La disputa ideológica surgida con la Guerra Fría implicó diversos mecanismos de propaganda político-ideológica por parte de los dos bandos enfrentados. La Unión Soviética decidió reforzar la disputa del “frente ideológico” por medio de la creación de instituciones cuyo objetivo fue ganar adeptos y simpatizantes entre intelectuales y artistas, sin que esto les implicara un compromiso militante. En México esta labor se desarrolló por medio del Instituto de Intercambio Cultural Mexicano-Ruso. El presente artículo es una aproximación a su fundación, su funcionamiento, y su vínculo político con el gobierno soviético, así como un recuento de los intelectuales que participaron en él.
The ideological dispute that emerged with the Cold War involved various mechanisms of political-ideological propaganda from both opposed sides. The Soviet Union decided to reinforce the "ideological front" dispute through the creation of institutions whose objective was to win supporters and sympathizers amongst intellectuals and artists, without entailing a militant commitment. In Mexico, this work was carried out through the Mexican-Russian Cultural Exchange Institute. This article offers an approximation to its foundation, its operation, and its political link with the Soviet government, as well as an account of the intellectuals involved in the Institute's first years.
- Guerra Fría;
- socialismo en México;
- propaganda política;
- cultura.
- Cold War;
- socialism in Mexico;
- political propaganda;
- culture.
Introducción2
La aspiración de Estados Unidos de hacerse con la supremacía mundial y liquidar la construcción socialista en la Unión Soviética, generó la pronta respuesta soviética, cuya formulación política quedó en manos de uno de los hombres más cercanos a José Stalin, Andrei Zhdanov, quién en la primera reunión de la Kominform (Oficina de Información de los Partidos Comunistas y Obreros)3 expresó una valoración política de “el nuevo alineamiento de las fuerzas políticas en el periodo y la formación de dos campos -el campo imperialista y antidemocrático, de un lado, y el campo antiimperialista y democrático, del otro” (Zhdanov, 2017),4 a lo que añadió la advertencia de que “La política exterior expansionista, inspirada y dirigida por los reaccionarios norteamericanos, prevé una acción simultánea en todas las líneas: 1) medidas estratégicas militares, 2) expansión económica, y 3) lucha ideológica” (Zhdánov, 2017). Por parte de Estados Unidos la primera línea fue cubierta con la doctrina Truman, la segunda inició con el Plan Marshall, y la tercera implicó una multiplicidad de operaciones apoyadas por la CIA (Central Intelligence Agency), fenómeno que la historiadora Frances Stonor Saunders (2001) ha denominado “guerra fría cultural”.5
Una de las primeras operaciones norteamericanas en el campo de la lucha ideológica durante la Guerra Fría fue el montaje del Congreso por la Libertad de la Cultura, estudiado por Francés Stornor (2001) en su libro La CIA y la Guerra Fría Cultural; por Jordi Amat (2009), “Europeísmo, Congreso por la Libertad de la Cultura y oposición antifranquista”; Edward Shils (1990), “Remembering the Congress for Cultural Freedom”, y por Pierre Grémion (1995) en Le Congrès pour la Liberté de la Culture à Paris 1950-1975. Sin embargo, la Unión Soviética emprendió la ofensiva en el campo de lo que Zhdánov (2017) nombró “frente ideológico”, antes que los norteamericanos, muestra de esto es que, para finales de 1944, cuando aún no llegaba al final el crepitar de las armas de la Segunda Guerra Mundial, por medio de grupos de intelectuales, artistas y organizaciones políticas afines a la Unión Soviética, se impulsó la creación del Instituto de Intercambio Cultural Mexicano-Ruso (IICM-R).
Esta institución puede ser considerada contraparte de las operaciones de la CIA en el ámbito cultural, una organización “tapadera” que permitía la propaganda a favor de la Unión Soviética y, de forma implícita y a veces explícita, la difusión de críticas y cuestionamientos al bloque capitalista. Al igual que hizo el Congreso impulsado por la CIA, el IICM-R tomó por bandera a la cultura, y la utilizó como arma y como medio para encubrir una labor de carácter político. No obstante, hay que mencionar que el IICM-R formaba parte de una iniciativa de alcance mundial que implicó la apertura de institutos similares en diversos países, y se impulsó con anterioridad el mencionado Congreso. Tanto los Institutos de Intercambio Cultural promovidos por la Unión Soviética, como los grupos del Congreso que actuaban en cada país, buscaban aglutinar a destacados intelectuales y artistas.
El presente estudio es una aproximación al contexto de creación del IICM-R, su funcionamiento, su vínculo con la Unión Soviética, y un recuento de los artistas, científicos e intelectuales mexicanos que en 1944 permitieron que sus nombres se relacionaran con la defensa y difusión de la construcción socialista en la Unión Soviética.
El restablecimiento de relaciones diplomáticas México-Unión Soviética
A decir del historiador Sizonenko (1972) “México fue el primer país del hemisferio occidental que reconoció la URSS y estableció relaciones diplomáticas con ella” (p. 16), lo cual se concretó en agosto 1924. La explicación que da considera los siguientes aspectos: el proceso revolucionario que se había dado en México; las manifestaciones y mítines políticos en solidaridad con la Revolución de Octubre; la necesidad del gobierno mexicano de consolidar posiciones interna y externamente, entre otros aspectos. Sumado a esto se debe considerar la labor del diplomático soviético M. Litvínov y la favorable disposición de los presidentes Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles al establecimiento de las relaciones oficiales entre ambos países (Sizonenko, 1972, pp. 16-22), que se concretó con la llegada del embajador Stanislav Pestkovski a México, y Basilio Vadillo a la Unión Soviética.
