Poblamiento y dinámica demográfica de San José del Álamo (Viesca) y los asentamientos de La Laguna (1731–1825)
Population and demographic dynamic of San José del Alamo (Viesca) and settlements of La Laguna (1731–1825)
José Gustavo González Flores
Universidad Autónoma de Coahuila
ORCID: 0000-0002-4359-0106
Fecha de
recepción: 10 de agosto del 2021
Fecha de aceptación: 20 de diciembre del 2021
DOI: https://doi.org/10.31836/lh.25.7341
Resumen:
En este texto se analiza el poblamiento y la
dinámica demográfica de San José del Álamo y su jurisdicción en la Comarca
Lagunera, espacio conocido también como La Laguna, en el suroeste del estado de
Coahuila. El pueblo de indios de San José del Álamo surge cuando el proyecto de
colonización de los indios tlaxcaltecas de Parras se impuso al del poderoso
terrateniente marqués de Aguayo. Los primeros años fueron difíciles pero el
poblamiento de La Laguna perduró con un crecimiento moderado a pesar de las
constantes incursiones de los indios enemigos. Para 1825, el pueblo del Álamo y
las haciendas cercanas ya se veían afianzadas y su estructura demográfica era
similar al de otros asentamientos consolidados del noreste mexicano.
Palabras clave: La Laguna, Álamo, Viesca, poblamiento, pueblo de indios, tlaxcaltecas.
Abstract: This text analyzes the population and demographic
dynamics of San José del Alamo and its jurisdiction in the Comarca Lagunera,
area known also as La Laguna, in the southwest of the state of Coahuila. The Alamo
reductions arose when the colonization project of the Tlaxcaltecs of Parras was
imposed over the powerful landowner Marquis de Aguayo’s own project. The first
years were difficult, but La Laguna’s population had a moderate growth despite
the constant incursions of rival Indians. By 1825, the Alamo and the nearby
haciendas were already established, with a demographic structure similar to
that of other consolidated settlements in the Mexican northeast.
Keywords: La
Laguna, Alamo, Viesca, population, reductions, Tlaxcaltecs.
Introducción
El poblamiento hispano del septentrión fue lento y
complejo. A partir del descubrimiento de las minas de Zacatecas a mediados del
siglo XVI, los llegados de la península ibérica se aventuraron en empresas de
colonización con el fin de hallar las vetas minerales que les atrajera riquezas
de manera rápida (Bakewell, 1971, pp. 4–26). Hacia el noreste, luego del
descubrimiento de las minas de Mazapil, ya no se encontraron yacimientos de
relevancia por lo que la colonización empezó a ralentizarse. A cambio de ello,
los españoles se encontraron con comunidades humanas a las que trataron de
sacar provecho por medio del trabajo, la mayoría de las veces forzado. Con el
tiempo, muchos grupos nativos del noreste se replegaron o respondieron con
hostilidad a las futuras empresas de poblamiento hispano. Uno de los nichos
ecológicos que fueron empleados como refugio de las tribus hostiles a los
españoles fue el Bolsón de Mapimí, aunque este espacio también albergó indios
que no eran rebeldes (Cramaussel, 2020, p. 171).
Al sur de este paraje se encontraba el pueblo de
Santa María de las Parras y un cúmulo de haciendas apostadas a la vera del
camino transversal que comunicaba el Camino Real de Tierra Adentro a la altura
de Cuencamé con la villa de Saltillo. El poblamiento de este entorno había sido
lento y difícil debido a los constantes ataques de los indios insumisos que
hacían sus entradas desde el Bolsón de Mapimí, dejando una secuela de
destrucción e incertidumbre entre los habitantes de la zona. Fundar
asentamientos hispanos era de vital importancia para continuar con la
colonización de esta zona de difícil acceso. Entre Parras y Cuencamé había sido
muy difícil el poblamiento por las incursiones de los indios.
Desde el siglo XVI se intentó colonizar y poblar el
espacio que hoy se conoce como la Comarca Lagunera, también conocida como La Laguna,
al suroeste del estado de Coahuila, gracias a sus ricos recursos hidráulicos
que hacían muy fértil el territorio, además de ser una salinera muy importante
en el periodo colonial (Cramaussel, 2020, p. 172). Las lagunas y otros cuerpos
de agua propiciaban un nicho ecológico muy propicio para la caza y la
recolección; por eso, desde antes de la llegada de los españoles, esta zona
estaba densamente poblada de manera estacional (Valdés, 1995). La abundancia de
recursos naturales y humanos incentivaron a los jesuitas a crear todo un
sistema misional que abarcaba distintos puntos de este espacio.[1] Pero los cortos recursos materiales y humanos
destinados por la Compañía de Jesús y el desconocimiento de la zona provocó que
poco a poco se fuera desintegrando este gran proyecto, sobreviviendo solamente
la misión de Parras y en La Laguna la misión de San José de las Habas o de la
Laguna (Churruca, 1994, p. 21–28). Para el siglo XVIII, todavía existía
incertidumbre en esta zona, por lo que la fundación de un asentamiento con
fines de poblamiento y contención de los indios enemigos era de vital
importancia. Varios proyectos de poblamiento fueron expuestos hasta que se
impuso el de los tlaxcaltecas con la fundación de un pueblo de indios, con
población del vecino pueblo de Santa María de las Parras.
Derivado de lo anterior, el objetivo del presente
artículo es analizar el poblamiento y la dinámica demográfica del pueblo de
indios de San José del Álamo, fundado en 1731 cuando emigraron varias familias tlaxcaltecas
del también pueblo de indios de Parras. Este objetivo general engloba tres
objetivos particulares que son: 1) describir las condiciones históricas en las
que se decidió poblar la zona que ocupó el pueblo, así como examinar la manera cómo fue su
evolución demográfica en los primeros años; 2) revisar la evolución demográfica
de los bautizos y entierros en el mediano plazo desde su fundación hasta fines
del periodo colonial; y 3) describir la situación en la que se encontraba el
asentamiento y su jurisdicción en los primeros años posteriores a la
independencia, a partir de un padrón de 1825.
