Conformación de áreas verdes y espacios abiertos en la transformación urbana de Monterrey
del siglo xvii a inicios del siglo xxi
Conformation of open and green spaces on the urban transformation of Monterrey from xvii century through the beginning of xxi century
Amanda Melissa Casillas Zapata1
melissa.casillas@gmail.com
María Teresa Ledezma Elizondo
maria.ledezmae@uanl.mx
Carlos Estuardo Aparicio Moreno
caparicio55@yahoo.com
Resumen
El presente trabajo aborda los principales espacios abiertos y áreas verdes que se han desarrollado desde la fundación de la ciudad mexicana de Monterrey. A lo largo de su transformación urbana, una decena de plazas y áreas verdes fueron reducidas o sustituidas para albergar otro tipo de equipamiento. En la segunda mitad del siglo xx, el proceso de expansión urbana resultó en la falta de áreas verdes en relación con la densidad de población. Como consecuencia, a partir de 1980 se construyeron diversos parques urbanos. Sin embargo, treinta años después continúan siendo insuficientes los espacios verdes en la ciudad.
Palabras clave: espacios abiertos, áreas verdes, ciudad de Monterrey, crecimiento urbano.
Abstract
This paper presents the principal public open spaces and green places that have been developed since the foundation of the Mexican city of Monterrey. Throughout Monterrey´s urban transformation a dozen of public squares and green spaces were reduced or replaced to build other type of urban facilities. In the second half of the 20th century, the urban expansion results in the lack of green spaces in relation to population density. Consequently, on the 1980s several urban parks were built in the city. However, after 30 years, green spaces still being insufficient in this city.
Key words: public open spaces, green spaces, Monterrey city, urban growth.
Introducción
El crecimiento en la concentración de población que se ha producido en las ciudades y su periferia ha incrementado el deterioro del medio ambiente consumiendo una gran cantidad de superficie vegetal. De igual forma, el desarrollo urbano sin planificar ha generado la acumulación de residuos, el incremento en la demanda energética, la infraestructura y los problemas de movilidad que producen efectos negativos sobre el medio ambiente (Burgui, 2008, p. 299).
Por una parte, los beneficios medioambientales de las áreas verdes dentro de la configuración urbana residen en que la vegetación funciona como un filtro biológico de agentes contaminantes y partículas suspendidas en el aire; además, ayuda en la regulación de la temperatura y la humedad ambiental, con lo que mejora la calidad del ambiente urbano (Alanís, 2005, pp. 22-24). Aunada a lo anterior, la existencia de áreas verdes en la ciudad permite cubrir las necesidades de convivencia, agrupación y socialización de sus habitantes, en un orden tanto de identidad cultural como natural. Por otro lado, estos espacios desempeñan un papel fundamental en la percepción paisajística urbana satisfaciendo la necesidad psicológica de los habitantes de estar en contacto con la naturaleza (Gómez, 2005, pp. 420-421).
Los espacios abiertos y áreas verdes consisten en plazas, parques y jardines públicos que son considerados principalmente como lugares que sirven para actividades recreativas. Desde los primeros asentamientos, las calles y plazas han sido los elementos básicos en torno a los cuales se estructuraron las ciudades (Gehl, 2013, p. 101). Asimismo, los nuevos planteamientos de urbanismo que surgen de la necesidad de crear ciudades más sustentables enfatizan el uso del arbolado en calles y plazas por los mencionados beneficios sociales y ambientales, así como por su valor estético (Calaza e Iglesias, 2016, p. 19).
El objetivo principal de esta investigación consiste en analizar el proceso de surgimiento, transformación, remplazo o preservación de los espacios abierto y áreas verdes en relación con los hechos históricos que acontecieron durante el crecimiento de la ciudad de Monterrey. A partir de este análisis se busca entender la forma en que los espacios abiertos y áreas verdes fueron considerados durante el proceso de urbanización, así como reflexionar sobre la importancia de dichos espacios.
La ciudad de Monterrey es la capital del estado de Nuevo León, al noreste de México (ver ilustración 1). Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (inegi, 2015), el municipio de Monterrey tiene una población de 1 109 171 habitantes y en su conjunto el Área Metropolitana de Monterrey2 suma 4 245 510 habitantes.
Ilustración 1
Ubicación del municipio de Monterrey y su área metropolitana
Fuente: Elaboración propia.
Para el presente trabajo se realizó un compendio de información del desarrollo histórico de los principales espacios abiertos y áreas verdes de la ciudad de Monterrey. Se indagó sobre el surgimiento de estos espacios públicos desde sus primeros trazos, durante la transformación urbana de Monterrey, hasta las propuestas de espacios verdes que se han desarrollado en la actual área metropolitana.
El contenido de este trabajo se divide en cuatro apartados. El primero trata sobre la conformación de los primeros espacios públicos, áreas ajardinadas y plazoletas, que surgieron durante el desarrollo de la ciudad de Monterrey entre los siglos xvii y xix. En este apartado se explica la forma en que esos sitios se ordenaban dentro del trazado urbano y la evolución que tuvieron a lo largo de la transformación de la capital del estado de Nuevo León. La segunda parte expone cuáles fueron los espacios abiertos y áreas verdes que no coexistieron con la expansión urbana de la ciudad a finales del siglo xix y principios del siglo xx por haber sido remplazados o reducidos en superficie para albergar edificios o ampliar vialidades. La tercera parte aborda los esfuerzos que se han realizado para tratar de incrementar el número de áreas verdes en la ciudad con la construcción de amplios parques y plazas. Posteriormente, la cuarta parte presenta el proceso de transformación de los espacios abiertos en el centro de la ciudad de Monterrey del siglo xix hasta principios del siglo xxi, y finalmente se presentan las conclusiones obtenidas a partir del análisis de la información presentada.
