Resumen:

El lugar de origen del culto a Xipe Tótec aún no está del todo claro; estudios arqueológicos del centro de México han argumentado que dicho culto se remonta a tiempos teotihuacanos o, inclusive, olmecas. No obstante, dicha evidencia arqueológica e iconográfica nunca se ha comparado de manera sistemática con la encontrada en el occidente del México, pasando por alto, incluso, la aseveración de Bernardino De Sahagún sobre el origen occidental del mismo. En contraste, propongo que la adoración a Xipe se originó en el Jalisco precolombino, y empleo un análisis basado en el contraste de fuentes coloniales tempranas y la evidencia arqueológica recuperada previamente en la región. Esto último incluye el reconocimiento de piezas prehispánicas en las colecciones museográficas del área de Zapotlán y Zapotiltic.

Abstract:

The place of origin of the worship of Xipe Tótec is still uncertain. Archaeological studies of central Mexico have argued that this cult dates to Teotihuacan or even Olmec times. Nonetheless, said archaeological and iconographic evidence has never been systematically compared with that found in the west of the México, even ignoring Bernardino De Sahagún’s assertion regarding its western origin. In contrast, I propose that the worship of Xipe originated in pre-Columbian Jalisco, employing an analysis based on contrasting early colonial sources and previously recovered archaeological evidence from the region. The latter pieces from the museum collections of the includes the identification of pre-Hispanic Zapotlán and Zapotiltic area.

Palabras clave:
    • Arqueología prehispánica;
    • Ehuacueye;
    • religión;
    • Xíhuitl Cozahuic;
    • Xipe Tótec;
    • Zapotlán.
Keywords:
    • Ehuacueye;
    • pre-Hispanic archaeology;
    • religion;
    • Xíhuitl Cozahuic;
    • Xipe Tótec;
    • Zapotlán.

Introducción

Entre las deidades precolombinas, un caso interesante es el de Xipe Tótec, dios de la regeneración vegetal cuyo culto entre los mexicas estaba asociado con las enfermedades de la piel y la fertilidad. Es uno de los más representativos de la Mesoamérica posclásica debido a su singular sacrificio por desollamiento, así como un ejemplo más del intercambio cultural entre el occidente de México y las otras áreas culturales del área mesoamericana. El reconocimiento explícito de los informantes mexicas de Bernardino De Sahagún sobre el origen occidental de dicho culto es por demás ilustrativo de lo anterior; sin embargo, se ha debatido mucho sobre su origen en la región occidental y lo más cercano a un consenso es que la balanza académica se inclina por establecer el origen de Xipe en algún punto de la zona entre la costa central de Guerrero y Nayarit (González González, 2011, 2014, 2016; De Sahagún, 2001; Schöndube, 1994).

En cuanto a su temporalidad, aún se ignora el periodo exacto en el que surge este culto, pero está clara su amplia difusión durante el Posclásico tardío. Su iconografía básica ya aparece definida en los códices del grupo Borgia de la región Mixteca-Puebla. Si bien, la iconografía de Xipe Tótec en el Posclásico es similar en toda Mesoamérica, la del Occidente, para el mismo periodo, mantiene algunas singularidades de las cuales hablaremos líneas abajo.

Xalisco o Jalisco

Otto Schöndube (1994, p. 317) hizo notar hace décadas, basándose en De Sahagún, que Xipe es una deidad estrechamente relacionada con Zapotlán. Por otro lado, González González (2016) relaciona la etimología del topónimo de esta localidad con parte de la vestimenta del dios, la cual se hacía con hojas de zapote.

Sin embargo, Schöndube (1994, p. 317) descarta el origen del culto en el sur de Jalisco, porque la referencia expresa que “Tzapotlán” es un “pueblo de Xalisco” (véase también De Sahagún, 2001, p. 99). Baste hacer aquí un paréntesis, ya que, en el siglo xvi, el nombre de Xalisco o Jalisco era usado para referirse a toda la costa occidental de los actuales estados de Jalisco y Nayarit; en especial este toponímico se usaba como sinónimo de la Nueva Galicia, así lo atestiguan las Relaciones Geográficas de Michoacán: “el nuevo reino de Galicia que por otro nombre se llama Jalisco” (Acuña, 1987, p. 308).

El término de Nueva Galicia o Jalisco se aplicó indiscriminadamente en otras Relaciones Geográficas del vecino obispado de Michoacán (Acuña, 1987, pp. 375, 402). El uso generalizado del topónimo de Xalisco o Jalisco era eminentemente coloquial y popular y nunca aparece en documentos oficiales coloniales, pero sí entre los informantes de las Relaciones Geográficas. Por ejemplo, en la crónica Historia de Tlaxcala, publicada originalmente en 1592, Diego Muñoz Camargo empleó el topónimo de Xalisco. (Muñoz Camargo, 1892). Incluso, el manuscrito de Glasgow de esta historia representa alegóricamente a la provincia de Xalisco como un noble indígena con bezote, orejeras y tocado trenzado que sostiene un estandarte y al pie el glifo de un ojo entre la arena (véase Figura 1).

Alegoría de “Provincias y Rey[n]os que conquistó Her[nan]do Cortés” en la Suma y Epiloga de Toda la Descripción de Tlaxcala o Historia de Tlaxcala, de Muñoz Camargo. Al centro - marca propia - se ubica la provincia de Xalisco.

Fuente: “Descripción de la Ciudad y Provincia de Tlaxcala (Manuscrito de Glasgow)”, Universidad de Glasgow, Colección Especial ‘Hunter’, 242 (U.3.15), f. 246r. Consultado en línea, Pueblos Originarios. Colecciones Pictóricas y Fotográficas. https://pueblosoriginarios.com/meso/valle/tlaxcalteca/imagenes/14.jpg

Debemos recordar que el Códice Florentino de De Sahagún es contemporáneo parcialmente a la obra de Muñoz Camargo, pues se redactó entre 1577 y 1580. El uso de este locativo para la región occidental culminaría con la erección de la Sancta Provincia de Santiago de Xalisco por los franciscanos en 1606. Por lo tanto, puede señalarse concluyentemente que el uso del topónimo Xalisco entre los habitantes de la Nueva España para referirse a toda la región al occidente de la cuenca del lago de Chapala era ya común cuando De Sahagún escribió su obra, por lo que este sí se refería a Zapotlán el Grande actual.