Para alcanzar los objetivos planteados el trabajo se
divide en tres partes. En la primera se describe la fundación y el poblamiento
del pueblo de San José del Álamo (actual Viesca). Las fuentes empleadas para
este apartado serán los acervos consultados en el Archivo Municipal del Parral,
donde se encuentran los litigios entre particulares y los tlaxcaltecas de
Parras, mismos que resolvió el gobernador de la Nueva Vizcaya – a la que
pertenecía esta zona. En el segundo apartado se analiza la evolución
demográfica empleando las fuentes parroquiales de Parras y de la ayuda de
parroquia del pueblo del Álamo. Se analizan en perspectiva demográfica los
registros de bautizos y entierros para trazar la curva de la evolución de la
población. Finalmente, se estudia la estructura demográfica del pueblo del Álamo a partir de un padrón de 1825 encontrado en el archivo
parroquial de Parras, mejor conocido como Archivo Histórico Mateo.
Fundación y poblamiento del pueblo del Álamo
Para el siglo XVIII, el septentrión todavía estaba
lejos de ser colonizado en su totalidad por los españoles. En el noreste de la
Nueva España el poblamiento había sido todavía más lento que en el centro norte
de la Nueva Vizcaya por la ausencia de vetas mineras ricas, en comparación con
Parral (Cramaussel, 2006) o Chihuahua. Al oriente de la Nueva Vizcaya – en
el sur del actual estado de Coahuila – habían prosperado los pueblos de
indios tlaxcaltecas de San Esteban y Parras (Adams, 1991, p. 201–10)
junto con la villa del Saltillo, que se había convertido en una especie de
entrada hacia el Nuevo Reyno de León desde el siglo XVI.
Además de la ausencia de riquezas minerales, la
presencia de indios insumisos desincentivaba las empresas de poblamiento
propuestas en diferentes momentos. Algunos nativos del noreste se habían
sometido al régimen español mediante una desventajosa relación de trabajo en la
que habían sido reducidos en diferentes momentos a la esclavitud explícita o
implícita (Valdés y Venegas, 2013). Los principales instrumentos de explotación
de la mano de obra india habían sido la encomienda[2] y el repartimiento[3] en haciendas y estancias donde realizaban el pago
de tributo mediante trabajo y servicio personal. Esta situación llevó a muchos naturales
a escapar y buscar espacios de refugio desde donde hacían incursiones a los
asentamientos hispanos en busca de recursos. Uno de estos sitios fue el Bolsón
de Mapimí.
Al sur de este Bolsón se encontraba una vía que
comunicaba el camino real de tierra adentro con la villa de Saltillo, a la
altura del real de Cuencamé, y que pasaba por el pueblo de Parras y varias
haciendas, entre ellas la de San Francisco de los Patos. Esta zona era
constantemente asediada por indios de diferentes ‘naciones’ entre ellos los
denominados salineros, tobosos, entre otros, quienes luego de sus correrías se
replegaban en zonas inaccesibles del dicho Bolsón.[4] Al oeste de este nicho ecológico desembocaba el río
Nazas, lo que creaba temporalmente cuerpos de agua conocidos como la Laguna de
Mayran, la Laguna de Parras e incontables ciénegas. Este escenario propiciaba
las migraciones de naturales desde antes de la llegada de los españoles. Sin
embargo, para el siglo XVIII, la situación había cambiado y se había convertido
en territorio hostil que codiciaban los españoles por sus recursos hidráulicos
y la sal, pero que era asediado por los indios que se apostaban en las sierras
cercanas de Ximulco y las Noas e impedían el poblamiento hispano.[5] Esta zona se ubicaba entre el Real de Cuencamé y el
pueblo de Parras, con una distancia relativamente considerable por lo que era
apremiante la colonización de este espacio tanto para ganar territorio a los
indios como para el traslado seguro de personas y mercancías del Camino Real de
Tierra Adentro hacia Parras, Saltillo y el Nuevo Reyno de León.
A este factor se debe agregar el incremento
poblacional y de recursos que estaba sufriendo el valle de Santa María de las
Parras, relativamente cercano a la zona descrita. En este espacio, se habían
creado las haciendas del Rosario de Francisco de Urdiñola en 1594, la hacienda
de San Lorenzo también por esos años y el pueblo-misión jesuita de Santa María
de las Parras en 1598 (Corona, 2001, p. 51). Como apoyo a las labores
misionales, varias familias de tlaxcaltecas fueron traídas de San Esteban;
estas familias fueron quienes al final prevalecieron en el pueblo ante la
desaparición de los nativos de la misión.[6] Además de estas
entidades, varios vecinos españoles y de otras calidades fueron accediendo al
valle en calidad de pequeños propietarios o trabajadores en las haciendas y
labores. Con el paso del tiempo, este poblamiento provocó que los recursos, en
especial el agua, empezarán a escasear y a generar problemas (Corona, 2004, pp.
38–39). Ante los litigios por el agua y los constantes asedios a las
tierras comunales del pueblo de indios de Parras por los hacendados y los vecinos,
la creación de un nuevo pueblo a donde pudieran emigrar algunas familias
representaba una válvula de escape a la presión demográfica y de recursos generada
por esta situación.
