Letras
Históricas 26:e7323
Memoria, historia y
deporte en la frontera: una perspectiva hermenéutica del futbol en Tijuana
Memory, history, and
sports in the border: a hermeneutic view of football in Tijuana
Carlos Alberto Piña
Mata
El Colegio de Sonora
General Alvaro Obregón 54, 83000, Hermosillo, Sonora
Zulema Trejo
Contreras
El Colegio de Sonora
General Alvaro Obregón 54, 83000, Hermosillo, Sonora
Fecha de recepción: 26 de noviembre del 2020
Fecha de aceptación: 18 de octubre del 2021
DOI: https://doi.org/10.31836/lh.26.7323
Resumen: El presente artículo tiene por objetivo reflexionar
sobre el futbol como hecho social total, el cual alude a la memoria colectiva e
historia dentro de su universo simbólico. Esta reflexión permite trascender el
aspecto lúdico de la actividad para comprender y constatar cómo el deporte se
encuentra ligado a los procesos de crecimiento urbano, la migración y la
creación de instituciones con un destacado impacto en la comunidad. Seguimos
los conceptos sugeridos por el historiador alemán Reinhart
Koselleck de ‘espacio de experiencia’ y ‘horizonte de
expectativa’. El primer concepto lo entendemos como el pasado sedimentado en la
sociedad que dota de sentido las actividades del presente, y así la experiencia
acumulada en los habitantes de Tijuana retoma al deporte como parte de su
construcción identitaria. A su vez, el segundo concepto
infiere la capacidad de los sujetos históricos por vislumbrar un futuro que se
ajuste a sus metas como colectivo. Ambas nociones nos acercan al análisis del
deporte en la ciudad que concatena el pasado-presente con el presente-futuro, y
cuya reflexión se desprende de la memoria colectiva como categoría analítica
por complejizar.
Palabras clave: frontera, hermenéutica, futbol, memoria, Tijuana.
Abstract: The following article has the objective of
introducing some notions about football (or soccer) as a total social fact; it
alludes to collective memory and history as part of its symbolic universe. In
this sense, the understanding of sports opens the possibility of going further
than the ludic aspect of the activity in order to link the sports with other
social processes like the urban growth, migration and the genesis of
institutions with great impact in the community. We use the concepts provided
by the German historian Reinhart Koselleck ‘experience
space’ and ‘expectative horizon’ to explain how Tijuana's inhabitants made
football part of their identity construction. Both notions made possible the
analysis of spots in the city connected to time concatenation between past and
present, which includes a reflection about collective memory as a complex
analytic category to discuss.
Keywords: border, hermeneutic, football, memory, Tijuana.
Propuesta
teórico-conceptual
Los nexos entre
historia e identidad han trascendido los espacios académicos al mostrar que en
la vida cotidiana se expresa el simbolismo de los acontecimientos y procesos
históricos, sean verdaderos o no. Al elevar la categoría del mito como un
relato racional de hechos, como lo propuso el historiador Paul Ricouer (Ricouer y Kearney, 1978), importa estudiar no solo los hechos fundacionales,
sino también la narrativa que estructuran las personas a partir del recuerdo,
la emotividad y sus creencias.
En este sentido,
las ciencias sociales han propuesto el término del ‘imaginario social’ cuya
discusión teórica evoca la posibilidad de establecer una intersubjetividad
basada en instituciones sociales, las cuales estructuran el mundo vivido y
transmiten pautas de significado entre generaciones. Es ahí donde aparece la
identidad como sumatoria de relatos y experiencias.
Un aporte clave
para entender la idea esbozada es la propuesta de Reinhart
Kosselleck (2001) y sus conceptos meta-históricos:
espacio de experiencia y horizonte de expectativa. El primero de ellos, como
constructo basado en los acontecimientos que experimenta cualquier sociedad,
remite a un espacio común, una gran base de datos compartida en la que la
experiencia, más allá de la historia, constituye un referente siempre
importante a tomar en consideración. Dicha experiencia permite la unión de los
tiempos pasado y presente, como bien lo discute el autor con la imbricación de
los tiempos. Nuestra propuesta es que este cúmulo de experiencias se vincula
con pautas de civilidad y formación identitaria, las
cuales se expresan en prácticas cotidianas que en un primer momento pueden
parecer triviales, pero que en su análisis profundo revelan una trascendencia
significativa. Para nuestro estudio esa posibilidad se contempla desde el
deporte, específicamente la aparición del futbol en la frontera. El autor lo
enuncia de manera prolija en el siguiente fragmento de su obra:
La experiencia es un pasado presente, cuyos
acontecimientos han sido incorporados y pueden ser recordados. En la
experiencia se fusionan tanto la elaboración racional como los modos
inconscientes del comportamiento que no deben, o no debieran ya, estar
presentes en el saber. Además, en la propia experiencia de cada uno,
transmitida por generaciones o instituciones, siempre está contenida y
conservada una experiencia ajena. (Koselleck, 1993,
p. 342)
Es importante
no perder la noción del mito en su expresión más lata. Como se mencionó, lo
importante no es la veracidad de los hechos o experiencias, su relevancia
estriba en la significación que construyen los agentes sociales a partir de
ellos. Por ende, la experiencia no puede estar desligada de la proyección que
tiene la sociedad sobre sí misma. Esto fue bien contemplado por Kosselleck (2001) al sugerir el otro término meta
histórico, el horizonte de expectativa. En diferentes circunstancias históricas
se vivieron diferentes proyecciones hacia futuro; el optimismo del desarrollo
científico positivista del siglo XIX y la crítica de la Escuela de Frankfurt
ante los retos de principios del siglo XX son ejemplos contrastantes de
expectativas. Sin embargo, al igual que la experiencia, siempre han estado en
el horizonte, se construyen en el imaginario social y generan instituciones que
sostienen dicha proyección. Este es el futuro que se vive día con día, el
futuro-presente. En relación con dicha temática se debe mencionar:
Algo similar se
puede decir de la expectativa: está ligada a personas, siendo a la vez
impersonal, también la expectativa se efectúa en el hoy, es futuro hecho
presente, apunta al todavía-no, a lo no experimentado, a lo que sólo se puede
descubrir. Esperanza y temor, deseo y voluntad, la inquietud pero también el
análisis racional, la visión receptiva o la curiosidad forman parte de la
expectativa y la constituyen. (Koselleck, 1993, p.
