noviembre se publicó un “extra” de El Liberal que llevaba por encabezado en primera plana “Veracruz quedará nuevamente hoy bajo las alas del águila azteca”, pues los estadounidenses habían comenzado a desocupar la ciudad desde la mañana y a las 2 de la tarde estaban ya todos listos para zarpar.64 En septiembre, Carranza no había aceptado darles garantías a los habitantes del puerto; sin embargo, su necesidad era urgente y exigió que los jarochos pagaran los impuestos que ya habían abonado a los antiguos ocupantes.

El mismo día Obregón concedió una entrevista a un periodista de El Sol, en la que consideraba que todos los intentos de diálogo dentro de la Convención eran inútiles y sólo se podía llegar a nuevos acuerdos con las armas en la mano.65 Ésta era prácticamente una declaración de guerra contra el líder de la isión del Norte, pues sólo unos meses atrás habían firmado una suerte de armisticio que se debía resolver en la Junta Revolucionaria de Aguascalientes. Sin duda alguna, la revolución y los revolucionarios estaban viviendo un proceso de reconfiguración, de reacomodo.

Tres días después, el 26 de noviembre, Venustiano Carranza instaló su residencia y oficinas en el edificio de los faros del puerto de Veracruz. Los delegados de la Convención que debían conferenciar con él, entre ellos Obregón, llegaron al lugar el mismo día para tratar de remediar la situación. Sin embargo, la guerra había comenzado, el jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste permaneció en el puerto y ya no volvió con la Convención. El 24 de diciembre Carranza elevó Veracruz al rango de “capital del país” y la ciudad de México fue nombrada capital, pero no del país, sólo de un nuevo estado: el del Valle de México.66

Así, la mayor parte de los jefes adictos al carrancismo que aún se encontraban en la Convención, la abandonaron y salieron rumbo a Veracruz. De la misma forma muchos de los empleados de oficina “empezaron a trasladarse a Córdoba, ya que el mobiliario y archivo de las oficinas ministeriales y administrativas, así como la prensa en que se imprimía el papel moneda y las de los diarios El Pueblo y El Liberal estaban siendo embarcadas con gran prisa”.67 El 9 de diciembre, el otro diario carrancista que se publicaba en la ciudad de México, El Demócrata, fue trasladado al puerto.68

En la ciudad de México, las posturas de los periódicos del carrancismo resultaban confusas para sus habitantes, que no sabían con precisión qué era lo que se discutía y aprobaba en la Soberana Convención Revolucionaria. Los periódicos aseguraban que las vidas de los miembros de la Convención en Aguascalientes estaban en peligro ante la violenta actitud de Villa, cuyas tropas, afirmaban, se encontraban en las inmediaciones de esa ciudad, por lo que Doroteo Arango podía imponer su voluntad.69
Cabe destacar que las tropas de Pablo González se hallaban distribuidas desde Querétaro hasta Lagos, a no muchos kilómetros de donde sesionaba la Convención.70 La guerra, en realidad, era preparada y propiciada por ambos bandos.

De ahí que –como asegura Francisco Ramírez Plancarte– los capitalinos “inquirían y hurgaban en busca de más detalles en lo que dio en llamarse la voz de la calle; es decir, en los corrillos y grupos que se formaban a la luz de los arcos voltaicos, en cantinas y demás centros de reunión”.71 Nadie sabía qué ocurría; no obstante, desde este momento la ciudad de México comenzó a vivir una etapa de desinformación y sólo las “voces de la calle” ofrecían pistas de los sucesos.

Ante los constantes ataques contra la Convención por parte de los diarios carrancistas, la Junta decidió crear un órgano periodístico para defender sus posturas y reproducir los debates que se daban día a día. Finalmente, a mediados de noviembre vio la luz el nuevo periódico que marcaba no únicamente el comienzo de un órgano representativo de los intereses de los convencionistas, sino también denotaba que la ruptura revolucionaria no sólo se estaba dando en el ámbito político y el militar, sino también en el de la prensa que paulatinamente comenzó a exaltar más a sus líderes: Villa y Zapata (aunque a éste en menor grado).

Podría decirse que la Convención comenzó su campaña propagandística y desarrolló una estrategia propia que también sirvió como una suerte de contrapropaganda ante los ataques de la prensa carrancista. La Junta, ante la campaña de desprestigio de El Liberal y El Pueblo, buscó los medios para demostrar que “la propaganda del adversario estaba en contradicción con los hechos”;72 de ahí que se emprendiera una legitimación publicando los debates completos de cada una de las sesiones para demostrar que la “verdadera revolución” era la suya. Con tal política se creó el nuevo diario propagador de los ideales convencionistas. Su título completo fue La Convención. Diario identificado con los ideales de la soberana Convención Revolucionaria y reproductor de los debates de todas sus sesiones, y, en general, tuvo una postura crítica frente a Carranza y al grueso de los generales que no habían apoyado la Convención Soberana.73

 

Construir al enemigo: Villa es el enemigo de la revolución

Desde el momento en que Villa fue señalado como el enemigo, el traidor, la prensa carrancista repitió una y otra vez el mismo mensaje. Mediante una labor continua y cada vez más destructiva, esos medios se concentraron en presentar a un Villa que se guiaba por sus instintos en gran medida, debido a que en su pasado reciente había sido un bandido. “Un elemento de la propaganda carrancista consistía en señalar constantemente que el verdadero nombre de Villa era Doroteo Arango, para recordar que, debajo del glorioso Francisco Villa, se escondía el bandolero y asesino, que se había cambiado de nombre precisamente para escapar a su horrendo pasado”;74 en resumen: “era la encarnación del mal”.

