Declaración de
El Colegio de México1

 

Los días 24 y 25 de febrero de 2010, es decir en fecha muy  reciente, se celebró en  El Colegio de  México un  encuentro internacional de  revistas de historia convocado por  Historia Mexicana con  la participación activa de Red  Columnaria (rcolumn@um.es). Bajo el título “Escribir y leer: lengua, autoridad y plataforma tecnológica en  revistas de  historia”, abordamos los problemas que nos  parecen más relevantes en este momento de nuestra  disciplina y de  nuestro trabajo como  académicos y editores de  revistas: ¿Qué textos tienen autoridad? ¿Qué idiomas tienen más autoridad para transmitir el conocimiento histórico? ¿Cómo recuperar la autoridad de un artículo en una revista de historia? ¿Tiene un artículo en internet la misma autoridad que en papel? Los  análisis y  consideraciones de  historiadores, editores, bibliómetras, lingüistas y gestores científicos de México, Brasil, Estados Unidos y España han dado lugar a las  conclusiones aquí expuestas. Son de  la mayor importancia, pues se refieren tanto a la evolución del  saber histórico como  al papel ejercido por las instituciones públicas.
El diagnóstico es preocupante y por  eso  se impone una reflexión previa.  Reiteremos que la  situación aquí referida no  obedece solamente a la  evolución del   quehacer  histórico, sino   a  imperativos desprendidos de  otras experiencias. Hemos corroborado la  adaptación curricular de los  historiadores a  criterios de  validación y autoridad propios de  otras disciplinas en  detrimento de  sus propios usos científicos. También hay contradicciones entre la valoración académica y el valor  científico de  la producción historiográfica, las  cuales son  asumidas de  manera acrítica por  los organismos públicos o privados de  evaluación. De igual forma, y como  corolario de estas políticas, es también preocupante la marginación del español y del portugués como  lenguas de comunicación científica entre  comunidades nacionales hispano y lusohablantes.
No se trata simplemente de denunciar una política científica deficiente o la hegemonía más o menos ficticia de las revistas anglófonas. Tampoco suponemos que las  historiografías nacionales sean el ámbito adecuado para responder a  las  necesidades de  una ciencia histórica globalizada. Esto último es patente cuando se verifica, como  se ha  hecho en  este Coloquio, que los  niveles de  interacción efectivos entre las  historiografías nacionales son  muy  limitados y generalmente decepcionantes, más allá de la retórica al uso.
Todas estas realidades están interrelacionadas y las  políticas científicas  deberían encaminarse a corregirlas, no  a ahondarlas. No sólo  está en  juego la  reducción a  un  papel subalterno de  las  historiografías del mundo hispánico-portugués y de los foros  e idiomas que las expresan. Lo está asimismo la inexistencia de una verdadera comunidad de estudiosos que, de  hecho, cuenta con  una masa crítica suficiente para ejercer un liderazgo regional fuerte con  proyección planetaria. No podemos negar los  problemas de  nuestras historiografías o definir un  marco ayuno de reconocimiento oficial.  Queremos contribuir a resolver aquéllos y llegar a participar en pie  de igualdad con historiografías ahora hegemónicas.
Los puntos que siguen son  un  diagnóstico de los problemas vigentes. Incluyen, además, las líneas de intervención pública que deberían asumir las  instituciones encargadas del  reconocimiento académico a fin de  estimular, facilitar y articular la comunidad científica a que aspiramos.

 

A. Problemas de visibilidad

1. En un  contexto cada vez  más globalizado, el incremento en  la producción  historiográfica en  lenguas española y portuguesa cuenta con  una visibilidad sumamente reducida. En cambio, la producción en  lengua inglesa se halla provista de  numerosos índices de  evaluación y de  páginas electrónicas, motivo por el cual  la producción en español y portugués queda automáticamente devaluada. Consecuentemente, es imprescindible construir una comunidad en lenguas española y portuguesa.
2. Los cambios historiográficos de las décadas de 1980 y 1990 han contribuido al crecimiento de  la valoración de  la lengua inglesa a expensas de  otras lenguas antes relevantes (francés, alemán y en  cierta forma itliano). Esa  transformación se halla potenciada y acelerada por  la validez de  los  trabajos publicados en  inglés, la visibilidad de  sus ediciones y el potencial de sus instituciones académicas. Pero  sobre todo, ya en el sigloXXI, por la importación de los índices de valoración de revistas elaborados en  el  mundo anglosajón a  ámbitos de  lenguas española y portuguesa. Un  estudio de  la  construcción de  jerarquías en  esos índices o listados muestra la  presencia de  una fuerte autorreferencialidad típica de  toda disciplina académica monolingüe y nacional. Este hecho se traduce en la  sobreestimación del   impacto  efectivo de   los  trabajos  consignados en  dichos indicadores. Es  más, tales índices presentan  una jerarquía pintoresca según la cual  revistas con  impacto meramente anglosajón alcanzan mejores posiciones que publicaciones de  mayor proyección en francés o alemán; denotan igualmente la ausencia de  publicaciones de prestigio reconocido. Los intentos de  corrección nacional o regional (particularmente de  la  Unión  Europea) de  esos listados no  han asumido la construcción de  una comunidad científica hispana y lusohablante. En  el mejor de  los casos, se han preocupado por  incorporar sus publicaciones en nuevos índices que simplemente complementan los ya referidos.
3. La consecuencia es clara y preocupante. La tendencia a la formalización extrema de  la valoración de  los  espacios de  edición coincide de manera simbiótica con  la  aplicación, por  parte de  las  autoridades, de medidas de  producción para la identificación y evaluación de  los  currícula  personales. El resultado es una presión enorme sobre los  académicos para que publiquen en revistas reconocidas arbitrariamente como  de calidad y excelencia. Ya se ha  visto que esto induce la migración de  los buenos trabajos. Supone igualmente una devaluación de los ámbitos tradicionales de expresión rayana en la invisibilidad.
4. Las historiografías en lengua española y portuguesa son  particularmente vulnerables a esta situación. Aun  si somos optimistas, los niveles de  interconexión entre ellas son  bajos. Las  respuestas a  las  presiones evocadas han sido  desordenadas y se fincan sobre bases nacionales. A estas alturas de  la  globalización científica, casi  sobra recordar que las comunidades académicas nacionales precisan reforzar su  integración regional e internacional.
5. Es urgente, por lo tanto, la intervención decidida de las autoridades públicas a fin de  contribuir a transformar esta situación. Se impone, primero, construir criterios de  evaluación objetiva de  las  publicaciones de calidad. Hay  que recordar que los índices utilizados actualmente para el reconocimiento científico (por ejemplo, para los niveles del sni en México o los sexenios en  España) contribuyen a todo lo contrario: se hallan fundados en  esquemas nacionales, europeos (erih)  o anglosajones.  Como tales, dan lugar a ámbitos de  publicación muy  cerrados. Por lo tanto, los autores se ven  impelidos a  no  publicar en  revistas de  otros países del ámbito iberoamericano, dada la falta de  evaluación positiva de  sus trabajos. La consecuencia es evidente: se refuerza el carácter marginal de comunidades académicas que sólo  entran en  contacto entre sí mediante la lectura de revistas anglosajonas. La corrección de esta tendencia parece  sencilla: establecer un  índice de  valoración común, extremadamente riguroso en  su  evaluación, que incluya revistas de  los países iberoamericanos en  los repertorios de  cada ámbito académico. De esta forma resultaría académicamente redituable, para autores de  diversa procedencia nacional en  el mundo iberoamericano, tener presencia editorial en  estas otras revistas. Incrementar en  ellas la concurrencia y el valor  científico contribuiría a  la  formación de  una verdadera  comunidad científica. La existencia de plataformas de revistas puestas ya en internet, así como  de mapas del  conocimiento, parece demostrar que es ésta la vía  de  trabajo adecuada.