338)
La agenda de
investigación propuesta por el autor nos permite tomar el ejemplo histórico
desde la teoría y el universo empírico de la cotidianidad. En concreto, la
investigación que proponemos se vincula con los fundamentos empíricos
propuestos por el autor:
Y con esto llego a
mi tesis: la experiencia y la expectativa son dos categorías adecuadas para
tematizar el tiempo histórico por entrecruzar el pasado y el futuro. Las
categorías son adecuadas para intentar descubrir el tiempo histórico también en
el campo de la investigación empírica, pues enriquecidas en su contenido,
dirigen las unidades concretas de acción en la ejecución del movimiento social
o político. (Koselleck, 1993, p. 337)
El hecho de tomar la experiencia de Tijuana respecto
del deporte nos permite escudriñar en las relaciones posibles, también nos
permite la concatenación de tiempos en las experiencias de sus participantes y
la comprensión del sentido de las prácticas.
Por otro lado, se debe tratar el tema de la
formación de una moralidad que sostendrá las instituciones sociales y legitima
las prácticas que sean acordes con los principios establecidos como válidos. Al
seguir una perspectiva constructivista heredera del desarrollo cognitivo de
Piaget (2003), los niveles del desarrollo moral propuestos por Kohlberg (Crain, 1985) merecen una discusión. Este autor señala que
la gran mayoría de la sociedad – alrededor de 85% según sus datos –
se queda en un nivel de moralidad ‘convencional’; muy poca población, en
cambio, mostró desarrollar un pensamiento ético post convencional. En otras
palabras, las pautas de significación moral son las generadas en convenciones
de mayorías, y no lo decimos como perogrullada, sino que en la definición de
esas convenciones podremos responder preguntas como: ¿qué es la identidad
fronteriza?, ¿qué procesos de identificación social se llevan a cabo en una
ciudad cuya población es en gran medida de origen migrante?, ¿en qué
instituciones y prácticas sociales se aprecian las convenciones de los
tijuanenses? Sin duda, cada campo social tiene sus matices, para este trabajo
se eligieron aquellas relacionadas al ámbito deportivo.
Una notable aportación a la temática sugerida es la
que realizó el historiador tijuanense Josué Beltrán (2014) con su análisis sobre
la ‘leyenda blanca’ emprendida por agentes sociales migrantes y una incipiente
población nativa con poco arraigo en el territorio, y que a la postre
consolidaron prácticas y discursos que contrarrestaron la imagen negativa de la
ciudad, como una ciudad de paso y andurrial del vicio, aquella leyenda negra
que afectaba a una población emergente de, autonombrados, ‘buenos’ ciudadanos.
Los modelos de higiene social tuvieron varias expresiones durante el siglo XX,
las políticas educativas dan cuenta de ello. Sin embargo, el epítome del
saneamiento de las prácticas civiles en Tijuana se dio durante el cardenismo
con la expropiación del complejo Agua Caliente. En su auge, este complejo
concentró la opulencia de la clase acomodada en el sur de California y logró
ganancias millonarias constantes para utilizar los edificios del hotel-casino
como aulas y dormitorios para estudiantes. Mencionamos este caso por la
relevancia que tuvo en la comunidad, algunos protestaron por las pérdidas que
también significó para el sector servicios. Sin embargo, la justificación desde
la ideología nacionalista y la reacción de los apenas asentados pobladores,
lograron consolidar un relato de civilidad, se buscaron las buenas prácticas
sociales y la moralidad de la leyenda blanca se constituyó como una de las
convenciones centrales de la comunidad fronteriza.
Insistimos en la necesidad de contemplar todo campo
social en la creación de significados. La tesis de Elias
y Dunning (1986) sobre el deporte y los procesos civilizatorios
sigue vigente cuando analizamos las prácticas deportivas en su especificidad. Prueba
de ello es la investigación de Segura Trejo y Govea (2016) sobre el futbol en
tres tiempos, una innovación en el desarrollo de este deporte al relativizar el
sentido de competencia, puesto que emplea una metodología para fomentar el
desarrollo social y constituye una herramienta para el trabajo comunitario. El
autor es prolijo en la descripción del método; sin embargo, nos limitaremos a
enunciar brevemente los aspectos que transforman la práctica y reconfiguran su
significado. Un primer elemento es la negociación de las reglas que se tendrán
en la partida, más allá de aceptar una normatividad impuesta, los mismos
jugadores definirán acuerdos previos al partido. El segundo tiempo es la
práctica del deporte como se conoce internacionalmente. Pero en un tercer
tiempo, existe una evaluación y negociación posterior sobre los logros alcanzados
como equipo, el desempeño colectivo y una convivencia posterior como parte de
la dinámica en tres momentos. Este tipo de modalidad contrasta con las lecturas
pesimistas sobre la influencia mediática, si bien en unos espacios el futbol es
tomado como una forma de consumo y se considera parte de la globalización de la
cultura, en esta versión se prioriza el particularismo de la comunidad, además
de su agencia para “desarrollar en los jóvenes practicantes el hábito del
análisis de situaciones inmediatas y el accionar, en el día a día, para
favorecer la resolución de problemas, la toma de decisiones concertada así como
la elaboración de proyectos de vida” (Segura Trejo y Govea, 2016, p. 3).
Al mencionar el ejemplo anterior, creemos que es
importante enfatizar que los procesos de la vida cotidiana son un campo
complejo de la investigación social, pero no por ello se debe eludir su
problematización y discusión teórica. Al analizar las pautas de significación
del futbol en una ciudad fronteriza no se piensa en el desarrollo de la
práctica en sí, sino en todas las condiciones de posibilidad que permitieron
dicha actividad. Existe una imbricación de los campos sociales en la realidad,
por lo que sería ingenuo distanciar el deporte del contexto social que lo genera,
sostiene y promueve.