No obstante, el entonces presidente Emilio Portes Gil cesó las relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. Esto se debió, por una parte, al viraje a la derecha que dio el gobierno de Calles (Meyer, 2008, pp. 844-845; Sizonenko,1972, pp. 54-55), así como el giro a la izquierda que dio el Partido Comunista Mexicano (PCM) derivado de la estrategia “Clase contra clase” que se aprobó en el VI Congreso de la Internacional Comunista que implicó la lucha contra la socialdemocracia (Carr, 1996, pp. 56-59; Pi-Suñer, Riguzzi y Ruano, 2011, p. 288). Sumado a esto influyeron las presiones exteriores que recibió México por parte de Estados Unidos y que se enmendaron con el acuerdo Monrrow-Calles (Meyer, 2008, p. 844).
Durante la década de 1930 las relaciones diplomáticas entre México y la Unión Soviética estuvieron marcadas por un distanciamiento que intentó ser saldado en septiembre de 1936, cuando en una reunión de la Sociedad de Naciones, Narciso Bassols, con la investidura de diplomático mexicano, llegó a manifestar a su homólogo soviético I. Maiski, que Lázaro Cárdenas estaba en disposición de restablecer relaciones con la Unión Soviética. No obstante
(...) en diciembre de ese mismo año, Bassols indicó a B. Stein, miembro de la delegación soviética en dicho foro internacional, que el presidente Cárdenas pensaba que las condiciones políticas internas no hacían oportuno el momento para el restablecimiento de relaciones diplomáticas (Cárdenas, 1993, p. 197).
Otra versión relató el pintor David Alfaro Siqueiros en sus memorias, donde narra el episodio que vivió Narciso Bassols cuando, dialogando con Litvinof, les llegó la noticia de que México había recibido como exiliado a León Trotsky, destacado así la molestia del gobierno soviético por dicho acto (Siqueiros, 1977, pp. 341-342). Por tanto, a mediados de la década de 1930, ya fuera por el distanciamiento soviético o por la presiones de las fuerzas de derecha en México, no fue posible que se reanudaran las relaciones diplomáticas.
Posteriormente el impulso para el restablecimiento de las relaciones entre México y la Unión Soviética vino de las agrupaciones políticas de izquierda que se habían mostrado solidarias con la Unión Soviética, estas pueden considerarse como antecedentes del IICM-R. Entre ellas se puede considerar a la Sociedad de Amigos de la Unión Soviética, que desde antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial efectuó actividades como la celebración del XVIII aniversario de la Revolución de Octubre en 1935 (Mejía, 1986, p. 41). Para la década de 1940, dicha organización, bajo la dirección del escritor José Mancisidor,6 mantuvo una clara orientación política a favor de la Unión Soviética durante la guerra interimperialista (Montes, 1985, p. 16) y organizó entre agosto y octubre de 1941 la “Campaña nacional por el restablecimiento de relaciones con la URSS” (Montes, 1985, p. 17). También destacan el Comité de Ayuda a Rusia en Guerra, fundado el 1 de agosto de 1941 y cuyo presidente fue uno de los “siete sabios”, el escritor y ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Antonio Castro Leal, y el Comité Nacional Anti-nazifascista dirigido por Alfredo Díaz Escobar (Montes, 1985, pp. 16-20); ambas agrupaciones ejercieron acciones de solidaridad con la Unión Soviética y se declararon a favor de la ideología socialista.7
Las organizaciones políticas mencionadas pueden considerarse antecedentes del IICM-R debido a que: a) algunos de sus integrantes confluyeron en la creación IICM-R y ocuparon cargos en la dirección de dicho Instituto y de la revista Cultura Soviética; b) sus objetivos políticos en esencia (solidaridad con la Unión Soviética, difusión de sus los logros sociales, políticos, científicos y culturales de la sociedad soviética) serán retomados por el IICM-R; c) la labor de estas organizaciones a favor del restablecimiento de las relaciones entre México y la Unión Soviética fue condición para que se pudiera instaurar el IICM-R y circulara Cultura Soviética.8
Un elemento cualitativo con el que no contaron estas agrupaciones, y que el IICM-R sí tuvo, fue el vínculo formal con una institución gubernamental soviética, la VOKS (Sociedad para el Fomento de las Relaciones Culturales de la URSS en el Extranjero). Otra diferencia es que estas estaban abocadas principalmente a la labor política, y el IICM-R tomó la bandera de la cultura como el elemento esencial; esto le permitió que su labor no se circunscribiera a militantes y organizaciones políticas socialistas, y pudiera llegar a un público más amplio para generar nuevos simpatizantes del proyecto soviético entre personalidades con posiciones progresistas y democráticas.
El interés de llegar a un público más amplio por medio de organismo que no se proclamaban abiertamente dependientes de la Unión Soviética9 respondió al desarrollo de la situación política internacional en que se perfilaba la Guerra Fría. Esto llevó a que la actuación soviética dentro de México pudiera optar, además del “nivel diplomático o formal o mediante el Partido Comunista Mexicano” (Pi-Suñer, Riguzzi, Ruano, 2011, p. 288) el IICM-R, con la ventaja de que este último no tenía que responder a la formalidad requerida para la embajada, y podía agrupar a fuerzas de izquierda favorables a la Unión Soviética que no encontraban su sitio en el PCM.
