La obra escultórica conmemorativa del LXXV aniversario de la Soberana Convención Revolucionaria de Aguascalientes
y su contribución al proceso mitificador de la Revolución Mexicana1

Luciano Ramírez Hurtado
Universidad Autónoma de Aguascalientes

Además de  explicar en  tér minos historiográficos lo que fue  y significó la Soberana Convención Revolucionaria de Aguascalientes de 1914 y hacer un breve recorrido de  cómo  este suceso histórico quedó plasmado de  diversas maneras en la  plástica mexicana del  siglo XX, incluyendo un  rápido recuento de  los festejos del  75  aniversario de  dicho episodio en 1989,  el  presente trabajo pone énfasis en  el  análisis de  imagen de  un  relieve escultórico conmemorativo hecho por  el artista jalisciense Salvador Andrade Valdivia y colocado en  una plaza de  la capital hidrocálida, justo enfrente del  Teatro Morelos. Se  destacan los elementos simbólicos que componen dicha obra y se valoran los efectos de la manipulación de la imagen y la manera en  que el espectador  común –el peatón que deambula por el centro de  la ciudad– percibe y asimila el mensaje visual.

 

Palabras clave: obra escultórica, conmemoración, legitimidad política, manipulación, discurso visual.

 

La Soberana Convención Revolucionaria de 1914

A manera de  preámbulo conviene explicar al lector qué fue  la Soberana Convención Revolucionaria de  Aguascalientes, episodio de la historia de México un tanto cuanto desconocido, olvidado, que sólo se le saca del baúl de los recuerdos muy  de vez en cuando. Reflexionar en torno a su significado histórico servirá como  punto de  referencia. Considerar los propósitos y resultados de la Convención permitirá entender cómo  ha sido vista.
La Convención fue  ante todo un  intento de  negociación política entre las  facciones revolucionarias, una disputa por  el  poder, un intento por imponer una hegemonía, una lucha por  el Estado. Fue el escenario institucional donde midieron sus respectivas fuerzas políticas e ideológicas las principales corrientes revolucionarias en pugna que habían conformado  la coalición antihuertista.  La Convención fue  una asamblea nacional de  discusión que precedió al  enfrentamiento militar intrarrevolucionario. Acudieron a ella las  distintas facciones con  el objeto de  presentarse, identificarse, reconocerse y ponerse a prueba. En ese encuentro también hubo desencuentros; más que confluencia hubo confrontación de posiciones, vertientes y proyectos políticos, así como  enfrentamiento de tendencias  ideológicas. Estoy de acuerdo con Enrique Florescano cuando afirma que en  1914  las  diversas fuerzas políticas que se habían desarrollado en escenarios apartados se reconocieron en  la Convención de  Aguascalientes y se confrontaron los jefes y representantes de los principales grupos revolucionarios del país que “animados por pulsiones diversas” pusieron a discusión sus personalidades, ideas y programas.2
Por otro lado, la Convención fue el terreno institucional en el que cada una de las corrientes buscó fortalecer su proyecto revolucionario al mismo tiempo que procuró debilitar los de las otras facciones para así avanzar en sus planes de  hegemonía. La Soberana Convención Revolucionaria de  Aguascalientes parecía ser el germen de  un  Estado nacional donde las facciones habían de hacerse presentes, ganar espacios políticos e imponer su supremacía. En esa lucha por el Estado, los tres principales movimientos en desarrollo, el constitucionalista, el villista y el zapatista, “para poder ser nacionales y soberanos tenían que imponerse como  uno solo, triunfador sobre los demás”.3  La Convención debe entenderse como una fase de este proceso.
Si admitimos que la Convención fue  un  encuentro interregional de  los distintos grupos revolucionarios, entonces teóricamente se dio la posibilidad real de que cada uno de ellos renunciara a sus propias peculiaridades y exigencias, hiciera a un lado  sus divergencias más superficiales y pusieran el acento en  las coincidencias fundamentales para incorporar en  un  solo proyecto nacional lo mejor de  cada uno  de  ellos. La cuestión se complicó al haber también pugna, desconfianza,  envidia y ambición política entre los miembros de  un  mismo grupo, lo cual  se manifestó como  una falta de homogeneidad y uniformidad de  criterios y la presencia de  fuertes discrepancias ocasionales dentro de cada facción.4

Lo cierto es que predominaron las filias y fobias de carácter personalista, ninguno de  los grupos regionales estuvo dispuesto a conceder terreno, a renunciar a sus prerrogativas, hasta que uno  de ellos logró  influir  sobre los sectores más vacilantes de los ejércitos, obtuvo victorias en el campo de batalla e impuso su hegemonía y su proyecto nacional sobre los otros.
En  un  periodo confuso y de  indefinición política, la  Convención debe entenderse como  un fenómeno histórico muy  complejo cuya realidad estuvo sujeta a modificaciones significativas. Como cuerpo político deliberante pasó por varias etapas en las que experimentó una serie de transformaciones importantes, cada una de las cuales fue una respuesta específica a las distintas situaciones generadas a partir de la cambiante realidad política y militar del país. La aparente coexistencia pacífica y el buen entendimiento entre las facciones en  un  primer momento muy  pronto se convirtieron en mutua incomprensión, autoexclusión por conveniencia, franco desplazamiento, intolerancia, defección y desde luego predominio de  un  proyecto revolucionario sobre los de las otras facciones.
Mientras el centro político de gravedad estuvo focalizado en los debates parlamentarios, la Convención fue el organismo de gobierno más legítimo, autorizado y representativo emanado de  la revolución. Los propósitos de ese foro de  discusión fueron múltiples: tratar de  evitar la escisión revolucionaria, acordar cambios drásticos en la dirección política del país, discutir los problemas socioeconómicos y políticos más importantes que aquejaban a la nación y proponer nuevas orientaciones y soluciones diseñando un nuevo proyecto de  país, y como  parte fundamental de  ello construir el nuevo Estado nacional forjado en la revolución en cuanto a régimen político y forma de gobierno se refiere.5
La  Convención, por  último, fue  también un  laboratorio, un  campo de experimentación cuyos resultados prácticos inmediatos fueron un rotundo y fascinante fracaso para su causa. Sin embargo, la riqueza de los debates, la identificación y clarificación de los problemas del país y la expedición del documento Programa de Reformas Político-Sociales de la Revolución fueron un triunfo teórico en materia de ideas, algunas de las cuales quedaron plasmadas en la Constitución de 1917 y fueron materializadas años después.6

Acerca de  las ideas que formaron parte del  Programa de  Reformas Político-Sociales de  la Revolución, autores como  Federico Cervantes, Florencio Barrera Fuentes, Robert Quirk, Eugenia Meyer y Hans Werner Tobler, entre otros, sostienen que algunas de ellas, las más radicales, fueron integradas en distintos artículos de  la Constitución de  1917.  Por ejemplo, Eugenia Meyer asienta que “las ideas y los ideales de  la Convención [contenidos en  el Programa de  Reformas Político-Sociales de  la Revolución] se dieron a conocer de  muchas formas, […] ideas de extraordinaria riqueza doctrinal que tanto influyeron en el Constituyente de 1916 y que éste no pudo superar”.7

En una entrevista concedida a Daniel Cazés por  el ingeniero y general Federico Cervantes en 1960,  se lee:

Este plan aparentemente no tuvo ni trascendencia ni realización. Pero si hemos de  ser  sinceros, yo estoy en  la firme  creencia de que fue  conocido por revolucionarios que funcionaron en el Congreso que convocó el señor Carranza, y que en  cierto modo inspiraron muchas de  las reformas verdaderamente revolucionarias que se introdujeron en  esa nueva Constitución, defendidas, sostenidas y logradas en  su  triunfo por verdaderos revolucionarios como  Francisco J. Mújica, a pesar de la oposición de los elementos oficiales adictos al señor Carranza...8

