La guerrilla olvidada. La historia de una página manchada con sangre de estudiantes de la Universidad de Guadalajara
Verónica Oikión Solano
El Colegio de Michoacán
voikions@gmail.com
Reseña del libro de
Héctor Guillermo Robles Garnica, La guerrilla olvidada. La historia de una página manchada con sangre de estudiantes de la Universidad de Guadalajara, Guadalajara, Taller Editorial La Casa del Mago (colección Asalto al Cielo), 2013, 341 p., ils.
Héctor Guillermo Robles Garnica escribió su obra en 1993, en la ciudad de Elche, en Alicante, España, su lugar de residencia desde hace tiempo. El libro consta de siete partes que abordan cronológicamente su vida y sus experiencias personales y políticas. Su testimonio está escrito en un total de 341 páginas, y al final de ellas el autor incluyó dos listados, uno de militantes fallecidos y el otro con los nombres de los desaparecidos de Jalisco. También se agradece al autor haber incluido la bibliografía consultada. Esta edición es ya la tercera; la primera y la segunda tuvieron carácter marginal y se agotaron rápidamente.
La nueva edición ha sido corregida y aumentada, y cuenta con imágenes de los archivos personales del ingeniero Robles Garnica y de su hermana Yolanda, así como de la colección personal del licenciado Andrés Zuno Arce. También se aprovecharon aquellas imágenes y documentos referidos al autor y resguardados en la Galería 1 del Fondo de la Secretaría de Gobernación en su Sección Dirección Federal de Seguridad del Archivo General de la Nación. Tanto la bibliografía consultada como las fuentes documentales y hemerográficas citadas dan un soporte de veracidad a la obra y a la vez expresan el hondo sentido de historicidad con el que cuenta el autor. Además, aflora su sensibilidad y su cariño filial al introducir una “meditación” (p. 23) y un poema de su hermana Yolanda denominado “Palomas del 70” (p. 231).
La guerrilla olvidada desvela una historia-testimonio valiente que emerge con fuerza desde el principio de la lectura de la obra. Me atrevo a calificarlo de testimonio “subversivo” en el sentido más profundo del término, porque nos insurrecciona y nos perturba la memoria agitándola para redescubrir historias alternativas y al margen de la historia oficial.
Al comienzo del libro, el ingeniero Robles Garnica expresa vivamente el objetivo de su narración:
Ahora, después de cuatro décadas, dadas las condiciones precarias de salud y avanzada edad, tenemos la obligación de escribir, relatar aquellos acontecimientos y difundirlos para que las nuevas generaciones conozcan estas historias, las lean, las discutan y las asimilen. Para que no se repitan los errores (p. 17).
Y añade:
Emprendí la tarea con espíritu autocrítico, buscando señalar los aciertos y detectar los errores cometidos, pero sobre todo demostrar que el gobierno mexicano incurrió en actos de barbarie y que en México la democracia es letra muerta (p. 18).
Con su avanzada edad a cuestas y con su síndrome de Morquio y artrosis reumatoide, padecimiento congénito, el autor no se ha arredrado ante las numerosas adversidades experimentadas, y con su obra nos refrenda su voluntad y su empeño por no olvidar, por disparar los dardos de la memoria contra el olvido.
La guerrilla olvidada es una historia viva y gráfica a la vez porque sus dolorosas e intensas imágenes las vamos recreando al paso de la lectura. La escritura de Robles Garnica es precisa y contundente para contar con elocuencia un testimonio íntimo muy personal, pero enlazado y construido a partir de las luchas sociales y estudiantiles en el ámbito tapatío nacional. El entramado más profundo de estos procesos históricos es multifactorial y se asentó en un contexto internacional acicateado por los embates de la guerra fría y la puesta en marcha de experiencias guerrilleras –bajo la influencia del triunfo de la revolución cubana– en distintos países latinoamericanos sometidos a gobiernos autócratas y dictatoriales, así como por un clima interno asfixiante para la izquierda y de grandes contrastes impuestos por una oligarquía política y financiera en un régimen autoritario de partido único en donde la democracia no tuvo cabida.
La guerrilla olvidada comienza rememorando el nacimiento y la primera infancia de Robles Garnica en tierras michoacanas, en la población de La Piedad, y después el traslado de la familia a Guadalajara y la reanudación de sus estudios hasta su inscripción en la Escuela Preparatoria de Jalisco, y a su término el ingreso a la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara, donde finalizó la carrera de ingeniería química en 1963. En medio de su niñez y adolescencia narra la tragedia que envolvió a su familia con la muerte de su padre y la gravedad del padecimiento de su madre.