La conformación de los espacios abiertos y áreas verdes
de la ciudad de Monterrey desde el siglo xvii al siglo xix
En la fundación de la ciudad de Monterrey en 1596,3 Diego de Montemayor ubicó el trazo de la plaza principal al norte de los ojos de agua de Santa Lucía.4 Alrededor de dicha plaza debían disponerse las Casas Reales al poniente y la iglesia parroquial al oriente, según costumbre en las poblaciones españolas, aunque probablemente no fueron erigidas debido a las condiciones de pobreza en aquel entonces (Mendirichaga, 1985, p. 48; Martínez, 2008a, p. 219). La Plaza Mayor, también llamada Plaza de Armas, debía funcionar como el elemento central alrededor del cual se organizaban las edificaciones, y eran las de mayor importancia las que se ubicarían próximas a ella, según lo señalaban las Ordenanzas de Felipe II (Martínez, 2008a, p. 218).
Años después, en 1612, ocurrió una inundación provocada por fuertes lluvias que arrasaron con gran parte de las construcciones existentes, por lo que la plaza fue reubicada a un nivel más alto respecto de la anterior, localizándola al sur de los ojos de agua, donde se encuentra actualmente (Cavazos, 1994, p. 118). La Plaza Mayor continuó siendo el núcleo central a partir del cual se irían orientando y organizando el resto de los elementos que conformarían la traza urbana. Ese espacio público, posteriormente conocido como plaza Zaragoza, simbolizó el principal lugar de encuentro para los pobladores, la disposición de las construcciones a su alrededor le confería cierta seguridad y su configuración se fue definiendo conforme quedaba circunscrita por las calles que la rodeaban (Martínez, 2008a, pp. 219-243).
A comienzos del siglo xix, después de casi dos siglos de su fundación, Monterrey no presentaba un crecimiento significativo, contaba con escasamente doce cuadras en su extensión oriente-poniente, desde el río Santa Catarina hasta donde se localiza el templo de la Purísima, y con unas cinco o seis cuadras de norte a sur, que abarcaba el riachuelo de Santa Lucía hasta el mismo río (ver ilustración 2) (Vizcaya, 1998, p. 1).
Dentro de esa extensión, la ciudad contaba con otras plazas además de la principal, como la plazuela del Mercado, actual plaza Hidalgo, casi contigua a la plaza Zaragoza ubicada al poniente de ésta, en la parte posterior del antiguo palacio municipal, que en ese entonces servía de mercado (Martínez, 2008a, p. 256; Roel, 1984, p. 120). Destaca además la plazuela del Mesón, también conocida como plaza Degollado, actual plaza Morelos, que se encuentra donde ahora confluyen la calle Morelos, uno de los corredores comerciales más importantes de la ciudad, y la calle Hidalgo (Vizcaya, 1998, p. 2; Flores Salazar, 2009, p. 132).
Por muchos años, la plaza Zaragoza continuó representando el centro de la vida urbana de la ciudad de Monterrey; en este lugar acontecían los actos más importantes de la época y actividades que permitían la socialización entre los visitantes. En este sitio se realizaba la feria anual, uno de los sucesos más esperados durante gran parte de los siglos xix y xx, además ahí se efectuaban actos públicos y las fiestas cívicas de la región; destaca como el lugar elegido por los pobladores para sus paseos (Flores, 2009, p. 152). Sobre esta plaza se halla la catedral, en el oriente, y el antiguo palacio municipal al poniente.
Durante las primeras décadas del siglo xix Monterrey contaba todavía con una población muy humilde, la ciudad presentaba malas condiciones en sus calles y espacios públicos. Entre las plazas que tenía en aquella época cabe mencionar la de la Carne o Colón, sobre la calle Leona Vicario, Morelos, Juárez y Padre Mier. También destaca la plaza de la Llave, frente al templo de la Purísima, sobre la calle Hidalgo. Además, la plaza de la Virgen del Roble, actual plaza Zuazua, en la esquina de la calle 15 de Mayo y Vicente Guerrero, así como la plaza del Colegio Civil, frente a éste, y la plaza de las Capuchinas, que después se conoció como plaza Juárez, en la calle Benito Juárez (ver Ilustración 2) (Roel, 1984, p. 120). En ese periodo se utilizaba la vegetación como un elemento ornamental en calles y caminos que daban acceso a la población, con el objetivo de “hermosearlas” con gran variedad de árboles para mejorar el aspecto de la ciudad (Vizcaya, 1998, p. 30).
Para mediados del siglo xix la falta de espacios recreativos en la ciudad se hacía evidente (Flores, 2009, p. 156), por lo que durante el gobierno de Santiago Vidaurri se buscó reformar la ciudad desde el punto de vista urbano; las propuestas incluían la creación de nuevos espacios públicos y mejoras en las plazas existentes. En 1859, al norte de la plaza Zaragoza se trazó la plaza de la Concordia, que después se nombró 5 de Mayo, ambas plazas estaban alineadas y eran delimitadas en sus costados por las calles Zuazua y Zaragoza (Martínez, 2008a, p. 258).