Por su  parte, Robert Quirk  concluye que los ideales de  reforma social por los que lucharon el villismo y el zapatismo, esto es, los anhelos y aspiraciones de  la Convención, “en 1916  y 1917,  en Querétaro... se reflejaron en  las  estipulaciones radicales de  la nueva Constitución. Y durante los veinticinco años siguientes, las reformas agrarias del zapatismo fueron la base de los programas de gobierno para la reconstrucción rural”.9
Felipe Arturo Ávila  afirma que el  Programa de  Gobierno de  la  Convención es básicamente el proyecto revolucionario zapatista, con  ligeras modificaciones derivadas de  la presencia de  los delegados de  la División del  Norte. Dicho  programa de  gobierno contiene, predominantemente, las  propuestas ideológicas y políticas más avanzadas y sólidas del  zapatismo, que impuso su hegemonía a los  norteños en  los  debates de  la Soberana Convención Revolucionaria, así  como  la  inclusión de  algunas concepciones de tinte conservador que los villistas lograron que se aprobaran ante el predominio abrumador de los sureños. En conjunto, se trata del  cuerpo más avanzado y completo de  principios, postulados y medidas sobre los principales problemas del país, asienta Ávila  Espinosa, en comparación con cuantos se elaboraron en el transcurso de la revolución, incluyendo la propia Constitución.10
Florencio Barrera Fuentes afirma, sin  aportar pruebas, que al Congreso Constituyente de Querétaro “concurrieron muchos revolucionarios que hicieron su  aprendizaje parlamentario en  la Convención”.11  En  realidad no ocurrió tal cosa, pues si bien asistió algún carrancista que estuvo en la primigenia etapa de  la Convención, lo cierto es que a dicho Congreso no fueron invitados villistas, zapatistas ni exhuertistas. No por ello, nos  dice Werner Tobler, se puede “negar la influencia indirecta de  villistas y zapatistas sobre el transcurso del  Congreso. Especialmente las demandas agrarias defendidas con  gran tenacidad por  los zapatistas establecieron este problema en la conciencia política general a tal grado que influyeron persistentemente en  las discusiones en  torno al artículo 27,  si  bien de manera indirecta”.12

 

Suscinto recorrido de las  imágenes de la Convención y la plástica

Es preciso dar  al lector mayores antecedentes, puesto que guardan relación  con el rescate de la Convención Revolucionaria de la memoria histórica  de  México, primero, y de  Aguascalientes, más tarde, así  como  con  la celebración de este suceso histórico y la manera en que quedó plasmada gráfica, pictórica y escultóricamente. Cabe recordar que esta última representación artística es el tema del presente artículo.
Tuvo  que pasar un cuarto de siglo desde que culminó la lucha entre las facciones revolucionarias  (1914-1916) para que, entre  1939 y 1941,  varios autores sacaran del olvido  institucionalizado el tema de la Convención y en sus obras publicaran imágenes alusivas. Comienza tal difusión con los trabajos de Gustavo Casasola Zapata y Miguel Casasola, Historia gráfica de la Revolución, 1900-1940 (publicada posiblemente en 1940 o 1941),  Francisco Ramírez Plancarte, La ciudad de  México durante la revolución constitucionalista (editado en  1941)  y Jesús Romero Flores, Anales históricos de  la Revolución mexicana (publicado en ediciones encuadernables entre 1939 y 1941).  No obstante, fue  el grabador Alberto Beltrán quien hacia 1945-1947 plasmó en una memorable estampa el tema de la Convención Revolucionaria de  Aguascalientes, en  el marco de  la crítica colectiva que imperaba en el Taller de Gráfica Popular, en una época en que prevalecía en el país una política de reconstrucción y unidad nacionales.13

Una  serie de  acontecimientos aparentemente  inconexos, pero que en realidad están vinculados entre sí,  transcurren tanto en Aguascalientes como  en  el  ámbito nacional entre 1959  y 1964,  tales como  la  agitación política sindical y la represión del movimiento ferrocarrilero14, la conmemoración del cincuentenario de la Revolución mexicana, la realización de pinturas murales15, la restauración del  histórico Teatro Morelos, sede de la Convención de 1914, y la conmemoración de los aniversarios 49 y 50 de la Convención Revolucionaria de Aguascalientes.16
El tema de  Convención, al ser un  acontecimiento histórico local  de  relevancia nacional, ha quedado plasmado visualmente en pinturas murales tanto en el Palacio de Gobierno de Aguascalientes (1961 y 1992, obra de Osvaldo Barra Cunningham, discípulo de Diego  Rivera) como  en  el mezzanine del Teatro Morelos (1964,  obra de  Francisco Eppens), así como  en  una exposición de fotografías y en montajes museográficos de sellos postales, medallas conmemorativas y distintos objetos (también en el Teatro Morelos),17 y en un altorrelieve de  bronce en  la plaza de  la Convención. Es interesante  conocer cómo  el acontecimiento ha  sido abordado y asimilado por  el discurso oficial (específicamente en  actos conmemorativos) a través de  la imagen visual en momentos históricos distintos: en  el primer cincuentenario  (1964)18 y en  el septuagésimo quinto aniversario (1989),  en ambas ocasiones con una fuerte motivación política e ideológica.
Por último, y aunque queda fuera del  presente artículo, cabe mencionar  que en  marzo de  1993  se reunió en  Aguascalientes toda la “familia revolucionaria”: el  Presidente de  la  República, los miembros de  su  gabinete, los  gobernadores de  los  estados del país y los  integrantes del Comité Ejecutivo Nacional del  Partido Revolucionario Institucional (pri). Subieron al proscenio del Teatro Morelos (donde lucían, amplificadas y colgadas sobre sus cabezas, reproducciones fotográficas de  la Soberana Convención Revolucionaria de  Aguascalientes de  1914)  y se colocaron en  semicírculo para posar para la posteridad, en una clara emulación del histórico episodio de la Revolución.

 

Crisis  de credibilidad
y construcción de legitimidad

El año  de  1989  marca el inicio  del  periodo de  gobierno del  Presidente Carlos Salinas de  Gortari, quien tomó posesión el  1º de diciembre de 1988  y entregó la banda presidencial a su sucesor el 1º de  diciembre de 1994.  Fue  un  comienzo difícil,  en  medio de  un  panorama complicado y situaciones adversas en  razón de  varios factores: la fractura y el desmembramiento que había sufrido el  Partido Revolucionario Institucional  (pri) dos años antes, cuando la Corriente Democrática19 encabezada por  el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, el licenciado Porfirio Muñoz Ledo  y la  doctora Ifigenia Martínez fue  empujada fuera del partido y, ya  en  la  oposición, se transformó en  el  Frente Democrático Nacional, que postuló como  candidato a la Presidencia de  la República precisamente al hijo  del  general Lázaro Cárdenas; la devaluación y la crisis económica con  el  consabido impacto negativo en  los niveles de vida  de  amplios sectores de  la  sociedad, y la  forma en que se había llevado a cabo el intenso y muy disputado proceso electoral del  mes de julio de  1988.
La elección presidencial de  ese año  fue  una de  las  más polémicas y controvertidas en  la historia del  país. Para muchos mexicanos, el triunfo de la jornada electoral del 6 de julio correspondió a Cárdenas, quien de inmediato, ese mismo día,  se declaró ganador. Un conflicto postelectoral de grandes dimensiones se generó de inmediato, pues la oposición impugnó el proceso al acusar al pri de  haber perpetrado un  enorme fraude debido  a que el gobierno y su  aparato electoral retrasaron la entrega de  los resultados parciales –Manuel Bartlett, secretario de  Gobernación, adujo como  razón increíble una supuesta “caída” de  un avanzado sistema de  cómputo–. 20  Los resultados finales, validados por  el Colegio Electoral –integrado por la Cámara de Diputados, donde los priístas eran mayoría: 289,  contra 41 del  Partido Acción Nacional, 12 del  Partido Socialista Unificado  de  México y 58 de  otros partidos– arrojaron una holgada victoria para el candidato del Partido Revolucionario Institucional, Carlos Salinas, con  el 50.7 % de los votos, contra el 31% para Cuauhtémoc Cárdenas del Frente Democrático Nacional y el 16.2%  para Manuel Clouthier del  Partido Acción Nacional.
En  los  días inmediatamente posteriores a la jornada electoral, con  la oposición en  contra, la convicción del  fraude y la opinión pública enardecida, hubo multitudinarias manifestaciones que rechazaban los  resultados; un  simple llamado a la desobediencia por parte del  líder  moral e indiscutible del  Frente Democrático Nacional incitando a la violencia (a tomar las armas) hubiese puesto en predicamento a las autoridades y las hubiese orillado, sin  duda, a  la  represión.  Lorenzo Meyer, retomado la hipótesis del fraude, del quiebre del sistema de partido hegemónico y  de la ilegitimidad del régimen, apuntó:

En  julio  de  1988  la oposición en  bloque negó validez a los  resultados oficiales y legitimidad a la victoria de  Carlos Salinas. Por un momento existió la posibilidad de  conformar la gran alianza postelectoral del conjunto de  la oposición y transformar la “rebelión electoral” de  la sociedad mexicana en  el factor decisivo de  la transición del  autoritarismo a la democracia, aunque ello hubiera implicado correr el riesgo de desencadenar las  fuerzas de  la ingobernabilidad y de  la represión. La posibilidad naufragó como resultado del  choque entre el fdn y el pan, pues mientras el líder  del primer agrupamiento, Cuauhtémoc Cárdenas, se proclamó el verdadero ganador de  la elección, la directiva del pan sostuvo la imposibilidad de saber quien había triunfado realmente en  un proceso particularmente sucio y negó su  apoyo a Cárdenas, es decir, al heredero de su enemigo histórico.

Lo que siguió... el presidente Salinas procedió con habilidad y rapidez a establecer una alianza de  facto con  la dirigencia panista para aislar a la oposición “leal” de  la intransigente, o sea, de  la cardenista, para luego, desde el gobierno, construir la legitimidad que no había conseguido en las urnas.21

Cuauhtémoc Cárdenas y demás dirigentes de la izquierda optaron por seguir los  cauces legales; exhortaron a sus enfurecidos adeptos a tranquilizarse, a retornar pacíficamente a sus casas y seguir luchando por  la vía democrática en futuras elecciones.
Por  todo lo anterior, el  desacreditado gobierno salinista arrancó en medio de  una crisis de  credibilidad. Al empezar su  gestión como  Presidente Constitucional, para ganar algo  de  confiabilidad ante la  opinión pública, mandar un mensaje puntual, mostrar al país que contaba con un presidente con determinación y dispuesto a no permitir desorden alguno así como abatir la desconfianza de amplios sectores de la sociedad, Carlos Salinas decidió encarcelar a Joaquín Hernández Galicia, alias la Quina, dirigente sindical petrolero, mediante un  fuerte operativo policiaco y militar, la mañana del  10 de  enero de  1989,  y poco  después a Carlos Jongitud Barrios, líder  del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Ambos fueron acusados de corrupción, asociación delictuosa y portación de  armas de  fuego exclusivas del  Ejército, cuando en  realidad se trataba de  ajustes de  cuentas, de revanchismo político y de  vender la imagen de un presidente decidido a acabar con los sindicatos corruptos. Por su parte, el Partido Acción Nacional, a cambio de la legitimidad que transfirió al gobierno de Salinas, pudo “gobernar desde la oposición”:

Como  presidente, Salinas no  tardó en  poner en  marcha un  programa que coincidía en  partes esenciales con  la  plataforma económica del pan –privatización de la banca, aceleración de la venta de las empresas estatales, fin de la reforma agraria y privatización del ejido, estabilidad fiscal,  negociación de  un  Tratado de  Libre  Comercio con  Estados Unidos  [y Canadá], etcétera– o con  sus proyectos políticos, como  lo fueron  una nueva legislación electoral, el reconocimiento jurídico de  las iglesias, el establecimiento de relaciones diplomáticas con el Vaticano, la disminución del  papel de  las  corporaciones del  pri y, finalmente, el reconocimiento a contrapelo de la voluntad del pri de las primeras victorias electorales del pan en los estados.22

 

Conmemoración del  LXXV aniversario de la Convención (1989)

En  la  celebración del  septuagésimo quinto aniversario de  la  Soberana Convención Revolucionaria se develó la obra escultórica que hemos mencionado.

En ese entonces, en 1989, el Partido Revolucionario Institucional mantenía la hegemonía en  los ámbitos federal y estatal en  casi todos los niveles de  gobierno. Cabe resaltar que para finales de los años ochenta, Aguascalientes, que todavía tenía un  gobierno de extracción priísta, se había transformado en una entidad pujante, fuertemente orientada hacia la  industrialización, con  una clara expansión económica,23 y por  consiguiente con  mucho mayores recursos que en  1964,  cuando se conmemoraron los  cincuenta años de  la  Convención24. Ahora ya  no  se dependió de  la Federación para llevar a cabo una conmemoración de  gran alcance como  la que estaba en  ciernes. Se empezó a trabajar con  más de  año  y medio de antelación. Por un lado,  el Congreso local decretó desde febrero de  1988  la  creación de  una Comisión para la  Conmemoración del LXXV Aniversario de  la Soberana Convención Revolucionaria de  Aguascalientes, con el propósito de formular “el programa de actos y ceremonias con los que deberá celebrarse el aniversario, que podrá incluir conferencias, proyecciones cinematográficas, programas radiofónicos y televisivos, edición de  folletos y libros, entre otros”; la  comisión quedó integrada por personal de  distintos ámbitos de  gobierno (ejecutivo, legislativo, judicial y municipal), además de “personas distinguidas del sector educativo, social y privado” que fueron invitadas para tal fin.25   Por su  parte, el gobierno  del  estado realizó considerables gastos para pagar honorarios a  los conferencistas, encargar la realización de una obra escultórica (relieve en bronce), montar una puesta en escena de una obra de teatro en Aguascalientes y en la ciudad de México, remodelar el museo de sitio  en el Teatro Morelos, así  como  costear la  coedición y reedición con  el  Instituto Nacional de  Estudios Históricos de  la Revolución Mexicana de  varios libros conmemorativos del aniversario.26