Con algunos de sus hermanos –Ricardo, Roberto y Yolanda–, Robles Garnica coincidió en el activismo estudiantil y, posteriormente, en la militancia en la Juventud Comunista. Nos dice el autor:
opté por la Juventud Comunista de México (jcm) para luchar desde ahí, junto con otros compañeros, contra la injusticia, la represión, la corrupción y la falta de libertad política que asfixiaban al país. Así fue como de espectador pasivo pasé a ser un activista militante (p. 68), a través de sus experiencias en el Movimiento de Liberación Nacional (mln) y en el Frente Electoral del Pueblo (fep). Las referencias a 1968 no podían faltar en su narración como el año clave de las rebeliones estudiantiles en diversas partes del mundo. El México de 1968 fue para muchos jóvenes la catapulta para radicalizar sus posturas hacia la vía armada, y con el paroxismo de la represión del 2 de octubre exclamaron sin aliento: “¡No queremos olimpiadas! ¡Queremos revolución!”
Para 1970, aclara Robles Garnica, “mis actividades seguían siendo mixtas, mitad profesionales y mitad subversivas”, compaginando su trabajo como ingeniero químico en distintos ingenios azucareros con su militancia comunista. Desde 1969 ya el aparato de control del Estado, a través de la infiltración, la delación y el espionaje, detectó sus movimientos y los de sus compañeros. Al mismo tiempo, otro elemento importante en las siguientes decisiones tomadas por Robles Garnica y varios de sus camaradas comunistas fue la división en el interior del Comité del Partido Comunista en Jalisco por las discrepancias con la línea reformista seguida por el Comité Central del pcm.
El movimiento guerrillero desencadenado en Guadalajara tuvo su origen en la radicalización política del estudiantado universitario agrupado en el Frente Estudiantil Revolucionario (fer), integrado en 1970 con contingentes de los barrios populares de la ciudad y con jóvenes de la Juventud Comunista y de la Liga Comunista Espartaco (lce), principalmente. En su afán por abrir espacios democráticos dentro de la Universidad de Guadalajara, el fer se opuso hasta con las armas en la mano a la Federación de Estudiantes de Guadalajara (feg), organización gangsteril que representaba el control del gobierno priista dentro de la Universidad entre los años cincuenta y principios de los setenta.1
La radicalidad de fer abrió tres cauces2 por los cuales transitó el entusiasmo juvenil con el ánimo de integrarse a la acción guerrillera en Guadalajara. Un primer grupo, el más numeroso, se aglutinó en torno a la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S). El segundo agrupamiento constituyó la Unión del Pueblo (up). La tercera organización fueron las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (frap). En su narración, Robles Garnica rememora:
Sucedió entonces lo que tanto quisimos evitar, estar desarmados en el momento de los golpes. Nuestro proyecto era otro, estar listos para poder dar la cara, pero las circunstancias de ese momento no nos dejaron otra salida; fue necesario entrar en absoluta clandestinidad y hacer un trabajo oculto, pero ya era difícil puesto que nos conocieron decenas de estudiantes quienes no comprendían ni aceptaban las recomendaciones que les sugeríamos, porque tampoco había suficiente confianza de ellos hacia nosotros y viceversa. Se organizó una brigada que se encargaría de conseguir los recursos mínimos indispensables. Se hicieron unas expropiaciones a bancos y empresas, con lo que nos echamos la soga al cuello, se cometieron muchos errores, se dejaron muchas pistas. Nos precipitamos y subestimamos la capacidad y agresividad de la policía lo que nos condujo a ser detenidos y, en consecuencia, al fracaso (pp. 140-141).
En esa vorágine, el autor asienta en su testimonio: “del grupo inicial, quedamos Ricardo, Alfredo y Carlos Campaña, y yo. Nuestro grupo dio origen posteriormente a las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo, las frap” (p. 145).
Robles Garnica fue torturado y hecho prisionero en condiciones totalmente ilegales junto con Eunice Michel, Alfredo y Carlos Campaña y Salvador Rivera Delgadillo (desaparecido hasta la fecha). Eunice y Salvador no tenían más “delito” que militar en el fer, ser ajenos a los hechos y tener amistad con Alfredo Campaña.
La prisión se convirtió en otra tortura más intensa con la idea de suprimir su conciencia social y su espíritu rebelde. Sufrieron cárcel en situación degradante, con mil humillaciones y agravios, por un largo periodo sin proceso judicial alguno.
Con el secuestro del cónsul estadounidense en Guadalajara, las frap obtuvieron en mayo de 1973 la liberación de 30 presos políticos de distintas organizaciones armadas que viajaron a Cuba; entre ellos se encontraba el ingeniero Robles Garnica. La metáfora utilizada por el autor resume mucho de lo que fue su estancia en Cuba: “Presos en la Isla de la Libertad”. La ingenuidad y la esperanza de los guerrilleros se vieron totalmente frustradas ante la institucionalidad del gobierno cubano y su interés por mantener sus relaciones con México, así como el resguardo de su revolución frente a la geopolítica de la época.