La labor de las organizaciones antecedentes del IICM-R tiene como año clave 1942, pues en julio surge la Convención Nacional de la Sociedad de Amigos de la URSS, donde convergieron, además de las agrupaciones que hemos mencionado, otros grupos antifascistas y de izquierda. La Convención tuvo como uno de sus acuerdos la creación del Comité Nacional de Ayuda a la Unión Soviética, en el que participaron varios de los posteriores integrantes y fundadores del IICM-R. Para el 29 de octubre se efectúa el Homenaje del pueblo mexicano a la Unión Soviética con el lema: “por la defensa heroica de su patria y la libertad de todo el mundo”. Este evento fue de alto impacto y contó con respaldo oficial; asistieron “gobernadores de 19 estados de la República, 57 organizaciones políticas, sociales, sindicales, científicas culturales y deportivas, 19 organismos antinazifascistas” (Montes, 1985, p. 21). La convergencia de miembros del Partido de la Revolución Mexicana y las organizaciones políticas de izquierda, son muestra del viraje del gobierno mexicano a favor de la Unión Soviética, que entonces se encontraba en alianza con Estados Unidos y demás naciones capitalistas para hacer frente al nazismo. La situación se había vuelto favorable para el restablecimiento de las relaciones de Estado, u oficiales, entre México-Unión Soviética (Díaz, 1945).
Para noviembre de 1942, tanto las constantes manifestaciones de masas a favor de la Unión Soviética como la política internacional de alianza entre Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Soviética, y el triunfo soviético sobre las tropas nazis en Stalingrado, entre otros factores, derivaron en el restablecimiento de las relaciones entre el Estado mexicano y el soviético el 12 de noviembre (Mejía, 1986, p. 48; Montes, 1985, p. 22). Además del contexto internacional de la guerra y de las movilizaciones políticas de izquierda en México en apoyo a la Unión Soviética, en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas también tuvo importancia la labor de Maxim Maximovich Litvinov,10 quien el 10 de noviembre de 1942 pasó semanas negociando el acercamiento ruso-mexicano, que dio por resultado que el embajador Francisco Castillo Nájera dirigiera una nota al embajador soviético en Washigton diciendo que reestablecía relaciones y en junio del año siguiente de representaciones diplomáticas se pasó a embajadas (Cárdenas, 1993, p. 282).
Un paso importante en el restablecimiento de relaciones entre México y la Unión Soviética se dio cuando el presidente Ávila Camacho, en el año de 1942, en el marco del 25 aniversario de la Revolución de Octubre, reconoció la heroicidad de la Unión Soviética en la lucha contra el nazifascismo y “al siguiente día, el gobierno mexicano restablece las relaciones diplomáticas con la URSS, mediante la declaración de Ezequiel Padilla, secretario de Relaciones Exteriores del gobierno del presidente Manuel Ávila Camacho” (Mejía, 1986, p. 49). No obstante, hasta el “12 de junio de 1943, finalmente, los representantes de ambos Estados, aprueban y suscriben una declaración con motivo de la elevación de sus respectivas misiones diplomáticas al rango de embajadas” (Mejía, 1986, p. 50).
La existencia de la embajada de la Unión Soviética en México propició mejores condiciones para la vinculación entre las organizaciones pro soviéticas de México con ese gobierno, lo que permitió que el gobierno soviético pudiera actuar usando de tapadera al IICM-R, institución con reconocimiento oficial del gobierno mexicano que desarrolló una labor política de propaganda de las ideas socialistas bajo el rostro del intercambio cultural.
El Instituto de Intercambio Cultural Mexicano-Ruso
Víctor Manuel Villaseñor, uno de los principales impulsores y colaboradores del IICM-R, consideró que fue el embajador de la Unión Soviética en México, Constantin Oumansky, “quien inspiró la creación del Instituto” (Villaseñor, 1976, p. 38), proyecto que se concretó el 23 de agosto de 1944. Entre las labores cotidianas del IICM-R se encontraba la impartición de conferencias, la publicación de folletos, libros, la organización de conciertos y exposiciones, y la edición de la revista Cultura Soviética, cuyo primer número fue publicado tres meses después de la inauguración del Instituto (“Editorial”, 1944, p. 4).11 En la editorial de ese primer número se presentó una declaración de objetivos y tareas del Instituto y la revista, cuya justificación se fundaba en el contexto internacional, a saber:
Aunque no ha concluido la guerra se debe pensar en que se hará cuando llegue la paz e implementar actitudes pacifistas “siempre que ello sea compatible con el esfuerzo que se desarrolla para extirpar de raíz a quienes han eclipsado la libertad en gran parte de la órbita (...). Una medida eminentemente pacifista y que en nada se opone al éxito de las armas aliadas -antes bien, las favorece-, consiste en tratar de abolir de una manera integral la nada plausible tendencia de algunos países a vivir en voluntario aislamiento de sus vecinos, ocultando así su verdadera identidad cultural. Esta acusación no cabe hacerse a países que nunca dejaron ponerse ellos mismos en cuarentena, aunque fuerzas interesadas los hayan sometido forzosamente a ella; hay otros que la geografía ha conspirado en su contra para mantenerlos amurallados (“Editorial”, 1944, p. 3).
Con estas líneas se declaraba de forma indirecta que la inauguración del Instituto y sus labores estaban orientadas a romper el aislamiento a que se tenía sometida a la Unión Soviética, país al que se hace referencia como puesto en “cuarentena forzosamente”, y además se considera que la difusión de su cultura es una acción pacifista, lo que coloca al Instituto en la categoría de neutral y no de partidario de la continuación de la guerra. También cabe destacar la importancia de la aseveración de que el objetivo de la paz puede ser cultivado con la difusión cultural, pues la cultura será una de las armas que se emplearán en la Guerra Fría (Stonor, 2001).
La difusión de la cultura soviética es contemplada como un arma política, adquiere la fisonomía de un ariete que ayuda a romper la barrera política que llevó al aislamiento forzoso impuesto a la Unión Soviética. Así, estos intereses políticos llevaron a que la difusión de la identidad cultural soviética fuera una cuestión urgente revestida de carácter pacífico, de tal forma que la editorial continúa:
Y esa urgencia [de romper el aislamiento], insistimos, es aún mayor cuando se trata de un país cuya auténtica fisonomía cultural ha venido siendo desfigurada de un modo sistemático por conocida propaganda difamatoria: estamos mencionando a la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (...). Sobre la URSS se había tendido un espeso “cordón sanitario” de publicidad, tendido durante un cuarto de siglo entre la Rusia y el resto del planeta (“Editorial”, 1944, p. 3).
