Reflexiones metodológicas sobre el mestizaje en la Nueva
España. Una propuesta a partir de las familias del Real de Bolaños, 1740-1822
David Carbajal López
Universidad de Guadalajara
Con base en el método de reconstrucción de familias se logró un acercamiento a las estructuras familiares en el curato minero de Bolaños durante el periodo 1740-1822. El procesamiento sistemático de los datos contenidos en los libros de bautizos, matrimonios y defunciones bolañenses permitió descubrir la existencia de familias pluriétnicas, las cuales estaban integradas por parejas eclesiásticamente unidas, quienes tenían hijos biológicos legítimos pero con calidades étnicas distintas en al menos uno de sus vástagos El hallazgo de las familias pluriétnicas cuestiona las propuestas según las cuales la asignación de la calidad étnica de los feligreses era el resultado de la aplicación de criterios socioculturales, socioeconómicos y clasistas, o la combinación de éstos, como tradicionalmente se ha propuesto en la historiografía demográfica sobre la Nueva España
Palabras clave: Reconstrucción familiar, mestizaje, familias pluriétnicas, Bolaños.
Los testamentos revelan también los azares de la genética en las familias numerosas, como en el caso [de] la unidad doméstica compuesta por “María, mulata herrada de mi nombre, casada con esclavo mío, un mulato herrado, llamado Juan”; sus hijos eran Dominga, mulata de 7 años, que murió, Pascuala, mulata de 4 años, Lucía su hermana, descrita como “niña blanca”, y por último María, una niña mulata señalada como hermana de las anteriores.1
El presente trabajo tiene por objetivo explicar el proceso de mestizaje ocurrido en las familias del asentamiento minero de Bolaños durante el lapso 1740-1822.2 La decisión de acercarnos a una población minera “inestable” con la perspectiva de evitar el anonimato de sus habitantes mediante la reconstitución familiar, con base en la captura de la totalidad de los datos contenidos en los registros parroquiales de bautizos (17 470), matrimonios, (2 685) y defunciones (15 311), se convirtió en un reto, pues en la historiografía demográfica3 generalmente se considera improcedente la aplicación del método de reconstrucción de familias para el estudio de las comunidades novohispanas. Sin embargo, salvados los obstáculos y apoyados en 35 466 actas parroquiales, logramos acercarnos a la composición racial y el tamaño de 2 409 familias bolañenses correspondientes al periodo colonial tardío.
Contexto económico y social en Bolaños
El lapso de 1740-1822 estuvo caracterizado tanto por bonanzas y penurias en la extracción y el beneficio del mineral argentífero local como por marcados altibajos de la población, la cual vivió un proceso de mestizaje resultante de la diversidad racial de los habitantes de Bolaños. El asentamiento estaba ubicado en una región indígena hostil e inmerso en una sociedad de frontera donde la actividad minera fungió como polo de atracción económica para la población española y mezclada de las comarcas aledañas (ver mapa 1).
La minería bolañense incidió en el proceso de mestizaje y en la dinámica poblacional de un asentamiento organizado económica, política y jurídicamente bajo un modelo hispano, donde al igual que en otros reales de minas convivían e interactuaban indígenas, españoles, mestizos, mulatos y otras castas. Dicha situación propició una sociedad plural, en la que los vínculos y la convivencia entre las razas, ligados al trabajo específico de la extracción y el beneficio del mineral, favorecieron gradualmente un relajamiento de las rígidas estructuras sociales y del comportamiento (relativamente) endogámico imperantes en otros pueblos y ciudades de la Nueva España.4
Estos factores repercutieron en el estilo de vida y, por consiguiente, en la manera en que los bolañenses se comportaron con relación al mestizaje, la procreación, la migración, el matrimonio y la muerte.