Pero la apropiación de nuevos territorios solo llevó
el litigio de los tlaxcaltecas y los terratenientes particulares a otro
escenario donde se enfrentó el proyecto de los primeros contra los marqueses de
Aguayo, principalmente. Ambas partes solicitaban mercedes de tierras en el
paraje conocido como El Álamo. La pugna entre estas dos entidades se remontaba
a principios del siglo XVIII, cuando una y otra parte habían intentado
instalarse en la zona. En 1700, lo había hecho Pedro Fermín de Echevers con la
solicitud de cuatro estancias de ganado menor y otras tantas caballerías de
tierra en el sitio denominado El Álamo.[7] Más tarde, en 1716, a los indios tlaxcaltecas de Parras se
les había concedido tierras para pastar la caballada empleada para las
operaciones militares declarando los dichos indios que “al presente nos
hallamos todo el común sin tierras ni pastos cómo es público y notorio”.[8] Pero ni en una ni en otra ocasión se concretó el
poblamiento de El Álamo o zonas aledañas.
El litigio por la zona de El Álamo cobró nuevo
impulso en 1731, cuando volvieron a enfrentarse los tlaxcaltecas de Parras
contra el marqués de Aguayo, Pedro Echevers, ahora a través de Juan Ruiz del
Valle, su albacea. El problema detonó porque desde 1730 habían emigrado al
paraje de El Álamo un grupo de doce familias tlaxcaltecas quienes roturaron la
tierra y sembraron maíz y trigo. Esto inconformó al marqués, quien se
consideraba señor de esas tierras por el simple hecho de haber introducido su
ganado en dicho lugar.[9]
En síntesis, ambas partes representaban dos formas
de colonización que se habían echado a andar en el noreste novohispano desde
tiempo atrás. Por un lado, estaba la iniciativa de los hombres prominentes,
hacendados o señores de ganado, quienes se apropiaban del territorio mediante
la introducción de ganado para justificar su posesión (Chevalier, 1975, p. 215;
Álvarez, 2013 p. 58). En este caso, la introducción de 427 reses en el predio
de El Álamo era el principal argumento de Juan Ruiz del Valle, albacea del marqués.
Por otro lado, estaba el proyecto de los tlaxcaltecas quienes solicitaban el
territorio aludiendo a sus servicios históricos a la Corona española.
Justificaban sus solicitudes por medio del cultivo de la tierra y sancionando
que su presencia era útil o pertinente como ‘antemural’ defensor contra las
amenazas de los indios ‘bárbaros’.[10]
Al final, el proyecto de los tlaxcaltecas triunfó
porque, de manera muy hábil, los pobladores se anticiparon al litigio y dieron
señales contundentes a las autoridades novohispanas de que su proyecto de
poblamiento convenía más que la simple apropiación simbólica de introducir
ganados propuesta por el terrateniente. Para febrero de 1731, se expidió el
decreto de fundación del pueblo que se integró con 45 familias y cuatro
solteros, lo que representaba alrededor de unos 200 pobladores en total, todos
tlaxcaltecas provenientes de Parras. En esas mismas fechas, se constituyeron
también las autoridades de pueblo de indios y en términos eclesiásticos quedó como
ayuda dentro de la jurisdicción parroquial de Santa María de las Parras, aunque
con su teniente de cura fijo y libros de sacramentos propios. En agosto de ese
mismo año, se delimitaron los predios para la edificación de las casas “procurando
su repartimiento en la mejor disposición que se pudiese para rechazar cualquier
invasión que intenten los indios enemigos”.[11]
Mapa 1. Ayuda de parroquia de San José y Santiago
del Álamo dentro de la parroquia de Santa María de las Parras. Siglo XVIII. Fuente: Elaboración propia
a partir del mapa de 1787 de Melchor Núñez Esquivel.
Este nuevo asentamiento tenía como reto principal
sumar a la colonización hispana, ser un baluarte ante las acometidas de los
indios insumisos; pero, también, resistir los embates de los terratenientes y
vecinos, principalmente el marqués de Aguayo, para seguir justificando la
presencia tlaxcalteca como un factor importante en la avanzada hispana en el
noreste. Como se verá a continuación, la dinámica demográfica de este pueblo se
pondrá en entredicho en algunos periodos debido a las constantes incursiones de
indios ‘bárbaros’ pero, como en el resto de los asentamientos novohispanos, la
mortalidad será el principal regulador demográfico, sobre todo durante la
segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX, cuando las epidemias fueron
recurrentes.
Evolución demográfica de la ayuda de parroquia del
pueblo del Álamo y los asentamientos cercanos (1731–1825)
Con aproximadamente 200 pobladores considerados como
fundadores en 1731, gobierno propio y ayuda de parroquia con teniente de cura
fijo, el pueblo del Álamo es un caso que puede ilustrar una de las maneras en
que operó la colonización en el septentrión y que logró ser un caso exitoso a diferencia
de otros anteriores que se habían impulsado en la Laguna como el curato de San José
de las Habas y otras misiones jesuitas. Gracias a la existencia de registros
parroquiales de bautismos y entierros eficientes desde su fundación se puede
examinar la evolución demográfica y evaluar los resultados del poblamiento a
mediano plazo.
Cabe señalar que los libros de sacramentos también
registran los bautizos y entierros de asentamientos cercanos que estaban
sujetos a la parroquia de Santa María de las Parras. El más relevante
demográficamente era la hacienda de Santa Ana de Hornos, pero también estaba la
hacienda de la Peña y algunas estancias y ranchos como la Sauceda, Saucillo, La
Laguna, Mayrán, Las Risas, Aguichila, Las Habas, entre otros que aparecían
temporalmente.[12] Como ya se señaló, la supervivencia de estos
asentamientos era incierta por el constante peligro de las incursiones de
indios ‘enemigos’ y la siempre latente mortalidad multitudinaria que
representaban las epidemias.
De acuerdo con las cifras anuales de bautizos se
observa que el pueblo del Álamo tuvo una evolución demográfica incierta por lo
menos los primeros diez años después de su fundación. Esto provocó un
estancamiento o nulo crecimiento de la población. Una de las posibles causas
fue el crudo recibimiento en la zona que les hicieron los indios ‘bárbaros’,
provocando gran cantidad de muertes de pobladores del recién fundado pueblo del
Álamo, entre mayo de 1735 a agosto de 1737, como quedó sancionado en el libro
de entierros. Pero después de 1743 la tendencia fue de crecimiento paulatino
marcado por incrementos y estancamientos que se intercalaban en ciertos
periodos.