Para consolidar su proyecto y mostrarse como la mejor opción frente al público lector, el carrancismo se apoyó en la creación de una figura que representara lo contrario a su visión del mundo, que agrupara los elementos más bajos para contrastarlo con sus “grandes obras”, que lo agigantara, pero al mismo tiempo mostrara al enemigo como un ser incapaz que sólo la espada de Carranza era capaz de vencer. Es decir, la prensa carrancista partió de la idea de que al definir al enemigo se construía a sí misma y se legitimaba. Los hombres que estaban del lado del “Primer jefe” entendieron muy bien esta labor, mientras que los partidarios de la Convención no se quedaron atrás y conformaron su propia estrategia. Sin lugar a dudas, la propaganda –tanto convencionista como carrancista– iba dirigida primordialmente a sus correligionarios, sobre todo con el objetivo de mantener en alto la moral en la lucha que apenas empezaba; no obstante, “la voz de la calle” podía ser un elemento a subrayar, pese a no saberse con precisión su impacto. La prensa de cada bando era, sin duda, leída por sus propios hombres, pero también era posible que llegase a las manos de sus contrincantes, de ahí que se suela hacer referencia de las “mentiras” que escribían los órganos periodísticos rivales.

Según Jean-Marie Domenach, “la primera condición de una buena propaganda es la repetición incesante de los temas principales [...]. Sin embargo, la repetición pura y simple fatigaría pronto; se trata, entonces, de insistir con obstinación en el tema central presentándolo bajo ersos aspectos”.75 La propaganda carrancista se sistematizó y fortaleció a lo largo de noviembre y diciembre de 1914, momento en que Villa comenzó a ser visto como el brazo armado de la Convención, el enemigo a vencer.

En una primera etapa, para desprestigiar a Villa los carrancistas hicieron uso, fundamentalmente, de ersas opiniones que, a su vez, representaban un elemento decisivo en la comprensión propia del villismo en aquellos momentos. Por un lado, se encontró un manifiesto redactado por Maclovio Herrera, antiguo general villista que decidió pasarse a las filas de Carranza; en segundo lugar, se echó mano de las críticas de los intelectuales más cercanos al “Primer jefe”, como Félix Palavicini, Heriberto Barrón y Ciro B. Ceballos, que se analizan en las siguientes líneas.

El 25 de noviembre de 1914, El Liberal publicó en su primera plana el siguiente encabezado: “El C. Venustiano Carranza contesta al Jefe de la isión del Norte”. En el artículo se refutaba el “manifiesto” de Pancho Villa de dos meses atrás.76 Aquí, como en las otras ocasiones, Villa fue señalado como el enemigo de la revolución y causante de todos los problemas que habían surgido una vez que la usurpación había sido derrotada. Al mismo tiempo, el propio Carranza refutó los cargos de Villa contra su persona a fines de septiembre de 1914. Quedaba claro que la legalidad estaba del lado del “Primer jefe”, no de un insubordinado como Villa. Ese mismo día, Ciro B. Ceballos, colaborador del mismo diario, publicó un editorial, “Los inquisidores del Villismo”,77 en donde levantaba una serie de cargos contra Villa, culpándolo de haber provocado la ruptura revolucionaria y la nueva guerra que estaba apenas comenzando.

El mismo día en que los ejércitos de Zapata y Villa entraron a la ciudad de México, El Pueblo publicó un manifiesto firmado por el chihuahuense Maclovio Herrera: “Francisco Villa exhibido de cuerpo entero. Manifiesto a la nación lanzado por el Señor Gral. M. Herrera”.78 El periódico transcribió completo el manifiesto del exgeneral villista; se aseguraba que su punto de vista merecía tomarse en cuenta debido a que había peleado al lado de Villa en todas las batallas de la isión del Norte a lo largo de la revolución constitucionalista. Maclovio Herrera afirmaba que Villa nunca había ganado ninguna batalla y que todo se había debido a la “astucia de sus jefes de Brigada, de la oficialidad y de los soldados”. Continuaba el texto con la siguiente aseveración:

 

Lamento sinceramente no haber estado presente en la Convención de Aguascalientes [...]. Allí le hubiera gritado con toda la fuerza de mis pulmones para que lo oyera la Convención, para que lo oyera Aguascalientes, para que lo supiera la República entera: Francisco Villa, tu verdadero nombre no es este que has tomado para cubrir una época vergonzosa de tu vida. Tu nombre es DOROTEO ARANGO, inscrito ya varias veces en los registros de las prisiones de Chihuahua por delitos que las leyes castigan con la horca; es bien conocido en las poblaciones de la sierra de Chihuahua y Durango, que fueron durante muchos años el teatro de tus fechorías de ladrón de camino real y de asesino desalmado.79

 