Difícilmente se pudo encontrar un mejor momento para romper “el cordón sanitario tendido sobre la URSS”, pues el contexto en el cual se crea el Instituto era propicio para poder cumplir con esta tareas, ya que la Unión Soviética formaba parte de los aliados en confrontación con la Alemania nazi y esto permitió que el gobierno mexicano la reconociera como aliada; es decir, en ese momento existía un apoyo del Estado y de múltiples sectores de la sociedad mexicana (intelectuales, sindicalistas y organizaciones de izquierda) hacían la Unión Soviética.12 Sumado a esto, un elemento que impulsó el interés por la cultura soviética entre el pueblo mexicano fue el innegable protagonismo de la Unión Soviética en la guerra a partir de la derrota de los nazis en Stalingrado y el avance rumbo a Berlín.
Por el lapso de duración que se atribuye al “cordón sanitario”, un periodo de 25 años, este no se refería únicamente a la propaganda difamatoria que había expedido la Alemania nazi, sino a los países que desde los primeros días de la revolución intentaron derrocar el poder soviético, incluido Estados Unidos. Por tanto, la ruptura de dicho cordón por medio de la difusión de la cultura soviética era, antes que una ofensiva en contra el capitalismo y Estados Unidos, una defensa desde el ámbito cultural contra la propaganda difamatoria difundida previo a la Segunda Guerra Mundial, y el cumplimiento de las tareas de difundir los logros de la revolución socialista.
La difusión de la cultura soviética, entendida como ariete en contra del “cordón sanitario”, para tener mejor efecto debía revestirse de aparente neutralidad, pero sin abandonar su labor de propaganda ideológica. Así pues, en la editorial del primer número de Cultura Soviética se advertía que entre sus objetivos estaba revertir la poca difusión u ocultamiento de las verdaderas condiciones sociales, culturales y políticas de la Unión Soviética, así como responder a la tergiversación y difamación. No obstante la misma editorial afirma que la difusión de la identidad cultural rusa es el objetivo del Instituto, dejando de lado cualquier mención a la política, de hecho enuncia que su labor se circunscribe a: “límites estrictamente culturales” y que “lo que se propone hacer el Instituto de Intercambio Cultural Mexicano-Ruso: decir la verdad sobre la URSS” (“Editorial”, 1944, p. 4).
Quienes encabezaron el proyecto del IICM-R eran conscientes, siguiendo la política soviética, de que la labor en el ámbito cultural implicaba propaganda favorable a la Unión Soviética, que formaba parte de la lucha en el “frente ideológico”. También consideraron conveniente mantener distancia del PCM; era de utilidad y confería a la revista la posibilidad de penetrar entre sectores progresistas en discrepancia con dicha organización, así como vincularse con sectores de la sociedad no interesados en una participación política militante pero que se encontraban atraídos por algunos de los fenómenos que iban de la mano de la construcción socialista, ya fuera el arte, la ciencia, la economía, las instituciones, la situación social de los trabajadores, entre otras. En este sentido otra editorial declaraba:
(...) en Cultura Soviética el lector podrá encontrar las noticias sobre el desarrollo que han alcanzado en la nación socialista las ciencias exactas, las biológicas, las agronómicas, etc., así como el gusto estético del mismo pueblo a través de su literatura y de su plástica (“Editorial”, 1944, p. 4).
Por tanto, mostrar aquella realidad sobre distintos aspectos de la situación en la Unión Soviética implicaba un atractivo para un público tan amplio como los temas que difundiera el Instituto y su revista.
Es seguro que los materiales de la revista y los actos del Instituto estaban pensados para influenciar políticamente a los lectores y asistentes, y aunque no se hubiera escrito o hablado comparativamente del socialismo y el capitalismo, no hubiera sido difícil que, por ejemplo, los lectores de Cultura Soviética contrastaran las imágenes y condiciones del pueblo soviético con las propias. De esta forma cada avance del socialismo en materia cultural, científica y tecnológica, era una invitación a repensar dicho sistema económico-social como una alternativa atractiva ante el capitalismo bajo el que vivían.
Es decir, las labores del IICM-R y de la revista Cultura Soviética estaban orientadas a la difusión de las ventajas de la construcción socialista, y de forma indirecta y secundaria, dar elementos para el cuestionamiento al gobierno y al sistema socioeconómico capitalista de México. De esta forma la revista cumplía con ser una herramienta política de la Unión Soviética, que vestida con la bandera de la paz, disfrazada del respeto por la diversidad cultural y auto proclamada la “voz de la verdad”, fundaba su existencia y la del Instituto, en valores de carácter universal aparentemente desligados de la guerra o la confrontación entre el socialismo y el capitalismo.
El Instituto y los intelectuales mexicanos
Con la misma pretensión de aparentar neutralidad, el Instituto estaba
(...) integrado por un grupo de mexicanos que se hayan animados del más encendido patriotismo -patriotismo que en nada se opone a un necesario y fértil sentimiento universalista-, se encargaría de dar toda clase de noticias de la URSS acerca de la cultura mexicana (“Editorial”, 1944, p. 4).