Reconstrucción de familias en la historiografía novohispana
Algunos estudiosos de la población novohispana señalaron las virtudes del método que plantea estudiar a la población con nombre y apellido, pero cancelaron su utilización en las comunidades de la Nueva España debido a que “la aplicación del método de reconstrucción de familias es riesgosa, y a veces, casi imposible, por la manera irregular en que se transmitían los apellidos, la elevada frecuencia de apellidos repetidos, la alta proporción de niños ilegítimos”,5 los intensos movimientos migratorios, la amplia magnitud de la población y extensión de las parroquias, el subregistro de hechos vitales, y finalmente, la existencia de ciertas deficiencias en la precisión de los datos demográficos contenidos en los registros parroquiales.6 Por ello, “las familias que pueden ser reconstituidas a partir de las actas de casamiento son aquellas que pertenecen al sector más aculturado y cercano al orden español, además de ser las más estables”.7 Consecuentemente, la pretensión de aplicar la reconstrucción de familias en un real de minas como Bolaños, donde la población indígena y mezclada con alta movilidad era una constante, resultaba un intento arriesgado y no exento de complicaciones. Thomas Calvo, en su investigación sobre Acatzingo, menciona que
el contenido de las actas y el volumen de la documentación pronto evidenciaron que el método europeo llamado de reconstitución de familias era imposible de aplicar. ¿Cómo establecer fechas de cada matrimonio si los indígenas no usaban apellidos, sino dos nombres no transmisibles? Así, el intento de identificar cada pareja o fijar la filiación de cada niño equivaldría a resolver un rompecabezas […] En cuanto a los mestizos, reconstruir familias sería posible si su población fuese relativamente estable, pero esto último no se ha comprobado.8
Claude Morin, por su parte, en el estudio demográfico que realizó sobre Zacatelco advierte que “en vista de la imposibilidad de reconstruir las familias, el escrutinio de las actas se limitó a un enlistado anónimo que implica algo más que un simple conteo”.9 En la misma línea, Cecilia Rabell refiere que el método para reconstruir familias creado por Louis Henry10 consiste en “seguir la historia demográfica de cada pareja y sus descendientes durante varias generaciones. Este método, llamado la ‘vía real’ de la demografía histórica, ha sido aplicado a poblaciones de diversos países con resultados muy valiosos”.11 Sin embargo, en las comunidades novohispanas su utilización “se enfrenta a serios escollos metodológicos”,12 pues en ellas se presentaban movimientos migratorios intensos y sus poblaciones no eran homogéneas.
En tales circunstancias, “estas afirmaciones generalizadas se convirtieron en una especie de dogma cuya consecuencia fue que los investigadores en demografía histórica terminaran por descartar la utilidad de esta técnica”.13 Dicha situación propició que la mayoría de los estudios sobre población realizados hasta la fecha hayan empleado el método de análisis agregativo, el cual “se basa en la suma de las series de hechos (bautismos, matrimonios y muertes) ocurridos durante un periodo determinado y no distingue individuos ni familias”.14 Por tanto, un paso importante de la demografía histórica en nuestro país consiste en modificar y adaptar el método de reconstitución familiar a las características de los archivos parroquiales, así como a las circunstancias de las sociedades de la Nueva España y del México de la primera mitad del siglo XIX, “puesto que la organización social novohispana no presenta las mismas características que la europea”.15
En ese sentido, ya se han realizado al menos cuatro esfuerzos por aplicar la metodología de la reconstrucción familiar a poblaciones novohispanas y mexicanas, aunque los primeros dos de estos intentos tienen resultados muy acotados por el universo de datos manejado. El primer trabajo fue elaborado en 1989 por Tomás Calvo,16 quien empleó una variante metodológica con la finalidad de reconstituir la mayor cantidad posible de familias en la urbe tapatía de la segunda mitad del siglo XVII.
Este historiador se inclinó por llevar a cabo su estudio en Guadalajara, a pesar de sus altas tasas de ilegitimidad (alrededor del 50%) y de la significativa movilidad de su población, debido a que desde su perspectiva las condiciones económicas, geográficas y sociales tapatías eran más favorables que las existentes en la parroquia rural indígena de Acatzingo.17 De acuerdo con Calvo, el método que adoptó “hace también que la población migrante se excluya parcialmente por sí misma: en efecto, tomamos como punto de partida los matrimonios de la década 1666-1675, excluyendo a priori todas las parejas con alto riesgo de movilidad o con patronímicos inexistentes o demasiado comunes”.18 En síntesis, Calvo logró un acercamiento a la fracción más estable de la población tapatía.19
El segundo intento, efectuado por Herbert Klein en 1993, se titula “Familia y fertilidad en Amatenango, Chiapas (1785-1816)”.20 En este trabajo el autor señala que para obtener mejores resultados en la reconstrucción familiar es necesario estudiar a la población indígena rural de las zonas más aisladas, ya que en estas comunidades “las tasas de ilegitimidad eran bajas y la migración no era un problema serio”.21 En su trabajo Klein logró reconstituir 319 familias de Amatenango. Resultados favorables, pero obtenidos mediante una metodología restringida a lugares con características muy específicas y con archivos parroquiales bien conservados y relativamente completos.