Después de tales ataques al pasado de Villa, continuaba con una comparación entre éste y el “Primer jefe” y, de paso, desprestigiaba al presidente provisional:

 

no cabe comparación entre las personalidades de Villa y Carranza. El primero fue y sigue siendo un bandido, el segundo fue y sigue siendo un hombre honrado [... Eulalio] Gutiérrez o cualquier otro elegido bajo la presión de Villa sería el instrumento de las rapiñas de Villa y los suyos, o sería depuesto para llevar al poder a otro que se dejara manejar dócilmente.80

 

El general termina su texto haciendo un llamado a nombre suyo y de la Brigada Benito Juárez, para que el pueblo se uniera a combatir al personaje que conjugaba todos los males de la república: “no hay que vacilar si no queremos la ruina de la revolución y de la Patria; dejémonos de perseguir curas y monjas; Villa: he allí al enemigo.” El “Napoleón bandido” era el enemigo, sólo él. La “reacción” aún no aparecía como parte fundamental de la argumentación usada contra Villa.

Rafael Martínez, Rip Rip, se preocupó por mostrar la regularidad histórica con que las “traiciones hacia la patria” ocurrían. Según Martínez, “el Caso Villa” no era algo nuevo, sino que solía ocurrir cada que una revolución parecía llegar a su fin. Sin embargo, criticaba fuertemente la actitud del jefe de la isión del Norte debido a que, por sus últimas decisiones “indebidas y reprochables”, comprometió la tranquilidad nacional, mientras que Carranza nunca faltó a sus deberes, siempre se comportó como un hombre austero y patriota. Para Rip Rip el futuro de México dependía, en esos momentos, de la actitud final que tomara Villa, colocándolo como el único culpable de que el país se sumiera en una nueva guerra, pues, como terminaba la nota, “un paso salva o hunde, absuelve o condena”.81

A las opiniones de Heriberto Barrón, Maclovio Herrera y Rafael Martínez –dos intelectuales del carrancismo y un exvillista– se unió también la de Félix Palavicini, encargado de Instrucción Pública del gobierno carrancista. En la nota editorial que tituló “El crepúsculo de los dioses”,82 Palavicini ataca fuertemente a la prensa provillista que –asegura– distorsionaba los “verdaderos” hechos y mostraba una faceta distinta del insubordinado Villa. Palavicini repetía la misma fórmula que los otros carrancistas (Villa fue y sigue siendo bandido, su insubordinación será la causa de la desgracia inminente), pero explicaba la forma en que Francisco Villa había utilizado una cantidad importante de dinero para hacerse de una imagen favorable, dentro y fuera del país, a partir de la creación de un importante número de diarios:

 

La prensa villista habló de las batallas de Ojinaga, de Torreón, de Zacatecas, y los grandes diarios americanos, comprados espléndidamente por Sommerfield, dieron a Francisco Villa la fisonomía napoleónica, sin que una vez citaran al verdadero general de esas victorias: Maclovio Herrera.

En cambio el señor Carranza no se pagó cantores, no alquiló trompetas de la fama y dio a cada general la gloria merecida por sus triunfos; no ocultó el talento estratégico de Obregón, la bizarría de Diéguez y Alvarado, el valor temerario de Coss y de Murguía, recorriendo miles de kilómetros, derrotando federales desde Hermosillo a México; el señor Carranza no ocultó las hazañas de Pablo González ni de Antonio Villarreal, operando desde Piedras Negras hasta Querétaro.

 

En esta propaganda procarrancista resalta el hecho de que Palavicini haya elevado a Zapata por encima de Villa, pues aseguraba que “hasta” el Plan de Ayala tenía seguidores y el “Atila del Sur” no solía ser glorificado por dicho suceso, pues lejos se estaba de los momentos de “las mistificaciones y las leyendas”, debido a que, para tener voz, no bastaba tener sólo un prestigio personal, sino luchar por las verdaderas causas de la revolución social, que sólo se hallaba del lado carrancista y no en las mentiras de una convención y una presidencia provisional. Terminaba su editorial con un tono por demás sugerente: “Carranza sabe que los dioses han muerto; que, concluida la comedia, no queda sino la sonrisa en los labios del espectador y, esto pensando, no se ha dedicado a hacer la escultura de su personalidad política, sino a sembrar la simiente para que la patria coseche los beneficios [...]. La escuela egoísta ha muerto, en el crepúsculo de los dioses”.83 Villa, entonces, era una “mala hierba” dentro de la arena revolucionaria.

Como se ha podido demostrar, la propaganda carrancista comenzó a conformar la leyenda negra de Francisco Villa al mostrarlo como la antítesis del “Primer jefe”. En este mismo contexto, el general Álvaro Obregón redactó su hoja volante contra la “trinidad maldita”84 que fue distribuida en Veracruz a finales de 1914, llamando a la población a levantarse contra Francisco Villa, Felipe Ángeles y José María Maytorena. La construcción de los “enemigos de la revolución” fue una de las principales preocupaciones de los carrancistas durante la guerra de facciones.