Los festejos se pusieron en marcha. El programa general de actividades, verdaderamente ambicioso, duró tres meses: comenzó el 6 de  septiembre y terminó el 5 de diciembre. En distintos escenarios y recintos de la ciudad se realizaron una serie de actos tales como el sorteo supremo 1445 de la Lotería Nacional,27 la cancelación del  timbre postal conmemorativo, diseñado por  Jorge Sánchez con  base en  la “alegoría de  la Convención”,28  inspirado en un fragmento de la pintura mural que Osvaldo Barra realizó en el segundo patio de  Palacio de  Gobierno en  1961  con  dicho tema; la inauguración de  una feria  del  libro  en  la Casa de  la Cultura, en  que se hizo  entrega de las ediciones conmemorativas; presentación del  espectáculo teatral  La Convención;29 exposición numismática y de  medallas conmemorativas; exposición gráfica Nuestra Historia, procedente del  Museo Nacional de  la Estampa; entrega de la reproducción en microfilm de un fondo documental del Archivo General de la Nación sobre la Convención; entrega del premio de  ensayo La Convención de  Aguascalientes, 1914; entrega del  premio estatal de la juventud Jesús Reyes Heroles; entrega de los Premios Aguascalientes; conciertos populares de  la Banda Municipal y de  la banda de  la Secretaría de Marina; cine  club  con  los ciclos La Revolución en  el cine  y Crónica de la Revolución, y la proyección de  las cintas El automóvil gris, El compadre Mendoza, El prisionero trece, Vámonos con Pancho Villa, Flor Silvestre, Epopeyas de  la Revolución, Cuartelazo, Las abandonadas, Enamorada y Los de  abajo,30 así como  una serie de  espectáculos  musicales y teatrales del Festival Internacional Cervantino.31
Para la  ocasión se pronunciaron discursos demagógicos disfrazados de  conferencias,32 empezando por  el presidente de  la República (Carlos Salinas de  Gortari, “La  Soberana Convención de Aguascalientes: cuna y escenario de los fines y alcances de la Revolución Mexicana”), su secretario de Gobernación (Fernando Gutiérrez Barrios, “La Convención: un  encuentro decisivo”), el gobernador del  estado de  Aguascalientes  (Miguel Ángel Barberena Vega, “La  Convención de  Aguascalientes y la década 1910-1920”), su secretario general de Gobierno (Héctor Valdivia Carreón, “Donde la Revolución se hizo diálogo”) y gobernadores también de extracción  priísta de  tres estados del  país, cuyas entidades supuestamente, de un modo u otro  y por razones de carácter histórico, se relacionaban con el acontecimiento: San Luis Potosí (Leopoldino Ortiz Santos, “El Plan de San Luis  como antecedente de la Convención de  Aguascalientes”), Coahuila (Eliseo Mendoza Berrueto, “Venustiano Carranza, antes y después de  la Convención”), Querétaro (Mariano Palacios Alcocer, “La Convención de Aguascalientes como  antecedente de las reformas sociales contenidas en la Constitución de 1917”), quienes aprovecharon la oportunidad para hacer  proselitismo, legitimar al régimen político y rendir pleitesía al titular del Ejecutivo federal.
En  la fachada de  Palacio de  Gobierno fue  colocada, a instancias del licenciado Jesús Medellín (aguascalentense que dictó la conferencia “El Plan  de  Ayala, el agrarismo mexicano y la Convención”),33 una placa con
una inscripción que dice  que ese recinto se convirtió en el Palacio Nacional  al despachar ahí  por  unos días el general Eulalio Gutiérrez, nombrado  Presidente  Provisional de  la  República por  la Soberana Convención Revolucionaria de  Aguascalientes. Como  dice  Enrique Florescano, la Revolución, desde los años veinte del  siglo  pasado, “se transformó en  una sucesión de recordatorios, ritos, monumentos y celebraciones que invadieron las distintas esferas de la vida  pública”.34
La inauguración del programa conmemorativo se realizó el 10 de octubre  de 1989 al filo de las 12:30 horas en el Teatro Morelos, donde el titular del Ejecutivo federal pronunció un discurso intitulado “La Soberana Convención de Aguascalientes: cuna y escenario de los fines y alcances de la Revolución Mexicana”, reinauguró el Museo de Sitio35 y canceló el timbre postal conmemorativo emitido por  esos días. Exactamente lo mismo había hecho el licenciado Adolfo López Mateos en 1964, excepto que éste no pronunció palabras alusivas al acontecimiento que se festejaba.
Para la ocasión se renovó el discurso apegado al nacionalismo revolucionario, bastante desacreditado por los gobiernos tecnocráticos neoliberales desde la época del  presidente Miguel de  la Madrid Hurtado. Todos los discursos, sin excepción, reconocen en  la Convención un  antecedente directo de la Constitución de 1917,  atribuyen a la Convención actualidad y vigencia, hacen énfasis en el apego al estado de  derecho, hablan de  unidad, justicia social, concertación etc. Los acontecimientos del  año  anterior relativos al conflicto postelectoral tienen un  peso específico y los oradores parecen aludir a ellos de manera velada pero asertiva.

 

La obra escultórica

Desde el siglo  XIX y a lo largo de  todo el XX, la estatuaria ha  sido  un  instrumento ideológico-didáctico legitimador del  Estado, que ha  recurrido con  frecuencia a la “historia de  bronce”36 procurando que el ciudadano encuentre en  los héroes nacionales, desparramados en  casi  todas las  poblaciones del país, ejemplos a seguir.37
Para la  interpretación de  la  imagen escultórica me  he  basado en  el método propuesto por   Erwin Panofski para hacer estudios de  carácter iconográfico aplicándolo en sus dos  primeros niveles. En la placa procedí a identificar personajes y símbolos, establecí relaciones, capté cualidades expresivas, posturas, gestos (descripción preiconográfica), para enseguida  descubrir el papel que los diferentes objetos y sujetos representados desempeñan en  la  escultura, relacionando ésta con  los  discursos, así como  con  las posibles fuentes de  inspiración del  programa, con  el fin de detectar el sentido y significado del mensaje (análisis iconográfico).38
El altorrelieve conmemorativo develado por Carlos Salinas el 10 de octubre  de 1989,  inmediatamente después de haber presidido la ceremonia inaugural del programa de los festejos, se localiza en la plaza de la Soberana Convención Revolucionaria de Aguascalientes39 (antes plaza de la República), adosada a un muro de la Catedral; se ubica, por lo tanto, en un espacio público, en el centro de  la ciudad, en  un  lugar sumamente concurrido por los peatones.
Salvador Andrade Valdivia ejecutó la obra ese mismo año  en  su  taller particular, Broncescultura, en  Guadalajara, como  se puede ver  en  la firma  en  la parte inferior derecha del  relieve. El escultor trabaja en  forma independiente y su  obra se inscribe en  un estilo escultórico denominado “figurativo estilizado”. El artista nació en  La Barca, Jalisco, el 21 de  diciembre de  1939,  y estudió escultura en  la Escuela de  Artes Plásticas de la Universidad de  Guadalajara. Se trata de  un  artista prolífico que viene trabajando desde 1961  hasta la fecha y aborda temas muy  variados, desde héroes y grandes personalidades de  la patria hasta escritores y artistas; ha  realizado numerosos trabajos para las  ciudades de  Guadalajara y área conurbada, Aguascalientes y la ciudad de México.40
El altorrelieve le fue  encargado con  varios meses de  anticipación por el entonces gobernador Barberena Vega, y sirvió como intermediario el arquitecto Jorge Arturo Medina Rodríguez, entonces encargado del  Comité de Planeación y Desarrollo del Estado de Aguascalientes.41 No hubo, pues, un  concurso de  por  medio, sino  un  encargo directo, previa presentación y aceptación de un proyecto.
En  cuanto al formato de  la obra, tenemos un  rectángulo horizontal en cuyo  interior se encuentran otras figuras  geométricas (más rectángulos, círculos, óvalos, elipses); mide 3.03 metros de ancho por 2.38 de altura (sin considerar el marco de piedra sobre el que está montado, que mide 30 por 24 centímetros). El artista combinó letreros, números, cuatro rostros masculinos, un puño y diversos objetos: tres sombreros, un cinto con cartuchos, tres armas de  fuego, un  documento, una bandera –con  un  águila posada sobre un  nopal, que extiende sus alas, de  frente, devorando una serpiente–y un canutero.

Altorrelieve conmemorativo 75  aniversario, Soberana Convención Revolucionaria. Vista frontal. Fotografía de Luciano Ramírez Hurtado