En el siglo XVIII, los años en que se incrementaron
los bautizos fueron de 1743–1750 y 1771–1773. Probablemente el
crecimiento del primer periodo sea ficticio y se deba a que se empezaron a
registrar los bautizados no solo del pueblo sino de las haciendas y ranchos
mencionados que se encontraban más cerca de la ayuda de parroquia del pueblo del
Álamo que de la cabecera en Parras. Por ejemplo, en 1744 se registraron 29 bautizos
en total de los que ya poco menos de la mitad (13), correspondían a bautizados
provenientes de las haciendas cercanas de Mayrán (1), La Peña (5) y los ranchos
de Domingo Mireles (4) y de Matías Mireles (2). Hubo, incluso, un niño hijo de
indios provenientes de la misión del Tizonazo que posiblemente habían llegado a
trabajar a las haciendas de la Laguna en calidad de indios repartidos de los
jesuitas. Para este año también ya empezaba a ser considerable el número de personas
con calidad de alguna de las castas ya que se bautizaron dos mestizos, dos
mulatos y un coyote.
Pero los periodos de 1751–1771 y 1773–1799
fueron de estancamiento o crecimiento raquítico. En el primer periodo
mencionado fue cuando asolaron gran parte del septentrión las epidemias de
viruela de 1762 y el tifo o matlazáhuatl de 1764. En los registros de entierros
del pueblo del Álamo no hubo evidencia clara del impacto como en la cabecera
parroquial de Parras donde sí hubo un incremento considerable de decesos al
igual que en la hacienda de Patos perteneciente también a la parroquia de
Parras (González, 2018, pp. 83–85). Para 1771, los pobladores del pueblo
del Álamo representaban el 60% con respecto al total de la población de la zona
de la denominada ‘Laguna’. El otro 40% estaba distribuido en las haciendas y
ranchos de San Juan y San Antonio de los Marqueses, La Peña, rancho San
Antonio, rancho la Laguna y la hacienda de Hornos cuya población era de las más
numerosas de la zona. En cuanto a la calidad de los 73 bautizos de este año, diez
eran mulatos, tres lobos, un mestizo, un coyote y el resto eran indios del
pueblo o nativos repartidos en las haciendas.
El segundo periodo de estancamiento demográfico
coincide con un ciclo epidemiológico fuerte marcado por las epidemias de
viruela de 1780, el sarampión de 1785, las fiebres epidémicas de 1787 y la
viruela de 1798. Desafortunadamente, no se cuentan con los datos de entierros
para 1770 a 1788, por lo que no se puede analizar a profundidad el impacto de
las epidemias en la población. Solamente en 1798 se pudo medir que la epidemia
de viruela multiplicó por 4 el número de muertos de años anteriores sin
epidemia. Pero el prolongado estancamiento revela que las otras epidemias si
impactaron en el crecimiento demográfico. El último tercio del siglo XVIII
también había provocado una nueva configuración espacial, ya que el pueblo del
Álamo fue cediendo terreno en favor de las haciendas y ranchos. Para 1797, por
ejemplo, el pueblo del Álamo ya había dejado de representar la mayoría en los
registros de bautizos en la jurisdicción de la ayuda parroquial y solo alcanzó
el 41% del total; es decir, de los 129 bautizos de ese año, únicamente 53 eran
de personas oriundas del pueblo de indios. Entre los principales asentamientos
del entorno destacaban demográficamente los ranchos de San Antonio de la
Laguna, San José, Saucillo y la hacienda de Hornos.
En cuanto a la evolución de la calidad, como ocurrió en la propia cabecera parroquial de Parras y en diversos casos de toda la Nueva España, los indios se redujeron drásticamente en el último tercio del siglo XVIII. En el caso del Álamo, alcanzaron hasta el 18% del total con respecto a otras calidades. Los mulatos, por su parte, para fines del siglo XVIII, se multiplicaron hasta alcanzar el 55% de los bautizados, los mestizos el 15% y los lobos tuvieron un repunte momentáneo para llegar al 6%. Esta multiplicación de los mulatos fue un fenómeno generalizado para el septentrión como ya se ha estudiado (Cramaussel, 2014, pp. 30–35). Se debe apuntar, sin embargo, que el aumento de mulatos no se debió a un crecimiento natural, sino que en los registros parroquiales se asentó esta calidad de manera sistemática. Asentar ciertas calidades de manera generalizada en los libros parroquiales fue un fenómeno común que ya se ha identificado en distintas latitudes (González, 2016, p. 172). En consecuencia, el registro de la calidad siguió más bien el criterio del cura o teniente, de acuerdo con el contexto de la parroquia en la que se encontraban.
Gráfica 1. Evolución y tendencia de bautizos y
entierros de la jurisdicción de la ayuda de parroquia de San José del Álamo. Fuente: APSV, Libros de
bautizos y entierros (1731–1825).
Gráfica 2. Crecimiento natural de la ayuda de
parroquia de San José del Álamo. 1731–1825. Fuente: APSV, Libros de
bautizos y entierros (1731–1825)
Este pobre crecimiento poblacional del pueblo del
Álamo en este periodo lo describió Agustín de Morfi, cronista franciscano que
acompañaba a Teodoro de Croix, futuro comandante de las provincias internas. En
su informe de 1777 destacaba la deplorable situación. Tanto del comportamiento
demográfico general como de la reducción drástica de los indios, el cronista
señaló que al pueblo del Álamo:
Hoy lo pueblan
unos 30 vecinos todos castas y con sólo el nombre de tlascaltecas que se
atribuyen para conservar las prerrogativas. El lugar está mal construido sin
división de solares formación de calles ni plazas las casas son bajas de adobe
blanco muy fuerte una sola hay con altos que labró Quintana arrendatario de los
hornos y alcalde mayor que fue de aquel partido. La Iglesia es una bodega casi
arruinada y sin adorno el altar vasos sagrados y ornamentos publican la miseria
de los vecinos que viven separados unos de otros por tener a la vista sus
respectivas huertas (1935, p. 130).