 

Para concluir

Desde el 1º de diciembre de 1914 José M. Cuéllar había abandonado la dirección de El Pueblo y sólo habían quedado al mando del periódico José Ugarte como jefe de redacción y Humberto Bianchi como secretario de redacción. La organización del diario se mantuvo igual hasta el 10 de abril de 1915. Sólo cuatro días después de la designación de Jorge Useta (José Ugarte) el sábado 5 de diciembre –un día después de la reunión en Xochimilco en la que Francisco Villa y Emiliano Zapata acordaron que debían unirse para vencer a Carranza– apareció en la ciudad de México el primer número del periódico El Monitor85 –sus talleres se encontraban en la ciudad de México, esquina de Colón y San Diego– con una primera plana que encabezaba “Por primera vez los grales. Villa y Zapata se unieron para cambiar impresiones”. El diario surgió de la misma maquinaria que había dado vida a El Imparcial y a El Liberal. Meses después, las prensas se idieron entre las facciones para dar vida a periódicos como La Vanguardia de Gerardo Murillo. Pero ello forma parte de una segunda etapa dentro de la “guerra de papel” que se desarrolló hasta la desaparición de La Convención en julio de 1915.86 Con el cierre de El Liberal se concluye el análisis de este episodio de la prensa durante la revolución mexicana.

Los meses subsecuentes se caracterizaron por el incremento de los embates armados y propagandísticos. A través de las líneas anteriores se ha podido demostrar el surgimiento de una prensa facciosa que buscó legitimar a su propio bando dentro de un contexto bélico.

La propaganda a través de la prensa permite seguir la forma en que los propios revolucionarios se comprendieron a sí mismos y, paralelamente, a sus contrincantes. Los periódicos y el diálogo entre éstos revelan la construcción de un espacio de debate y confrontación de los bandos en pugna y muestran justamente el accionar de la pluma y la imprenta, una guerra de menor impacto sonoro, pero no de menor relevancia histórica.

 

Cronología general 4 de julio-6 de diciembre de 1914

4-8 de julio. Reuniones en la plaza de Torreón entre representantes de la isión del Norte (Dr. Miguel Silva, quien fungió como presidente de los acuerdos, Ing. Manuel Bonilla y el general José Isabel Robles, así como Roque González Garza como secretario) y del Cuerpo de Ejército del Noreste (los generales Antonio I. Villarreal, Cesáreo Castro y Luis Caballero y Ernesto Meade Fierro, el secretario), con el fin de que no se ahondaran las discrepancias entre Venustiano Carranza y Francisco Villa. Se logra una suerte de armisticio donde se reconocían los cargos de los líderes en disputa. En el artículo 6º se establecía la posibilidad de reunir una junta militar para discutir el programa de gobierno.

15 de julio. Renuncia de Victoriano Huerta a la presidencia; su lugar es ocupado, de forma interina, por Francisco Carbajal.

13 de agosto. Firma de los tratados de Teoloyucan. Básicamente fueron un par de acuerdos, en el primero se estableció la entrega de la ciudad de México a los constitucionalistas y en el segundo se firmó la disolución del Ejército federal. El mismo día los revolucionarios obtuvieron el control del periódico más representativo del régimen porfirista, El Imparcial.

15 de agosto. Entrada de Álvaro Obregón a la ciudad de México al frente de una fracción del Cuerpo de Ejército del Noroeste.17 de agosto. Última aparición de El Imparcial.

18 de agosto. El Imparcial, tomado por los revolucionarios, es nombrado El Liberal.

20 de agosto. Llegada de Venustiano Carranza a la ciudad de México.

4 de septiembre. Carranza convoca a una Convención a celebrarse en la Cámara de Diputados de la ciudad de México el 1º de octubre.

23 de septiembre. Lucio Blanco crea la Comisión Permanente de Pacificación con el objetivo de impedir una nueva lucha entre revolucionarios.

24 de septiembre. “Manifiesto al pueblo mexicano” de Francisco Villa, en el que desconoce a Venustiano Carranza.

30 de septiembre. Conferencia en Zacatecas entre representantes del Comité de Pacificación y generales de la isión del Norte en la que se acuerda llevar a cabo una Convención revolucionaria en una zona neutral; se decidió por Aguascalientes.

1º de octubre. Comienza la Convención de la ciudad de México en la Cámara de Diputados.

4 de octubre. La Convención, tras una larga sesión, acuerda trasladarse a Aguascalientes tras la renuncia de Venustiano Carranza como “Primer jefe” y su restitución por los delegados.

10 de octubre. Empiezan las sesiones de la Convención en el teatro Morelos de la ciudad de Aguascalientes.

14 de octubre. La Convención se declara soberana.

27 de octubre. La delegación zapatista, encabezada por Otilio Montaño y Antonio Díaz Soto y Gama, llega a la Convención.

29 de octubre. Adopción del Plan de Ayala como base ideológica de laSoberana Convención Revolucionaria.

31 de octubre. Triunfo de Eulalio Gutiérrez, con 88 votos, en la elección de presidente provisional. El 6 de noviembre ocupa el puesto.

10 de noviembre. Venustiano Carranza es declarado “rebelde” por la Convención revolucionaria tras rechazar las propuestas que incluían su destitución como “Primer jefe”.

14 de noviembre. Aparece el primer número del periódico La Convención.