 

B. Necesidad de definir  un marco  pertinente
para valorar  y evaluar los  trabajos de historia

6. El deseo de  formalizar las  evaluaciones en  humanidades ha  llevado a importar los modelos de  análisis característicos del  impacto de  las  ciencias  naturales y “duras”, ámbito éste caracterizado, además, por  la hegemonía científica anglosajona. Así,  los medios nacionales y regionales, incluso las  universidades, experimentan la  presión derivada de  utilizar esos mecanismos de  evaluación propios de  los índices anglosajones con las  consecuencias nefastas ya evocadas. La falsa apariencia de  una mayor  cientificidad por  parte de  aquellas disciplinas potencia tales índices o listados, así  como  las  revistas anglosajonas de  manera autónoma a su propia acción. Sorprende que, paradójicamente, la devaluación de los medios  de  comunicación científica en  portugués y español proceda más de los propios ámbitos nacionales (por ejemplo de las entidades públicas de evaluación) que de las exigencias del mercado historiográfico.
7. Para corregir esta situación, en  vista de  que en  historia no hay  criterios de  evaluación propios de  la disciplina, la comunidad a la que aspiramos ha  de  poder distribuir y promover los  materiales a través de  la creación de  sus propios índices. Otra de  sus tareas prioritarias tiene que consistir en  elaborar unos mismos criterios no  derivados de  otras áreas del  conocimiento (ciencias naturales y físico-matemáticas) como  los que hasta ahora prevalecen en las instancias oficiales evaluadoras.
8. No olvidemos que la historia es una disciplina que ha  forjado sus reglas en  los últimos dos  milenios y medio. Consecuentemente, antes de importar nuevas formas de valoración y de declarar obsoletos los criterios propios es necesario discernir los  elementos que deben conservarse de aquellos que es preciso renovar ante la internacionalización de  la investigación. También recordemos que las  explicaciones en  historia tienen una vigencia mucho mayor que en  otros campos del  saber. Un caso evidente es que se han soslayado los libros y las  reseñas y privilegiado los artículos de  revistas, siendo aquéllos tipos textuales esenciales para la producción y la transmisión del conocimiento histórico.
9. Debemos exigir que los criterios de  evaluación y los índices en  historia sean construidos con fundamento en la crítica de los procedimientos vigentes; en  la  calidad y no  en  el  número de  citas. La  formulación de nuestros reclamos debe desde luego asumir los rasgos más sobresalientes de la disciplina: los hechos singulares, la dispersión de la producción, su  diversidad regional y lingüística, así  como  la mayor vigencia de  sus contenidos.
10. Concluyamos. Corresponde a las  entidades públicas escuchar iniciativas como  ésta y asumirlas, dada la necesidad de estimular la producción  historiográfica en  el ámbito de  las  lenguas española y portuguesa. A ese efecto sería adecuado integrar un  comité internacional de  ciencias históricas y literarias que establezca criterios rigurosos de evaluación válidos  en  todos los países (al menos los del  mundo iberoamericano) y fincados en  las  tradiciones científicas propias. Dicho  comité debe estimular acciones concretas, como  el  establecimiento de  redes de  historiadores, una mayor presencia en  internet y la  justipreciación de  los  materiales publicados en  el  ámbito iberoamericano. Se  ha  de  estimular, en  fin,  la publicación de  artículos cuya temática no  se limite al  ámbito nacional inmediato en  aquellas revistas de  países iberoamericanos que aspiren a la consideración por parte de revistas de impacto internacional.

Se adhieren a esta Declaración:

 

Notas

1 Historia Mexicana, lx: 1, (2010), pp. I-IX.