Guerrilleros en la penitenciaría de Oblatos

Jesús Zamora García
Universidad Sämann de Jalisco

La guerrilla hizo  su aparición en  Guadalajara en  el año  de  1973.  Fueron tres las organizaciones armadas que se alzaron contra el  gobierno de  México: las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (frap), la Liga  Comunista 23 de  Septiembre  (la  Liga)  y la Unión  del  Pueblo (up). En esencia los tres grupos consideraban que en  el país estaban dadas las condiciones para un  llamado a la revolución socialista. Esto no  ocurrió, y en  cambio el Estado mexicano fortaleció sus estructuras de control y persecución contra sus enemigos políticos. Fue  dentro de  una lógica de  defensa que las cárceles del país desempeñaron un  importante papel para contener al  movimiento guerrillero de  la  década de  los setenta.  En  el  caso de Guadalajara, en la penitenciaría de Oblatos se concentró a los militantes de las tres organizaciones en  lucha. Intentaré en  este artículo hacer una reflexión sobre la  estructura carcelaria dispuesta contra los guerrilleros dentro de  la  popularmente llamada Penal de  Oblatos, y cómo  éstos tuvieron que desarrollar un  contrapoder dentro de  la prisión para sobrevivir la situación de  encierro.

 

Palabras clave: Guerrilla, penal de Oblatos, guerra sucia, motines.

 

La penal de Oblatos

La penitenciaría de Oblatos de la ciudad de Guadalajara estuvo situada en el cruce de las calles Gómez de Mendiola y Sebastián Allende, mejor conocida como  la 58 del Sector Libertad. Quedaba exactamente frente a la actual estación Cristóbal de  Oñate del tren ligero. La penal de  Oblatos vino  a  sustituir a  la  antigua penitenciaría de  Escobedo, la  cual  se construyó en  los huertos del convento del  Carmen a mediados del  siglo XIX1. El costo total de  Oblatos fue  de  600  mil pesos; sus medidas eran de  184 metros de  frente por 344 de fondo.2 Se inauguró el 8 de  julio  de
1932,  en  una ceremonia en  la  que se invitó a  los presentes  a  admirar la fortaleza de  sus instalaciones. Se gastaron 68 pesos en cohetes para celebrar el suceso. La reseña del  acontecimiento se publicó en  el periódico  El Informador de  la siguiente manera:

El acto  sencillo y breve que tuvo por objeto hacer la inauguración oficial de  la nueva penitenciaría, se limitó  a una selección musical ejecutada por la Banda del Estado y a un discurso que se confió  al señor licenciado  don  Manuel Acosta Bayardo, secretario del  Ayuntamiento de  esta ciudad, quien estuvo felicísimo en  sus conceptos llenos de  juventud y de entusiasmo revolucionarios.3

La penal de  Oblatos estuvo concebida como  un  panóptico, un  tipo  de cárcel departamental  en  forma de  estrella ideado por  el inglés Jeremy Bentham a  mediados del  siglo  XIX.  Oblatos estaba conformada por  dos grandes departamentos: el de  procesados, ubicado junto a la muralla al oriente de  la ciudad, y el de  sentenciados, dispuesto del  lado  poniente.4 En  el plano de  la estructura de  Oblatos presentado aquí se pueden ver ambos departamentos como  una estrella partida a la mitad, los llamados “medios panópticos”. Si se observa bien el  plano arquitectónico de  la penitenciaría realizado en 1975,  se puede ver que al centro de los medios panópticos había un  pequeño círculo a partir del  cual  salían los siete pasillos  que conformaban cada uno  de los departamentos.
Dichos puntos era  los  núcleos de  la  observación de  ambos departamentos. A esos dos  lugares llegaron los  primeros presos que se identificaron con  un  movimiento armado en  Guadalajara a principios de  los setenta. Esa  estructura de vigilancia permanente se complementaba con las once torres (también conocidas como  fortines) ubicadas alrededor de la cárcel. En la imagen de  la torre que aquí se presenta se puede ver  un orificio por el cual se observaba la actividad de los presos dentro de la cárcel y un pequeño surco por el cual  se deslizaba el cañón del rifle. En cada uno  de esos fortines se instalaba un guardia que vigilaba tanto el interior de  la penal como  el exterior (la calle).  Detrás de  las  torres se podían ver las celdas del segundo piso  del departamento de procesados, entre cuyas rejas se alcanzaba a ver  las  piernas y los  brazos de  los  presos, quienes todo el tiempo se sabían vigilados.
Con el encarcelamiento de los guerrilleros el sistema carcelario no sólo cumplía un  propósito de  contención, sino  que sometía a un proceso de estudio la guerrilla como  fenómeno político a partir de  los  informes que metódicamente se extraía mediante la tortura a  los presos políticos. Sobre  esta minuciosa forma de  control y estudio dentro de  la cárcel Michel Foucault reflexiona en el libro Vigilar y castigar:

El panóptico es una máquina de disociar el binomio verser visto: en el anillo  periférico se es totalmente visto sin ver jamás; en la torre central se ve todo sin  ser  jamás visto. Dispositivo importante que automatiza y desindividualiza el poder5.