En cambio, sobre las haciendas, Morfi las describía
boyantes. Sobre la de Hornos, por ejemplo, decía que era “uno de los lugares
más bellos y oportunos para el establecimiento de una grande y rica población
por la multitud el cierre de labor que la circundan por la abundancia de aguas
que goza para su riego” (1935, p. 123). En este sentido, Morfi estaba
vaticinando que esta hacienda se convertiría en uno de los asentamientos más densamente
poblados de La Laguna, como lo registró el padrón de 1825 que se analizará más
adelante. Cabe advertir que el franciscano no veía con buenos ojos a los
pueblos de indios tlaxcaltecas como lo va dejando ver en las descripciones por
los lugares en donde va pasando rumbo a Texas.
Los primeros cinco años del siglo XIX estuvieron
marcados por un incremento al que le siguió un descenso que se prolongó hasta
1812. En los siguientes tres años, hubo un estancamiento momentáneo propiciado
por la epidemia de fiebres de 1814 y la viruela de 1815. La primera fue la más
fuerte desde la fundación del pueblo ya que los decesos de ese año se
multiplicaron por 6.9 en comparación con los dos años anteriores sin epidemia. Esto
también ocurrió en todo el sur de la provincia de Coahuila en los casos de
Parras (González, 2017, pp. 219–23), Saltillo y San Esteban (González y
Quezada, 2020, p. 95). También este periodo fue brutal en el Nuevo Reyno de
León, específicamente en el caso del pueblo de San Miguel de Aguayo (Butzer,
2001, p. 195). Como puede verse, los más afectados de la zona curiosamente fueron
los pueblos de indios tlaxcaltecas del noreste. Por su parte, la viruela de
1815 aumentó los decesos de ese año hasta alcanzar la cifra de 185, poco más
del doble de las muertes cotidianas. Pese a su intensidad, ni la epidemia de
fiebres de 1814 ni la viruela de 1815 afectaron la evolución de la población a
mediano plazo porque, desde 1816 y hasta 1820, volvió a registrarse un repunte en
el número de los bautizos seguido de algunas oscilaciones que se prolongaron hasta
1825.
A fines del periodo colonial el pueblo y las
haciendas tuvieron algunos cambios dentro de su conformación. De acuerdo con la
cifra de bautismos de 1820, los oriundos del pueblo del Álamo volvieron a ser
mayoría en la jurisdicción con el 56% del total; es decir, 131 de los 234
bautizados eran del pueblo del Álamo. La hacienda de Hornos ocupaba la segunda
posición como el asentamiento más denso y en tercer lugar estaba San Antonio de
la Laguna. Muy por detrás de estos poblados se encontraban pequeñas poblaciones
tales como La Peña, San Juan, Saucillo, Santiago, Nueva Bilbao, Santo Domingo y
Aguichila. La mayoría de estos asentamientos serán los que aparezcan en el padrón
de 1825 que veremos enseguida.
Estructura demográfica del pueblo del Álamo en 1825
Luego del fin del periodo de dominio hispano con la
independencia de México, el pueblo del Álamo prevaleció como el asentamiento
demográfico de mayor relevancia en todo el entorno de La Laguna. Las epidemias
y la amenaza de los indios ‘bárbaros’ mermaron su crecimiento, pero no se llegó
al despoblamiento como ocurría a menudo con otros asentamientos de estas latitudes.
El proyecto de poblamiento y colonización de los tlaxcaltecas en el noreste
había funcionado en este caso, pero también en otros del noreste como el de San
Esteban, Parras o San Miguel de Aguayo, pero para este momento ya la identidad
tlaxcalteca no servía de mucho porque sus privilegios habían desaparecido junto
con el régimen colonial. Sin embargo, la vitalidad demográfica del pueblo de
San José del Álamo y otras poblaciones de la zona, posterior a la
independencia, puede ser medida gracias a la existencia del padrón de 1825.[13]
Este padrón contiene información de la población
general, por lo que es evidente que tenía fines estadísticos porque su objetivo
era medir el número de pobladores para mejor conocimiento de la situación
demográfica del nuevo país y sus regiones (Cook y Borah, 1977, p. 56). Hasta antes del surgimiento del registro civil, la
mayoría de los padrones corrían a cargo de la Iglesia, como este que fue
elaborado por el presbítero don José María Benegas, encargado de la ayuda de
parroquia del pueblo del Álamo. El padrón contiene los nombres completos de los
empadronados de todas las edades que se enuncian explícitamente, así como su
estado de casado o casada, viudo o viuda, soltero, doncella o párvulo. Está
dividido por casas y a su vez por lugares en donde se encuentra no solamente el
pueblo del Álamo sino también el de la villa de Nuevo Bilbao, villa del Arenal,
hacienda de Hornos, San Antonio de la Laguna, Santo Domingo y otros tres
asentamientos minúsculos llamados Agualito, Bofedal y Aguichila. Gracias a
estas características se puede analizar la estructura demográfica del pueblo
del Álamo y los asentamientos contiguos señalados, aunque se debe tener en
cuenta que hay muchas imprecisiones propias de la fuente.[14] No obstante el
amplio alcance del padrón referido, esta investigación se concentra en el análisis
de los datos del pueblo de San José del Álamo, y sólo se remite a otros
asentamientos ocasionalmente.