Características diagnósticas del culto a Xipe Tótec en Mesoamérica

Entre la iconografía diagnóstica de Xipe tenemos su representación con la piel de una víctima desollada masculina, los ojos cerrados, la boca abierta, el tocado cónico (yopitzontli), el cinturón de hojas de zapote, chimalli y báculo (González González, 2011, 2016). Una singularidad de su culto en nuestra región es el hecho de que aparece con un tocado doble. En algunas mitologías también se le asocia con una advocación de Tezcatlipoca rojo o Tlatlahuic Tezcatlipoca (Mikulska, 2021, p. 433), por lo tanto, como una deidad relacionada con los rumbos del universo.

Otras posibles representaciones tempranas provienen del centro y centro-sur de Veracruz (González González, 2016, p. 161; Jiménez, 2016, pp. 98-102). Sobre su región de origen, algunos autores señalan que es una deidad de los yopis o tlapanecas de Guerrero (Schöndube, 1994, p. 317); otros le adjudican a esta deidad una raíz huasteca (Martí, 1960, p. 101). Los intentos por encontrar el origen y antigüedad del culto ‘xipeano’ se han retraído incluso hasta los olmecas (González González, 2016, pp. 29-30). Sin embargo, lo que está claro hasta el momento es que el auge y la mayor extensión territorial se dieron durante el Posclásico en áreas tan lejanas como Mayapán (Taube, 1992, p. 122); además, hay que descartar su origen teotihuacano y pensar en vías alternas (Jiménez, 2016, p. 177). El debate sobre sus inicios se direcciona a algún punto de la costa del Pacífico (González González, 2011, 2014, 2016; Schöndube, 1994).

Como ya se ha mencionado, Xipe es una deidad mesoamericana de la cual aún ignoramos su antigüedad y lugar de origen. El Xipe Tótec de Xolalpan, Estado de México, fue hallado en 1932, pero la escultura en cuestión pertenece ya a una ocupación del Posclásico temprano en el valle de Teotihuacán. Así pues, aún hay dudas de la presencia de Xipe en el panteón del Clásico teotihuacano (González González, 2016, pp. 31, 38); otro caso temprano es la aparición de Xipe en Lambityeco, o Monte Albán, en sus últimas etapas hacia el 600-800 d. C. (González González, 2016, p. 33).

Recientemente Mikulska (2021, p. 433) ha hecho un análisis sobre los atributos menos conocidos de la iconografía de esta deidad, basándose en las representaciones gráficas de los códices prehispánicos, principalmente el Códice Borgia y el Códice Vaticano B. Sobre su naturaleza agrícola, sabemos que Xipe se relacionaba estrechamente con el maíz. Después del crecimiento de la planta, sus granos eran ‘matados’; es decir, al tratarse con cal y posteriormente pelarlos, serían ‘desollados’, proceso descrito en náhuatl con el verbo xipehua - i.e., ‘desollar’ - y la nixtamalización (Mikulska, 2021, pp. 437-38).

Entre sus insignias destacan el anáhuatl, adorno cosmológico frecuente de muchas deidades, como Tezcatlipoca-Tepeyollotl, Itztlacoliuhqui, Tlahuizcalpantecuhtli, Tecciztecatl, Quetzalcóatl y Mictlantecuhtli. Este consiste en un pectoral anular rojo y blanco, símbolo del dualismo; dicho elemento puede ser entendido dualmente tanto en términos temporales como espaciales: indica la noche como el día, así como el agua y el cielo (cemanahuac) que rodean al ser humano (Mikulska, 2021, p. 446).

Por otra parte, Xipe era considerado como causante y curador de enfermedades de los ojos y de la piel, en especial de la sarna, viruelas y postemas (véase Figura 2). Su fiesta era conocida por los mexicas como tlacaxipehualiztli (Broda, 1970; De Sahagún, 2001, p. 99). Su culto estaba directamente asociado con lo bélico, ya que la ceremonia del tlahuahuanaliztli, palabra que significa ‘rayamiento’, mejor conocida como el ‘sacrificio gladiatorio’, implicaba una connotación marcial previa al sacrificio del cautivo (González González, 2016, p. 23). Además:

La imagen deste [sic] dios es a manera de hombre desnudo, que tiene el un lado teñido de amarillo y el otro de leonado [en forma de felino salvaje]. Tiene la cara labrada de ambas partes a manera de una tira angosta que cae desde la frente hasta la quixada [sic]. En la cabeza, a manera de un capillo de diversos colores, con unas borlas que cuelgan hacia las espaldas. Tiene vestido un cuero de hombre. Tiene los cabellos tranzados a dos partes, y unas orejeras de oro. (De Sahagún, 2001, p. 100)

Xipe Tótec Posclásico del valle de Teotihuacán, Estado de México. Sala Teotihuacana del Museo Nacional de Antropología.

Fuente: Instituto Nacional de Antropología e Historia, Museo Nacional de Antropología, México. http://mediateca.inah.gob.mx/islandora_74/islandora/object/objetoprehispanico%3A18437

Entre otros atributos, Xipe usa un sombrero de las tres esquinas o yopitzontli, porta un chimalli con diseño solar (Mikulska, 2021, pp. 438, 443, 453). También está estrechamente asociado con el amanecer, el trabajo del oro y la plata, el color rojo y con el rumbo oeste (Broda, 1970, p. 266; Mikulska, 2021, p. 440).

La dualidad en culto de Xipe en Occidente

Como ya se mencionó antes, en la región occidental de Mesoamérica existe un culto dual muy arraigado de Xipe. Esto se refleja específicamente en su iconografía con doble yopitzontli como tocado, así como su género ambiguo - i.e., representaciones con genitales masculinos y femeninos. Este culto dualista de Xipe es único de la región, por lo que evidentemente evolucionó de manera diferente al resto de las manifestaciones religiosas asociadas con esta deidad.

Por ejemplo, tenemos la presencia de xipes femeninos y masculinos en el sur de Jalisco antes del Posclásico. Las figuras antropomorfas huecas de gran o mediano formato para este periodo - Clásico tardío y Epiclásico, 400-900 d. C. - son poco comunes en la región, al contrario de fases más tempranas, como en la tradición de tumbas de tiro. Podemos encontrar piezas de manufactura similar - aunque con pigmentación diferente - en el valle de Toluquilla, en San Agustín, en piezas conocidas como los ‘caciques de San Agustín’ (véase Figura 3), dos efigies antropomorfas huecas, una femenina y otra masculina, sentadas en icpallis. Volviendo a las efigies de Zapotlán, llama la atención el hecho de que son de géneros distintos, y que la más grande es la figura femenina, que lleva un tocado más complejo; ambas poseen pequeños escudos en la mano izquierda y un objeto no identificado en la derecha, cuentan con sombreros cónicos y grandes collares pintados.