La  reclusión y  el  aislamiento de  los  guerrilleros en  Oblatos son   el punto de  partida para construir una serie de  reflexiones que permiten precisar cómo  es que se manejaron las  relaciones de  poder entre estos presos sui  géneris y los administradores de  la penal de  Oblatos. El señor Rafael Ortiz  Martínez estuvo encarcelado ahí  entre los  años de  1972  y 1979.  Fue  detenido y apresado por  haber pertenecido a un  comando del Frente Estudiantil Revolucionario (fer),  organización estudiantil donde se formaron muchos de los militantes de la guerrilla en Guadalajara. Ortiz Martínez me facilitó un documento inédito de su autoría en el cual  describe físicamente la cárcel:

El departamento de  procesados era  en  forma de  estrella; dos  celdas a lo alto  por  doce a lo largo. Era  el menos contaminado y más tranquilo. Las  calles eran conocidas como  la  A, la  B, la  C. El departamento de sentenciados era  el más grande. Cada calle parecía un  edificio de  vecindad, estaba muy  sucio y ahí  se encontraban los presos más viejos, la mayoría de los Chacales.6

La penitenciaría estaba rodeada por una muralla de unos cinco  metros de  alto,  construida de  roca  volcánica; parte de  estas piedras habían sido traídas de  la antigua penitenciaría de  Escobedo. En la parte superior de la muralla había un  pequeño pasaje por  donde circulaban los  guardias, elementos de  la policía rural del  estado de  Jalisco. Otros más permanecían  apostados en los fortines y daban una señal cada hora para confirmar la situación de  alerta constante. Se vigilaban las  celdas, las  fábricas, los negocios de  comida, el cine, los jardines y todas las  callecitas que se entretejían dentro de  la prisión. La señal de  vigilancia era gritar el número de  cada uno  de  los fortines hasta llegar al número once. A mediados de diciembre del 2006 conocí por casualidad al señor Reyes Alvarado, quien fue  celador del  lugar entre 1958  y 1978  y me  contó algunas de  sus experiencias sobre su trabajo:

A veces los guardias se dormían, y ésa era  la razón para que los arrestaran. Por  ejemplo, empezábamos:  ¡Uno,  alerta!, ¡Dos, alerta!, y  de repente se hacia un  silencio y se brincaba al  cuatro. Entonces unos guardias iban por  el vigilante dormido o distraído, lo despertaban y a la mañana siguiente ya no lo dejaban irse  a su casa, ahí se quedaba en el patio unas horas.7

El entrevistado relató que uno  de  los  grandes problemas en  la penal hacia 1973,  año  del  surgimiento de  la guerrilla en  la ciudad, era  la sobrepoblación. La penitenciaría había sido  diseñada en  1932  para 800  reos, y a principios de  los setenta había más de  2 500.8 La mayoría de  los presos  comunes pasaban buena parte del día  en los pasillos, transitaban sin vestir un  uniforme que los distinguiera. De ahí  que fuera posible que los guerrilleros se las  arreglaran para confundirse entre los  demás reclusos para tener oportunidad de escapar:

Todo  el día los señores de sentenciados y procesados andaban sueltos en  el patio. A las  5 de  la tarde se tocaba una trompeta para llamar al pase de  lista. Se paraba uno  en  la puerta de  cada departamento y el “bastonero” se encargaba de  ratificar que los nombrados se encontraran presentes. En caso de  que alguno faltara, se le pedía a “los  gritones” que se pasearan por  el patio gritando el nombre de  los que no estaban, y era  uno  como  celador quien levantaba el reporte para que se les castigara por la falta.9

Mencionar la  falta de  un  espacio específico para los  guerrilleros me da la pauta para explicar en lo posible la forma en que fue rehabilitada la penitenciaría para segregar a los militantes del movimiento armado de la población general. Se trataba de  aislar el movimiento en  el interior de  la penal y evitar que los presos comunes tuvieran contacto con los guerrilleros; concentrar a éstos en un  punto específico dentro de  la arquitectura carcelaria permitió a  la administración de  Oblatos una vigilancia impecable que sólo pudo ser  rota en  algunos momentos por  la paciencia y las estrategias de sobrevivencia de los guerrilleros.

 

La guerrilla y Oblatos: primeros encuentros

La guerrilla en  Guadalajara tuvo en  su  origen un  punto débil que en cierta medida la convirtió en un  enemigo relativamente fácil de someter: las  fisuras habidas entre los mismos grupos armados, fracturas que eran tanto ideológicas como  estratégicas.  Esto permitió al  Estado mexicano enfrentar con  mayor eficacia a las  organizaciones en  rebeldía. Con  esta afirmación estoy tratando de precisar la forma en  que pudo haber incidido  dentro del  proyecto revolucionario la desunión de  los  grupos guerrilleros en Guadalajara, y cómo  esa fragmentación se tradujo en  múltiples encarcelamientos. Dentro de este curso explicativo me parece pertinente disponer de  una descripción de  la  penal hecha por  los  mismos guerrilleros en  aquellos días iniciales de encarcelamiento. Hablo incluso del año  de  1971,  cuando empezaron a ser  recluidos los  militantes tanto del fer como  de  la Unión del  Pueblo, que ya para entonces contaba con  una célula instalada en  la ciudad. La mención sobre la penal de  Oblatos para ese año se la debo a Manuel García Moreno, quien en la fotografía tomada en  marzo de  1971  presentada en  este artículo aparece junto al líder  de  la organización en  la ciudad, Héctor Eladio Hernández Castillo, el también muy  joven entonces Luis Jorge Luévanos Meléndrez, el Tiburón, y su hermano Rigoberto García Moreno.