De acuerdo con este padrón, para enero de 1825, el
pueblo de San José del Álamo contaba con 1,232 pobladores en total. Estos
habitantes se encontraban distribuidos en un total de 227 casas. Entre Cuencamé
y Parras, en la actual región lagunera, era el lugar más poblado seguido
solamente de la hacienda de Hornos, que para entonces tenía una población de
847 habitantes distribuidos en 115 casas. De ahí, le seguían San Antonio de la
Laguna con 565 pobladores, y las villas del Arenal y de la Nueva Bilbao con 144
y 113 habitantes respectivamente. La población total de la zona era de 3067
habitantes que vivían en 522 casas. (Ver cuadro 1)
Casas |
Población |
|
Pueblo del Álamo |
227 |
1232 |
Villa Nueva Bilbao |
22 |
113 |
Villa del Arenal |
24 |
144 |
Hacienda de Hornos |
115 |
847 |
San Antonio de la Laguna |
105 |
565 |
Santo Domingo |
22 |
127 |
Agualito |
2 |
7 |
Bofedal |
2 |
10 |
Aguichila |
3 |
22 |
Total |
522 |
3067 |
Cuadro 1. Población y casas del pueblo de San José del Álamo y sus contornos en 1825. Fuente: Archivo Histórico Mateo de Parras (en adelante, AHM), exp. 430. Padrón del Álamo de 1825.
La mayoría de los hogares o casas del pueblo del
Álamo estaban integrados por diferente cantidad de miembros. Hubo desde uno
hasta veintidós individuos por casa, pero en la mayoría habitaban entre tres y
cinco. Aunque menos numerosos, también hubo una cantidad considerable de casas
habitadas por dos, seis, siete y hasta ocho personas. En menor cantidad había
hogares con nueve y diez habitantes. Finalmente, en tres casos o menos se
registraron de once a dieciséis personas por casa. Cabe destacar el caso de
tres hogares que eran habitados por una sola persona como el de María Serafina
Chávez quien reportó estar casada pero el esposo no aparece en el padrón,
posiblemente porque estaba ausente de mucho tiempo. En el otro extremo estaba la
casa de don Matías Cortinas donde vivían veintidós personas, al parecer todos
emparentados con él porque compartían el apellido.
El
promedio de integrantes por hogar del pueblo del Álamo era parecido, aunque relativamente
menor en comparación con otros asentamientos de la Nueva Vizcaya de esos mismos
años. Por ejemplo, San Bartolomé y Villa de Allende – en el actual estado
de Chihuahua – donde la mayoría de los hogares estaban integrados por entre
tres y siete individuos por hogar en 1826 (Cramaussel, 2020, p. 205). Más allá
de la Nueva Vizcaya, la situación era similar, como en el caso de las parroquias
de Ixtlán, Zamora y Valladolid, en el obispado de Michoacán, donde el promedio
de personas por hogar oscilaba de tres a cinco (Talavera, 2020, p. 54).
Miembros
por hogar |
Cantidad de hogares |
Porcentaje |
1 |
3 |
1.3% |
2 |
19 |
8.4% |
3 |
29 |
12.8% |
4 |
42 |
18.5% |
5 |
51 |
22.5% |
6 |
20 |
8.8% |
7 |
17 |
7.5% |
8 |
23 |
10.1% |
9 |
9 |
4.0% |
10 |
4 |
1.8% |
11 |
2 |
0.9% |
12 |
3 |
1.3% |
13 |
2 |
0.9% |
15 |
1 |
0.4% |
16 |
1 |
0.4% |
22 |
1 |
0.4% |
Cuadro 2. Número de miembros por hogar en San José del Álamo en 1825. Fuente: AHM, exp. 430. Padrón del Álamo de 1825.
En el caso de la hacienda de Santa Ana de Hornos, las
casas integradas por cinco y seis miembros representaban un porcentaje
ligeramente mayor que las demás, pero hubo un reparto más equitativo del número
de miembros por hogar donde había de dos a diez habitantes. Por obvias razones,
la casa principal o casco de la hacienda integraba a la cantidad más grande de
individuos con veinticuatro habitantes que eran encabezados por don José María
Herrera. Las diferencias en este aspecto entre el pueblo del Álamo y la
hacienda de Los Hornos se debían al tipo de asentamiento y sus objetivos. Aunque
las casas del pueblo se habían erigido a partir de solares más o menos amplios,
convenía que una vez que se casasen los hijos se fueran a vivir a otra casa
para convertirse en nuevas cabezas de familia. Por eso, los miembros por casa solían
ser menos en el pueblo que en la hacienda donde la población trabajadora vivía
en calpanerías o cuadrillas que no necesariamente crecían cuando aumentaba la
población, lo que llevaría a pensar que las familias vivían relativamente más
hacinadas.
Miembros
por hogar |
Cantidad de
hogares |
Porcentaje |
2 |
4 |
3.5% |
3 |
11 |
9.6% |
4 |
9 |
7.8% |
5 |
17 |
14.8% |
6 |
18 |
15.7% |
7 |
9 |
7.8% |
8 |
10 |
8.7% |
9 |
8 |
7.0% |
10 |
10 |
8.7% |
11 |
8 |
7.0% |
12 |
1 |
0.9% |
13 |
3 |
2.6% |
14 |
2 |
1.7% |
17 |
1 |
0.9% |
18 |
3 |
2.6% |
24 |
1 |
0.9% |
Cuadro 3. Número de miembros por hogar en la hacienda de Santa Ana de los Hornos en 1825. Fuente: AHM, exp. 430. Padrón del Álamo de 1825.
Sin embargo, el número de familia por hogar no
muestra diferencias considerables en ambos tipos de asentamientos. En el pueblo
del Álamo, los hogares con una sola familia representaron dos tercios del total
– 152 casas – por lo que los hogares con familias nucleares fueron
la norma. En el caso de las casas de la hacienda de Hornos, la situación era
parecida porque también un tercio de las casas estaba habitado por una familia.