En aras de sumar al ejemplo seleccionado, acudimos a
la filosofía del deporte, en específico a la aplicación de la hermenéutica,
para la comprensión cabal de la actividad desde múltiples disciplinas. Dentro
de esta línea de investigación, nos interesa una comprensión de la experiencia
en el mundo, el ser en el sentido que
Heidegger explicó en toda su extensa obra con el concepto del Dasein,
ser-estar, y que encuentra en el deporte otro ‘mundo’ o campo de socialización
que determina las relaciones y, por ende, la experiencia en el mundo de la
vida. Sin caer en un abstraccionismo propio de otras discusiones, nos interesa
especificar el uso del concepto en el campo deportivo. Al respecto de la
otredad se menciona:
Los otros no quiere
decir todos los demás fuera de mí, y en contraste con el yo; los otros son, más
bien, aquellos de quienes uno mismo generalmente no se distingue, entre los
cuales también está [...] El mundo es desde siempre el que yo comparto con los
otros. El mundo del Dasein es un mundo en común (Mitwelt). El
estar-en es un co-estar con los otros. (Heidegger,
citado en Ramírez-Macías, 2018, p. 169)
En ese orden de
ideas, la experiencia del ser, además de ser su fundamento, está determinada
por su relación con otros seres, la formación de proyectos e instituciones
colectivas que le darán sentido a ese ‘mundo’ cuyas características son:
Un mundo no es un
objeto que se encuentre frente a nosotros y pueda ser contemplado. Un mundo es
lo inobjetivo a lo que estamos sometidos mientras las
vías del nacimiento y la muerte, la bendición y la maldición nos mantengan
arrobados al ser. Donde se toman las decisiones más esenciales de nuestra
historia, que nosotros aceptamos o desechamos, que no tenemos en cuenta o que
volvemos a replantear, allí, el mundo hace mundo. (Heidegger, citado en
Ramírez-Macías, 2018, p. 171)
Las reflexiones del
autor Ramírez-Macías (2018) sugieren que el campo deportivo es otro ‘mundo’ al
que es arrojado el Dasein,
en el cual el deportista existe en
relación con los otros seres, constituyen el proyecto de vida basado en sus
expectativas y dotan de sentido sus prácticas cotidianas encaminadas a la
realización del ser, su experiencia de vida. A lo cual debemos sumar esa parte
‘inobjetiva’, lo inmaterial y de rasgos sensibles que
determinan dicho espacio. Para nuestro caso es la frontera, sus relaciones y
significado construido a través de generaciones nativas y migrantes. Así, la
propuesta desde la filosofía del deporte tiene un potencial de interpretación
que aspiramos explotar. El mismo autor menciona: “El deporte es mundo donde el
ser humano puede buscar el significado de su existencia, o, dicho de otra
forma, donde el Dasein puede desvelar la verdad de su ser,
donde aspira a una existencia propia” (Ramírez-Macías, 2018, p. 173).
Con este ensayo y
ejemplificación del caso tijuanense pretendemos sumar a una línea de
investigación poco explorada en México, pero que desde la interdisciplina
nos ofrece amplias posibilidades, al respecto Castillo Mendoza (2011) aclara
dichas posibilidades:
Es hacer una
hermenéutica, lograr una comprensión del deporte que intente explicar, más que
demostrar, cómo la actividad deportiva trasciende la mera recreación y el
espectáculo y toca vertientes que tienen que ver directamente con otras áreas
del conocimiento como lo literario, lo antropológico, lo sociológico, lo estético,
lo ideológico y lo cultural. (p. 241)
Desde la historia del presente, coetánea o
inmediata, nos interesa empezar un diálogo con otras disciplinas y actores.
Esperamos que este ensayo introductorio nos lleve a un análisis extenso sobre
las prácticas deportivas en todos los contextos y posibilidades históricas. A
continuación, ofreceremos un esbozo teórico sobre el análisis deportivo y
posteriormente nos concentramos en el caso específico de Tijuana.
Esbozo teórico en
la problematización del futbol, historia y memoria
Sin pretender ser exhaustivos en la búsqueda de
referentes, mencionaremos algunas de las formas en las que se ha estudiado el futbol
como hecho social. Por mencionar algunos textos revisados, está la obra de Buford (1992), Entre
los Vándalos que narra el viaje con los hooligans ingleses en varias
ciudades europeas desde una perspectiva antropológica; el autor alemán Gerhard Vinnai (2003) en El futbol
como Ideología da pautas para establecer patrones de conducta en el vínculo
ocio, mundo laboral, la función compensadora del deporte, la mercancía, entre
otros para generar cierta socialización en la actividad deportiva que puede
caer en la agresividad; hasta el mismo Eduardo Galeano (1995) da un juicio
estético-interpretativo de la importancia del futbol en las relaciones
sociales, especialmente en Latinoamérica. En una publicación más reciente, el
historiador catalán Carlos Viñas (2005) ha marcado el cambio de las aficiones
futbolísticas en Europa por conductas intolerantes a problemas como la migración,
religión y terrorismo, lo que ha conformado grupos de ‘ultras’ radicales de
extrema derecha o con discursos hípernacionalistas.
Como vemos, la evolución del fenómeno tiene características propias y su veta
de investigación crece constantemente. Reconocemos la importancia de estos
aportes desde las ciencias sociales; sin embargo, también remarcamos la poca
producción historiográfica – no solo sobre el futbol, sino para todo el
deporte en general – sobre la temática en el contexto fronterizo norteño
de México. Por ende, la presente sección del trabajo retomará algunos textos a
considerar.
Julio Frydenberg (2011)
con su Historia Social del Futbol en
Argentina contempla las posibilidades teóricas que alcanza la temática
futbolística. Este estudio histórico se limitó a la formación de clubes hasta
la profesionalización, pero con la siguiente cita podemos extraer el sentido
social del futbol:
Un vehículo de
expresión emocional y de producción de sentido, así como punto de convergencia
y de cruce entre los ámbitos cotidianos del hogar y las barriadas, y los
grandes eventos domingueros – es decir, entre lo ordinario y habitual y
lo extraordinario o ritual. Durante el período estudiado, el futbol pasó a ser
uno de los elementos constitutivos del mundo “natural” de la vida cotidiana,
tanto en el hogar como en los ámbitos casi exclusivamente masculinos. Y fue
además un espacio de permanente debate crítico yuxtapuesto con expresiones de
fanatismo. En suma, un escenario propicio para las elecciones morales (p. 14).
Las experiencias cotidianas han sido retomadas por
la microsociología como matrices de sentido. En el
texto citado nos podemos percatar de la profundidad a la que se llega cuando se
analiza cabalmente el deporte. Además de la perspectiva de género o del
análisis materialista, encontramos en las teorías sobre las identidades
sociales, otro abordaje teórico a considerar.
Un autor que da un aporte considerable al trabajo
antropológico para el caso mexicano es Fábregas Puig, con sus obras Lo Sagrado del Rebaño (2001) y La Antropología del Futbol (2002).