Comparativa general de un Xipe de Zapotlán y un Cacique de San Agustín.

Fuente: Acervo del Museo Arqueológico de San Agustín, Tlajomulco de Zúñiga y Archivo Digital del Museo Arqueológico de Ciudad Guzmán o Museo de las Culturas de Occidente. Jalisco, México.

Por otra parte, los sombreros cónicos - i.e., yopitzontli - son implementos que posteriormente, ya en el Posclásico, se asumirán como elementos típicos de los huastecos. Para el periodo Posclásico, en el sur de Jalisco, este tocado aparece ya de manera dual, con dos ‘cuernos’ o conos.

En el siglo XVI, fray Bernardino De Sahagún (2001) señaló que “este dios era honrado de aquellos que vivían a la orilla de la mar, y su origen estuvo en Tzapotlán, pueblo de Xalisco” (p. 99). Por orilla de la mar, se infiere que se refiere a las regiones costeras mesoamericanas occidentales.

En cuanto a la etimología de su nombre, Xipe Tótec, se ha traducido como “nuestro señor el desolladito” o “el que tiene miembro viril” (Martí, 1960, p. 107). Sobre el segundo probable significado, hay que hacer notar el carácter masculino de la deidad, la cual fuera de Jalisco y Colima, es representada como varón - aunque no siempre aparece desnuda su efigie. En ambos casos, su nombre hace referencia a su papel como deidad de la fertilidad, o bien con su peculiar modo de sacrificio humano. Cabe mencionar que el nombre Xipe Tótec nunca aparece en las fuentes del occidente, aunque su figura se encuentra abundantemente por toda la región. Otro posible nombre para Xipe sería Xíhuitl Cozauhqui, epíteto usado en Tamazula que se traduce como verde y amarillo (Acuña, 1987, p. 398). Por simbolismo y etimología es asociado a la turquesa - xíhuitl también era sinónimo nahua de este preciado mineral - y, por lo tanto, a la fertilidad; lo amarillo, en cambio, se relaciona con el aspecto seco de la tierra en el estiaje - algo muy común en el occidente de México tan estacional. Sobre esto último, se tratará más adelante.

La evidencia más antigua del culto a Xipe en nuestra región procede de dos sitios: del Palacio de Ocomo, en Etzatlán y de Zapotlán el Grande. Empezaremos con el segundo, lugar en el que hace más de medio siglo, justo a espaldas de su catedral fueron encontradas tres figuras de esta deidad (Cibrián, 1974; Schöndube, 1994, p. 312). Dichos objetos comparten claramente rasgos de la imagen clásica de Xipe, como la expresión facial y el tocado (véase Figura 4). Dado que fueron excavadas de manera no controlada, desconocemos la temporalidad precisa, pero Schöndube (1994, p. 314) la establece de manera tentativa hacia el 1000 d. C., o incluso anterior. Al comparar las figurillas con otras colecciones locales, guardan gran similitud técnica y estilística con los materiales del horizonte o fase Grillo (400-900 d. C.), así como con las fases Sayula (400-1100 d. C.) y Nogales (600-900 d. C.). Esta última es el equivalente al Epiclásico en los valles de Tuxpan, Tamazula y Zapotlán.

Efigies huecas de Xipe con atributos femeninos y masculinos recuperadas en las calles del centro de Zapotlán el Grande hace más de medio siglo. La de la izquierda fue encontrada en la calle Humboldt, a espaldas de la catedral, a dos metros de profundidad. El de la derecha lleva un pequeño gorro cónico llamado por los mexicas yopitzontli.

Fuente: Archivo Digital del Museo Arqueológico de Ciudad Guzmán o Museo de las Culturas de Occidente. Jalisco, México.

Para la fase Grillo (450-900 d. C.), en la cuenca de Magdalena tenemos la presencia del culto a Xipe, dada la presencia de imágenes de figuras desolladas en las estelas del Palacio de Ocomo (Cach, 2008, p. 21; Weigand, García y Cach, 2005). Se debe señalar que la estela es muy esquemática (véase Figura 5), pero es notorio que parte de la piel desollada muestra los genitales femeninos, como las figuras recuperadas en Zapotlán. La presencia y culto a Xipe en uno de los centros rectores de la región Valles de Jalisco, a más de 140 kilómetros de distancia en línea recta - varios días de viaje en época precolombina -, nos indica que ese culto tuvo una difusión amplia y más temprana de lo que se esperaba. Además, hasta el momento es la representación femenina de Xipe más al norte descubierta y la segunda registrada fuera de los valles de Zapotlán-Tamazula-Tuxpan. Sin embargo, esta difusión temprana es solo el preludio, ya que, para el Posclásico, el culto a Xipe adquiere mayor expansión, y lo vemos representado desde Nayarit, Colima, el sur de Jalisco y Michoacán, hasta Oaxaca y la cuenca de México, así como hasta la costa del Golfo.

Xipe femenino encontrado en el Palacio de Ocomo, ahora en colección particular.

Extensión del culto a Xipe Tótec en el antiguo Occidente y Mesoamérica durante el Posclásico

Entonces, para el inicio del periodo Posclásico (900-1521 d. C.), el culto a Xipe Tótec se expandió notoriamente dentro y fuera del Occidente; durante el Posclásico temprano llega por el norte hasta la llanura costera del Nayarit (véase Figura 6), como lo atestiguan los hallazgos de imágenes en Coamiles y en Amapa (Garduño, 2012; Meighan, 1976).

Representación de Xipe encontrada en Coamiles, Nayarit, con el yopitzontli o tocado yopi. La figura con aplicaciones de policromía pertenece al Complejo Aztatlán.