El tercer esfuerzo fue el de Norma Angélica Castillo Palma, quien en
2001 publicó los resultados de su investigación en torno al proceso de mestizaje en Cholula entre 1649 y 1796. Castillo refiere que en su estudio utilizó el método llamado nominativo para ordenar sus reportes, “ya que esta vía es la que permite llegar a la posibilidad de reconstitución de familias. Los nombres y apellidos de los individuos y la identificación de sus vínculos familiares, aunque variables, constituyen el único medio de comparación de las calidades socioraciales de la población”.22
Finalmente, el cuarto trabajo en el que se empleó el método de reconstrucción de familias es obra de David Robichaux, quien estudió la comunidad indígena de Acxotla del Monte, en lo que hoy es el estado de Tlaxcala, a 20 kilómetros de distancia de la capital poblana.23 Robichaux realizó la reconstitución de familias tras la recopilación de “casi 11 000 fichas individuales para el periodo que va de 1652 a 1996”,24 con base tanto en las series parroquiales como en las del registro civil, establecido éste en la localidad a partir de octubre de 1867.25 Después de la aplicación del método de reconstitución de familias, Robichaux logró determinar, entre otros indicadores, la edad al contraer matrimonio, el intervalo entre el casamiento y el primer parto, el periodo intergenésico y la fecundidad de las mujeres de Acxotla del Monte, con lo cual demuestra que en comunidades indígenas donde habitaron personas sin apellidos durante el periodo novohispano y decimonónico “es posible y recomendable utilizar la técnica de Louis Henry”.26
El método de reconstitución familiar en Bolaños
En este contexto historiográfico decidimos recurrir a la puesta en marcha del método de reconstitución de familias, pues los obstáculos anteriormente mencionados han sido superados en el caso del curato bolañense. En cuanto a las altas tasas de ilegitimidad y abandono, en Bolaños durante nuestro lapso de estudio detectamos que éstas representaban alrededor del 21 por ciento, proporción significativamente menor al 50 por ciento de Guadalajara durante la segunda mitad del siglo XVII.
Respecto de la movilidad espacial, los centros mineros tienen la reputación de ser asentamientos con intensa inestabilidad demográfica debido a los flujos migratorios propiciados por altibajos en la extracción y el beneficio del mineral.27 Sin embargo, independientemente del porcentaje de población flotante, existió en nuestro real de minas un pequeño, aunque significativo, número de habitantes arraigados, que aun en los malos momentos permanecieron en el lugar.
Sobre la crecida población y extensión de las parroquias novohispanas, cabe mencionar que en la jurisdicción eclesiástica de Bolaños la mayor cantidad de residentes se presentó en la década de 1750, cuando llegaron a vivir poco más de 10 mil personas. Por otro lado, en la época colonial el área que abarcó el curato bolañense no excedió los 5 kilómetros cuadrados de extensión, por lo que es un territorio manejable, e inclusive menor que los 22.5 de la villa francesa de Crulai, a diferencia de los 200 kilómetros cuadrados que tuvo en el siglo XVIII el beneficio curado de Acatzingo.28 Si bien es cierto que la ausencia de apellidos y su transmisión irregular en algunos grupos étnicos representan serios inconvenientes, también lo es que en el caso de Bolaños logramos identificar unidades familiares sin apellidos auxiliados por la procedencia de los padres y por el intervalo intergenésico.
