Friedrich Katz.

 

In memoriam
Christopher Boyer
Universidad de Illinois en Chicago

Friedrich Katz, distinguido estudioso de la historia mexicana, amigo y maestro de múltiples generaciones de historiadores mexicanos, estadounidenses y europeos, murió el 16 de octubre de 2010, en Filadelfia, Estados Unidos, a los 83 años de edad. Historiador de enorme erudición, maestro de numerosos estudiantes de licenciatura y posgrado, amigo de México (país donde pasó años formativos de su juventud), padre de familia y condecorado con la orden del Águila Azteca, Katz vivió una vida casi tan extraordinaria como los personajes históricos que tanto le fascinaron.
Friedrich Katz nació en Viena en el año de 1927 y poco tiempo después la familia se trasladó a Berlín. Su padre, Leo Katz, era un destacado periodista cuyas denuncias del fascismo, junto con su etnicidad judía, le obligaron a huir a Francia acompañado de su familia luego de que Hitler subiera al poder. Los Katz llegaron a París en 1933 y permanecieron ahí cinco años, hasta ser expulsados por el gobierno francés, posiblemente por ser refugiados judíos o por la abierta simpatía del Leo Katz por la República Española. Víctimas nuevamente del destierro, los Katz llegaron a Nueva York, donde el joven Friedrich ingresó en una primaria pública. La experiencia no fue muy grata. Los niños se burlaban del inmigrante europeo porque todavía no dominaba el inglés. Poco tiempo después el gobierno estadounidense rechazó la solicitud de asilo presentada por el padre de familia. Los Katz se vieron obligados a partir una vez más, esta vez hacia México, donde fueron recibidos con los brazos abiertos. Friedrich Katz ingresó al Liceo Francés, porque dominaba el idioma y sus padres no querían que sufriese la misma experiencia de Nueva York.
En esta época de su vida, un acontecimiento habría de impresionar grandemente al futuro historiador. Según contaría años más tarde, le tocó presenciar una manifestación organizada por los exiliados españoles republicanos que Lázaro Cárdenas había admitido al país durante su gestión presidencial. Llovía a cántaros, pero los desterrados esperaron con paciencia la llegada del tren del expresidente porque querían agradecerle en persona su generosidad. Esta escena contribuyó a despertar en Katz un profundo interés por la política internacional y las ideas progresistas, temas que luego serían centrales en su trabajo académico a lo largo de su vida profesional.

Katz se graduó del Liceo en 1945. Luego ingresó en una universidad en Nueva York y cursó un año de estudios en el Instituto Nacional de Antropología e Historia antes de matricularse en la Universidad de Viena, donde recibió el doctorado en 1954. Su tesis versó sobre el imperio azteca, tema escogido por Katz en parte por la existencia de documentos relevantes para su trabajo en aquel entorno. La tesis se publicó en México bajo el título Las relaciones socio-económicas de los aztecas en los siglos XV y XVI. Dos años más tarde obtuvo un puesto en la Universidad Humboldt de Berlín, en la entonces República Democrática Alemana, donde empezó a desarrollar gran interés por el porfiriato y el periodo revolucionario, lo cual dio como resultado su primer libro acerca del tema, Mexiko, Díaz und die Mexikanische Revolution (México, Díaz y la Revolución mexicana), publicado en 1964.

Cuando la Unión Soviética aplastó la apertura democrática en Checoslovaquia, Katz resolvió renunciar a su cátedra en la Humboldt. Después de pasar un año en la Universidad de Texas, aceptó un puesto en la Universidad de Chicago, institución donde su futuro colega y amigo John Coatsworth recientemente había comenzado su carrera académica. Durante el cuarto de siglo siguiente, ambos profesores colaboraron en la formación de decenas de historiadores profesionales, entre ellos el que escribe estas líneas. En esta época Katz escribió sus obras más conocidas: La guerra secreta en México, el libro colectivo Revuelta, rebelión y revolución, y su obra maestra, Pancho Villa. Esos trabajos se destacan por su carácter comparativo, su atención a las diferencias regionales y el análisis pormenorizado de la relación entre el desarrollo económico y la vida cotidiana de las clases populares.
Las contribuciones de Katz a la historia de México como autor y maestro son bastante conocidas: ayudó a desarrollar el campo de la historia diplomática y se convirtió en uno de los grandes promotores de la historia social de México. Sus colegas también reconocieron su generosidad y simpatía. Aquí me permito subrayar dos elementos de su vida pública quizá menos conocidos: su compromiso personal contra las dictaduras de cualquier índole y su simpatía por los migrantes que, como él y su esposa
Jana, habían decidido radicarse en los Estados Unidos.

El pensamiento de Katz siempre destacó por su oposición a las tiranías y la impunidad. En su obra y en sus comentarios públicos el maestro siempre hizo hincapié en el terrible costo humano —sobre todo para las clases humildes— que resulta de la concentración del poder en unas cuantos manos. Recuerdo una ocasión en que el gobierno de Austria confirió al doctor Katz un homenaje en reconocimiento de sus aportaciones académicas. El maestro aprovechó el momento para recordarles a los asistentes, entre los cuales se encontraban varios representantes del gobierno austriaco, de la necesidad de resistir las dictaduras, como el régimen fascista que se apoderó de su país natal en su juventud.
También sintió un compromiso personal con la comunidad migrante de los Estados Unidos, y de Chicago sobre todo. Una y otra vez apareció en los medios locales o pronunció discursos públicos en actos auspiciados por organizaciones de migrantes que querían conocer más acerca de la historia de México. En 2008, después de vivir casi cuatro décadas en los Estados Unidos en calidad de residente permanente con ciudadanía austriaca, Katz solicitó y recibió la ciudadanía estadounidense. Según las entrevistas que concedió a la prensa, lo hizo porque quiso sumarse a los migrantes latinoamericanos que también buscaban hacerse ciudadanos, pero también porque quiso enfrentar la creciente política antiinmigrante estadounidense. Después de medio siglo de desplazamientos nacionales, en muchos casos forzosos, Katz se mostró una vez más dispuesto a aliarse con una población amenazada por una ola xenofóbica parecida en cierto sentido a la que él había experimentado en su juventud.
Enemigo de polémicas historiográficas y de discusiones académicas áridas, el pensamiento katzeano destaca no sólo por lo amplio de sus horizontes cronológicos y espaciales, sino por su atención al elemento humano de la historia. No es de sorprender. A pesar de ser un académico de renombre internacional, siempre fue un hombre modesto, generoso y cordial. Sus palabras perdurarán en su amplia obra publicada; su espíritu, en la memoria de los que tuvimos el honor de conocerlo.