Al parecer, al menos desde el siglo XVIII, los hogares con familias nucleares
era un fenómeno generalizado para varios asentamientos de la Nueva Vizcaya
(Cramaussel, 2020, p. 250), el obispado de Nueva Galicia (Becerra, 2020, p. 104)
y el obispado de Michoacán (Talavera, 2020, p.50; González Flores, 2020,
p. 65). Esta misma característica es la que Laslett (1965) destacó para las
familias del noroeste europeo de antiguo régimen.
Los hogares compuestos por dos familias también eran
de consideración, pero las casas con tres familias o más fueron excepcionales.
De los hogares con familias nucleares del pueblo del Álamo en once casos (7%)
eran dirigidos por mujeres viudas quienes asumieron la jefatura de su hogar
ante la muerte de su marido. Otro tanto ocurrió en la hacienda de Hornos en
diez (13%) casas que eran regidas por viudas.
Número de familias
por casa |
Pueblo del
Álamo |
Hacienda de
Santa Ana de los Hornos |
1 |
152 |
73 |
2 |
48 |
29 |
3 |
10 |
7 |
4 |
2 |
5 |
5 |
1 |
0 |
Indeterminado* |
14 |
1 |
Cuadro 4. Número de familias por casa en el pueblo del San José del Álamo y
la hacienda de Santa Ana de los Hornos en 1825. Fuente: AHM, exp. 430. Padrón del Álamo de 1825.
Conclusiones
La fundación del pueblo de San José del Álamo estuvo
antecedida por el enfrentamiento de dos proyectos colonizadores en el noreste. Por
un lado, estaba el de los particulares que Chevalier denomina señores de ganado,
cuyo mecanismo era la solicitud de tierras despobladas mediante la introducción
de ganado. Esta entidad estaba representada en esta ocasión por el marqués de
Aguayo, latifundista y hombre poderoso que deseaba aumentar sus propiedades aún
más. Por otro lado, estaba el proyecto tlaxcalteca, que, apelando a su papel de
aliados de la conquista, reclamaban hábilmente las tierras con el argumento de
erigirse como baluartes hispanos en las zonas fronterizas. Los tlaxcaltecas y el
marqués de Aguayo se habían enfrascado en un litigio por el reparto del agua en
el valle de Parras que parecía interminable y se remontaba a principios del
siglo XVII. Pero en el caso del pueblo del Álamo, los indios tlaxcaltecas lograron
ganarle la partida al marqués.
En términos demográficos, en el pueblo del Álamo y
las haciendas cercanas hubo un crecimiento muy moderado, propio de la dinámica
demográfica de los asentamientos en el antiguo régimen. La mortalidad
estacional y la epidémica fue un factor que los reguló en gran medida. Las
incursiones de los indios, que en los primeros años cobraron muchas muertes de
los tlaxcaltecas recién llegados, actuaron más como desincentivo de migración
voluntaria que como agente directo de despoblamiento. Pero, al parecer, el
crecimiento natural pudo sostener la evolución positiva del número de
pobladores, sobre todo a partir del último tercio del siglo XVIII y los
primeros años del siglo XIX (ver gráfica 2). En este crecimiento natural las
haciendas, ranchos y estancias tuvieron un papel muy importante por su
proporción demográfica significativa. Luego de la consumación de la
independencia, era evidente que difícilmente se despoblaría la zona de La
Laguna porque ya la habitaba un pueblo de indios de más de mil habitantes y
otras haciendas, ranchos y estancia cuya población era más o menos numerosa,
según lo referido por el padrón de la jurisdicción del Álamo de 1825.
En ese año de 1825, la estructura demográfica de los
asentamientos mostraba cierta consistencia y visos de durabilidad. El pueblo de
indios del Álamo había logrado sobrevivir a las adversidades y era el más
poblado de la actual zona de La Laguna. La estructura demográfica al interior
de sus casas ya mostraba características similares a otros poblados ya
consolidados de la Nueva España, pese a seguir siendo zona de frontera por
permanecer latentes las incursiones de los indios ‘bárbaros’ desde el Bolsón de
Mapimí. El número de miembros por casa oscilaba entre tres y cinco, y
predominaban las familias nucleares por hogar. En otros lugares cercanos, como
la hacienda de Hornos, la estructura demográfica de las casas variaba en cuanto
al número de miembros, pero no en cuanto a la cantidad de familias por hogar.
Queda
por analizar situaciones más allá de las demográficas, como las socio-étnicas, para
entender la evolución del pueblo del Álamo después de la independencia. En 1731,
el pueblo del Álamo había nacido siendo una entidad tlaxcalteca que logró
sobrevivir gracias a la habilidad gestora de sus autoridades como pueblo de
indios ante la amenaza latente a sus propiedades comunales por parte del
marqués de Aguayo y los dueños de la hacienda de Hornos. También el propio
teniente de cura asestó golpes a su identidad tlaxcalteca al cambiar
sistemáticamente su calidad en el registro parroquial y hacer que un gran
número de ellos en la jurisdicción se asumieran como mulatos, por lo menos a
fines del siglo XVIII. Con la independencia de México, el privilegio de los
tlaxcaltecas como aliados de los españoles en la conquista se esfumó, por lo
que perdieron todas sus prerrogativas y quedaron a expensas de los vecinos de
la zona. Posiblemente, los tlaxcaltecas tuvieron el mismo destino de sus pares
de Parras, quienes fueron expulsados del pueblo o borrados étnicamente del mapa.
Además, la calidad dejó de asentarse definitivamente en los registros
parroquiales desde mayo de 1822.
Archivos
Archivo
General de la Nación. Ciudad de México
Archivo General de Indias. Sevilla, España
Archivo Histórico Mateo de Parras (AHM). Coahuila, México
Archivo Histórico Municipal de Parral (AHMP). Chihuahua,
México
Archivo Municipal de Saltillo. Coahuila, México
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[1] Archivo General de la Nación,
Jesuitas 64, Leg. 33, Exp. 27, f. 61. Este expediente contiene información
precisa cuyo fin era describir “puntos de esta misión de las Parras para la
historia de la compañía enviados al visitador en 21 de octubre de 1609.” De
acuerdo con Martínez de la Serna, se trata de un reporte para escribir la
historia de la Compañía alternativa a la crónica de Pérez de Ribas (Martínez,
2014, p. 21).