Fuente: Folder Museum, Universidad de California-Los Angeles, donado por Arthur Addis (Berns, 2014). https://fowler.ucla.edu/product/x73-273-xipe-totec-effigy-vessel/

De igual manera, las imágenes de esta deidad son frecuentes en Colima, donde también se registró en Tecomán una imagen de un Xipe femenino (Schöndube, 1994, p. 314). Asimismo, está documentado arqueológicamente en El Chanal junto a otras deidades panmesoamericanas como Tláloc y Ehécatl (Olay, 2004).

Para comprender la difusión del culto a Xipe en esta etapa, hay que entender que la Mesoamérica del Posclásico estaba profundamente interconectada, compartiendo simultáneamente elementos culturales, políticos y religiosos, a grado tal que ha sido considerado por algunos autores como un Sistema-Mundo (Smith y Berdan, 2003). Para mediados del Posclásico, el culto a Xipe se extendía hasta el sur, como lo demuestra el reciente hallazgo de un templo dedicado a esta deidad en la zona arqueológica de Tehuacán Viejo, Puebla (Huerta, 2017). Así pues, el culto de Xipe no es el único que se expande fuera de su región de origen en esta época, sino que múltiples dioses fueron adoptados fuera de su lugar de origen, siendo el caso más conocido el de Quetzalcóatl-Kukulcán, pero también tenemos a Macuilxóchitl, de origen huasteco, siendo reverenciada en el centro de México y Oaxaca (Johansson, 2012), solo por citar algunos dioses que en esta época se vuelven realmente panmesoamericanos. Si bien el culto a Xipe Tótec se convertiría en un rasgo compartido por muchas sociedades mesoamericanas, esta deidad no llegó nunca a formar parte del todo del corpus mítico nahua, aunque su culto se relaciona estrechamente con el de Ehécatl-Quetzalcóatl y el Tezcatlipoca rojo (González González, 2016, pp. 65, 68, 75).

En el Occidente, el Posclásico fue una época de grandes cambios culturales, y cuya huella más patente es el llamado complejo arqueológico Aztatlán. Se llevó a cabo un gran reordenamiento territorial panregional, surgiendo nuevos centros rectores costeros como Ixtapa, Amapa, Chacalilla y San Felipe Aztatán, los valles intermontanos de Nayarit (Ixtlán del Río) y las cuencas del distrito lacustre de Jalisco (Garduño, 2012, p. 30). Las características del complejo Aztatlán son fácilmente detectables en el registro arqueológico, y llaman la atención por su similitud iconográfica con la Mixteca-Puebla, entre ellas destacan:

  • Cerámica policroma con iconografía estilo códice (también llamado estilo Mixteca-Puebla y presente en códices como el Borgia y en la cerámica cholulteca del periodo Posclásico).

  • Figurillas estilo Mazapa (estatuillas femeninas elaboradas mediante moldes y a gran escala; suelen tener tocados complejos y son representadas con huipiles y/o quechquemitl, una vestimenta de una sola pieza triangular que solo cubría el torso de las mujeres).

  • Práctica de la incineración y urnas funerarias.

  • Uso extensivo de metalurgia. Posible especialización en la explotación del tabaco y el algodón.

  • Arquitectura compleja con basamentos, plazas, juegos de pelota, patios con uso extensivo de columnas (generalmente cuadradas) y espacios porticados (Glassow, 1967, pp. 78, 82; Kelley, 2000; Kelly, 1948; Lister, 1948; Meighan, 1976; Olay, 2004, 2012, pp. 202-7; Smith y Berdan, 2003, pp. 22-23; Weigand et al., 2000; Zepeda, 2004, pp. 382-83).

Dentro de este panorama de cambios e intercambios culturales, resalta una evidencia material en particular, ya que señala que entre el occidente de México y el norte de México-suroeste norteamericano - también conocido como Oasisamérica - existieron relaciones directas, al menos durante el Posclásico. Se trata del entierro Número 9, en el sitio de El Chanal. Dicho enterramiento solo

[…] contenía un hueso correspondiente a un metatarsiano de un bisonte o búfalo, lo cual no resulta extraño, ya que este tipo de vestigios se han encontrado en sitios del norte de México, como en el caso del hueso de bisonte hallado en Mochicahui, Sinaloa. Fue localizado en el pasillo que accede a la Plaza de los altares. (Olay, 2004, p. 510)

Por otra parte, el que Xipe Tótec tuviera devotos en Michoacán no resulta del todo claro, aunque hay una famosa máscara que se conserva de él dentro de la Sala de Occidente del Museo Nacional de Antropología cuya procedencia es michoacana (véase Figura 7). Sin embargo, entre los tarascos del área central Xipe Tótec es inexistente hasta el momento el culto a Xipe; pero, durante las fiestas de la diosa Cuerauáperi, considerada la madre de los dioses, los sacerdotes bailaban vestidos con las pieles de los hombres sacrificados a la deidad (De Alcalá, 2000, pp. 331-32).

Presunta máscara tarasca del Museo Nacional de Antropología, Sala de Occidente. Está elaborada en plata, metal ofrendado al dios Xipe Tótec reverenciado en Zapotlán.

Fuente: Instituto Nacional de Antropología e Historia, Museo Nacional de Antropología, México. No. de catálogo: 02.5-06227. https://mna.inah.gob.mx/colecciones_detalle.php?id=69772&sala=10&pg=1

Por otra parte, podría ser que los guerreros del irecha Tzitzís-pandácuare, cuyas incursiones y conquistas en la zona occidental datan de entre 1460 y 1480 (Reyes García, 1995, p. 46), hayan llevado el culto a su terruño. Otra posibilidad es que algunos grupos del sur de Jalisco y Colima hayan sido deportados hacia Michoacán y con ellos su culto. Finalmente, el culto a Xipe puede haberse extendido desde el sur de Jalisco hacia la costa y Tierra Caliente de Michoacán - siguiendo cursos naturales como las riberas del Tepalcatepec-Balsas - en fechas arqueológicamente aún indeterminadas.

Singularidades del culto a Xipe en el sur de Jalisco

Como ya se ha señalado, en la Historia General de las Cosas de la Nueva España se afirma que Xipe Tótec (véase Figura 8) “era honrado de aquellos que vivían a la orilla de la mar [¿océano Pacífico?], y su origen estuvo en Tzapotlán, pueblo de Xalisco” (De Sahagún, 2001, p. 99). Si dicha aseveración bien puede cuestionarse, lo cierto es que durante décadas los historiadores y etnohistoriadores mexicanos han confiado en el rigor de la metodología con la que De Sahagún recopiló su obra; usando inclusive códices prehispánicos como fuente (López Austin, 2011, pp. 353, 359). Por lo tanto, el dato del origen de Xipe en la región de Tzapotlán, no puede tomarse a la ligera.