Destaca su reflexión sobre el futbol como condensador de una “síntesis cultural
de la variedad mexicana” en la que interviene la generación de identidades
políticas y culturales vinculadas con el Estado-nación. Tales elementos
evidencian la interacción de elementos simbólicos futbolísticos que aluden a la
“unidad nacional”, y se muestra el alto contenido patriota, en el caso de
algunos clubes, como las Chivas de Guadalajara (Alonso y Escala, 2012, pp. 48–49).
En la presente reflexión, un equipo de futbol actúa como recurso metonímico del
nacionalismo mexicano, que sigue siendo marca identitaria
de múltiples contextos dentro y al exterior del país.
Dentro de la revisión bibliográfica sobre la
temática planteada, subrayamos la obra recopilada por los chilenos Carlos Constela
y Eric Valenzuela (2014), que lleva por título Todo es Cancha: Análisis y Perspectivas Socioculturales del Futbol Latinoamericano,
que refieren a la territorialidad como un punto de encuentro entre los hinchas
organizados. Por un lado, Camilo Améstica plantea una
agenda de investigación en la que se suma una importante consideración por la “memoria
social” (2014, p. 203). Esta inclusión pretende incluir en el análisis la
“dimensión histórica a la construcción de las referencias identitarias
[...] que se proyectan sobre ciertas territorialidades” (Améstica,
2014, p. 195). En cuanto a la memoria habrá que realizar un bosquejo teórico
con las precisiones debidas, pero como categoría analítica es útil en el
estudio del pasado legítimo trasmitido entre los integrantes de un grupo de
hinchas militantes: esto guía sus actividades cotidianas, sirve como aliciente
para la unión grupal y las relaciones de poder que ello supone. Dentro del
universo simbólico, el pasado funge como un relato fundacional del nosotros, al grado de llegar a
glorificar y enaltecer los acontecimientos perpetrados por los miembros más
antiguos. Claro está, en dicha transmisión oral hay una selección y una
narrativa de estos hechos, la versión fidedigna de la historia está en otros
menesteres académicos. No obstante, esta argumentación coincide con los que
Cabrera (2014) rescata de la autora Elizabet Jelin en su “función política de la memoria”, pues este
pasado compartido articula el presente, las prácticas cotidianas del mismo, así
como las representaciones culturales como parte de las identidades individuales
y colectivas. Este autor llega a mencionar el “mito soreliano”
en su explicación sobre los comienzos históricos de Los Piratas en la ciudad de
Córdoba, Argentina; puesto que el pasado peronista y de activismo sindical es
considerado fundamental en la grandeza del grupo, a su vez compromete a los
nuevos miembros con un origen glorificado. Al realizar la comparativa entre los
aportes de ambos autores, queda de manifiesto que la memoria colectiva sigue
siendo toral en la generación de identidades; con todas sus aristas a
considerar, el pasado narrado desde el presente conserva su función
aglomerante.
Es interesante pensar en cómo se movilizan los
mecanismos identitarios en contextos de crisis. El
prolífico autor sobre temáticas deportivas y cultura popular, Pablo Alabarces (2006a), documentó un suceso de este tipo durante
la crisis económica en Argentina durante diciembre de 2001, que pasó a ser
conocida como el ‘cacerolazo’.[1] Ante la desolación de la carencia económica y la
inestabilidad política, el autor consideró que había “nuevos productores de
prácticas sociales” en los medios de comunicación como el nuevo relator sobre
la imposibilidad del Estado por amalgamar posturas ideológicas después del
peronismo, la dictadura cívico-militar y el posterior conservadurismo.
De esto se debe rescatar la importancia del contexto
histórico en la generación de prácticas sociales. Como el autor menciona, solo
algunos grupos mantuvieron cierto poder simbólico sobre el resto de la sociedad
civil, aquellos que acudían a la memoria histórica para la reivindicación de
daños por el autoritarismo militar y los sectores acomodados de la sociedad
argentina. Luego entonces, en un ambiente de vacío identitario e ideológico, se
acude a otros referentes para consolidar la “identidad posicional” de la que
habló Archetti (1984). El sentido de la argentinidad ‘imaginada’
– en las ideas de Anderson, rescatado por el autor – no
correspondía a las necesidades materiales del pueblo, la fisura de la
corporalidad identitaria dejó un vacío simbólico. De
tal modo que, siguiendo a E. P. Thompson (1979) en la noción de la “identidad
como una experiencia de lucha y conflicto” (citado en Alabarces,
2006b, p. 14), hubo un desplazamiento de las prácticas futbolísticas hacia
nuevos espacios que plantearon nuevas significaciones dentro del entramado
cultural argentino, ello también implicó otro consumo cultural cercano a la subalternidad y sus prácticas ilegítimas. Todas estas
experiencias del caso argentino nos sirven para reflexionar sobre el caso
análogo en la frontera norte de México. Las prácticas y los sentidos
compartidos forjaron instituciones que intentaron hacer frente a la leyenda ‘negra’
de Tijuana, marcaron pautas sobre la sociabilidad en la región y crearon
instituciones que son dignas de contemplar en el análisis del deporte
tijuanense.
Atisbos de la
memoria en el ser fronterizo
Consideramos que un estudio de este tipo es
necesario para Tijuana y Baja California. A partir del trabajo de campo,
pudimos constatar que muchas ideas sobre el deporte y la migración a la
frontera se pueden observar desde el lente futbolístico. El acercamiento a la
asociación Unidos por el Futbol, A.C. posibilitó el acceso a fuentes
memoriales que desconocíamos. Aquí ofreceremos algunos atisbos sobre esta
historia por hacer, la historia de las personas que hicieron los eventos
posibles. Desafortunadamente, la influencia del presentismo
hace que el equipo en primera división mexicana opaque la memoria colectiva del
futbol en la región. Este supuesto es parte de una idea generalizada del
sentido común foráneo y de quien desconoce la historia tijuanense, noción que
habremos de contradecir en este apartado.