18 de noviembre. Los trenes militares del Cuerpo de Ejército del Noroeste comienzan a abandonar la ciudad de México con dirección a Córdoba y Orizaba, Veracruz. El 24 del mismo mes los carrancistas en su totalidad han abandonado la capital de la República.

23 de noviembre. Desocupación por las tropas estadounidenses del puerto de Veracruz, donde se hallaban desde finales de abril del mismo año. Venustiano Carranza llega a Córdoba.

26 de noviembre. Venustiano Carranza instala su residencia y oficinas en el edificio de faros del puerto de Veracruz.

27 de noviembre. Fuerzas zapatistas entran a la ciudad de México.

28 de noviembre. Llegada de trenes villistas a la ciudad de México a las órdenes de Felipe Ángeles. El 30 del mismo mes llega a la capital de la República Francisco Villa.

4 de diciembre. Francisco Villa y Emiliano Zapata firman el Pacto de Xochimilco para combatir a Venustiano Carranza. El mismo día empieza a circular la hoja volante redactada por Obregón titulada “La trinidad maldita”, donde llamaba a luchar contra Villa, José María Maytorena y Felipe Ángeles.

5 de diciembre. Primer número del periódico convencionista El Monitor, impreso en las instalaciones de El Liberal.

6 de diciembre. Entrada del ejército convencionista a la ciudad de México, encabezado por Pancho Villa y Emiliano Zapata.

 

Fuentes

Archivos

Archivo General de la Nación [AGN], Colección Convención Revolucionaria. Archivo Histórico de la Universidad Nacional Autónoma de México [AHU- NAM]/Martín Luis Guzmán [MLG]/Historia de la Revolución/Hemerografía/Colecciones de Periódicos.

 

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El Imparcial (agosto de 1914).

El Liberal (18 de agosto-22 de noviembre de 1914).

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El Pueblo. Diario de la mañana (1º de octubre de 1914-septiembre de

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“Bárbaro, barbudo y carranclán, o la devastación de la empresa periodística más moderna de México”, Celia del Palacio Montiel y Sarelly Martínez Mendoza (coord.), Voces en papel. La prensa en Iberoamérica de 1792 a 1970, Tuxtla Gutiérrez, Universidad Autónoma de Chiapas (Colección social y humanística), pp. 435-445.— Imágenes del olvido, 1914-1994. Discurso visual, manipulación y conmemoraciones de la Convención Revolucionaria de Aguascalientes, Aguascalientes, Universidad Autónoma de Aguascalientes/Centro de Ciencias Sociales y Humanidades, 2010, 396 p.

Ramírez Plancarte, Francisco

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Ugarte, José

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Veracruz, capital de la nación (1914-1915), México, El Colegio de México/Gobierno del estado de Veracruz, 1986.

 

Notas:

1 Agradezco el apoyo y orientación de la Dra. Fausta Gantús y del Dr. Luciano Ramírez Hurtado en mis primeros pasos como estudioso de la prensa. Asimismo dedico este trabajo a Karina Villegas Terán, mi compañera, mi consejera, mi vida entera porque sé que sin ella las siguientes líneas no hubieran sido posibles.
2 Véase un análisis sobre la rendición y disolución del Ejército Federal, así como del papel estratégico de la prensa a mediados de 1914, en Rodríguez Kuri, Historia del desasosiego, pp. 67-74.
3 La propaganda implica múltiples aristas, de las cuales pueden subrayarse las siguientes: el emisor, es decir, “la organización encargada de elaborar y difundir mensajes de propaganda”; el medio o los canales a través de los que se difunden los mensajes; los contenidos y estrategias de los propios escritos, y “los efectos o repercusión de ese fenómeno propagandístico”. En el caso de este estudio se decidió hacer un análisis de la prensa como medio difusor de ideas que busca influir en la opinión de ciertos grupos o que lucha contra la prensa opuesta; es decir, se pondrá acento a la revisión del emisor y de los contenidos de sus publicaciones. Véase Pizarroso Quintero, “La historia de la propaganda”, p. 159.
4 El Imparcial, México, núm. 6541, lunes 17 de agosto de 1914, p. 1.
5 Véase Ramírez Hurtado, “Bárbaro”.
6 Entendida como un periodismo de gran circulación y bajo costo gracias a innovaciones tecnológicas tales como la rotativa (contaba con una Goss Straight Line proveniente de Chicago) y el linotipo, además de dar primacía a lo noticioso sobre las notas de opinión. García, El Imparcial, p. 17. Es importante no olvidar el largo proceso para consolidar la prensa “moderna” desde El Federalista de Alfredo Bablot y El Noticioso dirigido por Ángel Pola Moreno, donde las cuestiones trágicas de la vida cotidiana comenzaron a tener una mayor aparición, junto a El Monitor de Juan de Mata Rivera, que costaba un centavo. No obstante, El Universal y El Siglo XX, ambos dirigidos por Rafael Reyes Spíndola, de 1888 y 1893 respectivamente, dieron pie a la aparición de una prensa con mayor tiraje y circulación. Véase Lombardo, De la opinión.
7 Méndez Lara, “La pugna”.
8 Félix Fulgencio Palavicini y Gerzayn Ugarte fueron elementos intelectuales importantes para los futuros logros del carrancismo en la guerra. El primero era oriundo de Tabasco, donde nació en 1881 e hizo estudios de ingeniería –profesión que jamás ejerció–; desde joven se sintió atraído por el periodismo, en 1901 fundó el periódico El Precursor en su estado natal. En 1903 se trasladó a México y entre 1906 y 1907 hizo estudios en París. Regresó a México y organizó con el periodista Filomeno Mata, entre otros, el Centro Antirreeleccionista; desde ese momento tomó parte del movimiento intelectual revolucionario. García, El Imparcial, p. 90. Por su parte, Gerzayn Ugarte, nació en Huamantla, Tlaxcala, estado donde adquirió cierta experiencia política al ser secretario particular del gobernador Próspero Cahuantzi. Se afilió al Partido Antirreeleccionista y fue diputado por la XXVI Legislatura Federal. Fue encarcelado junto con otros diputados que se opusieron al régimen huertista en octubre de 1913. Una vez fuera de prisión, se unió al constitucionalismo y fue secretario particular de Carranza desde agosto de 1914. Diccionario de historia, t. IV, p. 3609; Diccionario histórico, t. VII, p. 354.
9 “Este periódico se llamará El Liberal”, El Imparcial, México, núm. 6540, domingo 16 de agosto de 1914, p. 1.
10 “R.I.P”, El Imparcial, México, núm. 6541, lunes 17 de agosto de 1914, p.1. El País, otro diario de gran circulación en la ciudad de México, también informó sobre el acontecimiento: “Desaparece un viejo leader del periodismo moderno en México, el cual, contra viento y marea, supo culminar desde el principio por el esfuerzo continuado en avanzar, siquiera fuera renovando los antiguos moldes en que operaba la rutina”. Además se daba la bienvenida al nuevo órgano carrancista: “Nosotros damos el más sentido pésame a sus “deudos” y saludamos al nuevo órgano del Gobierno, que vendrá con lealtad y franqueza a sostener y propagar los principios de Revolución”. “La muerte de ‘El Imparcial’. El partido renovador lo sustituirá con su órgano que llevará el título de ‘El Liberal’”, El País, México, núm. 4652, lunes 17 de agosto de 1914, p. 1.
11 Palavicini, Mi vida, p. 194.
12 “Al Jefe de la Revolución, un saludo entusiasta. Al Presidente de la República, un saludo respetuoso”, El Liberal, México, núm. 3, jueves 20 de agosto de 1914, p. 1.
13 Barragán, Historia del Ejército, t. I, pp. 605-606.
14 Al respecto, véanse las fotografías en las primeras planas de los números 1 y 3 de El Liberal del martes 18 y del jueves 20 de agosto, respectivamente.
15 Rutherford, La sociedad, p. 170. El uso de la figura de Madero como símbolo en la prensa carrancista quedó patente sólo unos meses después, cuando El Pueblo conmemoró su segundo aniversario luctuoso. El 22 de febrero se publicó con el título “Homenaje”, una nota para exaltar al presidente asesinado. El diario lo llamó “héroe inmortal”, que palpitaba en el “corazón de todos los que amamos sinceramente la libertad”. “Homenaje”, El Pueblo, Veracruz, núm. 141, lunes 22 de febrero de 1915, p. 1.