Xipe Tótec, en el Códice Borbónico.

Fuente: Códice Borbónico, p. 14. Reprografía: Carlos Javier González G. (González González, 2014, p. 74)

Sobre el culto a Xipe Tótec en la zona de estudio, ya se han mencionado algunos aspectos básicos, como su antigüedad - por lo menos desde la fase Nogales, equivalente al Epiclásico en el área de los valles de Tzapotlán, Tuxpan y Tamazula, 600-900 d. C. -, su naturaleza ambivalente - femenina y masculina -, y la ausencia en las fuentes de su nombre - aunque hay otros posibles epónimos. A continuación, veremos otras singularidades según las fuentes coloniales tempranas y los datos arqueológicos.

Estela de piedra tipo El Chanal recuperada en la comunidad de Atequizayán, Ciudad Guzmán. En ella, se aprecia un rostro de Xipe. Posiblemente estuvo empotrada en una edificación pública prehispánica.

Fuente: Colección particular Familia Gómez. Atequizayán, Ciudad Guzmán. Jalisco, México.

En particular, en la Relación Geográfica de Zapotlán menciona que “tenían por dios a una piedra” a la cual adornaban con mantas, plumas, piedras verdes e incluso plata (Acuña, 1987, p. 391). La asociación con las plumas y piedras verdes, así como con el color turquesa en general, ya se ve inclusive, en varias de las representaciones de Xipe, como la del Códice Borbónico, y en nuestra zona, en Tamazula, parece repetirse. Digno de mencionar es que se le ofrendara plata a la imagen, ofrecimiento poco común a una deidad prehispánica; una de las pocas relacionadas con la metalurgia sería Xipe (Lameiras, 1990, p. 36; Roskamp, 2010, pp. 72, 76). Así pues, el culto a Xipe y otras deidades del sur de Jalisco se difundieron más rápidamente en el Posclásico temprano, justo cuando comenzó a experimentarse con el trabajo en metales, y puede pensarse que esto no es una casualidad, dada la relación de esta deidad con los mismos, como la plata que se le ofrendaba en Zapotlán, Jalisco. A esta deidad se le ofrecían los cautivos de guerra - probablemente de las guerras que libraron para los tarascos -, a los cuales “los abrían por el corazón y, con la sangre, untaban la piedra q[ue] tenían por dios. Y, hecho esto, los desollaban, y el cuero henchían de paja y bailaban alrededor dél, y comían la carne humana” (Acuña, 1987, p. 392). Dicha práctica sacrificial del desollamiento, con algunas variantes, se practicaba también en Tuxpan y Tamazula, permitiendo asociarla directamente al culto a Xipe Tótec y otras deidades telúricas (Acuña, 1987, pp. 391-99; Lameiras, 1990, p. 36). A continuación, detallamos algunas singularidades.

Evidencia arqueológica

El culto a Xipe en Zapotlán y zonas aledañas se ve corroborado arqueológicamente por varias figuras recuperadas en la zona (Figuras 10-13), desde las ya mencionadas antes, hasta nuevas efigies encontradas. En la delegación municipal de Atequizayán han recuperado materiales arqueológicos, entre los que destacan varias losas o estelas de piedra estilo El Chanal. Una de ellas muestra claramente el rostro de Xipe Tótec (véase Figura 10). Cabe mencionar que en Atequizayán se encontraron hace décadas varios enterramientos rituales de cabezas humanas en cajetes (Schöndube, 1994, p. 210). Por otro lado, en la cabecera municipal de Zapotlán fueron localizados varios contextos funerarios similares, con evidencia de decapitación post mortem, los cuales podrían relacionarse con el culto a Xipe (Ramírez y Acosta, 1997, pp. 258-64). La asociación entre el sacrificio por decapitación y el culto de Xipe se ha documentado en otras partes de Mesoamérica (Moser, 1973; Morehart, 2012). También, se ha registrado el sacrificio de niños desollados en honor a esta deidad (Medrano, 2021).

Losa estilo El Chanal encontrada en Atequizayán, probablemente representa un Xiuhmolpilli o atado de años, relacionado con el Fuego Nuevo o ciclo de 52 años mesoamericano.

Fuente: Colección particular Familia Gómez. Atequizayán, Ciudad Guzmán. Jalisco, México.

Brasero con figurilla de Xipe Tótec femenino adosado, encontrada en el lado occidental de Ciudad Guzmán; recuerda a los braseros efigie de El Chanal, Colima.

Figurilla policroma de Xipe Tótec perteneciente al complejo Aztatlán recuperada en el sitio arqueológico La Terla, municipio de Zapotiltic, Jalisco.

Fuente: Colección del Museo Comunitario de San José de la Tinaja. Jalisco, México.

Figurilla policroma de Xipe Tótec; se muestra con la reconstrucción completa de su doble tocado cónico o doble yopitzontli.

Fuente: Colección del Museo Comunitario de San José de la Tinaja. Jalisco, México.

Por otra parte, recientemente fue recuperado en La Terla, Zapotiltic, una singular efigie de esta deidad (véanse Figuras 12 y 13), hoy resguardada en el Museo Comunitario de San José la Tinaja. Si bien es pequeña, muestra elementos muy interesantes, como el color rojo predominante, uno de los colores asociados con esta divinidad, junto con el amarillo y el verde (Martí, 1960, p. 101) y un tocado cónico doble - fragmentado -; este es poco usual en las representaciones de Xipe encontradas en otras regiones de Mesoamérica, donde usualmente lleva un tocado de plumas o un ‘gorro huasteco’. El singular tocado doble nos remite directamente al carácter dual de su culto en nuestra zona, un elemento muy autóctono y presente desde el carácter en las representaciones de ambos sexos recuperadas en Ocomo, Zapotlán y Tecomán. Además, la presencia del sombrero huasteco o cónico en las representaciones de Xipe Tótec las tenemos desde las primeras figuras encontradas en el centro de Zapotlán. Esta pieza no está datada de manera precisa, pero, por su estilo y lugar de hallazgo, debe ubicarse temporalmente en el Posclásico tardío (1200 y 1521 d. C.), en la fase arqueológica conocida localmente como fase Terla.