Los investigadores del Colegio de la Frontera Norte,
Luis Escala y Guillermo Alonso (2012) emprendieron una búsqueda intelectual que
explicara, en términos sociológicos y antropológicos, la función gregaria del
deporte en contextos de migración. Aunque el enfoque de la obra sea global,
considerando que el énfasis es la explicación migratoria, abrió la posibilidad
para que se contemplaran los fenómenos culturales deportivos como parte del
interés académico y sus instituciones al reunir a importantes analistas en un
plausible trabajo colectivo. A su vez, los artículos nos dan cuenta de la
universalidad del futbol, más allá de una perspectiva colonialista, la
apropiación del futbol da cuenta de una asimilación cultural que siempre
permite impregnar significados como resultado de la agencia de los actores
sociales. En ello reside su importancia como actividad de la cultura popular:
no es mera enajenación mediática o consumista, sino que es un escenario
simbólico que adapta su práctica al contexto sociocultural en que se
desarrolla.
Después de coordinar la citada obra, Alonso (2014)
publicó un texto prolijo en cuanto a investigación e interpretaciones
antropológicas acerca del futbol. La genealogía brindada por el autor permite
ubicar la diseminación mundial de este deporte con valores estéticos,
políticos, identitarios, e inclusive poéticos. Con
una notable recopilación de fuentes entre intelectuales del futbol,
antropólogos, sociólogos e historiadores, esta obra nos permite adentrarnos en
realidades futbolísticas tan diversas como los nacionalismos escoceses e
irlandeses, el caso catalán y los inicios del balompié mexicano. Las
posibilidades interpretativas de esta actividad son de diverso calado, es por
ello que pensamos que se adolece de un texto que logre dicha exégesis de la
práctica deportiva en Tijuana. Los referentes internacionales son importantes
porque nos dan una guía, caminos intelectuales trazados que podemos transitar a
nuestra manera.
Los investigadores colombianos Alejandro Villanueva
y Germán Bustos (2018) nos recuerdan los acontecimientos históricos en los que
el telón de fondo de la justa deportiva ha sido la guerra o la paz. Por
ejemplo, la crónica del prestigioso periodista Ryszard
Kapuscinski sobre la llamada “guerra del futbol”
entre los países centroamericanos Salvador y Honduras. Si bien el conflicto
tiene su raíz en la disputa de tierras, fue en la contienda por un lugar en el
mundial México 1970 lo que propició la actitud hostil de los aficionados de
ambas selecciones en sus respectivas visitas, ello desató un conflicto armado
cuya arena de conflicto fue, en primera instancia, los estadios de futbol. En
contraste, hemos sido testigos de un proceso de pacificación colombiano entre
el Estado y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en el que
estos últimos han utilizado la camisa de la selección nacional como símbolo de
unidad en sus pronunciamientos desde la Habana, Cuba. La función metonímica de este
recurso queda de manifiesto cuando la retórica es de reconciliación, nada mejor
que los goles de la selección para abrazar al compatriota.
Estas posibilidades de pacificación desde el deporte
son relevantes a discutir, si se tiene en claro que este análisis debe
trascender las posiciones maniqueas al respecto. Un esfuerzo que es digno de
reconocerse es el del historiador tijuanense Armando Estrada (2009) con su
libro Valores Sociales del Deporte Popular.
Convivencia, Socialización e Identidad en Tijuana, 1920–1950. En la
temporalidad señalada, el autor discute las bondades de las prácticas y
asociaciones deportivas que generaron sentido de pertenencia en generaciones de
tijuanenses que iban llegando al territorio norte. Prueba de ello es cómo en la
década de los cuarenta, tras la entrada de Estados Unidos al conflicto
internacional de la Segunda Guerra Mundial, este país demandó mano de obra extranjera.
Miles de mexicanos de diversas regiones migraron a la frontera norte: “Los
nuevos habitantes de Tijuana trajeron consigo los diversos estilos de
mexicanidad de sus regiones de origen. Esto repercutió en el gusto recreativo
de la población, la cual empezó a practicar el futbol” (Estrada, 2009, p. 166).
Ello constituye otro ejemplo de cómo la condición fronteriza, con la migración
masiva que le caracteriza, impactó en la vida cotidiana de los tijuanenses. La
recreación y el ocio fueron incorporando elementos ‘foráneos0; esto es, fuera
de la región fronteriza o borderland que propiciaba otros deportes de la hegemonía
estadounidense como el básquetbol o el béisbol. Es importante en esta obra el
reconocimiento de los gestores pioneros del balompié, en el que se reconoce a
Óscar Mancilla Gamboa como el primer promotor y a los años de 1944–1945
en los que se inició el proceso de consolidación de las ligas amateurs y los
eventos multitudinarios en la joven Tijuana.
Figura 1
Primer equipo campeón en una liga fubtbolística en Tijuana
Fuente: Archivo
del Salón de la Fama del Deporte en Tijuana
Cabe señalar que el énfasis de la obra es el valor
social de los deportes en Tijuana, por ello reúne los testimonios de los principales
actores en las diversas expresiones deportivas. Remarcamos la función
pedagógica como un aspecto a considerar en la formación de una mejor civilidad,
en palabras del autor:
Para las escuelas
locales el deporte representaba una de las formas en las cuales los alumnos
aprendían a socializar, es decir se transmitía la cultura fronteriza. Se
instruían las reglas, las prácticas de juego, el valor de la solidaridad y la
cooperación. Era aprender un juego jugándolo, a ser parte de un equipo, un
equipo que representaba la escuela, era además definir una identidad. (Estrada,
2009, p. 171)
Debemos recurrir a lo señalado por Elias y Dunning (1986) con el
proceso de civilización. Si bien la Tijuana de esos años no encarnaba la
barbarie, también podemos intuir que la creciente población nativa demandó una
serie de instituciones forjadoras de la civilidad, las campañas moralistas post
cardenistas son parte de ese ser patriótico, trabajador y saludable. Qué mejor
forma de transmitir estas pautas de significado a través de un medio lúdico: la
vía deportiva.
No pensamos que se deba caer en el maniqueísmo del
imaginario positivo o negativo de la ‘leyenda blanca’ o ‘negra’,
respectivamente. Preferimos esbozar algunas nociones de una historia social del
futbol, aunque sean mínimas. A partir de los esfuerzos de los actores
deportivos, se consolidaron obras colectivas y la asociación Unidos por el Futbol,
A.C.,[2] que desde el año 2011 y hasta la fecha, lleva a
cabo una premiación simbólica a los ‘verdaderos’ actores del futbol.
Dedicaremos algunas reflexiones al trabajo de estos forjadores y sus
implicaciones en la memoria colectiva local.