El programa temático es uno  solo. Queda delimitado claramente por  la leyenda conmemorativa: “75  aniversario / Soberana Convención Revolucionaria” y precisado por  las fechas “1914 / 1989”. Aunque en  ningún lugar  aparece la palabra “Aguascalientes”, los personajes, los símbolos que contiene y la localización de  la obra escultórica –justo enfrente del  Teatro Morelos– facilitan su comprensión y se entiende que se trata de  un  episodio  histórico importante de  la Revolución mexicana acaecido tres cuartos de siglo atrás. En cuanto al esquema compositivo, hay  varias agrupaciones tripartitas que dominan la escena y se corresponden unas con  otras: tres rostros, tres sombreros, tres armas, que representan las distintas facciones revolucionarias que se dieron cita en la Convención de 1914: la carrancista, la villista y la zapatista. Los otros elementos, como  las cananas, el canutero (mango de  la pluma de  escribir), otro personaje, aparentemente sueltos e inconexos, los tiene que ir descubriendo el espectador, pues le aportan datos históricos adicionales que complementan la lectura del altorrelieve.
Los distintos elementos del grupo principal fueron dispuestos en forma escalonada, lo cual tiene su razón de ser, como veremos un poco más adelante. Se localizan en una especie de triángulo, si partimos el rectángulo por la mitad, trazando una línea imaginaria que corre del ángulo inferior derecho y la prolongamos hasta el del superior izquierdo. Comenzando la lectura en la parte inferior de la composición, encontramos las leyendas enmarcadas “Revolucionaria / Convención / Soberana”, enseguida a los caudillos Emiliano Zapata, Francisco Villa y Venustiano Carranza. Sus efigies, en cuyos rostros descubiertos y abultados se centra la atención del espectador en primera instancia, fueron colocadas en orden ascendente, proyectando una marcada línea diagonal de abajo hacia arriba y de derecha a izquierda que se prolonga hasta el extremo superior, donde están dispuestos en ese mismo orden el sombrero ancho, que simboliza al Ejército Libertador del  Sur; el sombrero tejano, característico de  los soldados de  la División del  Norte, y la cachucha militar, que representa al Ejército Constitucionalista. Hacia la izquierda encontramos las municiones colocadas en las tradicionales cananas utilizadas por los distintos grupos revolucionarios; mientras tanto, una poderosa mano empuña con  fuerza tres armas (Carabina 30-30  zapatista, un  rifle  como  atributo de  los villistas y el 7mm  de  los carrancistas) cuyas bocas de  fuego apuntan hacia el piso, exhortando a evitar el rompimiento y dar  lugar al diálogo, la conciliación y la unidad. Entre el Primer Jefe y las armas asoma un  pedazo de  papel ligeramente enrollado, simbolizando los supuestos acuerdos que se tomaron, particularmente el Manifiesto a la Nación del 6 de noviembre de 1914, documento jurídico elaborado por José Vasconcelos y firmado por todos los delegados en  el que la Convención se declara como  Asamblea preconstituyente que ha elegido nuevo presidente provisional y justifica, de acuerdo con la Constitución de 1857,  su legitimidad como  el supremo poder y la máxima autoridad de la República.42
El resto del  altorrelieve, la otra mitad que forma el triángulo superior del lado  derecho de la obra escultórica, tiene que ver con una serie de elementos que simbolizan algunos de  los momentos trascendentales  de  las sesiones celebradas en  el Teatro Morelos de Aguascalientes: la firma  de la bandera convencionista por  los delegados, el 14 de  octubre, cuando la Convención asume la soberanía  nacional, prometiendo cumplir y  hacer cumplir los acuerdos de ella emanados (de allí el canutero o pluma y la enseña nacional), y cuando el general Eulalio Gutiérrez, designado presidente provisional de  la República el 1º de  noviembre, rinde su protesta ante la bandera (en  segundo plano, apenas esbozado, levanta su brazo derecho; asoma parte del  accidentado territorio del  país). Más líneas diagonales se descubren y enfatizan en esta parte.
El citado director general de copladea, encargado de explicar al jefe de la Nación el mensaje del altorrelieve, señaló que “el enunciado de la Soberana Convención está plasmada sobre tres escalinatas que permiten alcanzar el objetivo deseado”, es decir, la unidad revolucionaria; destacó que

los tres fusiles de  la época que están sujetos hacia abajo significan la fuerza de  voluntad que emana de  tal  acontecimiento. En este aspecto son  [sic] los tres tipos característicos de sombreros y gorras, el zapatista,  el villista y el ejército constitucionalista del momento; la carrillera colgada expresa el símbolo de tregua.43

No obstante el discurso, salta a la vista que no hay  diálogo entre los personajes, pues aunque están cerca uno del otro, permanecen en su sitio, como “encapsulados”. De perfil  y con gesto de  serenidad, Carranza voltea desdeñoso hacia Villa y Zapata, pero éstos lo ignoran. Tampoco hay  comunicación entre estos dos últimos (no obstante que en  diciembre de  1914  hicieron un pacto para luchar contra el Primer Jefe), que miran de  frente al espectador; el Centauro del  Norte muestra un  rostro bonachón, mientras el jefe sureño frunce el ceño, desconfiado. Gutiérrez, solitario –siempre solo, pues no recibió respaldo decisivo de  ninguno de  los caudillos– y en  actitud solemne por  la investidura que ha recibido, tampoco interactúa con los otros.

Pero  ¿quién escogió los elementos del  programa a desarrollar en  la escultura? Ignoro si le  hicieron llegar al  artista algún documento que resumiera el  tema. Al respecto, el  escultor Andrade Valdivia sólo dijo que le fue  dado un  tema “con el cual  formé una composición artística que tuviera un  mensaje, un  mensaje acorde al  tema... Lo presenté  y después se me  notificó de  su aprobación”.44  Asimismo, afirmó que nadie  le dictó un programa a seguir, pues aseguró que tuvo plena libertad en  cuanto a la composición. También nos habló del  proceso técnico de ejecución: “Para realizar el modelo (placa) en  bronce primero se hicieron dibujos. Posteriormente una maqueta a escala, la cual  traspolé a su tamaño actual, siendo modelada en  yeso primero y después fundida en bronce”.45

En relación con los personajes, Andrade Valdivia dijo:

Los  relieves de  Carranza, Villa  y Zapata aparecen representando las fuerzas revolucionarias de  ese tiempo que participaron en  la Convención.  Villa con su delegación, Zapata personal e indirectamente con su delegación [sic] y Carranza que convocó a dicha Convención.
Eulalio Gutiérrez aparece en segundo plano como  personaje electo a la presidencia de la República, resultado de la misma Convención, en el momento de hacer la protesta de ley.46

A la pregunta de  que si no  contempló la posibilidad de  representar a otros personajes que tuvieron una destacada participación en las deliberaciones, tales  como  Álvaro Obregón, Antonio I. Villarreal, Antonio Díaz Soto y Gama, Eduardo Hay,  Roque González Garza, Pánfilo Natera, etc., el escultor contestó que no, “debido a que de  acuerdo a las medidas proporcionadas fue lo justo para el mensaje”. Otra interrogante que le formulé al artista fue que si tuvo a la mano un repertorio de imágenes, o de dónde extrajo la idea de la representación de la obra. Contestó que se documentó en varios libros, pero “principalmente en la obra Seis siglos de historia gráfica de México, 1325-1976, por Gustavo Casasola, primera edición de la editorial Gustavo Casasola, la cual  poseo desde hace varios años”.47
En  efecto, al consultar el tomo VII de  dicha publicación encontré una serie de  capítulos que pudo haber revisado (“Conferencias de la Paz  con los jefes revolucionarios del  norte y del  sur. Convención de  Aguascalientes”; “El general Eulalio Gutiérrez presidente provisional. Entrada triunfal de las fuerzas convencionistas”; “Vuelve a triunfar la Revolución Constitucionalista”, entre las páginas 1970  y 2029)  para familiarizarse con  el tema y las imágenes. En cuanto al repertorio iconográfico, el retrato de  Zapata lo tomó de la página 2000; el de  Villa,  de  la 2018; el de  Carranza, de  la 2021; el de  Eulalio Gutiérrez, de  la 1 973;  la idea de  la bandera y canutero, probablemente de las  páginas 1971  y 1976; la idea del Manifiesto a la Nación, de la página 1974.48
Salvador Andrade evadió deliberadamente todos aquellos elementos e incidentes que mostraran el distanciamiento entre la Primera Jefatura y los jefes de la División del Norte y Ejército Libertador del Sur, así como  el desconocimiento de  éstos hacia el primero como  autoridad. Todo  aquello que hiciera evidente la división de los revolucionarios, la lucha de facciones, fue desechado de antemano; clara debió tener el escultor la consigna de  que “lo que no se ve no se cuenta ni se imita”. Enfatizó, por el contrario, aquellos elementos cuya connotación remite a la unidad, la paz, la libertad, los símbolos patrios y los héroes nacionales del periodo revolucionario.
Para valorar los efectos de  la manipulación de  la imagen y la manera en  que el espectador común y corriente asimila el hecho histórico de  la Convención elaboré una serie de  preguntas que fueron planteadas a 19 transeúntes (un  profesor de  primaria, empleados del  gobierno estatal y municipal, un  estudiante de  bachillerato, un  trabajador ferrocarrilero, un pensionado, un obrero, un  profesor universitario, etc.),  en  septiembre de 2004,  acerca de si reconocían el tema plasmado en la obra escultórica, los personajes representados y el mensaje que les  transmite. Los resultados fueron los  siguientes: 14 la relacionaron con  la Convención y la Revolución mexicana; 2 dijeron que tenía que ver con la Constitución; en cuanto a los  personajes, la mayoría identificó sin  problemas a Carranza, Villa y Zapata, pero sólo  uno logró  reconocer a  Eulalio Gutiérrez; en  términos generales pensaban que el mensaje que proyecta la obra tiene que ver con  las  ideas de  libertad, paz,  unidad, los símbolos patrios y sus héroes, así como  la lucha por las conquistas sociales.