Asimismo, se mandó sembrar árboles y colocar glorietas de cantera en la plazuela de la Llave, antigua plaza de los Arrieros, conocida actualmente como plaza de la Purísima por ubicarse frente al templo del mismo nombre (Roel, 1984, p. 185). Por esa época también surgió la plaza de Bolívar, de forma triangular, que se encontraba donde actualmente convergen las calles de Padre Mier y Cuauhtémoc, al poniente de la plaza Zaragoza (Vizcaya, 1998, p. 97).
Las plazas públicas comenzaron a funcionar como polos de atracción para la población, las zonas habitacionales junto al comercio convertían a estos espacios en lugares de encuentro y paseo, tal y como sucedió en la mencionada plazuela del Mercado, también conocida como plaza del Comercio, que trasladó sus funciones comerciales a la plaza de la Carne, convirtiéndose en plaza Hidalgo una vez concluido el edificio del palacio municipal. De igual forma, en 1853 la plaza de las Capuchinas cambió su nombre a plaza de Iturbide, e igualmente comenzó a poblarse el área a su alrededor (Martínez, 2008a, p. 256).
Posteriormente, en 1861, bajo el gobierno de Santiago Vidaurri, se construye la alameda Mariano Escobedo, que en sus inicios se le conoció como Alameda Nueva para posteriormente nombrarla, durante el periodo de 1886 a 1912, alameda Porfirio Díaz (Roel, 1984, p. 185), ubicada sobre la calle Washington al norte del riachuelo de Santa Lucía (Vizcaya, 1998, p. 82). Por los años siguientes la alameda se convirtió en uno de los lugares más populares para los paseos de la población (Montemayor, 1971, pp. 332-372).
Originalmente la alameda contaba con el doble de su superficie, ya que se extendía hasta la calle Espinoza (Vizcaya, 1998, p. 97) y tenía una dimensión de dieciséis manzanas con trescientos ochenta metros de lado; para su trazado se tomó como referencia la Alameda de la ciudad de México (Roel, 1984, p. 185). De igual forma, durante ese periodo, se incrementó considerablemente la cantidad de arbolado en la alameda. Según Isidro Vizcaya (2006), en la alameda hubo temporadas en que se sembraban varias especies como álamos, fresnos, sabinos y sauces, solamente durante el invierno de 1880 a 1881 se plantaron 486 árboles, sin embargo, algunas administraciones posteriores despojaron la plaza de gran cantidad de árboles.
Años más tarde, en 1886, con el gobierno del general Bernardo Reyes, la superficie de la alameda fue reducida a la mitad, aun cuando existió oposición por parte de la Junta de Mejoras de aquella época; se edificó una penitenciaría en una parte y el resto fue vendido a particulares (Roel, 1984, p. 185; Martínez, 2008a, p. 270). En la ilustración 2 se muestra un mapa de la ciudad de Monterrey que corresponde al año de 1865 indicando los espacios abiertos que existían dentro de la traza urbana.
Entre 1895 y 1900 el crecimiento de la ciudad de Monterrey fue muy notorio; continuó expandiéndose rápidamente, rebasando los límites de la zona industrial, fundamentalmente hacia el norte, y contaba para el año 1900 con una extensión de 46 calles al poniente y 69 de norte a sur (Martínez, 2008a, p. 282; Vizcaya, 1998, pp. 141-142).
Ilustración 2
Plano de la ciudad de Monterrey del año 1865, indicando las plazas existentes
Fuente: Plano de Isidoro Epstein (1865) con anotaciones propias.
En 1890 se trazaron importantes vialidades en la ciudad, que, de acuerdo a la visión de la época porfirista, debían contar con iluminación y adornarse con árboles por lo que se usó ampliamente el arbolado y se hicieron áreas verdes para integrarlas en las nuevas avenidas, se plantaron árboles en los costados de Unión y Progreso, conocidas actualmente como Madero y Pino Suárez. Entre ellas la más importante fue la calzada Unión, actualmente Madero, que era una amplia vía de comunicación que se dividió al centro con un gran camellón con jardines que en la actualidad sustituye una angosta jardinera con palmeras (Martínez, 2008a, p. 268; Vizcaya, 1998, p. 141). Posteriormente se trazó la calle Bernardo Reyes y de igual forma se colocaron árboles a las orillas de la vialidad. A finales del siglo xix se hizo mucho énfasis en la forestación urbana, como hace notar el hecho de que tan solo durante el año de 1901 se sembraron más de ocho mil árboles de distintas especies (Vizcaya, 1998, pp. 100-101; Ortega, 2007, p. 14).
Es posible distinguir que para finales del siglo xix y principios del siglo xx las propuestas de espacios abiertos que permitían el esparcimiento y la recreación de la población fueron incrementándose, por lo que las plazas existentes continuaron adaptándose a las dinámicas sociales de la época. Puede observarse que los primeros espacios abiertos que surgieron dentro de la trama urbana consistieron en plazas y plazoletas de carácter público que funcionaron como lugares de interacción social, como es el caso de la Plaza Mayor, que surgió como un elemento básico para la ordenación de los primeros trazos de la ciudad y para ser escenario de actos cívicos, sociales, políticos y recreativos.