Esto se confirma al revisar la plantilla de los encargados del Instituto: como presidente, Luis Chávez Orozco, y como vicepresidentes, el escritor Alfonso Reyes13 y el economista Eduardo Villaseñor. Algunos de los intelectuales mexicanos que ocupaban cargos en el Instituto eran: el escritor Víctor Manuel Villaseñor, secretario general de la junta directiva del instituto; el médico y una vez rector de la UNAM, el doctor Alfonso Pruneda, como secretario de la sección de ciencias; el filósofo Leopoldo Zea como responsable de filosofía; el escritor Ermilo Abreu Gómez, de literatura; el artista José Chávez Morado como responsable de artes plásticas, y el arquitecto Enrique Yañez como responsable de arquitectura y urbanismo.
Los principales directores del Instituto y la revista no fueron militantes del PCM, a excepción de Chavez Morado, y no todos eran comunistas, tal es el caso de Alfonso Reyes, Leopoldo Zea y Eduardo Villaseñor, pero es seguro que todos tenían simpatía por el socialismo y por la Unión Soviética como contraparte del imperialismo norteamericano; esta medida permitió al Instituto presentarse como neutral y desvinculado del PCM. No obstante algunos de los integrantes de la dirección del Instituto estuvieron vinculados a organizaciones políticas; por ejemplo, Luis Chávez Orozco, conocido principalmente como uno de los historiadores marxistas, participó entre 1943-1945 en la dirección del recién creado Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y en la misma década fue parte del proyecto de la Liga Socialista Mexicana y el “Círculo Morelos” (Alonso, 1985, p. 34), agrupación marxista dirigida por Valentín Campa y Hernán Laborde, ambos expulsados del PCM. Laborde llegó a tener conflictos con el PCM que lo acusó de trotskista y antisoviético.
De igual forma destaca el caso de Víctor Manuel Villaseñor que, junto con Narciso Bassols en 1941, organizó la Liga de Acción Política que tuvo como órgano el periódico Combate (Alonso, 1985; Estrada, 2002). La participación de José Chávez Morado, miembro del Taller de Gráfica Popular y militante del PCM, permitió interpretar que el Instituto, pese a buscar desligarse del PCM, no se opuso a echar mano de las personalidades militantes de este partido.
El variado perfil de intelectuales del que formaban el proyecto del Instituto y las colaboraciones en la revista, pudo también deberse a que la existencia de múltiples organizaciones marxistas en la década de 1940 además del PCM. Esto tenía dos consecuencias, por una parte, hacía complejo que los intelectuales con afinidad al marxismo o la Unión Soviética se concentraran en el PCM; por otra, permitía que el Instituto y la revista Cultura Soviética no fueran acusadas de ser manipuladas o responder al PCM y por tanto a los intereses políticos de la Unión Soviética.
Aun así, la careta de neutralidad del Instituto y de Cultura Soviética podía verse cuestionada también por las acusaciones con que cargaban miembros de la dirección como Luis Chávez Orozco y Víctor Manuel Villaseñor. Estas fueron hechas en diciembre de 1939 cuando Diego Rivera dijo que eran agentes soviéticos infiltrados en el gobierno mexicano (Sosa, 1996, p. 458). Al respecto únicamente Víctor Manuel Villaseñor había tenido vinculación con el gobierno de la Unión Soviética, aunque distaba de ser un agente secreto como afirmó Diego Rivera.14
La plantilla de cargos del IICM-R era la siguiente: presidente: el historiador Luis Chávez Orozco; vicepresidente: el escritor Alfonso Reyes y Eduardo Villaseñor; Junta directiva: secretario general, Lic. Víctor Manuel Villaseñor; secretario de Intercambio: Lic. Samuel Vasconcelos; secretario de Organización: José E. Iturriaga; secretario de Finanzas: Ricardo J. Zevada; secretario de Publicaciones: Luis Córdova; secretario de Exposiciones: el arquitecto Hannes Meyer; secretario de cursos y conferencias: profesora G. Cejudo de Nájera; primer secretario de Ciencias: Dr. Alfonso Pruneda; segundo secretario de Ciencias: ingeniero Manuel Meza; segundo secretario de Artes: Julio Prieto.
El instituto contaba con la subdivisión en dos departamentos, el de Ciencias y el de Artes. Del Departamento de ciencias los integrantes eran los siguientes: 1. Ciencias sociales y jurídicas: Lic. Emigdio Martínez Adame; 2. Ciencias pedagógicas: Prof. Luis Álvarez Barret; 3. Antropología e historia (sin asignar); 4. Filosofía: Leopoldo Zea; 5. Ciencias exactas: Dr. Manuel Sandoval Vallarta; 6. Ciencias naturales: Prof. Narciso Serradell; 7. Ciencias médicas: Dr. Ignacio Milla; 8. Ciencias anatómicas: Ing. Julián Rodríguez Adame. En el departamento de artes se encontraban las siguientes secciones: 9. Literatura: Emilio Abreu Gómez; 10. Música: Prof. José F. Vázquez; 11. Teatro y danza: Alfredo Gómez de la Vega; 12. Fotografía y cinematografía: el cineasta y fotógrafo Manuel Álvarez Bravo; 13. Artes plásticas: José Chávez Morado; 14. Artes gráficas: Julio Prieto; 15. Artes aplicadas: Prof. Alfonso Fabila; 16. Arquitectura y urbanismo: Arq. Enrique Yáñez.
Respecto de la revista Cultura Soviética,15 los datos que ella misma proporciona sobre quienes en lo formal hacían posible su elaboración son limitados. El director fue siempre Luis Córdova, que era también el secretario de publicaciones del IICM-R, el formador también se mantuvo siendo siempre Roberto Sayavedra G.; el encargado de redacción fue Carlos Cardoso Mejía, aunque no siempre aparece este dato; en el cargo de administrador participaron Claudio López Perea y Azálea Silva.