Familias y mestizaje en Bolaños
Una interrogante central de la presente investigación gira en torno a cuál fue el criterio empleado por los sacerdotes para asignar una calidad étnica a los feligreses en los registros parroquiales. Desconocemos los criterios empleados por los sacerdotes en otros lugares de la Nueva España; no obstante, para el caso de Bolaños a partir de la identificación de familias pluriétnicas, esto es, parejas legalmente casadas y con hijos biológicos legítimos con adscripción racial distinta entre sí, consideramos que los ministros eclesiásticos encargados de redactar las actas parroquiales de 1740 a 1822 asentaban la calidad étnica de la población basados principalmente, que no únicamente, en las características fenotípicas de los feligreses. Asimismo, al descubrir que un mismo feligrés podía recibir una adscripción racial diferente en cada sacramento, y no necesariamente para escalar en el ámbito social, suponemos que esto se debía, por un lado, a variaciones en la apreciación de los párrocos y, por el otro, a la posible modificación en el color y los rasgos que una misma persona podía presentar a lo largo de su vida.
El hallazgo de las familias pluriétnicas rompe con las propuestas según las cuales la asignación de la calidad étnica de los feligreses era el resultado de la aplicación de criterios sociales,29 socioculturales,30 socioeconómicos31 o clasistas,32 o la combinación de éstos,33 como tradicionalmente se ha propuesto en la historiografía demográfica sobre la Nueva España. Por lo tanto, sugerimos un replanteamiento de los paradigmas y métodos mediante los que se ha estudiado el proceso de mestizaje34 ocurrido en los centros mineros y las ciudades durante el periodo colonial tardío.
En este contexto, y únicamente en lo referente a los registros parroquiales, insistimos que la adscripción racial en el caso específico de Bolaños se basó principalmente en el aspecto fenotípico35 de los feligreses, ya que el “color de la piel y la forma del cabello [...] son las características anatómicas más a menudo empleadas para determinar la casta a que pertenecía un individuo durante la época colonial”.36 En ese sentido contamos con testimonios como el del capitán francés Jean de Monségur, quien tras su estancia en la Nueva España a principios del siglo XVIII escribía que
los niños que nacen de un europeo y de una india son llamados mestizos. Esa generación no es desagradable, aunque es más obscura que la de los criollos. La descendencia que procede de un blanco y de una negra, que se llama mulata, constituye una raza fea y obscura, casi negra, con el cabello corto y encrespado como el de los negros.37
Por su parte, “Antonio Joaquín de Rivadeneira y Barrientos (1710- 177?), originario de la ciudad de México, hijo de una noble familia de Puebla”,38 señaló que los indios “lejos de ser hermosos, son positivamente de un aspecto desagradable, malísimo color, [y] toscas facciones”.39 A su vez, Francisco Xavier Clavigero describió a los indígenas como individuos “de frente angosta, de ojos negros y de una dentadura igual, firme, blanca y tersa; sus cabellos tupidos, gruesos y lisos; de poca barba y rala y de ningún pelo (por lo común) en aquellas partes del cuerpo que no recata el pudor. El color de su piel es ordinariamente castaño claro”.40 Servando Teresa de Mier estableció que las señales para distinguir a los mulatos eran “color obscuro, cabellos enroscados que llaman pasas y labios belfos”.41
Consideramos, sin embargo, que el asunto no es tan sencillo, pues como señala el licenciado Juan José Ruiz Moscoso, a finales del siglo XVIII había indicios de la dificultad
para distinguir en estos reinos la tal clase [expósitos españoles] por sólo en color y facciones, respecto a que la experiencia enseña que hay muchos de notoria infecta casta con color y facciones de español, como son los que llaman moriscos y albinos; y que por el contrario, hay hijos de españoles que por su color y facciones (que son los únicos medios por donde se ha de formar juicio de la calidad de unos niños cuyos padres no se saben) parecen mulatos o moriscos.42
Esta aparente confusión en la asignación de la calidad étnica en la sociedad novohispana ha propiciado que historiadores como David Brading señalen la posibilidad de que para ciertos grupos las categorías raciales fuesen durante el periodo colonial tardío simples etiquetas arbitrarias perpetuadas por el registro parroquial.43
A pesar de tal opinión y de que algunos investigadores consideran que “la aplicación del método de reconstrucción de familias es riesgosa, y a veces casi imposible”,44 identificamos 2 409 unidades familiares durante nuestro periodo de estudio con la finalidad específica de acercarnos a su composición étnica y número de miembros (ver tabla 1 y gráfica 1).