Por otro lado, aunque los mercadillos y vendedores siempre estuvieron presentes en las plazas, surgieron espacios con fines específicamente comerciales, como en las plazas del Comercio y Colón. Asimismo, también destacó uno de los más grandes espacios públicos de la época, la alameda, que se utilizó como lugar de encuentro para los habitantes. Finalmente, la integración de vegetación fue utilizada abundantemente con la intención de mejorar la imagen de la ciudad y embellecer sus espacios públicos.
Espacios abiertos y áreas verdes consumidos
durante la transformación urbana de Monterrey
de finales del siglo xix y principios del siglo xx
Antes de empezar la expansión industrial de Monterrey a finales del siglo xix, el área urbana comenzó a incrementarse notoriamente. La ciudad contaba de oriente a poniente con cuarenta y seis calles, y de norte a sur con sesenta y nueve (Vizcaya, 1998, p. 100). Dicho crecimiento fue consumiendo una cantidad significativa de superficie, incluidas las áreas verdes de la ciudad, lo que provocó la pérdida de grandes árboles y espacios que no han sido recuperados (Martínez, 2008a, p. 283). El licenciado Santiago Roel (1984), en sus Apuntes históricos, señala una diversidad de plazas y espacios arbolados que tristemente fueron reduciéndose o desapareciendo por el desacierto de varias administraciones de la ciudad de Monterrey a finales del siglo xix y principios del siglo xx.
Al igual que la alameda Mariano Escobedo, que se vio reducida a la mitad de su superficie original en 1886, distintos espacios públicos cambiaron significativamente sus dimensiones para dar lugar a otro tipo de equipamiento o terminar en posesión de particulares. La plaza de la Virgen del Roble, actual plaza de Zuazua, surgió en la década de 1850 junto a la capilla de Nuestra Señora del Roble. Sobre la sección norte de la plaza se construyó en 1893 la escuela primaria Josefa Ortiz de Domínguez, dejando como superficie restante el estado actual de la plaza Zuazua (Tovar y Santa Cruz, 2009, pp. 20-21; Roel, 1984, p. 186).
Lo mismo sucedió con otras plazas que se destinaron a la construcción de escuelas como la plaza Garza Ayala, donde se construyó una escuela primaria con el mismo nombre, y en la plaza de San Jacinto, en 1930 se construyó la escuela Fernández de Lizardi, muy cerca de la alameda Mariano Escobedo, sobre las calles Modesto Arreola y Serafín Peña (Roel, 1984, p. 186; Flores Salazar, 2011, p. 13).
Sobre la plaza de la Carne, Santiago Vidaurri dispuso la construcción del Mercado Colón (Roel, 1984, p. 186), conocido también como Parián, que demoró quince años; después el mercado fue demolido para construir instituciones bancarias (Guajardo, 2006, p. 15; Roel, 1984, p. 186). Igualmente, sobre la plaza Juárez, antigua plaza de las Capuchinas, se construyó el mercado Juárez en 1909 (Roel, 1984, p. 186). En la imagen de la ilustración 3 se muestra un plano de la ciudad de Monterrey del año 1901, identificando los espacios públicos que desaparecieron y los espacios cuya superficie fue reducida.
Otros espacios públicos fueron reducidos parcialmente, como la plaza 5 de Mayo, antes llamada plaza de La Concordia, donde Bernardo Reyes mandó construir en 1895 el palacio de gobierno, obra que fue concluida en 1908 (Roel, 1984, p. 261; Martínez, 2008a, p. 270). Lo mismo sucedió en la plazuela de la República, localizada al norte del palacio de gobierno, entre las calles Washington, 5 de Mayo, Zuazua y Zaragoza, cuyo espacio se destinó a la construcción del antiguo palacio federal en 1928 (Roel, 1984, p. 186; Martínez, 2008a, p. 279). El área restante de la plaza, que quedó delimitada entre el palacio federal y el palacio de gobierno, se utilizó para construir la biblioteca universitaria, sumida en un semisótano (Martínez, 2008a, p. 288) y colocar el monumento al general Mariano Escobedo en la parte superior de dicha plaza (Guajardo, 2006, p. 54).
Ilustración 3
Plano de la ciudad de Monterrey del año 1901. Plazas que fueron sustituidas
por construcciones y plazas reducidas en superficie
Fuente: Plano de Madero y García Galán Eds. (1901) con anotaciones propias.
En lo concerniente a los espacios abiertos que fueron sustituidos por vialidades vehiculares se encuentra la anteriormente mencionada plaza Bolívar, que desapareció completamente. Años más adelante, en 1948, se talaron las palmas del camellón ubicado frente a la plaza de la Purísima, sobre la calle Hidalgo, y se redujo una parte de la superficie de la plaza disminuyendo su jardín, con la intención de ampliar circulaciones vehiculares, bajo el pretexto de evitar el congestionamiento que se generaba frente a la plaza (Cazares, 2012). En el siguiente cuadro se describen los espacios abiertos y áreas arboladas mencionados en este apartado que se transformaron para dar lugar a otro tipo de equipamiento.