En  ese entonces el  de  Oblatos prácticamente era  el  ambiente de  un pueblo. La mayoría de los presos era  gente de campo, era un pueblito. De  ahí  empezó la  adaptación al  ambiente, a  la gente, a  este nuevo mundo. En ese entonces no estaba el Rastro. A nosotros se nos  llevó a un  departamento que se le conocía como  Departamento de  Términos. Términos quería decir que las personas de nuevo ingreso iban a pasar 72 horas para definir su  situación. Cuando ya pasaban las  72, íbamos al departamento de procesados.10

El  encuentro de  los  integrantes de  la  up con  los  militantes del  fer dentro de  Oblatos significó una afirmación de  la fractura originaria que distinguió a la guerrilla tapatía. El mismo García Moreno señala cómo  al llegar a Oblatos la gente del  fer de  San Andrés exigió a los  de  la up un deslinde y parte del botín de una “expropiación” que habían cometido:

Para el  fer surge una discusión: a  ellos  no  les  pareció que nosotros hayamos caído a Oblatos haciendo declaraciones diciendo que pertenecíamos a tal grupo —el fer—. Ahí se juntaron todos y nos  exigieron—no nos  pidieron, nos  exigieron— que firmáramos una carta en donde hiciéramos público que pertenecíamos a otro  grupo político. Ahí  empezó una situación de separación entre nosotros y San Andrés. Héctor Eladio —muy  joven por cierto— creía que dentro iba a ser  muy  diferente,  que iba  a haber compas que nos iban a apoyar, pero todo al revés.
Tuvimos una reunión con  la raza de  San  Andrés. Ahí estábamos, Beto mi hermano, estaba Héctor Eladio, Luis  Jorge Meléndrez el Tiburón y yo. Esa  reunión se hizo  en  una celda; nos  exigían que del  dinero que obtuvimos de expropiaciones les diéramos una parte.11

Las fisuras de la guerrilla repercutieron en el arranque del movimiento, que terminó sujetando a sus miembros a una dinámica de lucha fragmentada. Es probable que en esos momentos iniciales de la lucha los estudios que realizaron las cúpulas de los grupos armados estuvieran dirigidos a preparar  la revolución socialista sólo en  algunos planos del  combate: los frentes de  lucha, la difusión del  mensaje revolucionario, la creación de  redes de clandestinaje dentro de  la ciudad, la formación de  un  capital mediante los asaltos y los secuestros. Pero  en  términos de  estrategia se habló poco  de un plan general para estructurar el repliegue ante un posible contraataque desde el Estado. Tal vez la razón se encuentra en que no se pudo prever en ese momento que la respuesta del Estado sería tan amplia y efectiva.
Esto no sólo tuvo que ver  con  la sujeción del  guerrillero preso a un  régimen de uso y consumo del tiempo impuesto por las autoridades penitenciarias como  parte de  una fórmula disciplinaria, sino que también incluyó aquellas formas ilegales por  medio de  las cuales se sometió a los presos políticos. Esta forma de  reducción ilegal incluyó la tortura, la amenaza y la persecución de  los parientes de  los recluidos, las excarcelaciones y hasta la desaparición de  militantes de  la guerrilla. La relación individuo-entorno dentro del  penal de  Oblatos estuvo marcada por  el castigo, el disciplinamiento y el miedo como  parte de una realidad, de una cotidianeidad.

 

El Rastro

Su nombre oficial  fue  el Departamento G. Sin embargo, la población de Oblatos lo conoció como  el Rastro. Fue  el punto de reclusión asignado a los guerrilleros a partir de 1973.  Se encontraba en lo que hoy es la esquina  de  las  calles 58 y Gómez de Mendiola. El nombre del  lugar se debió a que fue  ahí  donde se hallaba el matadero de  animales para el consumo interno de  la penal.12. En  sí  mismo, el  Rastro, como  una extensión del cuerpo carcelario que representaba  Oblatos en  su  conjunto, implicó la adecuación de  una estructura de  emplazamientos habidos en  la cárcel. La transformación de este espacio en un departamento de alta seguridad obedeció a una necesidad del sistema penitenciario. Hablar del Rastro es hablar de  las  tácticas de  la lucha por  el espacio ocurridas en  el penal. Su construcción da  cuenta de  una necesidad específica de  las  autoridades del estado para tratar de contener, mediante el encarcelamiento, el avance de la guerrilla en la ciudad.
La acción de  segregar a estos presos denota un  tratamiento singular para el guerrillero como  recluso. No es muy  difícil  detectar que a partir de 1973  hubo una relación de  modulaciones entre un  sistema policiaco que trabajaba para identificar, vigilar y detener a los guerrilleros y las adecuaciones que para ellos se hacían dentro de Oblatos. La dirección de la penal tenía muy  presente la peligrosidad estratégica que estaban potenciando los militantes de grupos como  el frap dentro de la naciente guerrilla, que a principios de mayo de 1973 lograron excarcelar de Oblatos a los hermanos Carlos y Alfredo Campaña López, así como  al Ingeniero Guillermo Robles Garnica. La operación de  liberación de  los guerrilleros se basó en  el secuestro del  cónsul norteamericano Terrence Leonhardy, por quien se pidió la entrega de  treinta militantes de  la guerrilla encarcelados en  diferentes prisiones del  país para luego ser enviados a Cuba. La imagen de  los tres guerrilleros saliendo por  el cancel principal de  acceso a Oblatos rodeados de policías y agentes del  Servicio Secreto es un  signo de  la determinación con que estaba actuando la guerrilla en  ese momento. La construcción del Rastro fue  resultado de  la correspondencia entre la acción guerrillera y la respuesta institucional del  régimen penitenciario. El periodista José Aguilera  Arévalo —quien tuvo oportunidad de  visitar Oblatos en  varias ocasiones en la década de los setenta— hace una sucinta descripción del lugar y de los reclusos que ahí habitaban en su libro La rebelión de Oblatos:

El departamento G es más conocido como  el  Rastro y en  él  se tiene segregados exclusivamente a  reos clasificados como   “guerrilleros”, quienes según testimonios de los celadores y de funcionarios del establecimiento son  generalmente tranquilos y no causan problemas. “Son muchachos que tienen ideas muy  particulares”. Se dice  que pertenecen  al  frap (Fuerzas Revolucionarias Armadas del  Pueblo), a  la  fer (Federación de  Estudiantes Revolucionarios), o la Liga  Comunista 23 de Septiembre13.

Es importante incluir la descripción del Rastro que hace Antonio Orozco Michel14 en el libro La fuga de Oblatos: una historia de la Liga Comunista 23 de  Septiembre. Afirma que el lugar empezó a ser  construido en el año  de  1973,  año  en  que crece el número de detenidos que militaban en la guerrilla:

Es  para finales de  1972  y principios de  1973  cuando se llevan a cabo las  primeras acciones de  la guerrilla y comienzan a ser detenidos los primeros miembros de los grupos armados, de inmediato es habilitado como  dormitorio de aislamiento el llamado Rastro.15

A lo largo de los años dicho lugar fue reforzado en varias ocasiones, ya fuera con placas de concreto en las  paredes que daban a los muros o con una malla de  varillas como  enrejado superior de  todo el departamento. Fue  durante esa etapa de  readecuación del Rastro que a los guerrilleros se les  trasladaba temporalmente al llamado “dormitorio de  castigo”.  El Rastro estaba afectado por  el hedor de  los  corrales que lo circundaban; una de  las  primeras luchas del  Comité de  Familiares de  los  Presos Políticos Recluidos en  la Penitenciaría del  Estado de  Jalisco dirigido por  don Luciano Rentería Estrada fue  porque dichos corrales se alejaran de  las celdas en  las  cuales se encontraban los  militantes de  la  guerrilla.  Don Luciano Rentería recuerda:

Empezamos a  trabajar y lo primero fue  luchar porque sacaran a  los animales que estaban cerca del  Rastro. Ahí tenían puercos, tenían caballos, queríamos que los llevaran a un corral al lado  del departamento E;  tenían ahí  vacas de  ordeña. Empezamos la lucha y sacaron a  los animales de ahí.  Empezamos a hacer las denuncias.16

El Rastro significaba incomunicación, clausura, reducción que se pretendía total. El aislamiento no sólo  debía ser  respecto de  los demás presos, sino  que también había que anular las  posibilidades de  que estos presos tuvieran contacto con  el exterior. En tanto, el movimiento armado continuaba operando en  la  ciudad y los  guerrilleros eran considerados importantes piezas de información para que los agentes policiacos pudieran  anticiparse a los movimientos de  los grupos o para indagar sobre la conformación estructural de la misma guerrilla. El propósito era  tratar de averiguar datos sobre líderes, planes, lugares de entrenamiento, estructura organizativa, casas de  seguridad, contactos, fondos, simpatizantes, proveedores de armamento y todo tipo  de información relativa a su organización.
El acto  de  separar a  estos individuos específicos tanto dentro de  la cárcel como  respecto del  exterior apunta a  un  tipo  de relación entre el preso y el carcelero en la cual  éste podía utilizar una serie de mecanismos discrecionales para “hacer uso” de  los individuos recluidos en  el Rastro. Fue  a partir de  la tortura de  los guerrilleros encarcelados por  el músculo penitenciario y jurídico de  un  gobierno autoritario como  se intentaría conocer, desentrañar y calcular los movimientos de la guerrilla que operaba en Guadalajara. Los presos guerrilleros se convirtieron en  fuentes de  información disponible para ser  utilizada en  relación con  cada una de  las acciones que afuera realizaba la guerrilla.