16 Córdova, Ideología, p. 107.
17 Breceda, México revolucionario, pp. 395-402.
18 Al respecto véase el texto de Mac Gregor, “Luis Cabrera”.
19 Hernández Chávez, “Origen y ocaso”, p. 83.
20 Garciadiego, “La prensa”, p. 73.
21 Entre el 4 y el 8 de julio de 1914 se reunieron en Torreón representantes de la isión del Norte (el doctor Miguel Silva, quien fungió como presidente de los acuerdos, el ingeniero Manuel Bonilla y el general José Isabel Robles, así como Roque González Garza como secretario) y del Cuerpo de Ejército del Noreste (los generales Antonio I.Villarreal, Cesáreo Castro y Luis Caballero; Ernesto Meade Fierro fue el secretario), con el objetivo de zanjar las dificultades entre Venustiano Carranza y Francisco Villa, que habían aumentado tras la toma de Zacatecas. Sirvió como una suerte de armisticio donde se reconocían los cargos de los líderes en pugna. En el artículo 6º se establecía la posibilidad de llevar a cabo una junta militar para discutir el programa de gobierno. Sánchez Lamego, Historia militar, pp. 20-22.
22 “Quieren los jefes de la isión del Norte que el mando supremo sea entregado a Don Fernando Iglesias Calderón”, El Liberal, México, núm. 43, martes 29 de septiembre de 1914, p. 1.
23 Obregón había viajado en un par de ocasiones, a principios y a mediados de septiembre, a Chihuahua para conferenciar con Villa y tratar de solucionar los conflictos con Maytorena y la inminente escisión revolucionaria. La historiografía asegura que se le intentó fusilar en un par de ocasiones; pese a todo, sí acudió a esta nueva reunión.
24 Amaya, La Soberana, p. 66.
25 Katz, Pancho Villa, t. I, p. 425.
26 “Conforme al Plan de Guadalupe el Sr. Carranza convoca a todos los gobernadores y jefes con mando de fuerzas en la República para acordar las reformas que deban implantarse en el programa de gobierno y la fecha en que se efectuarán las elecciones de funcionarios federales. La junta se verificará el próximo primero de octubre”, El Liberal, México, núm. 18, sábado 5 de septiembre de 1914, p. 1. Véase también Ramírez Hurtado, Imágenes, pp. 37-40.
27 “La Convención de octubre en la capital”, El Liberal, México, núm. 36, martes 22 de septiembre de 1914, p. 3.
28 “Editorial. Preliminar”, El Pueblo, México, núm. 1, jueves 1 de octubre de 1914, p. 3.
29 “Editorial”, El Pueblo, México, núm. 2, viernes 2 de octubre de 1914, p. 3.
30 Elorduy, “Editorial. Las dos convenciones”, El Pueblo, México, núm. 8, jueves 8 de octubre de 1914, p. 3.
31 “Editorial. No se sustituirá una dictadura con otra dictadura”, El Pueblo, México, núm. 10, sábado 10 de octubre de 1914, p. 3.
32 “Editorial ¿A qué vamos a Aguascalientes?”, El Pueblo, México, núm. 3, sábado 3 de octubre de 1914, p. 3.
33 “Editorial. El señor Carranza ante la Convención”, El Pueblo, México, núm. 5, lunes 5 de octubre de 1914, p. 3.
34 “Editorial. Una Convención política sin políticos”, El Pueblo, México, núm. 6, martes 6 de octubre de 1914, p. 3.
35 “Señor don Alfredo Breceda y la dirección general de la prensa”, El Liberal, México, núm. 50, martes 6 de octubre de 1915, p. 1. Garciadiego, “La prensa”, p. 79.
36 C. B. C. [Ciro B. Ceballos], “Editorial. La cuestión palpitante”, El Liberal, México, núm. 52, jueves 8 de octubre de 1914, p. 3.
37 A la Convención fueron enviados algunos corresponsales de varios diarios de la ciudad de México, entre los que destacaron Arturo Cisneros Peña, de El Pueblo, Carlos Alberto Quiroz y Carlos Muñana (fotógrafo) por El Liberal, Gilberto Torres de El Radical y Rafael Machorro de Nueva Patria. Alessio Robles, La Convención, pp. 115-117. Rafael Machorro más tarde fue jefe de redacción de La Convención. Ramírez Hurtado, Imágenes, pp. 50-57.
38 Katz, Pancho Villa, t. I., pp. 428-430.
39 Ávila, El pensamiento, p. 104.
40 Alessio Robles, La Convención, p. 180.
41 Domenach, La propaganda, p. 54.
42 Nacido en Tacubaya en 1873, fue uno de los miembros de la generación literaria que surgió en la Revista Moderna, de la que fue redactor. Apoyó a Bernardo Reyes y durante el gobierno maderista dirigió el periódico El Intransigente. El cuartelazo lo llevó a sumarse al movimiento liderado por Venustiano Carranza. Diccionario histórico, t. II, p. 675.
43 C. B. C., “Ante la Convención”, El Liberal, México, núm. 54, sábado 10 de octubre de 1914, p. 3.
44 “Editorial. ¿Y después?”, El Pueblo, México, núm. 60, viernes 16 de octubre de 1914, p. 3.
45 “Se establecieron y fomentaron periódicos que predicaron nuestro credo y convencieron a los hombres de la justicia de nuestra causa y propagaron las glorias de nuestras armas. Esos periódicos, manejados por los civiles ahora tan despreciados, dieron lustre a muchos de nuestros generales, tanto en México como en el extranjero.” Barrón, “Desconozcamos a Don Venustiano”, El Liberal, México, núm. 61, sábado 17 de octubre de 1914, p. 3.
46 Barrón, “Desconozcamos a Don Venustiano”, El Liberal, México, núm. 61, sábado 17 de octubre de 1914, p. 3.
47 Crónicas y debates, t. I, México, pp. 478-491.
48 AGN/Colecciones Especiales/Convención Revolucionaria/c. 1/exp. 4/f. 62; Alessio Robles, La Convención, p. 182.