La transformación que se generó en la superficie de las áreas verdes y los espacios abiertos acompañó el proceso de industrialización que se produjo en la ciudad de Monterrey. La mutilación y desaparición de casi una decena de plazas que se localizaban en el primer cuadro de la ciudad provocó cambios en la fisonomía urbana del centro. Esta tendencia se vio principalmente intensificada durante el siglo xx, y no solamente con relación al espacio público, sino también antiguos edificios de gran valor histórico fueron demolidos en ese periodo, en la búsqueda por constituir ideales urbanos que no se adaptaban a las condiciones existentes en la ciudad (Martínez, 2008a, pp. 279-283). Dichas acciones podrían interpretarse como un efecto de aspiración a modernizar la ciudad que ha generado un continuo proceso de desintegración y sustitución (Berman, 2006,
p. 334) y en este sentido ha impactado al espacio público, las edificaciones y su trazado urbano.
Plazas y parques urbanos en el área metropolitana de Monterrey
a finales del siglo xx y principios del siglo xxi
Durante las primeras décadas del siglo xx, los espacios públicos contribuyeron notablemente a la transformación de la vida urbana de la ciudad de Monterrey sirviendo para la recreación y paseo de sus habitantes. Alrededor de las plazas se definieron algunos barrios del centro de la ciudad, como el barrio de la Luz, con su parroquia de Nuestra Madre Santísima de la Luz, contigua a la plaza, la del Chorro junto a la plaza de los Enamorados formaba otro barrio, la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús con sus dos plazas, el barrio del Roble con la iglesia de Nuestra Señora del Roble adyacente a la plaza Zuazua; la plaza del Mediterráneo agrupaba otro barrio, la iglesia de la Purísima y la plaza formaban el barrio de la Purísima (Guajardo, 2006, pp. 17-18), así como el de la Alameda, conformaron asentamientos que se situaban hacia el oriente y poniente del primer cuadro de la ciudad, y al norte de la calle Matamoros (Tamez, 2009, p. 56).
En la década de 1940 comenzó la expansión territorial y poblacional del área metropolitana de Monterrey debido al proceso de industrialización que se experimentó durante esos años (Municipio de Monterrey, 2013, p. 8). Durante ese periodo, la carencia de espacios abiertos y áreas verdes en el centro de la ciudad resultó evidente. Pablo Herrera Carrillo, historiador, narra que este hecho se debió a que la traza original de la ciudad no debió seguir al pie de la letra las Ordenanzas para Nuevas Poblaciones, a diferencia de otras ciudades novohispanas que contaban con amplias plazas arboladas en su centro. Por otro lado, el historiador también condena las acciones de los propietarios de los edificios dispuestos cerca del río, que evitaron que se planteara un proyecto de espacios abiertos en sus bordes al ampliar sus construcciones sobre el margen del río Santa Catarina, un beneficio que habría sido bastante significativo para la ciudad (Rangel, 2017, pp. 180-183).
En el año de 1950, durante el gobierno del doctor Morones Prieto, se realizó una de las obras que desencadenaron los principales cambios en la configuración del centro de la ciudad, la ampliación de la antigua plaza Zaragoza hasta la avenida Constitución, que bordeaba con el río Santa Catarina. Para dicha ampliación se utilizaron terrenos que colindaban con el río donde había casonas coloniales que fueron demolidas. Esta obra se realizó luego de la canalización del río Santa Catarina, para hacerlo más profundo, construyéndose dos grandes avenidas en sus costados, Constitución e Ignacio Morones Prieto (Tamez, 2009, p. 83; Martínez, 2008a, p. 286).
Otros espacios públicos del centro de la ciudad cambiaron sus dinámicas debido a que el acceso a vehículos fue limitado o restringido, como la plaza Hidalgo, que se encuentra ubicada en la parte posterior del antiguo palacio municipal. A comienzos de 1970 se cerró el paso de automóviles en las calles circundantes a la plaza, lo mismo sucedió sobre la calle Morelos, que al hacerse peatonal, se convirtió en un importante paseo comercial (Martínez, 2008a, p. 301).
Con la intención de incrementar la cantidad de áreas verdes y regresar al centro la preeminencia de la ciudad metropolitana, en la década de 1980, bajo la administración de Alfonso Martínez Domínguez, surgió el proyecto de la Gran Plaza, conocida como Macroplaza (Mendirichaga, 1985, p. 499). El proyecto integró la antigua Plaza de Armas con la plaza 5 de Mayo que se encontraba alineada al norte, a partir de la fusión de ambas se buscaba crear una plaza de gran escala urbana (Martínez, 2008a, p. 258) (ver ilustración 4).
Como resultado, la Macroplaza tiene una superficie rectangular de 40 hectáreas que se encuentra bordeada al norte por la calle Washington, al sur por la avenida Constitución, al oriente por la calle Dr. Coss y al poniente por la calle Escobedo (Mendirichaga, 1985, p. 499; Santoscoy, 1985, p. 94), y se extiende sobre el paso deprimido de dos vialidades, la calle Zaragoza y la calle Zuazua. La construcción de la Macroplaza detonó la regeneración urbana en su perímetro inmediato en el centro de Monterrey (Tamez, 2009, p. 123).
La Macroplaza se compone de espacios ajardinados, con fuentes ornamentales y esculturas, que conectan el Palacio Municipal con el Palacio de Gobierno antecedido por la explanada de los Héroes (Tamez, 2009, p. 161). Según Mendirichaga (1985) solamente el uno por ciento de la superficie del centro de la ciudad conformaba el área verde de la zona, por lo que se pretendía que dicho espacio sirviera tanto para incrementar la superficie de área verde en el centro como para revitalizarlo (Santoscoy, 1985, p. 94).