Fruto de este repositorio memorístico es el libro Que Ruede el Balón. Futbol en Tijuana Memoria
de Protagonistas, editado por
Tarcisio Villarruel en 2009,
miembro activo de la asociación antes mencionada. Dicho documento reúne el
testimonio de decenas de mujeres y hombres que participaron en la consolidación
de las diferentes ligas futbolísticas de la ciudad. Uno de ellos en específico,
el proporcionado por Marco Antonio Cabrera, menciona los comienzos de la
afición futbolística en los que destaca la presencia de familias en la ‘algarabía
sana’ y sin violencia que se presentaba en las gradas de Parque México o el
estadio Romero Manzo. A su vez, los autores de este emotivo texto dejan
impregnado en sus párrafos un sentido de pertenencia notorio en lo que ahora
era su nueva casa, Tijuana, Baja California. Con orgullo recuerdan sus proezas
deportivas, pero es notable el objetivo de trascender la rivalidad deportiva
para consolidar una comunidad futbolística.
Dicha comunidad, materializada en asociación civil,
lleva algunos años reconociendo a los protagonistas reales de los encuentros.
Con ello se refieren a las familias de las y los jugadores, existe un
sentimiento de gratitud hacia los actores que de alguna forma posibilitaron la
realización de un pasado pletórico. Su afán no es el de premiar a las ‘estrellas’
de los equipos, sino reconocer la valía de todos los involucrados en las gestas
deportivas, incorporan un reconocimiento público con alto impacto simbólico a
la identidad civil, deportiva y fronteriza.
Alejados de una idealización de estos sucesos,
reconocemos que se trata de ver a la actividad deportiva como una trama de
significación, que permite la transmisión de pautas de significados a las
nuevas generaciones. En dicha intersección de generaciones, ubicamos ciertos
anclajes de identidad que nos ayudan a comprender la aparición de la afición al
futbol, que en la década de los noventa posibilitó la creación de la barra
brava.
Claramente, los miembros del grupo comparten las
nociones aportadas por Estrada (2009) respecto de la función pedagógica del futbol
en la civilidad tijuanense, pero con una marcada percepción emotiva sobre el
pasado. Nos gustaría aventurar uno de los conceptos novedosos en la
historiografía para analizar la importancia del espacio y la memoria en la
intersubjetividad de las comunidades, nos referimos a los “lugares de la
memoria”, del historiador Pierre Norá (2001). Con
esta elaboración teórica, el autor se refiere a “toda unidad significativa, de
orden material o ideal, de la cual la voluntad de los hombres o el trabajo del
tiempo ha hecho un elemento simbólico del patrimonio memorial de cualquier
comunidad” (citado en Allier, 2008, p. 166). En nuestra recopilación de datos,
nos hemos percatado de la importancia de los lugares para la comunidad
futbolística. El campo cercano al Puente México, recinto de los primeros
sucesos en el balompié local, desapareció y cedió su relevancia y función al estadio
Romero Manzo en la delegación Otay, nombrado así tras
la muerte de otro promotor destacado del futbol en la región, Jesús Romero
Manzo. A su vez, la comunidad futbolística ‘migró’ a este lugar para generar
otros espacios de convivencia – e.g., casas
club – alrededor del estadio y canchas dedicadas exclusivamente a la
práctica del futbol. Es por ello por lo que valoramos la relevancia simbólica
de estos hechos para la comunidad tijuanense. Claramente vemos condensada la
memoria colectiva, existen equipos que por décadas han transmitido la
pertenencia a su comunidad a través del deporte. Este anclaje identitario es
parte de la cultura popular, pero se olvida ante los hitos nacionalistas u
otros sucesos privilegiados dentro del panorama cultural fronterizo. No es el
tema de nuestra investigación, pero dejamos esta reflexión como un punto a considerar
en la historia social del deporte.
En aras de una consolidación metodológica con
referencias empíricas sobre los conceptos académicos propuestos, hemos
rescatado fuentes orales y hemerográficas de los
acervos privados de integrantes de asociaciones civiles como Unidos por el Futbol
y Salón de la Fama del Deporte en Tijuana. Estas fuentes nos han
permitido investigar la experiencia del futbol en la frontera, a pesar de que
carecen de rigor académico – e.g., publicaciones
sin fechas y recopilación de textos al azar.
En la entrevista
realizada el 28 de octubre de 2021 se pudieron constatar datos relevantes para
la historia del futbol de Tijuana y el entramado simbólico implícito en su memoria
colectiva. Ejemplo vivo de ello es el señor José Luis Sánchez González, apodado
“el italiano”, quien aportó datos fundamentales que podemos correlacionar con
el origen tanto de los clubes de futbol como de sus integrantes. Dichas
correlaciones las podemos ubicar como parte de la narrativa de los migrantes
cuya adscripción identitaria se configura a partir
del contacto social facilitado por la actividad deportiva, en este caso el futbol.
Un caso emblemático
que podemos mencionar gracias a los datos aportados es del Club Deportivo
Jalisco, cuya agremiación y nombre corresponden a los lazos del origen en común
que se afianzaron en la frontera. Con las fotografías exhibidas pudimos
constatar que dicho club tuvo por origen la intervención de los hermanos
Corona, originarios de Guadalajara y que también tuvieron una brillante
trayectoria deportiva como bolichistas (bowling) y fueron
empresarios prolíficos en la ciudad. Las actividades económicas realizadas
tanto en el ramo hotelero como restaurantero les permitieron auspiciar al club
de futbol y fueron sumando integrantes de la misma entidad federativa
originaria que ya residían en la frontera, como fue el caso del entrevistado,
el señor Sánchez, procedente del municipio de Quitupan,
Jalisco.
Una situación
análoga se presentó con el Club Tecolotlán. Este
equipo fue conformado por los integrantes de la familia Cuevas que tuvieron por
profesión el oficio de llanteros y eran originarios
de este emblemático pueblo jalisciense. Quienes militaron en dicho club conocieron
la razón del nombre y formaron generaciones de atletas que llevaron el nombre
del equipo otorgado por los pioneros futbolistas en la región, pero que ahora
se identifican como tijuanenses. Por añadidura debemos recalcar la importancia
de los ‘agentes’ o gestores de la actividad deportiva, en la tónica en que la
A.C. Unidos por el Futbol señala, ellos constituyen los protagonistas
reales de la práctica deportiva, puesto que sin su participación el hecho
social deportivo no se hubiese logrado como aconteció en la frontera. Ya los
hemos destacado en la formación de la liga con el señor Jesús Romero Manzo, el
señor Héctor ‘México’ Holguín – originario de Toluca, estado de México
– en la formación del Club Zona Norte, y los hermanos Cuevas con el Tecolotlán.