a) Familias pluriétnicas
Mediante la utilización del método francés detectamos 1 184 familias pluriétnicas (unidades conformadas por parejas eclesiásticamente unidas que tenían hijos biológicos legítimos, pero con calidades étnicas distintas en al menos uno de sus vástagos), las cuales, a pesar de la complejidad del tema, pueden ofrecer la clave de que la adscripción racial en las actas
de bautismo, matrimonio y defunción giraba en torno principalmente a los rasgos fenotípicos. Cabe destacar que las 1 184 familias pluriétnicas corresponden al 49.15% de las unidades familiares que logramos reconstruir para el periodo colonial. En ese contexto, esperamos que la información contenida en la siguiente tabla proporcione elementos para avanzar en el tema del mestizaje novohispano.
Para ilustrar el tema de las unidades familiares pluriétnicas presentamos los casos de las familias Bran Liñán, Esquivel Castro y Segovia Arellano. En el primero de ellos, Bartolomé Bran,45 lobo, llegó a Bolaños en 1738 procedente de Atotonilco el Alto. Un año más tarde, Bartolomé conoció a María Teresa Liñán, mulata. María Teresa era hija de Juan Antonio Liñán y de María Josefa Moreira. Tras la muerte de Tomás Durán, su primer marido, María Teresa decidió abandonar su natal Tlaltenango para ir al centro minero bolañense. Pocos meses después de conocerse, Bartolomé de 20 años edad y María Teresa de 18 decidieron unirse en matrimonio, sacramento que recibieron el 5 de febrero de 1740. Hemos logrado averiguar que entre 1741 y 1764 Bartolomé y María Teresa procrearon 12 hijos, seis varones y seis mujeres, de los cuales cinco murieron en promedio a los cuatro años de edad, y de los siete restantes sólo cuatro lograron tener descendientes: Dionisio Gregorio, Josefa Lugarda, Francisca Luz y Josefa Estanislao; cabe mencionar que las dos últimas fueron madres solteras.
Lo interesante de esta familia radica, entre otros aspectos, en que los hijos biológicos y legítimos de Bartolomé (lobo) y María Teresa (mulata) fueron registrados en las actas parroquiales (bautizos, matrimonios y defunciones) con distinta calidad étnica; además, cinco de ellos fueron designados con una etnia en el bautizo y con otra diferente en el entierro. Además, en un padrón de Bolaños correspondiente a 1770 los integrantes de la familia Bran Liñán fueron registrados por el escribano José Saucedo Aguiar como españoles. Los descendientes de la Familia Bran Liñán permanecieron en Bolaños hasta 1799, año en que la minería local entró en un lapso de borrasca (ver estructura familiar 1).
La familia Esquivel Castro estaba conformada por Francisco Javier Esquivel, originario de Tlalmanalco, y Gregoria Castro Morales, oriunda de Zacatecas. Se casaron en Bolaños en 1748. En su acta matrimonial Francisco Javier apareció registrado como español, mientras que la calidad étnica de Gregoria Castro fue omitida por el sacerdote; sin embargo, sabemos que en el padrón de 1770 levantado en Bolaños, el escribano José Saucedo Aguiar la anotó como india; Francisco Javier Esquivel no apareció en ese registro, pues había fallecido en 1767. La pareja procreó nueve hijos, de los cuales ocho aparecieron registrados en los libros parroquiales como españoles, salvo Antonio Rafael, que en su acta de entierro apareció como mestizo. Un rasgo significativo es que, en dicho padrón de 1770, Petra Casilda, Ana María y Antonio Rafael fueron anotados como indios, mientras que Juana María apareció como española, al igual que en sus actas de bautizo y matrimonio (ver estructura familiar 2).