Lamentablemente, la construcción de la Macroplaza en 1982 conllevó la demolición de antiguas construcciones que se encontraban dentro de su actual perímetro (Martínez, 2008a, p. 94), lo que generó la mayor alteración de la traza original del centro urbano, así como la pérdida de importantes edificaciones con valor histórico y artístico de la ciudad (Prieto, 2014, p. 17).
Las desaparecidas construcciones del centro formaban también parte de la memoria de sus habitantes. Dicha mutilación fue llevada a cabo “en aras del progreso” y la transición del “Monterrey Moderno” (Rangel, 2017, pp. 251-252; Ruíz, 2008, p. 92), bajo el enfoque de la modernidad que justifica, con el fin avanzar y expandir, los costos de la destrucción (Berman, 2006, p. 310). Los cambios que se generaron en la fisionomía del centro de Monterrey fueron plasmados como una “solución” para realizar la reinvención de la ciudad (Rangel, 2017, p. 251).
Durante el gobierno de Alfonso Martínez Domínguez, de 1979 a 1985, se hicieron obras para nuevos parques urbanos con el propósito de incrementar la superficie de áreas verdes en relación con el número de habitantes y cumplir con indicadores internacionales. Para el año de 1985, la ciudad había adquirido más de 11 millones de metros cuadrados de área verde, entre jardines y parques urbanos; Mendirichaga (1985) señala que el área verde de la ciudad se incrementó de medio metro cuadrado por habitante a cuatro y medio metros cuadrados.
A partir de nuevas adquisiciones y nuevos permisos, algunos municipios del área metropolitana aumentaron la superficie de área verde. Por ejemplo, el municipio de Guadalupe adquirió 100 hectáreas con el Parque la Pastora, ubicado cerca del río La Silla. Al sur se incorporaron 900 hectáreas para crear el parque La Estanzuela, que se encuentra dentro del polígono del parque nacional Cumbres de Monterrey. Al norte se consiguieron terrenos de la zona militar para crear el parque Niños Héroes, de 70 hectáreas, mientras que en el centro de Monterrey, con el proyecto de la Macroplaza, se dispuso de 14 hectáreas de espacios ajardinados (Mendirichaga, 1985, p. 485; Martínez, 2008a, p. 301; Santoscoy, 1985, p. 36).
Ilustración 4
Plano de la ciudad de Monterrey, año 2016
Fuente: Elaboración propia.
Pese a que las áreas verdes consumidas por la expansión urbana de los últimos años no han podido recuperarse, se intentó crear espacios verdes a manera de reservas permanentes y parques recreativos destinados para el uso público (Martínez, 2008a, p. 301). Uno de los espacios públicos más atractivos de la ciudad surgió en el terreno donde se encontraba la antigua Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey. En el año de 1989, la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología del Estado aceptó un plan maestro para llevar a cabo la creación del parque Fundidora. En el 2001, el parque Fundidora se consolidó junto con otros proyectos que se realizaron en conjunto para incrementar su oferta cultural y turística; el Centro Internacional de Negocios (cintermex), el parque de béisbol infantil, los edificios restaurados de la antigua escuela Adolfo Prieto y la Recreativa Acero, la Arena Monterrey, un hotel, un teatro al aire libre y el Archivo Histórico de Fundidora concretaron el proyecto que le valió para ser declarado Museo de Sitio de Arqueología Industrial (Gobierno del Estado de Nuevo León, 2016).
En el 2006 el gobierno del estado de Nuevo León llevó a cabo diversas obras para reestructurar el parque como parte del Fórum Universal de las Culturas en Monterrey (Cárdenas, 2008, p. 23). Las obras incluían el paseo Santa Lucía, que consiste en un canal navegable que parte desde la Macroplaza hasta el parque Fundidora. A partir de la obtención de los antiguos terrenos de la compañía Peñoles, se logró esta conexión ininterrumpida con el paso del canal. La integración de estos espacios conformó uno de los parques urbanos más grandes en la ciudad (Martínez, 2008b, p. 312).
Las obras que se llevaron a cabo para conectar el parque Fundidora con la Macroplaza agregaron una sección al parque denominada Fundidora II, con una superficie de 28 hectáreas adicionales, donde se construyeron estacionamientos, áreas recreativas y espacios culturales (Cárdenas, 2008). En total, el Parque Fundidora cuenta con una superficie de 142 hectáreas (ver ilustración 4) (Gobierno del Estado de Nuevo León, 2016).
El paseo Santa Lucía se inauguró en septiembre de 2007, consta de un canal navegable y un paseo peatonal que se extiende sobre un tramo de dos kilómetros y medio. Dentro de su trayectoria se ubican fuentes, esculturas, áreas ajardinadas, explanadas, andadores y puentes (Gobierno del Estado de Nuevo León, 2016; Martínez, 2008a, p. 308).