Figura 2
El jalisciense Club Tecolotlán
en prensa
Fuente: Archivo del Salón de la Fama del Deporte
en Tijuana[3]
Sumado a dichas consideraciones
debemos marcar la importancia de los gremios o asociaciones laborales que
coexistieron con la actividad futbolística. Entre ellas nos parece importante
marcar el caso de clubes como el Migración integrado por trabajadores de dicha
dependencia en el ramo gubernamental, o el de Directivos que se conformó a
partir de las gestiones de los mismos dirigentes de la liga. Sin duda existe
toda una veta de investigación para explicar las redes al interior de las
ligas, sus negocios y el poder ejercido en estos colectivos, pero para los
intereses del artículo, podemos sintetizar dichas experiencias como el
sedimento común de los migrantes para echar raíces en la región. Más allá del
plano metafórico, el espacio fronterizo como experiencia consolidó las bases de
la identificación colectiva como deportistas/futbolistas y tijuanenses.
Claro está que no
todas las narrativas futbolísticas en la frontera son masculinas, nos parece
ilustrativo traer el testimonio de Martha Guzmán, pionera de la liga femenil y
también originaria de Jalisco. Es importante remarcar en sus palabras cómo se
vinculó al futbol, además de su actividad laboral. Agradecemos a la A.C. Unidos
por el Futbol por recopilar estos testimonios, que aunque no sea un texto
prolijo en términos académicos, conserva la memoria de los participantes para
su análisis histórico. Pensamos que es mejor traer las propias palabras de la
jugadora para proceder con el análisis hermenéutico:
Nací en Cocula, Jalisco un 29 de julio de 1952. Fui traída a
Tijuana de 4 años cumplidos y, desde entonces permanezco en esta que es mi
ciudad. Amo a Tijuana porque es una gran ciudad que recibe con los brazos
abiertos a cuantos aquí llegan en busca de una mejor vida… Por azares del
destino, al enfermar mi padre ya no seguí estudiando y tuve que trabajar para
ayudar en la economía familiar, fue así que comencé mi vida laboral en una
fábrica electrónica, iniciándome a conocer diferentes ambientes de trabajo y
muchas amistades. En esta maquiladora, se organizaban torneos de volibol en los
cuales participé. El 6 de octubre del año 1970, se llevó a cabo el primer
encuentro de futbol femenil en la frontera mexicana, siendo los equipos
Tránsito del Estado contra las “Barahundas” de don
Gonzalo y Emma González; perdimos ese histórico partido, 2-1. (Anuario de
actividades y reseña de jugadores, 2011, p. 205)
Nuestra futbolista refiere temas de
vital importancia que nos aproximan a la hermenéutica de la experiencia
fronteriza a partir del futbol. La coyuntura histórica del Programa de
Industrialización Fronteriza desde la década de los sesenta trajo grandes
cambios en la población tijuanense, ello marcó pautas de reciprocidad que
posteriormente se convertirían en apropiación comunitaria. De nuevo, se
menciona la importancia de las y los patrocinadores del deporte, así como la
intervención de gremios tan variados como la maquila o burócratas.
Figura 3
Hito del deporte en la
frontera: la copa Kennedy
Fuente: Archivo del Salón de la Fama del
Deporte en Tijuana
Dentro
de las experiencias que podemos rescatar como rituales de civilidad,
encontramos como un acontecimiento emblemático la copa Kennedy, celebrada en
1965 en Tijuana y que condensó el nacionalismo que se vivía en la región fronteriza.
Dicha justa deportiva invitaba a equipos de futbol de Estados Unidos, de ciudades próximas a la frontera como San Francisco o Los
Ángeles. Este suceso causó gran expectativa puesto
que el equipo tijuanense representó metonímicamente a toda una nación, un país
que se veía distante, pero que se sentía a partir del deporte. El anclaje
identitario que presupone el nacionalismo ha sido cuestionado en Tijuana por
adaptar modismos estadounidenses en el lenguaje, música, cultura popular, entre
otros. Pero en este episodio, referido en la Figura 3, encontramos la consolidación de la afición futbolística,
su carácter regionalista y mexicanista que formaron la experiencia común como
tijuanenses.
Los acontecimientos, narrativas y
correlaciones que se establecieron en el presente artículo son una aproximación
a la hermenéutica del deporte en Tijuana. En este sentido, los conceptos del
historiador Reinhart Koselleck
(2001) ‘espacio de experiencia’ y ‘horizonte de expectativa’ representan un
anclaje teórico para la comprensión de la identidad fronteriza, siempre
cuestionada e inestable en los símbolos que le son propios. A partir de la
narrativa de los protagonistas y pioneros del futbol en la región, pudimos
constatar que el ‘espacio de experiencia’ compartido cumple con las
características de ser un espacio marcado por la frontera, esto significa que
las relaciones migratorias, económicas, políticas, laborales y comunitarias se
circunscriben al flujo constante, pero que a la vez recurren a experiencias
colectivas que los acercan a su comunidad, como pueden ser el origen o las
demás actividades cotidianas señaladas aunadas al deporte. Ello constituyó, en
parte significativa, lazos e identificación social de quienes participaron en
las justas deportivas, ya sea directamente como jugadores, patrocinadores,
gestores, comerciantes, familias y un largo etcétera de agentes que propiciaron
el hecho social-deportivo.
Sin
embargo, hemos de reconocer que el ‘horizonte de expectativa’ se presenta
difuso en su explicación, habría que acudir al análisis microsocial
para describir lo que significó ser de frontera para estos actores
futbolísticos. En el caso del señor Luis Sánchez, ello
implicó nunca regresar a su lugar de origen, migrar hacia San Diego para
trabajar y procrear una familia de cinco integrantes que poco conocen del
pueblo originario de su padre, quien a su vez acudió al futbol para mantener
apego a su nacionalidad y pertenencia. En términos académicos, podemos
encontrar analogía con las diásporas de
migrantes alrededor del mundo, pero en el caso tijuanense se aprecia que la
movilidad social generó relaciones cristalizadas en las acciones cotidianas.
El futbol fue un pretexto para la identificación
colectiva que a la postre marcó un ‘horizonte’ como gente de frontera, un nodo
entre la mexicanidad y la migración como aspecto sui generis de la ciudad que enmarcamos como fundamental en su
comprensión como ente sociohistórico.