Entre los colaboradores del IICM-R y su revista se encuentran personalidades destacados en sus áreas de trabajo y estudio, por ejemplo, en ciencias contó con el físico Manuel Sandoval Vallarta y el médico Alfonso Pruneda, que son personajes destacados en la historia de la ciencia en México; escritores, como Efraín Huerta, José Mancisidor y José Revueltas, y artistas gráficos como José Chávez Morado, Alberto Beltrán, Julio Prieto, Andrea Gómez, Adolfo Mexiac, entre otros. No obstante, la mayor parte de los textos e imágenes publicados en la revista fueron de tutoría soviética (Chávez, 2020).
Habiendo señalado la participación de intelectuales de múltiples campos, se hace necesaria una aplicación de este fenómeno que revela, aunque el PCM no era una fuerza política poderosa para la década de 1940 y 1950, la idea del socialismo y la construcción socialista en la Unión Soviética despertó interés en un importante número de intelectuales y artistas que no eran necesariamente marxistas ortodoxos, sino socialistas, simplemente defensores de la democracia o partidarios de un mejoramiento de las condiciones de vida de las masas.
El hecho de que un número importante de intelectuales, artistas y políticos mexicanos vieran favorablemente la construcción socialista en la Unión Soviética desde la década de 1920 hasta mediados de la década de 1950, es un fenómeno que no puede explicarse atendiendo únicamente al mundo de las ideas, ya sea apelando a que de la década de 1920 no todos los grupos políticos tenían una idea clara de la revolución rusa y el “bolchevismo”, tampoco es suficiente hacer referencia a los elementos que conforman la “retórica bolchevique”, e igualmente es parcial la visión construida con la herramienta de la prosopografía o estudios particulares de individuos en específico (Urías, 2005). Para entender este fenómeno se requiere atender al contexto histórico concreto, considerando también las determinaciones políticas y económicas.
Una pista para aproximarnos al fenómeno nos la da Carlos Monsiváis (2008) al referirse al final del periodo cardenista y de la década de 1940: “Los realistas socialistas y los populistas tienen a asimilar, a identificar su idea de una ‘cultura proletaria’ con la cultura de la Revolución Mexicana” (p. 1017). Aunque Monsiváis habla del proceso en que los comunistas, por ejemplo los muralistas se “institucionalizan”,16 la identificación a que hace referencia también debe pensarse a la inversa; es decir, los casos donde los aspectos de la cultura, y en general de la ideología, de la Revolución Mexicana se identificaron con aspectos de la revolución socialista, aspecto que ya se ha trabajado.
Así, la identificación entre aspectos de la política, la cultura y la ideología de la Revolución Mexicana, con los aspectos de la revolución socialista de octubre, fue un factor central que permite explicar por qué la Unión Soviética tenía el respaldo de eminentes intelectuales mexicanos. Hay que aclarar que esta equiparación tenía una base material, no obstante las similitudes eran de forma y no de contenido, de carácter secundario y no esencial.
Por ejemplo, respecto de la posición antiimperialista: la política de la Unión Soviética comprendía por imperialismo una etapa de desarrollo del capitalismo, cuya esencia es la existencia de monopolios que exportan capital; sin embargo, es verdad que, desde el inicio de la Guerra Fría, Estados Unidos quedó a la cabeza del campo imperialista y por tanto era el principal país con el que se confrontaba la Unión Soviética. La lucha antiimperialista emprendida por la Unión Soviética y concentrada contra Estados Unidos, coincidía con las posiciones antiimperialistas de sectores mexicanos, que identificaban como imperialismo la política expansionista de Estados Unidos (en terreno económico y principalmente político-militar). Por tanto, el fenómeno de identificar como enemigo a Norteamérica tiene una esencia distinta para la Unión Soviética y para los grupos políticos influidos por la ideología de la Revolución Mexicana.
La Unión Soviética fue atractiva no solo para los comunistas, sino que también algunos políticos mexicanos no comunistas veían propicios algunos de los rasgos, este es el caso de Cárdenas y Mujica. También lo fue para algunos intelectuales que laboraban al servicio del Estado mexicano, pero que sin ser del PCM trabajaban a favor de la Unión Soviética, tal fue el caso de Narciso Bassols y Víctor Manuel Villaseñor. Otros fueron atraídos por el desarrollo científico derivado de la política económica de la Unión Soviética; caso similar pasó con personajes del mundo del arte. Es decir, además de los aspectos ideológicos, las condiciones sociales que brindaba la Unión Soviética también fueron un atractivo para sectores de intelectuales, políticos y artistas mexicanos.
También se debe considerar la existencia de una visión antiimperialista tergiversada por el nacionalismo que más bien hacía referencia a un sentimiento antinorteamericano y en la oposición se ponían de lado de la Unión Soviética, por vínculos y aspectos similares pero secundarios; por ejemplo, el desarrollo económico de la Unión Soviética siendo un país en gran parte agrario y esto lo consideraban similar al proyecto de la Revolución Mexicana. Sin lugar a dudas un fenómeno que aproximaba a múltiples intelectuales era la ideología de la Revolución Mexicana que mezclaba aspectos de la doctrina marxista, y permitía equiparar las medidas tomadas en la Unión Soviética con las establecidas, cuando menos en letra, por la Revolución Mexicana, derechos laborales, reparto agrario.
El vínculo internacional: la VOKS
Más allá de lo que se pueda indagar de cada personaje del Instituto, hay indicios de que estuvo vinculado de forma indirecta a organismos del gobierno soviético que dictaron gran parte de su labor. Esto se puede saber en medida que la mayor parte de los artículos de Cultura Soviética eran de autores soviéticos, los temas que reflejaron son los que estaban en boga en la Unión Soviética, y su contenido mostró un amplio y específico conocimiento de lo más representativo de su cultura, su política, su economía y su aspecto social; de tal forma que pese a estar dirigido por mexicanos, el IICM-R recibió una gran influencia del gobierno soviético por medio de la VOKS, organismo que orientaba los contenidos de la revista.