[2] La encomienda fue una
institución española puesta a prueba por primera vez en las Antillas en los
primeros años de la colonización americana. El rey encomendaba a un grupo de
indios de lugares específicos a un español para que le entregara un tributo en
género o en trabajo. A cambio, el español, a nombre del rey, debía velar por la
conversión de los indios, mantenerlos en justicia, defender sus personas y sus
bienes (Zavala, 1992, pp. 14–16).
[3] El repartimiento se trataba
de un sistema de trabajo rotativo que tenían que cumplir todos los tributarios,
tanto los encomendados como los indios que no estaban depositados en
encomienda, durante un mes cada año (Gibson, 1967, pp.
229; 232–33).
[4] Salvador Álvarez (2000)
señala la flexibilidad de las nomenclaturas de los indios del Bolsón. En el
caso de los tobosos, el autor señala que todos los tobosos eran conchos, por lo
menos en la parte occidental del Bolsón.
[5] Archivo General de Indias, MP-México, 410QUATER. Mapa del partido de Santa
María de las Parras y su comarca lagunera, comprendida entre la villa de
Saltillo y el real de Cuencamé
[6] Archivo Histórico Municipal
de Parral (en adelante, AHMP), FC. D44.011.124 Justicia. Pleitos de sitios
aguas y minas. Pueblo de Santa María de las Parras. 20/12/1700. Feliciano
Hernández, natural de Santa María de las Parras, fojas 12–15v. Se ignora
la fecha exacta en la que llegaron los tlaxcaltecas para apoyar al pueblo
misión de Parras porque son pocas y tardías las fuentes que los mencionan. Esto
no significa que estuvieran ausentes o marginales del proyecto de fundación del
pueblo de Santa María de las Parras. Los tlaxcaltecas de San Esteban de la
Nueva Tlaxcala se reconocían por lo menos desde el siglo XVIII como los
primeros pobladores “como leales vasallos de su magestad y como pobladores
primeros y que de aquí se ahn poblado de familias que han salido para los
pueblos que hoy existen en el Nuevo Reyno de León y provincia de Coahuila, como
sin el pueblo de Parras…” Ver: Archivo Municipal de Saltillo, Presidencia
Municipal, caja 1, expediente 32, foja 2. David Adams (1991) citando a Vito Alessio Robles, señala que los primeros habitantes de
Parras fueron laguneros y tlaxcaltecas (p. 61). Posiblemente Alessio Robles
y otros autores como Esteban Portillo, cuya obra data del siglo XIX, tomaron
este dato de la crónica de Morfi escrita en 1777 y publicada en 1835, donde
señala la fundación de la misión de Parras y la decisiva presencia de los
tlaxcaltecas (Morfi, 1935, p. 135).
[7] AHMP, FC. A21.001.008.
Testimonio de la causa seguida por los naturales del pueblo de Santa María de
las Parras contra Juan Ruiz del Valle como albacea de Pedro Echevers, sobre la
propiedad del sitio de El Álamo y diligencias que hicieron los indios para
fundar el pueblo de San José de Gracia y Santiago del Álamo.
[8] AHMP, FC. A21. 001. 005. Autos hechos a pedimento del común de
españoles y naturales del pueblo de Santa María de las Parras, sobre las
poblaciones de los Hornos y Laguna de San Pedro que se pretenden hacer por
ellos y providencias dadas a este fin.
[9] AHMP, FC. A21.001.008.
Testimonio de la causa seguida por los naturales del pueblo de Santa María de
las Parras contra Juan Ruiz del Valle como albacea de Pedro Echevers, sobre la
propiedad del sitio del Álamo y diligencias que hicieron los indios para fundar
el pueblo de San José de Gracia y Santiago del Álamo.
[10] AHMP, FC. A21.001.008. Testimonio de la
causa seguida por los naturales del pueblo de Santa María de las Parras contra
Juan Ruiz del Valle como albacea de Pedro Echevers, sobre la propiedad del
sitio de El Álamo y diligencias que hicieron los indios para fundar el pueblo
de San José de Gracia y Santiago del Álamo.
[11] AHMP, FC. A21 001.009 Testimonio de las
diligencias del pueblo de San José de Gracia y Santiago del Álamo ejecutadas
por Prudencio de Basterra, alcalde mayor del pueblo de Parras. Para más
detalles sobre datos de la fundación del pueblo del Álamo ver: (Contreras, 2013
pp. 302–8).
[12] A partir de aquí, todos los datos sobre
bautizos y entierros se remiten a: Archivo Parroquial de Santiago de Viesca
(APSV). Libros de bautizos y entierros de la parroquia de Viesca (1731–1825)
Consultado en familysearch.org
[13] Los padrones se han empleado desde
diferentes perspectivas para observar poblaciones totales o estructuras de
población por rubros de acuerdo con los datos que brinda el padrón o la calidad
de este. En 2016, hubo un congreso de la Red de Historia Demográfica llevada a
cabo en el Colegio de Sonora donde se abordó el tema de los padrones. Como
resultado de ese evento, se publicó un libro donde se analizan padrones de
distintos lugares y periodos. Destaca del periodo colonial diversas parroquias
del obispado de Michoacán y Guadalajara. También se analizan los casos de
Sonora, Zacatecas, Chihuahua, Baja California, entre otros (Medina, 2020).
[14] Como lo ha señalado Paulina Torres
Franco, la mayoría de los padrones son imprecisos debido a las circunstancias
en que fueron levantados o confusión en los asentamientos (Torres, 2019, p.
228).