La última de las familias pluriétnicas que presentamos es la conformada por Vicente Segovia, indio, y Manuela Arellano, mestiza. Esta pareja llegó en 1780 a Bolaños, donde tuvo dos hijos: José María y José Antonio, ambos mestizos. José María, por su parte, se casó en 1801 con la indígena Agripa Calderón, con quien tuvo diez hijos entre 1802 y 1827, los cuales fueron registrados en los libros parroquiales como indios, españoles y mestizos. De nuevo surge la multicitada pregunta: ¿cuál era el criterio de los sacerdotes para determinar la calidad étnica de los feligreses? En este caso, como en otros, la cuestión económica y el aspecto cultural quedaron en segundo término, por lo que, a pesar de sus variaciones, el elemento
fenotípico es la opción más explicativa, pues estamos tratando a una parte de la población con un proceso de mezcla genética muy intenso (ver estructura familiar 3).
b) Familias españolas (1740-1822)
El 24.78% de las 2 409 familias reconstruidas en el periodo 1740-1822 eran españolas. Este tipo de células sociales estaba integrado generalmente por personas de piel blanca y rasgos caucásicos, las cuales aparentemente no estaban mezcladas. En la siguiente tabla se muestra el número de unidades familiares y la cantidad de hijos que las integraban.
Una de las familias españolas que claramente representaba a este sector era la compuesta por el peninsular Juan Antonio Cairo y la criolla Juana González, quienes tuvieron nueve vástagos: cinco varones y cuatro mujeres. En este caso, los descendientes que detectamos fueron registrados en las actas parroquiales y en un padrón de 1770 como españoles. Juan Antonio Cairo llegó a Bolaños en la década de 1750, atraído por la bonanza que experimentaba la minería bolañense. Durante su estancia en el lugar se dedicó a la actividad minera, pues tenía la posesión de algunas minas y era propietario de una hacienda de beneficio. En 1797, cuando las condiciones en la extracción y el beneficio del mineral empezaron a empeorar, Juan Antonio Cairo, acompañado de su esposa, hijos (Juan Antonio y Miguel), nueras y nietos, abandonó Bolaños con rumbo a Guadalajara, donde los localizamos en las parroquias del Sagrario, Mexicaltzingo y el Pilar.46 Este hecho demuestra que la movilidad geográfica no es un impedimento para la reconstitución de las familias. Inclusive detectamos los desplazamientos de Juan Antonio Cairo hijo, quien junto con su esposa María Trinidad Ramos, después de Guadalajara, se trasladó en 1799 a Momax, al año siguiente regresó a la urbe tapatía y en 1801 se desplazó a Sayula, lugar del que nuevamente retornó a Guadalajara. Uno de los hijos de esta pareja, de nombre Arcadio, fue ordenado presbítero en la sede del obispado en 1823. Asimismo, sabemos que Miguel Cairo y Ana Muñoz llegaron a Guadalajara con sus hijos, entre quienes estaba la recién nacida Atilana. A
principios de la década de 1820 Atilana Cairo se casó en la urbe tapatía con Anacleto Herrera Ayón, de cuyo matrimonio nació José Ignacio Marcelino Herrera y Cairo, el cual fue gobernador de Jalisco en 1856, al triunfo de la revolución de Ayutla.47 Fue aprehendido y fusilado el 20 de mayo de 1858 por su filiación al partido Liberal.48 Una calle céntrica de Guadalajara lleva su nombre (ver estructura familiar 4).
c) Familias indígenas (1740-1822)
Una de las 445 unidades familiares de indios que logramos reconstruir es la conformada por Felipe Galindo y Martha Josefa Carillo, quienes entre 1753 y 1770 procrearon siete hijos. Generalmente los indígenas eran clasificados como tales debido al pelo lacio y obscuro, además de la piel morena (ver estructura familiar 5).
d) Familias mestizas (1740-1822)
En la medida en que la mezcla racial aumentó en Bolaños durante el periodo colonial tardío, el número de familias mestizas se redujo significativamente, pues de las 2 409 que logramos reconstruir para el periodo sólo detectamos 127.