49 “El Sr. Heriberto Barrón contesta dos mensajes de los grales. Obregón y Hay”, El Liberal, México, núm. 64, martes 20 octubre de 1914, p. 1.
50 Alessio Robles, La Convención, p. 184.
51 “El Sr. Heriberto Barrón contesta dos mensajes de los grales. Obregón y Hay”, El Liberal, México, núm. 64, 20 de octubre de 1914, p. 1; Alessio Robles, La Convención, p. 185.
52 Para consultar el manifiesto: Cervantes, Francisco Villa, p. 261.
53 Almada, Revolución, p. 173.
54 Ávila, El pensamiento, p. 121; Alessio Robles, La Convención, pp. 249-250.
55 Ávila, El pensamiento, p. 121; Alessio Robles, La Convención, p. 125.
56 “El día 10, a las 6 p. m., todos los Generales que hayan concurrido a Aguascalientes deberán ponerse a las órdenes de la 1ra. Jefatura”, El Pueblo, México, núm. 40, lunes 9 de noviembre, 1914, p. 1.
57 “El día 10, a las 6 p. m., todos los Generales que hayan concurrido a Aguascalientes deberán ponerse a las órdenes de la 1ra. Jefatura”, El Pueblo, México, núm. 40, lunes 9 de noviembre, 1914, p. 1.
58 “Sección editorial. En el cumplimiento del deber ¡Jefe, estamos listos!”, El Pueblo, México, núm. 41, martes 10 de noviembre de 1914, p. 3.
59 “La Convención cueste lo que cueste quiere imponerse”, El Pueblo, México, núm. 41, martes 10 de noviembre de 1914, p. 3.
60 “Sección Editorial. La estrategia del soborno”, El Pueblo, México, núm. 43, jueves 12 de noviembre de 1914, p. 3.
61 “Sección Editorial. La estrategia del soborno”, El Pueblo, México, núm. 43, jueves 12 de noviembre de 1914, p. 3.
62 “Sección editorial. Son gemelos don Eulalio y don Victoriano”, El Pueblo, México, núm.46, domingo 15 de noviembre de 1914, p. 3.
63 Ésta quedó conformada por Martín Espinosa, Guillermo García Aragón, Felipe Gutiérrez de Lara, Mauricio Contreras, Roque González Garza, Vito Alessio Robles, Alberto B. Piña, Luis González, Manuel Zebada, Carlos de la Vega, Daniel Ríos Zertuche, A. García Balderrama, Dionisio Marines, David G. Berlanga, José Inocente Lugo, Saúl B. Gallegos, Alejandro Aceves, Miguel Peralta, Esteban Márquez y Enrique W. Paniagua. 64 Ulloa, Veracruz, p. 43.
64
65 “El Gral. Obregón cree inútil todo esfuerzo si no se hace con las armas en la mano”, El Sol, México, núm. 97, miércoles 18 de noviembre de 1914, p. 1.
66 Ulloa, Veracruz, p. 47.
67 Ramírez Plancarte, La ciudad, pp. 233-234.
68 Este periódico se creó el 15 de septiembre de 1914, con la idea de retomar la labor que había iniciado Francisco I. Madero con un diario titulado de la misma forma en 1905. Su director fue Rafael Martínez “Rip-Rip” y, en términos generales, apoyó al Primer Jefe, aunque no realizó una campaña tan activa de desprestigio hacia la convención, ni hacia Villa como sí lo hizo El Pueblo. Un análisis sobre la prensa carrancista en Veracruz es el de Del Palacio Montiel, “La prensa”.
69 Quirk, La Revolución, p. 113.
70 Alessio Robles, La Convención, p. 143.
71 Ramírez Plancarte, La ciudad, p. 168.
72 Domenach, La propaganda, p. 83.
73 Los enfrentamientos entre la prensa carrancista y la convencionista no son tema del presente artículo. Sin embargo, parte de su historia puede hallarse en Méndez Lara, “La pugna”, pp. 65-71.
74 Katz, Pancho Villa, t. II, p. 45; Obregón, Ocho mil, pp. 236-238.
75 Domenach, La propaganda, p. 59.
76 “El C. Venustiano Carranza contesta al Jefe de la isión del Norte”, El Liberal, México, núm. 69, miércoles 25 de octubre de 1914, p. 3.
77 C. B. C., “Editorial. Los inquisidores del Villismo”, El Liberal, México, núm. 69, 25 de noviembre de 1914, p. 3.
78 “Francisco Villa exhibido de cuerpo entero. Manifiesto a la nación lanzado por el Señor Gral. M. Herrera”, El Pueblo, Veracruz, núm. 61, domingo 6 de diciembre de 1914, p. 5.
79 “Francisco Villa”, El Pueblo, Veracruz, núm. 61, domingo 6 de diciembre de 1914, p. 5.
80 “Francisco Villa”, El Pueblo, Veracruz, núm. 61, domingo 6 de diciembre de 1914, p. 5.
81 RIP RIP, “El Caso Villa”, El Liberal, México, núm. 70, 26 de octubre de 1914, p. 3.
82 Palavicini, “El crepúsculo de los dioses”, El Pueblo, Veracruz, núm. 57, 2 de diciembre de 1914, p. 3.
83 Palavicini, “El crepúsculo de los dioses”, El Pueblo, Veracruz, núm. 57, 2 de diciembre de 1914, p. 3.
84 Obregón, Ocho mil, pp. 233-238.
85 Ramírez Hurtado, “Bárbaro”, p. 436.
86 Pese a no tratarse del tema de este artículo, es importante mencionar que la desaparición de este periódico estuvo directamente vinculada con el desmembramiento del ejército convencionista tras las derrotas en el Bajío y los ataques de Pablo González contra la ciudad de México. La Convención se trasladó entonces a Toluca, donde permaneció poco tiempo, para trasladarse más tarde a Jojutla, Morelos. El alejamiento entre villistas y zapatistas permitió la creación de otros periódicos de corta duración como El Norte, El Renovador y El Combate. Sólo unos meses después de haber sufrido las derrotas frente al carrancismo algunos convencionistas se exiliaron en Estados Unidos. Sobre la fractura en el seno convencionista, y por ende el debilitamiento de sus órganos informativos, a lo largo de junio-julio de 1915, ver Méndez Lara, “La pugna”, pp. 163-171.