 

Las guerrilleras en la cárcel de mujeres de Oblatos

La cárcel de mujeres estaba en la parte nororiental de Oblatos. Fue en ese lugar donde estuvo un  grupo de  guerrilleras presas pertenecientes a las tres organizaciones armadas. Una  de  las  primeras en  llegar a principios de 1974 fue la militante de la Liga Comunista 23 de Septiembre Hilda  Rosario Dávila  Ibáñez, la Gaby, esposa de  Ignacio Olivares Torres, a quien se acusó de  haber participado en  el secuestro del  Cónsul Honorario de Gran Bretaña en  Guadalajara, Anthony Duncan Williams, y en  el secuestro y asesinato del industrial Fernando Aranguren Castiello. Sobre ella se decía que

en  forma activa únicamente  tomó participación como  escribiente de una serie de  documentos que luego eran reproducidos en gran escala para repartirlos entre los estudiantes y personas del pueblo para politizarlos y abrirles el camino hacia las doctrinas marxista-leninistas.17

La lista de las mujeres que pasaron por la penal de Oblatos como  militantes o simpatizantes de la Liga  Comunista 23 de Septiembre incluye a  Bertha Lilia  Gutiérrez Campos, alias la Tita, Alicia  Leyva, Martha Maldonado Sosa, María del  Refugio Jáuregui Aguirre y Ana  Luisa Hernández; tiempo después llegó  Susana Ceballos. El tratamiento que en México se dio  a las guerrilleras durante la década de  los setenta varió dependiendo de  la  cárcel en  que estuvieran recluidas. Si en  Oblatos fue característico el hacinamiento, en  otras cárceles de  mujeres ocurría todo lo contrario. Tal fue  el caso de  algunas mujeres del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR), algunos de  cuyos miembros habían recibido  entrenamiento militar en  Corea del Norte, por  lo que se les calificó como  muy  peligrosas.
Cuando las trasladaron a la cárcel de Santa Marta Acatitla las pusieron en  celdas separadas donde no podían hablar con  ninguna otra presa, incluyendo a otras presas políticas que se encontraban ahí.  Las visitas para ellas eran limitadas a sus familiares más cercanos, y si salían al campo eran acompañadas por un vigilante de la cárcel y con agentes de la Federal de Seguridad.18
Me  interesa hacer ahora un  breve desplazamiento descriptivo de  la cárcel de mujeres en dos  puntos: cómo  era  esa prisión y cómo  era  la vida diaria para las  guerrilleras que ahí  estuvieron recluidas. Gutiérrez Campos  fue encarcelada en Oblatos el año de 1974. Ella recuerda que algunas de las presas, sobre todo las recién llegadas, tenían que dormir en el suelo por la falta de espacio:

Dentro del  dormitorio general en  la cárcel de  mujeres cada quien disponía de  un  pequeño espacio para sus cosas, dicho espacio era  el que estaba debajo de su propia cama. Cuando llegamos ahí dormíamos en el suelo, desde ahí  veíamos una cadena de chinches recorrer las paredes. Nosotros, para evitar eso, le poníamos el polvo  de  veneno para insectos Cruz  Negra a todo el colchón, para que no se anidaran ahí  las chinches. Yo llegué al dormitorio de  niños, ahí  estaba Hilda  Dávila  y era  el más desaseado. Ése era  el lugar en  donde podían estar las mamás con  sus pequeños hijos. Los niños estaban desde que nacían hasta los dos o tres años. De ahí pasamos a otro dormitorio; todo era  muy  insalubre.19

De la misma manera, Tita recuerda que al frente de  los dormitorios estaban los baños y los lavaderos comunes; para usarlos había que hacer cola. Se hacia cola para todo: para el lavadero y los excusados, para recibir comida. Dentro de la cárcel había una persona que se encargaba de hacer el mandado para las reclusas. Junto a los dormitorios generales estaba una celda de castigo a la que se le conocía como la Loba,  y al lado  estaba la cocina, después le seguía un patiecito donde había bancas y sillas y luego la sala de niños; con los años se pusieron del lado  del patio unos talleres y una tiendita. “La cocina estaba ahumada, estaba negra, era muy  feo, parecía una cueva, como  si se hubiera quemado, y en  todo alrededor de  la estufa grande había una hilera de  estufitas de  petróleo; cada quien tenia su estufita.”20 Junto a la estufas estaban dos mesas de loza muy pesadas. Uno de los grandes problemas dentro de la cárcel de mujeres era la explotación. La administración de Oblatos hacía convenios con talleres de calzado para que las presas trabajaran y con  ello tuvieran una pequeña entrada económica; sin embargo, esa ayuda era  relativa, pues parte de  la paga de  las reclusas “se perdía” en el proceso. Hay una anécdota que cuenta Tita que no sólo revela esa situación de explotación, sino que muestra con claridad cómo  dentro de  esa sección de  la penal las guerrilleras habían ganado el respeto y la amistad de las presas comunes.