Entre este tipo de familias se hallaba la unidad doméstica conformada por el mulato Antonio Basilio García y la mestiza Gertrudis Martina Preciado. Antonio Basilio, hijo ilegítimo, llegó al centro minero bolañense
procedente de Aguascalientes en 1774 y conoció a Gertrudis Martina, originaria del real de minas e hija ilegítima de María Inés García. Antonio Basilio y Gertrudis Martina contrajeron nupcias el 25 de junio de 1776, y en el lapso de 1778 a 1791 procrearon siete hijos clasificados en los registros parroquiales de bautizos y defunciones con la adscripción étnica de su progenitora (ver estructura familiar 6).
e) Familias mulatas (1740-1822)
Finalmente llegamos a las familias mulatas, de las cuales detectamos únicamente 56, esto es apenas el 2.32% de nuestro universo de 2 409. Entre este tipo de unidades familiares se hallaba la conformada por la pareja de mulatos Juan Pablo Pacheco y Polonia Bernarda Covarrubias, quienes tuvieron seis hijos durante el periodo 1758-1767 (ver estructura familiar 7).
Consideraciones finales
Respecto de la problemática planteada, consideramos, por un lado, que el comportamiento poblacional bolañense fue impactado de diferentes maneras y en diversos grados por los altibajos productivos de la minería local; y por el otro, que la detección en Bolaños de familias pluriétnicas conformadas por parejas eclesiásticamente unidas que tenían hijos biológicos legítimos, pero con calidades étnicas distintas en al menos uno de sus vástagos, aporta evidencias sólidas para plantear que los párrocos locales asignaron la adscripción racial de los bautizados, casados y difuntos bolañenses basándose generalmente en las características fenotípicas de sus feligreses.
Consideramos que manejar a los bolañenses de las distintas adscripciones étnicas como integrantes de unidades sociorraciales con una cultura, una clase social, un nivel económico y un estatus comunes en cada grupo racial supondría que la totalidad de los registrados como indios, españoles, mestizos, mulatos y otras castas pertenecían a familias homogéneas, con el consecuente riesgo de excluir a los integrantes de las unidades familiares pluriétnicas.
Generalmente se considera que en los siglos XVII y XVIII el crecimiento demográfico de las mezclas raciales se debió principalmente a las uniones ilegítimas; sin embargo, con base en el descubrimiento de familias pluriétnicas en Bolaños detectamos que el mestizaje sucedió en mayor proporción en el seno de uniones matrimoniales legítimas. Es decir, en ciudades y reales de minas del periodo colonial tardío novohispano como Bolaños la mezcla racial era tan compleja que había individuos con información genética lo suficientemente diversa como para engendrar hijos con características físicas acentuadamente diferentes entre sí. Finalmente, es preciso señalar que este hallazgo fue posible gracias a la decisión metodológica de trascender el anonimato de la población bolañense mediante la utilización del método de reconstrucción de familias.
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Notas:
1 Castillo Palma, “Matrimonios mixtos y cruce de la barrera de color”, p. 109.
2 Respecto al periodo de estudio, la fecha inicial obedece a que en 1740 los frailes franciscanos comenzaron a registrar bautizos, matrimonios y defunciones de los pobladores bolañenses, y el criterio que se utilizó para concluir en 1822 responde al hecho de que en ese año el párroco de Bolaños dejó de asentar la calidad étnica de los feligreses en las actas parroquiales.
3 Calvo, Acatzingo, p. 25; Morin, Santa Inés, p. 29; Rabell, La población, p. 9; Rabell,
Oaxaca, p. 18.
4 Carmagnani, “Demografía y sociedad”; Brading, “Grupos étnicos”; Robinson, “Patrones de población”; Flores, “El lado oscuro”. Existen varios testimonios sobre el estilo de vida desordenado y las costumbres relajadas en los reales de minas novohispanos. En relación con Bolaños, en 1755 José Gorospe, corregidor del lugar, informó al virrey sobre “los excesos que se han cometido en los cerros de estas minas, [...] siendo constantes las incontinencias públicas y escandalosas en que estaban viviendo sus habitadores, las embriagueces de estos mismos, lo divertido en que se hallaban con juegos prohibidos”. agn, General de Parte, vol. 41, exp. 85, fs. 47v-48. En 1810, por su parte, “José Perfecto, cura del real de Nuestra Señora del Rosario, en Sonora, escribió que en el centro minero había tal desorden en toda la sociedad que una buena parte vivía en la infelicidad ‘y muchos dicen que estamos en Francia, por el libertinaje de las costumbres, y por malos ejemplos de las cabezas’”. Flores, “El lado oscuro”, p. 95.
