Federico Solórzano Barreto (1922-2015), in memoriam
Angélica Peregrina
El Colegio de Jalisco
angelica.peregrina@coljal.edu.mx
La revista Letras Históricas lamenta profundamente el fallecimiento de don Federico Adolfo Solórzano Barreto, acaecido el pasado 23 de mayo, a los 92 años de edad. Es, sin duda, una sensible pérdida para la comunidad científica de Jalisco.
Fue durante 55 años catedrático de la Universidad de Guadalajara, institución en la que se tituló como químico farmacobiólogo y la cual lo reconoció como maestro emérito y posteriormente con el doctorado honoris causa. El ingeniero Solórzano, como gustaba que le llamaran, fue un investigador incansable que se especializó en prehistoria y paleontología, y llegó a ser uno de los científicos más importantes de esta última especialidad, con reconocimiento en México y en el extranjero.
En 1973, cuando se planeaba la reanimación del Museo Regional de Guadalajara –antes Museo del Estado–, el Instituto Nacional de Antropología e Historia le pidió que se integrara como curador de paleontología. Tuvo una destacada participación en esta tarea y luego seguiría con esa encomienda desde 1976 –cuando se reabrió el Museo– hasta 1979. Después sería su director, de 1980 a 1986. Siguió trabajando en esa institución hasta 2010, año en que se jubiló con la máxima categoría.
Dedicó su vida a la investigación en su especialidad, vocación que le llevó a ser un gran coleccionista; muchos de los materiales que reunió fueron los acervos sustanciales tanto del Museo Regional como del de Paleontología de Guadalajara, que lleva su nombre.
En el inah llevó a cabo el análisis de gran cantidad de materiales; gracias a él se reunió en el Museo Regional de Guadalajara la colección de huesos fósiles con trabajo humano más amplia que se conoce. Es un conjunto de anzuelos, agujas, cinceles y otros instrumentos óseos que datan de miles de años.
En la docencia fue uno de los pilares de la licenciatura en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras desde 1972. Como pocos, encarnó el significado de la vocación, pues fue un excelente profesor que poseía una gran erudición y se caracterizaba por su sencillez, que logró transmitir a sus discípulos su amor por la paleontología y la historia; que los animaba, como un auténtico naturalista, a que observaran y encontraran por sí mismos las respuestas. Además, compartió con sus estudiantes las colecciones reunidas y también los llevaba a recorridos de campo y les alentaba la curiosidad, como base –decía– de los grandes descubrimientos que habían hecho avanzar el conocimiento científico.
El ingeniero Solórzano consideraba de suma importancia que los estudiosos compartieran sus hallazgos. Fue fundador de la Sociedad de Geología de Jalisco y miembro de la Sociedad de Ciencias Naturales, así como de la Sociedad de Geografía y Estadística de Jalisco, entre otras agrupaciones científicas.
A lo largo de su carrera docente de más de medio siglo fue distinguido por la Universidad de Guadalajara con las medallas José María Vigil, Fray Antonio Alcalde y J. Guadalupe Zuno, nombrado maestro emérito y doctor honoris causa.
En 1990 se le concedió el Premio Jalisco en Ciencias, en el año 2000 el conacyt le otorgó la presea Atenea al mérito científico en Jalisco. El inah impuso su nombre a la sala de Paleontología del Museo Regional de Guadalajara y, como ya se mencionó, el Museo de Paleontología de Guadalajara lleva su nombre.
Despedimos a un científico jalisciense que nos deja un gran legado.