Luego de innumerables vicisitudes, Robles Garnica logró finalmente la autorización cubana para salir a Europa, y consiguió la entrada a Francia. Viajó solo y llegó a un país del cual desconocía todo. Poco a poco se adaptó, fue encontrando su propio espacio en el albergue de la Asociación de Estudiantes Protestantes de París y se unió a un grupo afín a la Teología de la Liberación liderado por Paul Blanquart, cuyas tareas privilegiaban la edición de la revista America Press con el propósito de difundir análisis políticos sobre Latinoamérica. Además, tuvo la oportunidad de conocer Italia y Alemania, donde hizo amistades perdurables y se reencontró con antiguos compañeros de militancia armada. En febrero de 1978, su madre y su hermana Belia, contra todo pronóstico, lograron viajar y reencontrarse con Robles Garnica después de muchos años de sufrir mutuamente sus ausencias.
Su hermano Roberto fue quien empujó la decisión de Robles Garnica y lo apoyó para solicitar el beneficio de la Ley de Amnistía. Evoca aquellos momentos:
Mi nombre ya había aparecido en la lista de la prensa. Mi cabeza se llenó de interrogantes: ¿Dónde están mis compañeros? ¿Quiénes ya no están? ¿Cómo están? […]. Me puse nervioso, pero decidí regresar lo antes posible, ya no tenía objeto seguir viajando sin rumbo; pero en México seguían matando y deteniendo compañeros, en realidad ya no conocía ni entendía los sucesos, el aislamiento fue muy prolongado y la desinformación muy fuerte […]. Nuestros hogares fueron destrozados, los parientes dispersados, fueron muchas vidas fragmentadas, demasiados proyectos truncados […]. Terminaba el mes de octubre de 1978, habían pasado cinco años y medio fuera de México, se dice pronto pero pesan mucho (pp. 330-331).
Finalmente, en su epílogo, reitera: “Por mi parte, continuaré gritando hasta llevar a los responsables ante la justicia”. En esta línea de reflexión, exmilitantes de organizaciones armadas que sobrevivieron al horror represivo hurgan en el pasado y encuentran en la memoria recuerdos dolorosos y heridas que no terminan de sanar, porque para aquellos que sufrieron represalias y tortura resulta una verdadera encrucijada y un parteaguas en su propia vida.
En su conjunto, la narrativa de La guerrilla olvidada es una mirada reflexiva sobre un México en vilo, oscuro e injusto, lleno de la barbarie de las formas represivas del Estado autoritario contra la disidencia política y armada, sobre todo aquella marcada por la intensidad y la dureza de los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo xx. Desde la perspectiva de la recuperación de la memoria histórica, la obra de Robles Garnica es un muy buen ejemplo de la necesidad de rescatar testimonios que identifiquen las complicadas piezas de la trama y la urdimbre de las acciones de represión configuradas como una política continuada y estructural como razón de Estado para la eliminación de los oponentes políticos de la izquierda radical. La divulgación y la comprensión de la obra de Robles Garnica y de otros testimonios de exmilitantes del movimiento armado socialista deben hacerse a partir de un eje de reflexión cuya premisa enfoque la historia oficial como la artífice que constriñó durante décadas a la izquierda revolucionaria en una historia diluida, desplazada y anulada, que sólo recientemente “empieza a revelarse para decirnos lo que somos, lo que a través de nuestras luchas hemos querido ser, y deseamos aún llegar a ser”,3 y como parte del historial de nuestra propia identidad política.
1 Numerosas fuentes ya conocidas, además de la obra de Robles Garnica y el testimonio de Francisco Juventino Campaña López, dirigente de las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (frap), explican con detalle la historia de radicalización política y armada en Guadalajara a partir del enfrentamiento sostenido por el fer contra la feg. Véase “Condiciones de reclusión. Testimonio Revolucionario”, suscrito por Francisco Juventino Campaña López, Preso Político en el Centro de Readaptación Social del Estado de Jalisco, Guadalajara, Jalisco, México, noviembre 7 de 1979, 58 p., en Mandeville Special Collections Library, University of California, San Diego, Armed Revolutionary Organizations of Mexico, Documents and Publications, MSS 0523, series 13, reel 3, folder 12.
2 Antonio Orozco Michel, La fuga de Oblatos. Una historia de la LC-23S, Guadalajara, Taller Editorial La Casa del Mago, 2007, pp. 53-54; el autor asegura que “había un tronco común del cual veníamos los tres grupos guerrilleros, que era el movimiento estudiantil de la Universidad de Guadalajara y en particular el fer; por lo mismo, algunos ya nos conocíamos y aunque teníamos diferencias políticas e ideológicas, en general había una relación cordial y de respeto entre nosotros, cuando menos en una primera etapa”.
3Prefacio de Carlos Montemayor al libro de Fernando Pineda Ochoa, En las profundidades del mar (el oro no llegó de Moscú), México, Plaza y Valdés, 2003, p. 16.