Entre los proyectos a desarrollarse ese mismo año se encontraba el Parque Lineal, que consistía en la remodelación del lecho del río Santa Catarina con una construcción de más de siete kilómetros conformada por áreas verdes, área de estacionamiento, espacios deportivos y de recreación (Cárdenas, 2008, p. 24; Martínez, 2008b, p. 312). En los taludes del río Santa Catarina se ubicó la Ruta Escultórica del Acero y el Cemento, donde se instalaron piezas de artistas reconocidos en el ámbito mundial (Cárdenas, 2008, p. 24). Estas propuestas también fueron parte de los objetivos de la Agencia para la Planeación del Desarrollo Urbano de Nuevo León en el año 2004 (H. Congreso del Estado de Nuevo León, 2004) derivado de “Regia Metrópoli”, que planteaba generar espacios verdes a través del Plan Maestro para un sistema de parques y áreas verdes en el área metropolitana de Monterrey para intentar incrementar en un periodo de diez años el área verde de la ciudad a diez metros cuadrados (Martínez, 2008b, p. 312), pero posteriormente dicha Agencia se disolvió dejando los proyectos planteados inconclusos (Mendoza, 2014; Estrada, 2013).
En el año 2010, con el paso del huracán Álex por el noreste de México, calificado como “el peor desastre natural en Nuevo León desde el huracán de 1909” por la Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno de Nuevo León (2010), el Parque Lineal sobre el lecho del río Santa Catarina quedó destruido y sólo las siete obras que se ubicaron sobre el río como parte de la ruta escultórica mencionada sobrevivieron a la catástrofe (Mendoza, 2014).
En años posteriores se presentaron diversos proyectos que pretenden desarrollar un Parque Lineal en el Río Santa Catarina tanto por parte del gobierno del estado como de los municipios de San Pedro, Monterrey, Guadalupe y Santa Catarina. En el año 2013 el gobierno del estado, a través de la Secretaría de Desarrollo Sustentable, presentó la propuesta para el plan maestro del río Santa Catarina, para crear un Parque Lineal con nuevos espacios públicos en el lecho del río, argumentando que dicha intervención no obstruirá el paso del agua en caso de inundaciones (Venegas, 2013; Cepeda, 2013). Sin embargo, la Comisión Nacional del Agua (conagua) no ha entregado las concesiones para la intervención del lecho del río, debido a la evaluación de los riesgos que pudiera representar (García, 2015).
A 30 años de la construcción de la Macroplaza, en el año 2014, este espacio volvió a generar polémica, debido a que el gobierno del estado, a través de la Corporación para el Desarrollo Turístico, lanzó una convocatoria para hacer un proyecto de revitalización o regeneración de la Macroplaza (Valdez, 2014); aparentemente dicho proyecto resultaría en una reducción de áreas verdes bajo algunos intereses comerciales (Prieto, 2014, pp. 18-19), que finalmente no se concretó pese a la inversión que se realizó para su estudio (Medina, 2015).
Por otra parte, aunque se busca desarrollar proyectos para aumentar la existencia de espacios públicos en la ciudad, se han descuidado muchos de los parques urbanos existentes. El parque Niños Héroes, ubicado en los límites de Monterrey y San Nicolás de los Garza, ha presentado una falta considerable de mantenimiento en sus instalaciones. De igual forma, el zoológico y parque La Pastora, en el municipio de Guadalupe, se encuentra en malas condiciones y muestra deterioro en sus áreas (Tamez, 2009, p. 151; Palacios, 2013; Torres, 2015; Marroquín y Salazar, 2015). Recientemente, en el año 2013, este último parque se vio envuelto en un hecho polémico, debido a que se sacrificó una superficie de 25 hectáreas para la construcción de un estadio de futbol de la compañía Fomento Económico Mexicano (femsa), como una concesión de 60 años a la empresa (Carrizales, 2015).
Cabe señalar que pese a los espacios abiertos a manera de parques urbanos, jardines, etc. desarrollados en el último periodo, continúa siendo poco equiparable a la cantidad de población a servir. Los municipios del área metropolitana promedian en su conjunto cinco y medio metros cuadrados de área verde por habitante (Comisión de Desarrollo Urbano, 2011), además la distribución de dichos espacios no es proporcional entre los municipios del área metropolitana.
La transformación de los espacios abiertos y áreas verdes
en el centro de la ciudad de Monterrey
desde el siglo xvii hasta principios del siglo xxi
Los espacios abiertos y áreas verdes de la zona central de Monterrey han pasado por distintos procesos de transformación, reducción o desaparición a lo largo de su crecimiento urbano. La ciudad mantenía una extensión territorial poco significativa a casi dos siglos de su fundación; en aquella época apenas contaba con tres plazas (Vizcaya, 1998, p. 2). Por lo tanto, para exponer el proceso de transformación de los espacios abiertos (ver cuadro 2, anexo, acompañado del mapa de la ilustración 5), se toma como punto de partida un lapso comprendido desde los principios del siglo xix hasta los del siglo xxi, que se dividió en tres periodos. Dichos periodos fueron clasificados de acuerdo con los tipos de espacios y su función.
El primer periodo abarca de 1800 a 1885, antes de la reducción de la superficie de la actual alameda Mariano Escobedo (Roel, 1984, p. 185). Entre los tipos de espacios que se pueden distinguir se encuentran las plazas, las plazoletas y la alameda. Estos lugares se volvieron espacios de encuentro entre los habitantes y de desarrollo de actividades comerciales. En el segundo periodo, de 1886 a 1950, al comenzar la expansión industrial de Monterrey, se producen los cambios más significativos. Se consolidaron algunos espacios abiertos, mientras que otros desaparecieron o fueron reducidos en su superficie. En este periodo destacaron las plazas, que fueron un referente para detonar el crecimiento de barrios en sus alrededores, así como las calles arboladas. Finalmente, en el último periodo, de 1951 a 2015, de acuerdo con las características de gran tamaño y proporción de los espacios abiertos, que responden tanto a la escala del crecimiento urbano como a la notable carencia de arbolado, el tipo de espacios abiertos generados consiste principalmente en parque urbanos, parques lineales, jardines públicos y una gran plaza. En cuanto a su función, estos espacios surgieron para incrementar la oferta de lugares para desarrollar actividades culturales y sitios de atracción turística (Gobierno del Estado de Nuevo León, 2016) y de recreación.