En el trabajo del calzado nos  pagaban a peso el par.  Nosotros cosíamos el calzado. Recuerdo que en  una ocasión el fabricante le dijo:  “¿Ya  me terminaron de coser mi calzado?”, y le contesto Hilda  Rosario:
— ¡Huy,  a poco  cree que por  el peso que nos  paga... y todavía carrereado!
Y el fabricante respondió:
— ¿El peso?, yo pago un  peso con  cincuen… ¡ay!  Y se calló  abruptamente.
Entonces nosotras dedujimos que se estaban  perdiendo cincuenta centavos por  par  que no les  llegaban a ellas. Platicamos la situación y decidimos como  protesta esconder los canastos de  los zapatos debajo de las camas hasta que no nos  dieran ese faltante. La directora estaba muy  enojada. En esos días que tuvimos los canastos fue  mi papá, y la directora muy  enojada le dijo a mi papá:
—quiero que hable con su hija y le diga que entreguen ese calzado, por su  culpa van  a retirar ese taller de  aquí y se va a terminar esa fuente de empleo.
La directora se lo ordenaba a mi papá: — ¡Hágalo!, y él le dijo:
—Mire,  señora, yo nomás le digo  que si mi hija  hiciera lo que yo le ordenara no estaría aquí.21

 

El motín y los  Chacales

Actores importantes del  oscuro panorama de  Oblatos fueron los  grupos de  poder. Éstos controlaban las  relaciones entre los presos y la dirección de  la penitenciaría. Desde mediados de  los setenta uno  de  estos grupos, los Chacales, se convirtió en la estructura de vigilancia ilegal más temida en  todos los  departamentos de  la  cárcel. Durante los  primeros días de octubre de 1977 los Chacales recibieron la orden de eliminar a los guerrilleros que se encontraban en el Rastro. Pero  la estrategia de los militantes de  los  grupos armados había sido  involucrarse con  la población general de la penal, la cual hizo causa común con ellos,  y juntos eliminaron a cerca de  veinte miembros del  grupo rival.  Los  Chacales eran presos condenados  a sentencias impagables: reclusos que estaban en  Oblatos por  robo o por homicidio dentro de la misma cárcel e iban acumulando nuevos crímenes —lesiones, extorsión u homicidio— hasta que sus condenas eran garantía de  que jamás saldrían a la calle.  Los miembros más antiguos de este grupo estaban en  la penal desde fines de  los años cincuenta y principios de  los  sesenta. Algunos de  sus miembros más importantes eran Evaristo Plascencia Casillas, Juan Galeana Zepeda, Jesús Meza Borbón (el Pitoloco), Raúl  Flores Martínez, Tiburcio Mandujano Amador, Manuel Hernández Fonseca (la Bigotona), Basilio Meza Acevedo, José de  Jesús Flores Vázquez, Raúl Campos. Liderados por Plascencia Casillas, en 1960 asesinaron a Francisco Hernández Guzmán, alias el Nahual, otra de las leyendas negras de Oblatos durante la década de los cincuenta. Plascencia Casillas tenía una condena acumulada de 62 años cinco  meses doce días; estaba en Oblatos por un homicidio cometido en 1953.  Fue  enviado junto con  otros “incorregibles” a  las  Islas Marías en  la primer “cuerda” que salió  de Oblatos en 1961.  Acerca de estos presos se decía en los diarios:

Para que se pueda tener una idea de  la peligrosidad de  los  nueve individuos que formaron la primera “cuerda” enviada anteayer de la penitenciaría del  estado a  las  Islas Marías (…), sobre algunos de  ellos pesan condenas acumuladas de  treinta y  cinco, cincuenta  y  ocho  y hasta sesenta y dos  años de  prisión, por  lo que se considera remoto que por  lo menos en  tales casos, tales delincuentes vuelvan algún día a pisar estas tierras.22

Los antecedentes de los Chacales dan una idea de la fuerza que tenían dentro de Oblatos y de lo significativo que resultó el choque que tuvieron con los guerrilleros a partir de abril  de 1977 y que culminó en los motines del  10 de  octubre del  mismo año. Los diarios muestran series de  imágenes de  decenas de  personas afuera de  la penal en  espera de  algún dato sobre sus familiares. Momentos antes de  la matanza se dio  la orden de que los funcionarios de  la penitenciaría, desde el director hasta el último celador, salieran del  lugar. La reflexión sobre el hecho lleva  a descubrir muchas cosas sobre la  manera en  que finalmente el Estado mexicano asumió el problema que representaba la guerrilla. Una maniobra como  la inacción ante el inminente enfrentamiento entre los reos formó  parte de una estrategia.
La  decisión de  suspender todas las actividades para que un  grupo intentara eliminar a los guerrilleros debe haber sido tomada desde un nivel  alto del  poder político mexicano. Había que detener todo en  Oblatos para ese día  10 de  octubre: la vigilancia, el control, los castigos, las visitas. Había que renunciar al  control por  algunas  horas y dejarlo en manos de  otros: de  los Chacales. Con  ello estaba dispuesto el escenario para uno  de los sucesos más cruentos en la historia carcelaria de Jalisco. Ese día,  uno  de los primeros en caer fue el propio líder  del grupo protegido por las autoridades de la penal: Reynaldo Navarro Arellano, el Chacal Mayor. Eliminado el  cabecilla, los demás chacales trataron de  huir  en medio del desconcierto. Uno a uno  fueron cazados por una turba de más de  quinientos presos, cansados de  las extorsiones del  grupo de  Navarro Arellano. Cercados en  ese torrente de furia estuvieron algunos guerrilleros de  las frap: los hermanos Ramón y Juventino Campaña López y los hermanos Eduardo y Alfredo Manzano Muñoz. De la Liga  estuvieron Jesús Ramírez Meza y Armando Rentería Castillo. También vivieron las horas negras de  ese día  de  octubre Manuel García Moreno y Benjamin Ramírez Castañeda, ambos de  la  Unión  del  Pueblo. Los muertos en  el motín fueron todos miembros de  los Chacales, entre ellos Pedro Chávez de  la O, Félix  Zaragoza Quevedo, Luciano de  la Torre Arévalo e Isidoro Rivas Rodríguez. Las imágenes de los cuerpos amontonados, algunos de ellos semicalcinados, son un  cuadro fijo que establece un  cierre de  época para los guerrilleros y para la vida  penitenciaria en  sí misma. Fueron 750 elementos policiacos de diferentes corporaciones los que retomaron el control de  la cárcel el 21 de  octubre de  1977; la operación de  rescate se llamó Buenos días, penal.
Los  policías entraron por  el  cancel principal marcado el  ritmo de  la marcha golpeando sus macanas en  las  manos, como  se ve en  la imagen de  El Diario  de  Guadalajara. Ahí  nació el  primer grupo antimotines en la ciudad. Diez  días duró la penal en  manos de  los  amotinados. Fueron momentos en que el proceso de la vida  carcelaria dio un vuelco. Los guerrilleros instauraron una breve alianza con  un  sector de  la población general; juntos fueron a la ejecución de  sus opresores, juntos trataron de humanizar, al menos por  unos días, un  sistema que como  un  gran hoyo negro se estaba consumiendo a sí mismo. Fueron días de  mutaciones en los que los presos “reordenaron” la penitenciaría de Oblatos; para lograrlo hicieron correr la sangre. Así lo recuerda Manuel García Moreno:

Oblatos era  un  sistema completamente arcaico y  con  el  motín todo truena. Ahí  es algo  de  verdad impresionante. No deja de impresionar ver  cómo  nos  fuimos transformando. Durante años había ciertos personajes que ocasionaban risa, de  quienes los demás presos se reían: que ahí va el Chango, que fulano, que mengano. Pero  cuando se dieron los amotinamientos hubo terribles transformaciones de  personalidad, y aquéllos de  los que se mofaba la gente se hicieron peligrosos, agresivos, y anduvieron matando por todas partes. La gente se transformó como  en animales, fueron realmente cambios espectaculares.23

Pasada la crisis, el gobernador de  Jalisco, Flavio  Romero de  Velasco, improvisó una visita a la penal para infundir certidumbre a una ciudadanía  expectante. Ahí anunció la construcción de  un  nuevo centro carcelario: el de Puente Grande. En la imagen, un preso mira  indolente la entrada del  político a una penitenciaría en calma luego de la masacre. Veintiocho guerrilleros fueron enviados a las  diferentes cárceles del  país, en  especial  al reclusorio de  Santa Marta Acatitla, en  la capital. Los  motines de octubre de  1977  profundizaron el fracaso penitenciario. La guerrilla y el sistema penitenciario de Oblatos entrarían en una curva que los destruyó simultáneamente. Precisar la acción del  Estado contra los  militantes de la guerrilla dentro de Oblatos durante la década de los setenta es sumergirnos en  un  plano procesal que expone con  nitidez los  engranajes que operaron en  la destrucción de  la disidencia política en  Guadalajara y en el país. Contar la historia de la guerrilla en México es contar la historia de la represión. Dentro de  ese marco, la penitenciaría de  Oblatos fue  adaptada constantemente para modular y contener la fuerza incursiva de  las organizaciones guerrilleras.
La evolución de  lo carcelario corrió  a la par  de  los avances de  los grupos  armados hasta que el esquema reventó con  los motines. Después de eso, a partir de los ochenta, vino  la asepsia en el tratamiento del tema de la  guerrilla. El gobierno de  López Portillo decretó leyes de  amnistía en septiembre de 1978; la penal de Oblatos empezó a ser  destruida en febrero de 1982 y las formas de lucha en la ciudad pasaron a otra dimensión.

 

Bibliografía
Aguilera Arévalo, José,
La rebelión de Oblatos, México, s. e., s. f.
Barragán, José
Legislación mexicana sobre presos, cárceles y sistemas penitenciarios
(1730-1930), México, Secretaría de Gobernación, 1977. Cárdenas Montaño, Macrina
“La participación de las mujeres en los movimientos armados”, Verónica Oikión Solano y  Marta Eugenia García Ugarte, Movimientos armados en México, siglo XX,vol. II, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2006.
Corona, Sergio René de Dios
La  Historia que no  pudieron borrar  (la guerra sucia en  Guadalajara,
1970-85), México, La Casa del Mago, 2004. Foucault, Michel
Vigilar y  castigar: nacimiento de  la prisión, Buenos Aires, Siglo  XXI,
2001.
Orozco Michel, Antonio
La Fuga  de  Oblatos: una  historia de  la LC-23S, México, La Casa del
Mago, 2007.
Ortiz  Martínez, Rafael
Breve  historia de   la  Penitenciaría de   Oblatos, manuscrito inédito,
2003.
Tavira, Juan Pablo de
¿Por qué Almoloya?: análisis de  un  proyecto penitenciario, México, Diana, 1995.
Trujillo  Bretón, Jorge Alberto
“Entre la celda y el muro: rehabilitación social y prácticas carcelarias en  la penitenciaría jalisciense Antonio Escobedo (1877-1911)”, Zamora, El Colegio de Michoacán, Tesis de doctorado,  2007.