Evidencia etnohistórica

Otro rasgo singular es que, en Tuxpan y Tamazula, abiertamente se relacionaba el culto a Xipe no solo con los elementos de la Tierra, sino también con aspectos celestes. En Tamazula se adoraba a una pareja divina celeste, cuya arte masculina era conocida como Xíhuitl Cozauhqui, traducido literalmente como ‘verde y amarillo’, o ‘El padre cielo’, asociado a la turquesa; la parte femenina era Ehuacueye - que significa ‘la del faldellín de cuero’ - relacionada con los nueve cielos (Acuña, 1987, p. 398). En Tuxpan se dice “tenían por dios al cielo”, al cual concebían con ocho niveles o escalones (Acuña, 1987, p. 386); los sacrificios incluían desollamiento y antropofagia ritual, por lo que esta podría ser una versión celeste de Xipe. Espacialmente hablando, cabe mencionar que el sitio está muy cerca de Tuxpan, incluso más que de la cabecera de Zapotiltic, y en dicho lugar, como ya vimos, existen imágenes de Xipe, por lo que se infiere una estrecha relación entre el dios celeste mencionado en las fuentes y Xipe Tótec.

Sobre el sacrificio por desollamiento, era practicado por lo menos en Tuxpan y Zapotlán. Schöndube (1994, pp. 312-15) señala que el hecho de que las pieles desolladas se rellenaran de paja - habitual en Zapotlán -, en lugar de que los sacerdotes las usaran como vestimenta, es un hecho particular y único del culto a Xipe Tótec en el sur de Jalisco.

Por otra parte, como ya se comentó, el sacrificio gladiatorio era una parte sustancial del festival religioso mexica de Xipe, así como el uso político de este tipo de sacrificio (Broda, 1970, p. 266). La ausencia de sacrificios gladiatorios tan asociados al festival del Tlacaxipehualiztli, es otra singularidad del culto xipeano en Jalisco. Tampoco aparecen en la iconografía regional las líneas en el rostro que tanto vemos en los códices del grupo Borgia y del centro de México.

Bendito entre las mujeres: Xipe Tótec y otras diosas

Al difundirse por Mesoamérica, el culto a Xipe se relaciona estrechamente con deidades femeninas telúricas y celestes, especialmente con Tlazoltéotl, Xochiquetzal y Tonan-Toci (Johansson, 2012; Schöndube, 1994). También, estaba asociado con las diosas madres del panteón del Altiplano Central de México (González González, 2016, pp. 80-87). Sin embargo, su naturaleza ambivalente, o su desdoblamiento en una deidad con rasgos femeninos y masculinos, solo se presenta en el occidente de México. A la par de esta naturaleza ambivalente, su culto en la región está más vinculado con las deidades femeninas de lo que estuvo en el resto de Mesoamérica.

De Sahagún señaló que existía el culto a otra diosa originaria de Zapotlán: Tzaputlatena. El citado autor registró que “fue una mujer, según su nombre, nacida en el pueblo de Tzapotla, y por esto se llama la Madre de Tzapotla, porque fue la primera que inventó la resina que se llama úxitl” (De Sahagún, 1975, p. 34). La diosa de Zapotlán era adorada por aquellos que vendían y hacían el úxitl, quienes organizaban su fiesta y sacrificios en Tenochtitlán. Dicha resina era usada para sanar diversas enfermedades, particularmente bubas y sarna, llamadas por los nahuas quaxocociuitli y chaquachiciuztli. Era adorada por aquellos que vendían y hacían el úxitl, quienes organizaban su fiesta y sacrificios. También era empleada para contrarrestar la resequedad de pies y labios (De Sahagún, 1975, p. 34). Cabe mencionar que Tzaputlatena no aparece en las fuentes locales, solo es mencionada por De Sahagún. Además, por su etimología, el nombre deriva de su origen en Zapotlán, por lo cual no sería raro que los naturales le dieran a esta deidad otro nombre más endémico.

En la región sur de Jalisco existía un culto muy extendido y arraigado a otras deidades femeninas con atributos telúricos, curativos y adivinatorios, tales como Tonan, madre de los dioses, reverenciada en el desaparecido pueblo de Tonantla; también, tenemos a Toci, adorada en Tocistlan, Colima, la abuela de los dioses en la mitología nahua (Lameiras, 1990, p. 36; Schöndube, 1994). De hecho, en el caso de Toci, entre los mexicas, se le sacrificaba una esclava por desollamiento, práctica asociada con Xipe Tótec (De Sahagún, 2001). Cabe destacar que entre las deidades cocas había algunas también relacionadas con la tierra y el sacrificio, como Copsppapit y Tapachinti (González Rizo, 2021, pp. 35-43).

Por otra parte, entre las diosas del Occidente vinculadas indirectamente con esta divinidad, está la diosa tarasca Cuerauáperi, en cuya fiesta en Araró y Zinapécuaro se llevaba a cabo la práctica del desollamiento sacrificial (De Alcalá, 2000, pp. 331-32). Esta podría estar ligada con la versión femenina de Xipe, adorada en el sur de Jalisco.

Como ya se señaló líneas arriba, algunas figurillas con sus rasgos encontradas en Zapotlán el Grande y sus alrededores, son femeninas, como lo atestigua su visible vulva. Entonces, ¿cómo explicamos esta naturaleza ambivalente?, ¿estamos ante una deidad de carácter hermafrodita o dualista?

El origen occidental de Xipe

Como hemos visto, el culto a Xipe en nuestra región posee varias singularidades y una profunda raíz temporal. De ahí que solo haciendo un contraste de información podamos entender su complejidad. Entonces, con la evidencia arqueológica y etnohistórica disponible, ¿qué podemos saber sobre Xipe Tótec y su culto en el occidente prehispánico? Entre los elementos arqueológicos e iconográficos que respaldan el origen occidental de Xipe están:

  • La presencia constante de figurillas de este dios recuperadas en salvamentos y excavaciones en la zona sur; destacan por su antigüedad las encontradas en el centro de Zapotlán el Grande, tentativamente datadas en el Clásico tardío-Epiclásico 450-900 d. C.

  • Estas figuras son representaciones ambivalentes de la deidad, unas con genitales femeninos y otras con genitales masculinos. Lo anterior es un indicio claro de que Xipe fue originalmente una deidad ambivalente o dual, similar a otras deidades mesoamericanas con varias advocaciones o desdoblamientos de ambos sexos - e.g., Ometéotl-Omecíhuatl, Macuilxóchitl-Xochipilli.