En la revista Cultura Soviética se menciona que el IICM-R guardaba una estrecha relación con un organismo de carácter internacional de la Unión Soviética, denominado por sus siglas en ruso como VOKS, que fue fundado el 7 de abril de 1925, y hacia la década de 1930 estaba en contacto con 77 países, aunque no todos mantenían relaciones diplomáticas con la Unión Soviética; por lo que había países en donde no se habían logrado concretar embajadas (Kowalsk, 2004, p. 135). Contaba con secciones especializadas para el intercambio y difusión de diversas ramas de la ciencia y las artes, como medicina, de ciencias de la educación, música, teatro, pintura y escultura, entre otros.
La finalidad de este organismo era “establecer relaciones culturales con las naciones extranjeras, sus instituciones científicas, artísticas y culturales en general, y sus destacados exponentes en la ciencia y el arte” (“Editorial”, 1945, p. 3). A su vez, la VOKS respondía a la agencia del Comisariado del Pueblo de Asuntos Exteriores,17 de forma tal que la labor cultural estaba sometida a la censura y a las decisiones de este organismo político del gobierno soviético.
No obstante el Instituto presentaba a la VOKS como un organismo dispuesto al intercambio cultural que buscaba responder a los intereses de los intelectuales mexicanos:
Este Instituto mantiene cordiales relaciones con VOKS y, desde estas columnas, hace una cordial invitación a los hombres de ciencia y a los artistas mexicanos, para que a ella se dirijan en demanda de datos y materiales de su especialidad, directamente o a través de nosotros que aseguramos, en todo caso, mayor celeridad en la correspondencia (“Editorial”, 1945, p. 3).
En este mismo sentido, y para evitar que los trabajos de la VOKS fueran vistos únicamente como labor propagandística, se impulsó un constante intercambio cultural que implicó llevar a la Unión Soviética múltiples expresiones culturales:
A través de la VOKS residente en Moscú, hemos enviado hasta ahora las siguientes manifestaciones de nuestra vida espiritual: Más de mil libros de autores mexicanos de todas las tendencias y credos, cuyo conjunto ofrece una aproximada imagen de nuestra novelística, de nuestra poesía, de nuestro teatro, de nuestra grafía, de nuestra historiografía y del reciente y notable avance de nuestras ciencias exactas. (...)
Hemos mandado, así mismo, alrededor doscientas reproducciones de piezas arqueológicas -cada una con su respectiva explicación redactada por Salvador Toscano-, que revelan aspectos parciales del arte precortesiano oriundo de diversas regiones del país. (...)
Hemos enviado juguetes y objetos de arte popular, que están siendo estudiados por los folkloristas soviéticos. Cerca de mil discos y partituras de música sinfónica y popular mexicana (“Editorial”, 1946, p. 4).
Hay que considerar que la asimilación de materiales de la historia, la ciencia y la cultura mexicana, permitió a la Unión Soviética un mejor conocimiento y planeación de la intervención política en el país. No obstante, con eso no se descarta que, además, los intereses políticos de la Unión Soviética tuviera un legítimo interés por difundir la cultura de México entre la población soviética.
La labor de intercambio cultural que la VOKS realizó por medio del Instituto se puede seguir por medio de la revista Cultura Soviética, que en su sección “México en la URSS” daba cuenta de la difusión de la cultura mexicana en el país de los soviets, tal como exposiciones artísticas, proyecciones de cine, obras de teatro y música. Por otra parte, en la sección “Actividades del Instituto”, la revista daba cuenta de las exposiciones, eventos, conferencias y demás actividades de difusión de la cultura soviética que se organizaban en México, la mayoría alojados por el mismo Instituto.
Conclusiones
El restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre la Unión Soviética y México en 1942 permitió que el gobierno soviético desplegara una labor propagandística a favor del socialismo utilizando un medio distinto del que tenía con la embajada y las organizaciones políticas como el PCM; esto se concretó en una institución que, pese a recibir orientaciones políticas del gobierno soviético, tuvo un reconocimiento oficial del gobierno mexicano: el IICM-R.
En el surgimiento del IICM-R confluyeron tanto la labor de las organizaciones mexicanas de corte socialista que previamente habían desarrollado de propaganda a favor de la Unión Soviética, con mayor pujanza a partir del inicio de la Segunda Guerra Mundial; como el interés del gobierno soviético de desplegar una propagada amplia bajo el ropaje de la cultura, que permitiera generar nuevos simpatizantes de su política entre personas cuya perspectiva democrática y antiimperialista los colocara a su favor en el entorno de la Guerra Fría.
El IICM-R es un ejemplo de las iniciativas que la Unión Soviética emprendió durante la Guerra Fría para atender el “frente ideológico”, en el que la cultura tuvo una gran importancia como medio para propagar las ideas de la superioridad del socialismo respecto del capitalismo. La participación de importantes intelectuales, científicos y artistas mexicanos en el Instituto demuestra que hacia finales de 1944 la Unión Soviética llevaba la delantera en la disputa ideológica contra el bloque capitalista. No obstante, queda por estudiar el grado de participación que tuvieron y el punto de inflexión que llevó que tal apoyo se desgajara una década más tarde.
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El presente texto está basado en la tesis de maestría de Ángel Chávez (2020).
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La primera reunión de la Kominform se dio el 25 septiembre de 1947 en Polonia, en dicho evento Zhdanov presentó su informe “Sobre la situación internacional”, texto en el que se presenta una valoración política de los campos socialista y capitalista.