La obra escultórica está a 30 centímetros del  piso, de  modo que el espectador debe colocarse a por lo menos a tres metros de distancia de ella para poder observarla plenamente. El artista puso la efigie de Venustiano Carranza en el centro de la composición, de modo que los ojos del espectador se posan precisamente en la mirada del  Primer Jefe (punto de fuga que domina la composición), quien a su vez observa a los dos  caudillos revolucionarios y nos  obliga, asimismo, a verlos enseguida también a ellos, y de  allí  hacia las  armas, los  sombreros, los  letreros. Es  aquí donde el escultor, de una manera muy  sutil, hace que el espectador “sienta” la jerarquización de  los personajes y movimientos revolucionarios: Carranza y el constitucionalismo, cuya perspectiva liberal urbana trascendía el horizonte local  y cuyas concepciones de  autoridad nacional y legal los colocarían como  los actores que llevarían a cabo una “síntesis nacional”, salió triunfante sobre sus enemigos convencionistas, fue  ubicado por  encima de Francisco Villa,  cuyo  movimiento también aspiraba a  la  hegemonía nacional y tenía uno  de los ejércitos más poderosos de la Revolución. Más abajo está Emiliano Zapata, en representación del Ejército Libertador del Sur,  cuyo  movimiento localista pugnaba principalmente por  el reconocimiento de  sus ideas radicales de  reforma agraria. Los trazos reguladores ya esbozados líneas arriba, utilizados como  base de la composición y distribución en  el plano de  la obra escultórica y de  todas sus figuras, dan cuenta de este orden jerárquico.
Y es que cada una de  las  facciones en  pugna, encabezadas por  Carranza (constitucionalistas), Villa  (División del  Norte) y Zapata (Ejército Libertador del  Sur) tuvo en realidad durante el proceso de la lucha armada –plagada de personalismos– su propia concepción de la sociedad y su propio proyecto de nación.
Escriben Flora  Lara  Klahr y Marco Antonio Hernández:

El grupo en  el poder dispone de  una vasta historia gráfica. Ha promovido  una versión selectiva de  imágenes que busca la legitimidad y el consenso, en  la  que se aproximan impunemente lo mismo Carranza que Zapata, Obregón y Villa, en la que no aparece la violencia del Estado contra el pueblo; en la que todo lo preside el infalible, el mandatario en turno.49

No  es casualidad que se haya colocado en  una misma placa a  los caudillos como  una hermandad, como  si  hubiesen luchado todos por  el mismo ideal, cuando sabemos que la aparente oexistencia pacífica y el pretendido buen entendimiento entre las facciones de un primer momento  muy  pronto se convirtieron en  mutua incomprensión, autoexclusión por  conveniencia, intolerancia, defección y desde luego predominio de un  proyecto revolucionario sobre los de  las  otras facciones que se disputaban el poder y la hegemonía del  Estado. Ese  proceso legitimador del que habla Lara  Klahr y Hernández hace posible, mediante una cuidadosa selección de  imágenes y símbolos, que lo que en  realidad fue  desunión y discordia se convierta en  una supuesta unidad de  ideales durante la Revolución mexicana.  De  alguna manera hay   una extrapolación, una vinculación entre 1914  y lo ocurrido en  las disputadas y controvertidas elecciones presidenciales de  1988,  en  que el  país pudo haber caído en la ingobernabilidad si Cuauhtémoc Cárdenas hubiese llamado a sus seguidores a la insurrección. En  este caso, el Estado mexicano, presidido por  Carlos Salinas de  Gortari en  su  calidad de  primer mandatario y jefe de  las  fuerzas armadas, quizá habría reprimido con  lujo  de violencia el movimiento rebelde. Por eso  le convenía hacer un llamado a la unidad de los mexicanos, en el discurso y en las imágenes, para ganar la legitimidad política que no obtuvo en las urnas.

 

Consideraciones finales

Sorprende ver  representados en  la obra escultórica a los jefes revolucionarios uno junto al otro, cuando el resultado de la Convención fue la desunión, la falta de  concordancia, el predominio de  los personalismos, las envidias y el encono, todo lo cual hizo inevitable la continuación de  la  guerra civil. Así pues, el ver en una misma placa a Carranza, a Villa y a Zapata, así como a Eulalio Gutiérrez, necesariamente  induce al error. La gente que ignora el desarrollo de  los acontecimientos históricos, al observar la escultura, no puede menos que pensar que esos personajes lucharon por un mismo ideal, además de que por una sucesión lógica de ideas se llega a creer que todos estuvieron físicamente en  Aguascalientes, discutiendo cordialmente en  el interior del Teatro Morelos. Nada más alejado de la realidad.
Lo que se buscó en  esta placa escultórica, de  manera sutil pero deliberada, fue hacer un llamado a la unidad. No hay  que perder de vista que es la pieza de  un  rompecabezas mucho más grande en  la iconografía de la Convención, vinculado con un  proceso complejo que involucra la construcción de símbolos patrióticos por el aparato estatal, en el entendido de que la comunicación de  los significados de  que se dota a esos símbolos por  parte de  quienes encargan las  obras (el Estado), así  como  sus creadores (los artistas) y la recepción y reinterpretación que hacen los individuos (los peatones) se une en un proceso mitificador.
En lo que respecta al artista Salvador Andrade Valdivia, más allá de sus ideales o su  postura política, y de  que hace las  obras que se le encargan porque es su  manera de  ganarse la vida, buena parte de  su  producción escultórica se inscribe en  la  vieja  tradición estatuaria  decimonónica,50 pues ha  realizado numerosos trabajos de  héroes y grandes personalidades de la patria para varias ciudades importantes de México. 51

 

Siglas y referencias
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AP-BMOB      Archivo de  la  Palabra, Biblioteca Manuel Orozco y Berra, Dirección de Estudios Históricos del INAH, Subdirección de Información, México, D. F.

 

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Audiovisuales
Ávila  Amador, Mario  Gerardo de  (realización, guión, edición y locución) y
Luciano Ramírez Herrera (investigación, contenido y texto literario)
“El Museo de la Revolución, en el Teatro Morelos de la ciudad de Aguascalientes. Los murales de  Eppens”, Departamento de Videoproducción de  la Dirección General de  Difusión de  la Universidad Autónoma de Aguascalientes, Aguascalientes, junio  de 2006, duración 21 minutos
Ávila  Amador, Mario  Gerardo de  (realización y guión) y Luciano Ramírez Herrera (investigación histórica e iconográfica, idea original y asesoría de contenido) “Aguascalientes en la Historia, el polémico mural de Palacio de Gobierno”, Departamento de Videoproducción de la Dirección General de  Difusión de  la Universidad Autónoma de  Aguascalientes, Aguascalientes, marzo de 2009, duración 56 minutos
Castañeda  Torres, Héctor Hugo (realización y guión) y Luciano Ramírez Herrera (idea original, texto literario, investigación iconográfica y asesor de  contenido)“Muralismo y legitimidad política. Análisis iconográfico de  una pintura mural en  la Casa de  la Juventud de  Aguascalientes”, Departamento de Videoproducción de la Dirección General de Difusión de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, Aguascalientes, noviembre del 2003,  duración 32 minutos
Varela Ruiz,  Jorge (realización y guión) y Luciano Ramírez Herrera (idea original, texto literario, investigación iconográfica y asesor de  contenido)  “El Taller de  Gráfica Popular, Alberto Beltrán y la Convención de Aguascalientes”, Departamento de  Videoproducción de  la Dirección General de  Difusión de  la Universidad Autónoma de  Aguascalientes, Aguascalientes, noviembre del 2004, duración 35 minutos