5 Rabell, Oaxaca, 2001, p. 18.
6 Rabell, La población, 1990, p. 9; Pérez, “Evolución demográfica”; Tuirán, “Algunos hallazgos”, p. 278; Klein, “Familia”, p. 112.
7 Rabell, Oaxaca, 2001, p. 21.
8 Calvo, Acatzingo, 1973, p. 25.
9 Morin, Santa Inés, 1973, p. 29.
10 Henry, Manual.
11 Rabell, La población, 1990, p. 8.
12 Rabell, La población, 1990, p. 9.
13 Robichaux, “Uso del método”, p. 100.
14 Tuirán, “Algunos hallazgos”, p. 278.
15 Rabell, La población, 1990, p. 9.
16 Calvo, “Familias mexicanas”.
17 Calvo, “Familias mexicanas”, pp. 31-32.
18 Calvo, “Familias mexicanas”, p. 33.
19 Calvo, “Familias mexicanas”, p. 33.
20 Klein, “Familia”, 1993, pp. 112-122.
21 Klein, “Familia”, p. 113; Henry, Manual.
22 Castillo Palma, Cholula, p. 75.
23 Acxotla del Monte fue un barrio de la parroquia de San Luis Teolocholco hasta la primera década del siglo XVIII, cuando se separó de ésta para convertirse en curato. Robichaux, “Uso del método”, p. 110.
24 Robichaux, “Uso del método”, p. 111.
25 Robichaux, “Uso del método”, p. 111.
26 Robichaux, “Uso del método”, p. 124.
27 Brading, “La minería”; Brading, Mineros; Bakewell, Minería y sociedad; Hadley, Minería y sociedad; Flores, “El lado oscuro”.
28 Calvo, Acatzingo, p. 9.
29 Castillo, “Matrimonios”, p. 137.
30 Souto, “Composición familiar”, p. 101.
31 Romano, Mecanismos, p. 71.
32 Von Mentz, Pueblos de indios, p. 85.
33 Castillo Palma, Cholula, p. 85.
34 “El mestizaje como consecuencia de la cohabitación de un hombre con una mujer de razas diferentes y su reproducción biológica”. Castillo Palma, Cholula, p. 53. Entendido como “cruzamiento interracial […], restringido a su campo original, es decir, al estrictamente biológico”. Moreno Navarro, Los cuadros, pp. XIV-XV.
35 El fenotipo es definido como el “conjunto de caracteres que presenta cada individuo” derivados del “genotipo –conjunto de factores heredados recibidos de los progenitores”. Moreno Navarro, Los cuadros, p. 3.
36 Aguirre Beltrán, La población negra, p. 165. “Existía cierto grado de acuerdo general en torno a los tres grupos raciales básicos: indios, blancos y negros. En este contexto, la identificación racial dependía del fenotipo. El color de la piel de una persona, la textura del pelo y las características faciales representaban los principales factores que determinaban la etiqueta racial de una persona. Las categorías mixtas o de casta resultaron ser mucho menos universales. Desde el inicio los matices de color y las mezclas de razas establecieron estereotipos de otras características y crearon ambigüedades dentro de la clasificación racial.” Patrick Carroll, “Perfiles”, p. 57.
37 Berthe, Las nuevas memorias, p. 41.
38 Brading, Orbe indiano, p. 515.
39 Brading, Orbe indiano, p. 519.
40 Clavigero, Carácter y costumbre, p. 12.
41 Teresa de Mier, Historia de la revolución, p. 150.
42 Diego-Fernández, La Nueva Galicia, p. 103.
43 Brading, “Grupos”, p. 478.
44 Rabell, 2001, Oaxaca, p. 18.
45 “A menudo, los puntos africanos de embarque [de esclavos] servían como apellidos: Isabel Angola, Francisco Bran, Agustín Mandinga y Sebastián Congo son ejemplos de esta práctica”. Carroll, “Perfiles”, p. 59.
46 Agradecemos la gentileza de Claudio Jiménez Vizcarra, quien compartió con el autor valiosa información sobre sus ascendientes decimonónicos.
47 Gabriel Agraz, Jalisco, p. 142.
48 Gabriel Agraz, Jalisco, p. 142.