  • Su carácter ambivalente es único de la región de Jalisco-Colima, fuera de la cual, la iconografía del dios desollado siempre es exclusivamente masculina. Esto podría indicar dos cosas: por un lado, su culto se originó en la zona y solo se exportó la versión masculina; por otro lado, el culto llegó a la zona desde fuera en un momento muy temprano. Considero que la evidencia existente se inclina por la primera opción.

  • Su carácter dual es una constante en el registro arqueológico regional y permanece en la zona hasta el momento del contacto; la presencia de figurillas de La Terla, con doble gorro cónico remarcan el carácter dual del culto a Xipe en la región.

  • La continuidad del culto desde el Clásico hasta el momento del contacto hispano en toda la zona está respaldada por el reconocimiento de imágenes de Xipe Tótec recuperadas en sitios arqueológicos como El Chanal en Colima, Atequizayán, La Terla y Zapotlán el Grande en Jalisco (véase Figura 14).

Ubicación de los sitios en donde se han encontrado representaciones de Xipe Tótec en el occidente de México.

Entre la evidencia etnohistórica que respalda el origen occidental está:

  • La aceptación explícita de los informantes de De Sahagún de que los cultos a Xipe Tótec y Tzaputlatena eran procedentes del valle de Zapotlán.

  • La ausencia del registro del nombre ‘Xipe Tótec’ en las fuentes regionales, aunque su culto está bien identificado, tanto en lo arqueológico, como en el corpus etnohistórico. Entonces, es probable que en nuestra región la deidad recibiera otro nombre. Recordando que, inclusive en el centro de México, Xipe era llamado ‘Yopi’ - asociado a los indígenas yopis de Guerrero - o Yohuallahuan.

  • La información desprendida de las relaciones geográficas de Tuxpan, Tamazula y Zapotlán (Acuña, 1987) sobre la existencia de varios cultos locales que implican el singular sacrificio y desollamiento post mortem de la víctima, práctica sacrificial directa y exclusivamente relacionada con deidades mesoamericanas como Toci, así como el consumo ritual de parte de la carne de los sacrificados.

  • La presencia en la región de deidades femeninas, hermanadas con Xipe, asociadas con la medicina, la curación de enfermedades de la piel y la regeneración vegetal: Tzaputlatena y Toci.

  • Evidencia del culto a deidades femeninas telúricas como Tonan-Toci, en la toponimia regional (Schöndube, 1994, p. 314).

  • La asociación documentada en fuentes del centro de México de Xipe con los colores rojo y amarillo está corroborada en algunas de las figuras encontradas en la región, como el caso de figurilla de La Terla, Zapotiltic.

  • El desollamiento de las víctimas y el posterior relleno de las pieles es otro elemento único de la región, como puede leerse en las Relaciones Geográficas del Siglo XVI (Acuña, 1987, 1988). Sobre el origen de esta práctica, debe señalarse que no se ha registrado en otras áreas donde se veneraba a Xipe, por lo que obviamente es endémica. En el resto de Mesoamérica, lo habitual era que sacerdotes y gobernantes usaran las pieles como atuendos rituales e inclusive, el soberano mexica se ataviaba como el dios Xipe antes de ir a la guerra (González González, 2016, p. 24). Así que solo hay dos posibilidades explicativas: a) está práctica ritual se originó en el sur de Jalisco, o b) llegó de un lugar desconocido fuera de la región.

  • Las estelas con glifos del sitio de Atequizayán; en una de ellas aparece el rostro de Xipe y en otra, un individuo aparentemente desollado.

Ahora bien, se planteó líneas arriba el desconocimiento del nombre dado a esta deidad en el occidente de México, entonces, ¿los ‘xipes femeninos y masculinos’ reciben el mismo nombre en la zona?, ¿se identifican con una misma deidad? Hay que recordar que las religiones mesoamericanas eran esencialmente politeístas, y considerablemente abiertas a la asimilación de dioses foráneos bajo nuevas o viejas advocaciones. Como ya se mencionó, ‘Yopi’ era otro nombre común de Xipe Tótec en el centro de México, así como el de Yohuallahuan, “El que bebe o se embriaga en la noche” (González González, 2016, pp. 48, 94, 95).

Por otra parte, en las fuentes locales se deduce que el origen Xipe no sería un solo dios de la regeneración vegetal y enfermedades de la piel, sino que era una deidad más compleja y relacionada tanto con lo celeste como lo terrestre, una deidad dual y pareja creadora. Por lo tanto, la existencia de los xipes femeninos, registrada desde los años setenta por Schöndube (1994, pp. 320-22), apoya lo anterior, ya que, al ser una deidad dual, debería representarse en ambos sexos, fenómeno similar al que en la mitología del centro de México sucede con Ometéotl y Omecíhuatl. Sobre el nombre de esta pareja creadora, las fuentes locales nos dan un fuerte indicio: en Tamazula se adoraba a una pareja creadora, cuya advocación masculina era llamada Xíhuitl Cozahuic - o Cozauhqui -, el Padre Cielo, nombre que se traduce literalmente como “verde y amarillo” (Acuña, 1987, p. 398). De nuevo, se presenta la asociación con el verde - en específico con la turquesa - y el amarillo, características directamente asociadas con Xipe, como ha sido explicado previamente. Asimismo, su versión femenina era llamada Ehuacueye - de náhuatl Ehuacueyitl - que se traduce como “la del faldellín de cuero” y que vivía hasta el último nivel de los nueve cielos o pisos celestes (Acuña, 1987, p. 398); su asociación con el cuero nos remite al desollamiento de las víctimas sacrificiales y la conversión de sus epidermis en cuero, en este caso rellenado con paja. Además, la Relación Geográfica de Tamazula menciona explícitamente que los ídolos de ambas deidades eran adorados en el mismo templo (Acuña, 1987, p. 398).

Esto último es un elemento muy interesante, ya que en el Occidente no se han registrado templos dobles como los del Posclásico tardío de la cuenca de México, y por ello, quiere decir que tanto la imagen Ehuacueye, como la de Xíhuitl Cozahuic, estaban en el mismo teocalli, lo que refuerza la hipótesis de que eran concebidos como una pareja creadora, un ser dual que se desdoblaba en un lado femenino y otro masculino.