 

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Notas:

1 El presente artículo forma parte de  un  estudio mucho más amplio: Ramírez Hurtado,Imágenes del olvido
2 Florescano, El nuevo pasado mexicano, pp. 84-85.
3 Ávila Espinosa, El pensamiento económico, p. 92.
4 Apoyado en Alessio Robles, La Convención, pp. 113-166, 403-451.
5 Quirk, La Revolución Mexicana, pp. 36-107; Amaya, La Soberana Convención, pp. 82-443.
6 Villegas Moreno, “Comentarios”, pp. 261-269.
7 Meyer, “El oficio de recordar”, pp. 133-142.
8 “Entrevista al ingeniero general de  Brigada Federico Cervantes, agosto de  1960,  por Daniel Cazés”, ap-bmob, pho/1/1, pp. 46-47.
9 Quirk, La Revolución Mexicana, p. 229.
10 Ávila Espinosa, El pensamiento económico, pp. 197, 205, 212, 217.
11 Barrera Fuentes, Crónicas y debates, pp. 16-17.
12 Werner Tobler, La Revolución Mexicana, pp. 347-348.
13 Ramírez Hurtado, “Proyección”, pp. 22-28. Varela Ruiz y Ramírez Hurtado, “El Taller de Gráfica Popular”.
14 Ramírez Hurtado, “La represión”, pp. 1-23.
15 Se estudió una pintura mural en relación con discursos y actos oficiales conmemorativos en torno a las celebraciones del 50 aniversario del estallido revolucionario durante el período de  gobierno del  presidente Adolfo  López Mateos, en  1960.  El régimen no podía dejar pasar la oportunidad de hacerse propaganda, ya que con el pretexto de los festejos conmemorativos, se construyó en el país la  “Casa de la Juventud” en la capital de Aguascalientes, y se ordenó realizar una pintura mural intitulada “Las cárceles y el impulso revolucionario”, hecha por un equipo de pintores: Osvaldo Barra Cunningham, Roberto Martínez García y Enrique Valderrama Anaya. El mensaje pictórico es múltiple, tácitamente, una legitimación del  Estado postrevolucionario, un  autohalago, e implícitamente, un mensaje de encubierta intimidación a los sectores disidentes que lo enfrentaban, lo mismo intelectuales que estudiantes universitarios y artistas, así como trabajadores sindicalizados al servicio del Estado que realizaron una serie de movilizaciones en busca de mejoras salariales e independencia sindical. Los principales protagonistas de  estos conflictos y movimientos fueron telegrafistas, maestros, petroleros, electricistas y ferrocarrileros, reprimidos con  lujo de  violencia por  parte del gobierno. Ramírez Hurtado, “El  muralismo”, pp.  12-19; Castañeda Torres y Ramírez Hurtado, “Muralismo y legitimidad política”.
16 Ramírez Hurtado “Renovación”, pp. 3-8.
17 Se localiza en el mezzanine. En los meses previos a la conmemoración del cincuentenario de la Convención, en octubre de 1964, se habló de que una parte del histórico edificio estaba siendo acondicionada como  museo de sitio. Para las “reliquias” del Museo de la Revolución, se hizo un llamado al público en general con el fin de invitar a que se facilitasen diversos objetos de la época de la Convención para ser expuestos en ese recinto. Efectivamente, se montó un museo que indistintamente se le llamó “de sitio”, “de la Convención” o “de la Revolución”, que albergaría una colección de “objetos pertenecientes a la época de la Convención de Aguascalientes” de 1914, y de esa manera se daría oportunidad “al pueblo de conocer los pormenores de la realización de este evento que señaló –se dijo– un nuevo camino al movimiento social” denominado Revolución Mexicana. El museo contiene 32 reproducciones ampliadas “en tamaño monumental” de fotografías en sepia, varias de ellas de los grandes caudillos (Villa, Zapata, Carranza) publicadas en Historia Gráfica de la Revolución 1900-1940, obra editada originalmente por Gustavo y Miguel Casasola, en que aparecen los personajes y los momentos representativos más importantes del episodio; también hay  reproducciones de algunas primeras planas de la prensa ilustrada de la época en relación con el suceso, monedas y billetes del periodo en cuestión donados por uno de  los miembros de  la Asociación Filatélica y Numismática de  Aguascalientes, estampillas postales y medallas conmemorativas, acuñadas éstas ex  profeso en  la Casa de Moneda de México; se incluyeron asimismo cuatro “patrióticos” y realistas bustos en bronce (Francisco Villa, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza y Emiliano Zapata), subrayando el predominio de los personajes notables del proceso revolucionario, realizados por el escultor Ignacio Asúnsolo. Llama la atención que el estandarte expuesto en una vitrina es el lábaro patrio actual y no la bandera convencionista con la leyenda bordada en hilo de oro que el general Obregón mandó hacer en tela de seda; ni siquiera se tuvo el cuidado de hacer una copia de ésta. Cuatro murales decoran las paredes: La toma de Zacatecas, Triunfo de la Revolución, Establecimiento del Ejército Constitucionalista y Convención de Aguascalientes, realizados ex profeso en el mezzanine del Teatro Morelos por el pintor potosino Francisco Eppens  Helguera (1913-1990) por encargo del ejecutivo estatal. Las pinturas, de  36 metros cuadrados en  total, montadas en  paneles de  acrílico sobre masonite o fibracel, fueron adaptadas al espacio disponible, pues el artista tuvo que tomar en consideración ciertos recortes –debido a los vanos de las puertas– en la parte superior de las cuatro paredes de la sala. Véase Ramírez Hurtado “Forjando patria”, pp.
42-46; Ávila Amador y Ramírez Hurtado, “El Museo de la Revolución”.
18 Ávila Amador y Ramírez Hurtado, “Aguascalientes en la Historia”.
19 Desde mediados de  los años ochenta varios integrantes  de  izquierda del  pri  se quejaban del  brusco desplazamiento de  los políticos tradicionales por  un  pequeño y muy  cohesionado grupo de  tecnócratas que durante el  gobierno del  licenciado Miguel de la Madrid Hurtado impuso el modelo económico neoliberal, el dominante en  el  sistema internacional, globalizador y privatizador. Véase Meyer, “La  brega por  el poder”, p. 39.
20 Castañeda asevera que hay  indicios suficientes “que apuntan con  vigor  y claridad hacia un triunfo de Cárdenas revertido por el fraude”. Castañeda, La herencia, p. 531. Después de  ensayar un  par  de  hipótesis acerca del  fraude electoral en  el que el pri ajustó, manipuló y abultó los números para darle una victoria holgada a Salinas de Gortari, Castañeda plantea la posibilidad de  que dicho fraude haya sido resuelto de manera técnica al viajar a Europa uno  o más integrantes del  equipo de  Salinas en  los días inmediatos al 6 de  julio de  1988  y conseguir un  programa que permitiera realizar las operaciones necesarias en las máquinas de la Secretaría de Gobernación para hacer el ajuste correspondiente en los números. Castañeda, La herencia, pp. 525-538.
21 Meyer, “La brega por el poder”, p. 40.
22 Meyer, “La  brega por  el poder”, p. 40. En los comicios intermedios de  1991,  al pan  le fue reconocida su victoria en Baja California Norte y tres años más tarde ganó también en  Chihuahua y mediante una “concertacesión” se le adjudicó un  interinato en Guanajuato; un  número importante de  municipios, incluyendo varias capitales estatales estuvieron bajo control de gobiernos panistas; véanse los mapas electorales en Romero y Zebadúa, “Geografías de la alternancia”, pp. 56-64.
23 Salmerón Castro, “Aguascalientes”, pp. 9-12.