Figura 4
Nacionalismo en las chanchas
Este breve recuento de la aparición de la afición
futbolística nos ofrece la posibilidad de aseverar que todo fenómeno presente o
contemporáneo en materia futbolística, es resultado de un proceso histórico de
más de medio siglo. Sería injusto decir que solo desde la profesionalización
del futbol o con los equipos en primera y segunda división comenzó la
sociabilidad alrededor de este deporte. Los aficionados – en otras
latitudes dirían ‘hinchas’ – ya existían antes del Club Tijuana F.C. o
como popularmente se conocen, ‘los Xolos’.[4] Hemos demostrado con evidencia empírica que la
afición futbolística se manifiesta desde mitades del siglo XX con actores
sociales, familias y migrantes que aportaron al crisol cultural de la frontera
bajacaliforniana. Algunas versiones se centran en la inmediatez del fenómeno
como una particularidad de la región fronteriza,[5] pero carecen de perspectiva histórica, es por ello
que no han logrado una interpretación verosímil sobre esta representación
cultural tijuanense.
Conclusiones
Creemos que es importante relativizar la afición
reciente al equipo profesional de futbol Xoloitzcuintles
de Caliente y la masificación del futbol en la ciudad de Tijuana. En
primera instancia, la afición a un deporte es antecedida por la práctica de
este. Así, se entiende que la práctica del futbol como actividad recreativa
llegó con la ola de migración posterior al reformismo cardenista. Los migrantes
no viajan solos, sino que llevan un repertorio cultural amplio que reproducen
en otros contextos. Dicha re-territorialización
necesita de arenas simbólicas en las que sus asociaciones adquieran sentido
dentro de las prácticas cotidianas. De esta forma comprendemos cómo se gestaron
clubes futbolísticos con amplia tradición; como ejemplo de ello tenemos al Club
Zona Norte cuyo apego se manifiesta en relación con una colonia popular de la
ciudad o el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del
Estado (ISSSTE) Sinaloa con representación de los migrantes de esta entidad
federativa. Ambos clubes han consolidado una territorialidad particular, con
décadas de existencia y siguen vigentes en los campos Romero Manzo en la
delegación de Otay, Tijuana, Baja California.
Asimismo, consideramos que los aportes
antropológicos nos han brindado guías epistémicas a seguir. Huizinga
(1949) y su concepto homo ludens nos han clarificado que “la cultura se juega”;
la forma en que se asimilan las prácticas culturales se gesta a partir del
aspecto lúdico de la actividad. Es por ello por lo que en Tijuana se consolidó
una afición futbolística como parte de una historia local íntimamente ligada a
la migración, a pesar de la influencia estadunidense – por ejemplo, el
béisbol y básquetbol han sido los deportes históricamente predilectos de las
poblaciones norteñas. Aquí tenemos otro aspecto ineludible al analizar los
particularismos culturales de la región, la condición fronteriza actúa como eje
explicativo del devenir histórico de las prácticas culturales y su
representación.
Este breve ensayo no tiene el propósito de juzgar
qué prácticas deben ser socialmente aceptables. La libertad de los seres
humanos no se constriñe a los criterios de la moralidad, pues estos son marcos
de referencia que no siempre se alinean con el pensar o sentir de las personas.
El ‘acuerdo social’ está cruzado por la imposición de pautas heredadas. Sin
embargo, las mencionadas pautas no deben ser interpretadas como restricciones
aplastantes, sino que constituyen un elemento toral del ‘espacio de experiencia’,
el sedimento vivencial que potencializa las relaciones sociales del día a día.
Es por ello que el deporte y la memoria colectiva concatenan sentidos,
sociabilidades y agentes, cuya relevancia se puede demostrar en diferentes
contextos.
Ante la precariedad en las instituciones sociales,
se debe valorizar la importancia de los discursos que promueven la continuidad
de la comunidad. Un gran filósofo existencialista tuvo la agudeza de
reflexionar sobre el comportamiento instintivo de los humanos, Albert Camus. En
su novela, La Peste se mencionan las ‘medidas
profilácticas’ para contener la propagación de la enfermedad, son estos
esfuerzos y la suma de individualidades en donde el autor encuentra la bondad
del ser humano. Y es lo que uno se puede cuestionar: ¿por qué si conocemos los
males de la sociedad, no tomamos las medidas para prevenir estas enfermedades?
No nos referimos a los extremos de la eugenesia, pero sí consideramos que la
higiene social debe estar basada en medidas precautorias: educación, salud,
esparcimiento, arte, deportes; prácticas que logren la plenitud de las personas
en sociedad.
Lista de
referencias
Archivos
Acervo
particular de la asociación civil Unidos por el Futbol. Baja California,
México
Archivo del Salón
de la Fama del Deporte en Tijuana. Baja California, México
Archivo
Histórico de Tijuana (AHT). Baja California, México
Fuentes
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[1] Entre numerosos daños materiales por las protestas, hubo 25
muertos en las calles argentinas durante ese trágico diciembre. Para mayores
cifras de la situación económica, consultar el artículo de Alabarces (2006a).
[2] Agradecemos concretamente a sus miembros por su colaboración al
prestar sus archivos, tiempo e interés a nuestro proyecto de investigación.
[3] Agradecemos al
consejo directivo su amable atención a la solicitud de fuentes para la
realización de este estudio, en especial a su presidente César Meza Sandoval,
al Ing. Víctor Cortés Gonzáles y a Ezequiel Delgado Gómez.
[4] Gracias a las amables observaciones de los lectores del artículo,
podemos matizar esta aseveración. El establecimiento mismo del Club Tijuana como
una plaza futbolística rentable se debe precisamente a que el ‘horizonte de
expectativa’ de los fronterizos en la región demandó la aparición de un equipo
propio – más allá de los aficionados a otros clubes – y ello se
gestó gracias a las experiencias comunes. En la prensa local persisten algunas
voces que agradecen a la familia Hank la aparición del futbol en Tijuana, a
ello nos referimos con la crítica mencionada.
[5] Nos referimos en específico al documental Club Frontera,
cuya investigación histórica es muy limitada y pareciera un promocional del
equipo para los ojos externos. Sin embargo, se repite constantemente la idea
del futbol en Tijuana como un suceso reciente, noción que negamos rotundamente.