Entonces, ¿por qué la naturaleza dual de Xíhuitl Cozahuic-Ehuacueye y este nombre no era conocido fuera del Occidente? La historia de las religiones es volátil y compleja, y es necesario recordar que, para poder difundirse, es indispensable la adaptación al bagaje cultural de sus nuevos creyentes. En Mesoamérica, abundan los casos de adaptaciones de nuevos dioses, como el de Quetzalcóatl-Kukulcán o el de Tláloc-Chaak-Cosijo. Por otro lado, el culto a Tláloc está bien documentado arqueológicamente en la región sur de Jalisco y Colima para el Posclásico (Schöndube, 1994, pp. 304-12), aunque su nombre tampoco aparece explícitamente en las fuentes. Además, debemos recordar que, si bien Xipe se “exportó” como un dios masculino, siempre se asoció de manera directa con otras deidades femeninas mexicas como Toci, Tonan o Tzaputlatena.

Consideraciones finales

Por regla general, todos los xipes fuera de Jalisco-Colima son masculinos, hasta los del Epiclásico, como el hallado en Miraflores, Estado de México (González González, 2016, p. 53); de igual manera, son escasas las representaciones de Xipe desnudo en el centro de México, y usualmente allá lleva un maxtlatl y su cinturón de hojas de zapote. De la gran extensión (véase Figura 15) del culto a Xipe - el cual llegó hasta El Salvador -, se infiere que esta deidad es muy antigua y que su culto se difundió no una sola vez, sino a través de una constante interacción cultural. Un medio que pudo haber ayudado a ampliar su dispersión es la metalurgia, la cual está arqueológicamente probado que se distribuyó desde el occidente de México (Hosler, 2005); inclusive, Xipe era considerado el patrón de los orfebres nahuas, quienes le fabricaban a su sacerdote unos asientos llamados tzapoicpalli o asientos de zapote (González González, 2016, pp. 42, 44).

Por otro lado, aún no se corrobora la presencia temprana de Xipe en Teotihuacán y Monte Albán; en caso de que se encontrara, esto no refutaría el origen occidental de su culto, por dos razones: a) la misma presencia de Xipe se ha documentado en el sur de Jalisco y otras regiones del Occidente, con el hallazgo de estelas y figurillas en el Palacio de Ocomo y Zapotlán el Grande para el Clásico tardío y Epiclásico (400-900 d. C.), lo que indica un culto antiguo y arraigado; b) la relación del Occidente y Teotihuacán también está documentada arqueológicamente con la existencia de un barrio teotihuacano habitado por personas del Occidente, probablemente de la región de Jiquilpan, Michoacán, así como por la injerencia teotihuacana en la cuenca de Cuitzeo y la existencia de marcadores astronómicos teotihuacanos como los Pecked Crosses en varios puntos de Jalisco, Michoacán y Zacatecas (Gómez y Gazzola, 2010; Esparza y Rodríguez, 2016; Filini, 2007; Filini y Cárdenas, 2010).

Entonces, ¿cómo llegó a enraizarse tan profundamente el culto a Xipe en el centro de México? Dados los correlatos arqueológicos y las fuentes históricas, esta investigación propone que el culto a Xipe se originó en el sur de Jalisco, quizás a inicios de la era cristiana. Posteriormente, al intensificarse las relaciones de la región con el centro de México, hacia mediados del Clásico, c. 300-400 d. C., fechas en las que colapsa la cultura Teuchitlán, y con la migración de grupos del Occidente a la gran urbe del Clásico, ellos llevarían consigo el culto del dios desollado, difundiéndose este por la región del centro. Ya en el periodo Epiclásico y Posclásico, el culto al dios de la regeneración vegetal se había extendido por varias regiones de Mesoamérica de la mano con la difusión de la metalurgia y las grandes migraciones que caracterizarían a este periodo.

Así pues, el culto a Xipe estaba primigeniamente relacionado con otras deidades femeninas, como Tonan-Toci, Xochiquetzal, Tzaputlatena y Tlazoltéotl. Su asociación con la renovación vegetal responde al marcado carácter estacional de su región de origen. Así pues, como divinidad desdoblada, masculina y femenina, localmente Xipe Tótec era concebido como una deidad dual compleja, similar al Ometéotl del centro de México; su representación masculina se llamada Xíhuitl-Cozauhqui y su lado femenino sería llamado Ehuacueyitl (véanse Figuras 3 y 4); como pareja creadora era reverenciada en Tamazula, Tuxpan y Zapotlán. Como divinidad desdoblada, eran considerados dioses de la fertilidad y residían en el cielo. Jalisco-Colima es la única región de Mesoamérica en la cual la imagen de Xipe aparece indistintamente como un numen dual, con ambos sexos.

Sobre el tema de las dataciones, cabe recordar que las figurillas de Xipe encontradas en Zapotlán se rescataron hace ya varias décadas, sin un control sistemático de materiales; por lo tanto, no se tienen fechas precisas de radiocarbono. Cabe recordar que la mayoría de los análisis de materiales arqueológicos se hacen a través de cronología relativa; es decir, se infiere una temporalidad mediante la analogía de la cerámica registrada en un espacio (región) y tiempos específicos. Por lo tanto, la inferencia de antigüedad se ha hecho mediante métodos comparativos e iconográficos, no mediante análisis arqueométricos. Por otra parte, otras imágenes de Xipe encontradas en la región, como la recuperada en Ocomo proviene de una edificación prehispánica datada de manera sistemática y usada exclusivamente durante la fase Grillo (450-900 d. C.), corroborando plenamente que el culto a esta deidad ya estaba extendido y arraigado plenamente en el Occidente antes que en el centro de México.

Finalmente, el Xipe Tótec del centro de México, el que tuvo mayor difusión en el resto de Mesoamérica, es una deidad transfigurada, asimilada ya no como un ser dual, telúrico y celeste, sino solo como un ser sobrenatural masculino relacionado con regeneración vegetal, la fertilidad de la tierra y la guerra - el aspecto propiciatorio de esta. Su mismo nombre nos da un indicio de su extranjerismo o exotismo entre los mexicas, ya que deriva del vocablo nahua xipehua o desollar, relacionado directamente con su peculiar método sacrificial.

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Historial:
  • » Recibido: 31/08/2021
  • » Aceptado: 06/07/2022
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