Ilustración 5
Espacios abiertos y áreas verdes del centro de la ciudad de Monterrey del siglo xix
hasta principios del siglo xxi
Conclusión
Entre el siglo xvii y xix los espacios abiertos servían como lugares de encuentro y esparcimiento para la población; estos espacios albergaban los acontecimientos más relevantes en esa época, como la mencionada feria anual. En cuanto a su disposición dentro de la morfología urbana, funcionaron como núcleos de atracción para el desarrollo de asentamientos habitacionales, así como elementos que ordenaban las edificaciones que se disponían a su alrededor. Sin embargo, como se abordó en el segundo apartado de este trabajo, una porción de los espacios que surgieron durante ese periodo fueron absorbidos dentro de la mancha urbana para dar lugar a edificios públicos o extender vialidades vehiculares, mientras que en otros se redujo parte de su superficie, compuesta principalmente de áreas ajardinadas y espacios arbolados.
Tal pareciera que los espacios públicos han sido percibidos como terrenos disponibles para nuevas construcciones, al estimarlos como lugares subutilizados o no productivos económicamente. Estas acciones continúan repitiéndose bajo el mismo patrón, debido a que algunos espacios abiertos siguen siendo valorados como lugares rentables para construir recintos para el entretenimiento, estacionamientos, así como otro tipo de equipamiento, lo que demerita el valor ambiental y social que tienen para la ciudad. Es el caso de uno de los espacios públicos más importantes de Monterrey que surgió a finales del siglo xx, el Parque Fundidora, cuya superficie de área verde ha ido reduciéndose en gran medida para ser ocupada por edificaciones de inversión privada con objetivos comerciales (Jurado, 2016).
Asimismo, se puede observar que el desarrollo urbano se planeó para no tener coexistencia con áreas verdes, no sólo porque se eliminaron o disminuyeron casi una decena de plazas ubicadas en el primer cuadro de la ciudad, sino además porque la ciudad se fue expandiendo con una deficiente cantidad de espacios abiertos y áreas verdes. Es importante destacar el valor agregado que tienen las áreas verdes y el arbolado en la ciudad, no solamente desde el punto de vista ornamental, al mejorar su imagen, sino por las ventajas medioambientales sobre la regulación del clima y la calidad del aire (Alanís, 2005), para aminorar los problemas que se han generado por la actividad industrial que se desarrolló en la ciudad durante el siglo xx, así como la continua dependencia que existe del automóvil.
Aunado a lo anterior se debe considerar la disposición de las áreas verdes dentro de la trama urbana, debido a que se concentra en zonas específicas de la ciudad, siendo los municipios de Apodaca, General Escobedo y Santa Catarina los que presentan menor extensión verde (Comisión de Desarrollo Urbano, 2011), por lo cual la distribución no es equitativa en todos los municipios que conforman el área metropolitana, lo que tiene consecuencias en el acceso de la población a dichos espacios urbanos, así como en los beneficios medioambientales que conlleva su existencia. De igual forma, se deben tomar en cuenta no solamente los parques urbanos de gran escala, sino además las áreas municipales conformadas por parques y jardines en las zonas residenciales, que representan el espacio público inmediato para los habitantes. No obstante, pese a las propuestas realizadas durante los últimos años del siglo xx y principios del siglo xxi para incrementar la presencia de áreas verdes y espacios arbolados, la ciudad continúa careciendo de ellos, por lo que es importante que se refuercen las políticas para invertir en generar propuestas que conformen una distribución más uniforme dentro del área metropolitana, así como para mejorar su calidad y mantenimiento.
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Recibido: 24/04/2017. Aceptado: 30/01/2018
1 Facultad de Arquitectura. Universidad Autónoma de Nuevo León, México.
Av. Universidad s/n. Ciudad Universitaria, CP 66455, San Nicolás de los Garza, Nuevo León, México.
2 El área metropolitana de Monterrey está conformada por los municipios de Monterrey, San Pedro Garza García, San Nicolás de los Garza, Guadalupe, Santa Catarina, General Escobedo, Apodaca, García y Benito Juárez (Rangel, 1998).
3 Se realizaron tres fundaciones de la ciudad de Monterrey. La primera en el año de 1577, por Alberto del Canto, que pobló el valle de Extremadura y lo nombró Ojos de Santa Lucía, la segunda en 1582 por Luis Carvajal y de la Cueva, la tercera en 1596 por Diego de Montemayor, nombrada Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey (Hoyo, 2005, pp. 81-159).
4 Los ojos de agua de Santa Lucía fueron el origen de la ciudad de Monterrey en sus tres fundaciones. Durante el proceso de industrialización de la ciudad se agotó el caudal de los ojos de agua (Cavazos, 1997, pp. 15, 23-24).