24 Para los festejos del cincuentenario de la Convención en Aguascalientes véase Ramírez Hurtado, Imágenes del olvido, pp. 407-417.
25 Publicado en  el Periódico Oficial  del  Gobierno del  Estado de  Aguascalientes, el 28 de febrero de  1988.  También reproducido en  Instituto Cultural de  Aguascalientes, La Soberana Convención, pp. 12-13.
26 AGEA,  SGG, año  1989,  clasificación B02, “Extracto Minutario”, meses julio-diciembre, oficios: 2181/989; 2177/989; 2136/989; 2323/989; y 2252/989.
27 El Hidrocálido, 6 de  octubre de  1914.  En  el sorteo de  la Lotería Nacional estuvo presente su director, el señor Ramón Aguirre Velázquez, y se ofrecieron 4 mil millones de pesos (de los de entonces) en premios.
28 El Heraldo de  Aguascalientes, 11 de  octubre de  1989.  La emisión fue  de  un  millón  de ejemplares de 70 por 48 milímetros, con valor  de 400 pesos cada estampilla. A la ceremonia de cancelación, presidida por Carlos Salinas, asistió Irene Martínez Aguilar, jefa del  Departamento de  Filatelia de  la Secretaría de  Comunicaciones y Transportes, en representación de Andrés Caso Lombardo, titular de dicha Secretaría
29 El Heraldo de  Aguascalientes, 10 de  octubre y 5 de  diciembre de  1989.  La versión escénica a cargo de José Enrique Gorlero, bajo  la dirección de Martha Luna, del Instituto Nacional de  Bellas Artes y protagonizada por  actores del  grupo teatral de  la localidad La Columna de Aguascalientes; la función de gala fue el 10 y las siguientes funciones fueron los días 11, 12, 13, 14 y 15 de octubre, para el público en general; el escenario fue el Teatro Morelos. Además se presentó el 5 de diciembre de 1914 en el Teatro Jiménez Rueda, en la ciudad de México.
30 El Sol del  Centro, 6 de  octubre de  1989.  La exhibición del  ciclo  de  películas fue  en  el auditorio Dr. Pedro de Alba  de la Universidad Autónoma de Aguascalientes.
31 El programa general de  actividades según el Instituto Cultural de  Aguascalientes, La Soberana Convención, pp. 20-25.
32 Cabe señalar que también se invitó a historiadores y politólogos que han trabajado sobre el tema de la Convención y el proceso revolucionario, quienes dictaron conferencias y participaron en mesas redondas tanto en la Universidad Autónoma de Aguascalientes como en la sala Dr. Jesús Díaz de León del Museo de la Ciudad. Destacó la participación de  Gloria  Villegas Moreno, Eugenia Meyer, Álvaro Matute Aguirre, Arnaldo Córdova, Felipe Arturo Ávila  Espinosa, Gastón García Cantú, Luis González y González, Jesús Reyes Heroles.
33 José de  Jesús Medellín M., autor de  Las  ideas agrarias, participó en  una mesa redonda en el Museo de la Ciudad el 27 de octubre de 1989,  junto con Álvaro Matute y Federico Reyes Heroles. Instituto Cultural de  Aguascalientes, La Soberana Convención,  pp.  116-128.
34 Florescano, “El relato histórico”, p. 5. Díaz  Arciniega, “Institucionalizar la memoria”, pp.  76-82; en  este trabajo el autor habla de cómo  ciertos actos celebratorios son aprovechados para fortalecer la imagen referencial de un personaje que la historia oficial ha convertido en mito.
35 Ramírez Hurtado “Forjando patria”, pp. 42-46.
36 Se entiende por  “historia de  bronce” (también llamada edificante, monumental, pragmático-ética) a la historia oficial,  preferida de  los gobiernos para legitimarse, que se enseña en  las escuelas públicas y que tiene como  propósito fundamental consolidar la nacionalidad y promover el espíritu patriótico de  los mexicanos; también es aquella que recoge los acontecimientos que se celebran en  las fiestas patrias y cívicas. El término lo hizo  famoso el historiador michoacano Luis González y González; véase al respecto González y González, “De la múltiple utilización”, pp. 64-67.
37 Delgado, “La  historia en  bronce”, pp.  2-4; Martínez Delgado, “Construcción legitimadora”, pp. 9-26.
38 Panofsky, El significado, pp.  45-75; Cabral Pérez, Los  símbolos cristianos, pp.  46- 53;  Fernández Arenas, Teoría y metodología, pp.  104-111. Estos autores parten del supuesto de  que la obra de  arte no está aislada, por  lo que se ha  de  estudiar en  su convergencia con otras disciplinas. El valor de una obra se ha de entender en función de  su  significación, su  apoyatura intelectual y las  condiciones culturales a las  que debe su existencia. Por ello, entiendo la historia del  arte como  historia de  la cultura, de las ideas y de las imágenes.
39 Véase la placa conmemorativa colocada a un lado  de la obra escultórica y develada ese mismo día,  de 38 centímetros de alto por 58 de ancho.
40 Información proporcionada por Salvador Andrade el 12 de septiembre de 2004, vía fax, previa solicitud de Luciano Ramírez Hurtado.
41 Información proporcionada por el licenciado Héctor Valdivia Carreón, Secretario General de  Gobierno durante la administración del  gobernador Miguel Ángel Barberena Vega hasta diciembre de 1989 y presidente ejecutivo de la Comisión Conmemorativa del LXXV Aniversario de la Soberana Convención Revolucionaria de Aguascalientes.
42 El documento con  sustento  jurídico completo en  Vasconcelos, La Tormenta, pp.  171- 182.
43 El Heraldo de Aguascalientes, 11 de octubre de 1989.
44 Información proporcionada por el escultor Salvador Andrade el 12 de septiembre de 1994, vía fax, previa solicitud del autor, pp. 2 y 3.
45 Información proporcionada por el escultor Salvador Andrade el 12 de septiembre de 1994, vía fax, previa solicitud del autor, pp. 2 y 3. En la Dirección del Archivo Histórico del Estado de Aguascalientes se localiza uno de esos modelos o “maquetas a escala”; parece ser que fueron obsequiadas por  el gobierno del  estado a los conferencistas, a manera de presentes; las dimensiones del modelo a escala son 29 cm. de ancho por 31 cm. de altura sin tomar en cuenta la base. Contando la base son 36 cm. de altura por 31 cm. de ancho. La base sola mide 5 cm. de alto por 2 cm. de fondo.
46 Información proporcionada por el escultor Salvador Andrade el 12 de septiembre de 1994, vía fax, previa solicitud del autor, p. 3.
47 Información proporcionada por el escultor Salvador Andrade el 12 de septiembre de 1994, vía fax, previa solicitud del autor, p. 3.
48 Casasola, Seis siglos.
49 Lara  Klahr y Hernández, El poder de la imagen, p. 9.
50 Luis González aseveró que desde el siglo XIX, todos los liberales estaban convencidos que “una gran dosis de  estatuaria podía hacer del  peor de  los niños un  niño  héroe”, citado en Pérez Walters, Alma y bronce, p. 83.
51 Información proporcionada por  Salvador Andrade el 12 de  septiembre de  2004,  vía fax,  previa solicitud del  autor. Sólo por mencionar algunos ejemplos: Monumento al soldado, sector Reforma de Guadalajara, 1961; Monumento a fray Antonio de Segovia, atrio de la Basílica de Zapopan, Jalisco, 1970; Doce relieves en bronce de los héroes de la Independencia y la Revolución Mexicana, Palacio de Gobierno del estado de Jalisco,
1988; Busto de Jesús Reyes Heroles, avenida de los Insurgentes y paseo de la Reforma, México, D.F.,  1987; Relieve del  Premio Nobel Olof  Palme, Delegación Cuauhtémoc, México, D.F., 1987; Monumento a José Alfredo Jiménez, plaza Garibaldi, México, D.F., 1988; Monumento a Benito Juárez, oficinas generales del  pri, 1988; Pelea  de  Gallos, palenque del casino, Aguascalientes, 1990; Monumento a Jesús Terán Peredo, Ciudad Terán, Aguascalientes, 1992.