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Dado que la “teoría de los dos campos” no ha sido utilizada en la historiografía reciente, considero de utilidad aclarar que en el presente trabajo se recupera dicho concepto por considerar que retrata la concepción soviética de los acontecimientos de la disputa político-ideológica que surgió entre el capitalismo y el socialismo al terminar la Segunda Guerra Mundial; es decir, se busca recuperar los propios términos de la perspectiva soviética para la explicación del fenómeno de la Guerra Fría. Sumado a esto, dado que la aspiración del historiador es comprender los fenómenos en su contextos, considero que recuperar la concepción de Zhdánov, uno de los principales dirigentes de la Unión Soviética, es la mejor forma de comprender el trasfondo político de la revista Cultura Soviética, pues esta publicación respondió al momento en que Stalin en lo político y Zhdánov en el frente ideológico, eran la expresión hegemónica en la Unión Soviética.
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La noción de Guerra Fría Cultural, para el caso de América Latina, ha sido revisada y enriquecida por textos como los de Massey y Lloyd (2008), Alburquerque (2011), Calandra (2011), Calandra y Franco (2012), Fox (2013), Iber (2015), Pettinà (2018), Espeche y Ehrlich (2019); entre otros.
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José Mancisidor fue un escritor, crítico literario e historiador comunista, entre sus obras destacan las novelas Ciudad Roja, La Asonada, Frontera junto al Mar, En la Rosa de los Vientos. Su libro más conocido es Historia de la Revolución Mexicana, que contó con más de 20 reediciones. El gobierno de Veracruz editó sus obras completas en seis tomos.
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Alfredo Díaz Escobar fue entre 1940-1943 diputado en Querétaro, también impulsó la Comisión Nacional Antinazi y Antifascista, y el Comité Nacional Antisinarquista.
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No eran las únicas organizaciones políticas que hacían labor de propaganda a favor de la Unión Soviética y que pedían que México restableciera relaciones con dicho país, pues la Liga de Acción Política, el PCM y el PP de Vicente Lombardo Toledano también participaron en parte de estas labores sin tener las características de ser organizaciones amplias de masas, sino que eran de corte militantes. No obstante, el restablecimiento de las relaciones México-Unión Soviética y la política de los comunistas del PCM de apoyarse en fuerzas progresistas no necesariamente comunistas para que se creara un movimiento social que se posicionara a favor de la Unión Soviética como contraparte del fascismo, responde a los lineamientos de la política dictada por la IC denominada el Frente Popular.
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Al término de la guerra los comunistas impulsaron una serie de agrupaciones de masas de carácter mundial para fortalecer el campo socialista y debilitar el campo del imperialismo, estas fueron Federación Mundial de Juventudes Democráticas (1945), Federación Democrática Internacional de Mujeres (1945), Federación Sindical Mundial (1945) y Consejo Mundial de la Paz (1949).
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Fue un diplomático soviético, entre 1930 y 1939 fungió como Comisario del Pueblo de Asuntos Exteriores, posteriormente fue enviado a la embajada de la Unión Soviética en Estados Unidos. Simpatizaba con las posiciones políticas de Trotski y Zinoviev.
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En adelante se citará de forma constante las editoriales de la revista Cultura Soviética, dado que no aparecen firmadas por alguna persona, se sustituirá el autor por “Editorial”.
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Esto se puede constatar, por ejemplo, en el evento Homenaje del pueblo mexicano a la Unión Soviética que se llevó a cabo en el Palacio de Bellas Artes, el 29 de octubre de 1942. Entre los participantes, además de Lázaro Cárdenas y Miguel Alemán, estuvieron Vicente Lombardo Toledano, Jorge Negrete como secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica, Similares y Conexo de la República Mexicana, y representantes de organizaciones como la Confederación Obrero y Campesina de México; Confederación de Trabajadores de México; Confederación Nacional Campesina, entre otros. Las intervenciones que se presentaron en el acto, así como fotografías del evento, se encuentran reunidas en Díaz (1945).
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El Instituto reconocería su labor entre otras formas con la publicación del libro de Alfredo Cardona Peña (1956)Alfonso Reyes en la oesía.
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En 1935 “visitó la urss donde se entrevistó con los dirigentes de la Comintern y de la Profintern, en particular con D. Manuilsky” y S. Losovsky” (Jeifets y Jeifets, 2015, p. 639). Regresando a México publicó, con Vicente Lombardo Toledano (1936), Un Viaje a un Mundo del Porvenir. Seis Conferencias sobre la URSS; por invitación de la VOKS viajó nuevamente a la Unión Soviética en 1945.
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Recientemente se han emprendido los estudios de esta revista, al respecto destaca la tesis de Chávez (2020). También se han recuperado materiales de la revista para ser publicados como fuentes: Chávez (2018); Nogales y Sainz (2020); también de próxima aparición en Revista Historias el texto Chávez, La ruta soviética rumbo a la “emancipación de la mujer”, que recupera de Cultura Soviética un testimonio de Mathilde Rodríguez Cabo.
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Entre las múltiples determinaciones que permiten explicar el motivo por el cual los comunistas pasaron a sostener posiciones favorables al gobierno de la Revolución Mexicana está el hecho del viraje táctico al Frente Popular que se dio en el VII Congreso de la Internacional Comunista que el PCM aplicó en México; también se debe considerar la confusión ideológica que llevó a exaltar el elemento nacional por sobre los elementos clasistas. De igual forma, la identificación fue posible por similitudes, de carácter secundario y no determinante, entre el proceso revolucionario ruso y mexicano.
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A partir de 1946 se renombró a los “Comisarios” como “Ministros”, y la dependencia pasó a llamarse Consejo de Ministros de la Unión Soviética.
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- » Recibido: 03/08/2020
- » Aceptado: 25/01/2021
- » : 20/11/2021» : 03/2021