Entrevistas
Reyes Alvarado M.
Antiguo celador de la Penitenciaría de Oblatos, entrevistado por Jesús
Zamora García, Guadalajara, 17 de diciembre de 2006. Manuel García Moreno
Ex integrante de  la Unión  del  Pueblo, entrevistado por  Jesús Zamora
García, Guadalajara, 22 de enero de 2008. Bertha Lilia Gutiérrez Campos
Ex militante de la Liga  Comunista 23 de Septiembre, entrevistada por
Jesús Zamora García, Guadalajara, 3 de mayo y 24 de julio de 2008. Luciano Rentería
Fundador del  “Comité de  familiares de  los  presos políticos recluidos en  la Penitenciaría del  Estado de  Jalisco”, entrevistado por Jesús Zamora García, Guadalajara, 9 de julio de 2006.

Notas:

1 El Dr. Jorge Trujillo  Bretón, especialista en sistemas carcelarios de los siglos XIX y XX, me comentó que parte de las piedras de los muros de la penitenciaría de Escobedo se utilizaron para erigir las murallas y otras secciones de la penal de Oblatos. Para el caso, revisar Trujillo  Bretón, Entre la celda y el muro.
2 Tavira, ¿Por qué Almoloya?, p. 65.
3 El Informador, Guadalajara, 9 de julio de 1932.
4 En  el cuarto piso del  Archivo Histórico de  Jalisco (ahj) se encuentran la serie de documentos alusivos a la construcción de  la penitenciaría que aquí se presentan. Éstos, al igual que las imágenes extraídas de  los periódicos El Informador, El Sol de Guadalajara y también de  El Diario de  Guadalajara, hace mucho desaparecido, me  han permitido dar  más claridad al  lector sobre la  estructura  física del  lugar. Dichos periódicos fueron consultados minuciosamente durante cerca de  tres años en  los archivos de Fondos Especiales de  la Biblioteca Publica del  Estado de  Jalisco (bpej).  Por  otro lado, es más que importante hacer una mención agradecida a Rafael Ortiz Martínez, antiguo militante del  Frente Estudiantil Revolucionario, por haberme permitido el  uso de  su archivo personal, en  el  cual  encontré una serie de  documentos que nos acercan mucho más a  los procesos judiciales a  los que estuvieron sometidos los militantes de la guerrilla recluidos en la penal de Oblatos durante los setenta.
5 Foucault, Vigilar y castigar, p. 205.
6 Ortiz Martínez, Breve historia; el texto es un  escrito de  26 páginas en  donde se hace una breve descripción del lugar: estructura de la cárcel, fechas de detenciones, personajes y referencias a algunos hechos importantes en los que participaron los guerrilleros.
7 Reyes Alvarado M., entrevista.
8 Sobre este aspecto de  la sobrepoblación en  Oblatos, Juan Pablo de  Tavira consigna una cifra  cercana de presos hacia 1977.  “Del año  de su inauguración a 1977,  la prisión rebasó su cupo, llegando a tener cerca de  tres mil reclusos. La calidad de  vida  dentro del penal se fue deteriorando conforme se rebasaron los límites físicos de cupo; Tavira,
¿Por qué Almoloya?, p. 65.
9 Reyes Alvarado M., entrevista. La función de  los “bastoneros” había sido legislada desde principios del  siglo XX; así, éstos “debían estar provistos de  un  bastón de  madera como  única arma para hacerse respetar y defenderse cuando fueren agredidos” (Art.117) y para impedir que se cometieran faltas y delitos. Además “deberán mantener el orden de sus vigilados dándoles buen ejemplo con su conducta” (Art.119). Barragán, Legislación mexicana, p. 606.
10 García Moreno, entrevista. Estuvo detenido en  Oblatos de  1971  y junto a otros guerrilleros apresados inauguró un restaurante en el que trabajaron miembros de la up, de la Liga y de las frap.
11 García Moreno, entrevista.
12 Corona, La historia, p. 43.
13 Aguilera Arévalo, La rebelión, p. 27. El fer debe ser Frente Estudiantil Revolucionario.
14 Orozco Michel, La Fuga  de  Oblatos, p. 7. Cayó  preso el 21 de  febrero de  1974.  Orozco perteneció a la Liga  Comunista 23 de Septiembre, estuvo recluido en  el Rastro hasta que, con ayuda de un comando de la Liga, se fugó de la penitenciaría junto a otros cinco de sus compañeros el 22 de enero de 1976.
15 Orozco Michel, La Fuga  de Oblatos, p. 7.
16 Rentería, entrevista.
17 El Informador, Guadalajara, 1º de marzo de 1974.
18 Cárdenas Montaño, “La participación”, p. 618.
19 Gutiérrez Campos, entrevista.
20 Gutiérrez Campos, entrevista.
21 Gutiérrez Campos, entrevista.
22 El Informador, Guadalajara, 8 de julio de 1961.
23 García Moreno, entrevista.