Letras
Históricas 26:e7358
Orden político y corrupción en Nueva Galicia:
el caso de Santiago de Vera,
Political order and corruption in
Nueva Galicia: The case of Santiago
de Vera,
Víctor
M. González Esparza
Universidad
Autónoma de Aguascalientes
Avenida
Universidad 940, Ciudad Universitaria, 20100, Aguascalientes
ORCID: 0000-0002-4271-3880
Fecha de recepción: 27 de enero del 2022
Fecha de aceptación: 11 de mayo del 2022
DOI: https://doi.org/10.31836/lh.26.7358
Resumen: Este artículo reflexiona sobre el orden político y la corrupción en
Nueva Galicia a través del caso de Santiago de Vera, presidente de la Audiencia
de Guadalajara entre 1593 y 1605. Para ello, se presentan nuevas lecturas de las
fuentes documentales disponibles, como la visita completa del juez Paz de
Vallecillo y las cartas del propio Vera al Consejo de Indias. Con ellas, se
analiza el tema, no desde la diferencia entre lo público y lo privado –
propia del Estado moderno – sino a partir de la negociación entre las
diferentes instancias, especialmente respecto de la preservación de la
confianza de la Corona y, en algunos casos, de la población misma.
Palabras clave: Audiencia de Guadalajara, corrupción, orden
político, monarquía pluricéntrica, Santiago de Vera.
Abstract: This article offers a reflection on the
political order and corruption in Nueva Galicia through the case of Santiago de
Vera, president of the Audiencia of Guadalajara
between 1593 and 1605. En order to do this, I present new readings of the available
textual sources, such as the visit of Judge Paz de Vallecillo
and Vera's own letters to the Council of the Indies. Hence, I analyze the subject,
not from the difference between the public and the private – typical of
the modern Staten – but from the negotiation between the different
instances, especially in terms of maintaining the confidence of the Crown and,
in some cases, of the population itself.
Keywords: Audiencia
of Guadalajara, corruption, pluricentric Monarchy,
political order, Santiago de Vera.
Introducción
El
tema de la corrupción se ha posicionado en la actualidad como un tema central
en la opinión pública de las frágiles democracias latinoamericanas. Sin
embargo, no existen suficientes estudios con perspectiva histórica sobre este
viejo problema que requiere nuevas respuestas. La mayor parte de los estudios,
sobre todo desde la perspectiva ‘estatalista’, es
decir, desde el Estado moderno y la división entre lo público y lo privado, han
terminado por confundir el tema sobre todo para el Antiguo Régimen. Más aún,
especialmente en la historiografía anglo y eurocentrista,
se ha terminado por considerar a la corrupción como un tema inamovible propio
del mundo hispanoamericano, como parte de la herencia colonial, perdiendo toda
perspectiva histórica.
Comprender no significa justificar, sino encontrar los contextos y las
condiciones específicas que puedan ayudarnos a explicar un proceso o
comportamiento en particular. Por ello, dentro del mundo académico, es
necesario conocer la especificidad del Antiguo Régimen y la complejidad de un
fenómeno como el de la corrupción con el fin de tener una comprensión histórica
de los procesos. Porque en ocasiones, como ocurriera en las comedias de Ruiz de
Alarcón, la verdad puede ser sospechosa.
Existen varios debates historiográficos que pueden ayudarnos a
comprender de manera más integral el mundo novohispano. El primero tiene que
ver con las relaciones entre la monarquía castellana y los diferentes reinos, a
partir de la propuesta de John Elliott entre otros,
de observar a la monarquía compuesta, no como un poder absoluto, sino más bien
plural y fragmentado, lo cual implicó un proceso de constante negociación entre
la centralización propuesta desde Felipe II y la multiplicidad de instancias
como las audiencias u obispados, proceso que hizo preguntarse a un relevante
historiador inglés en dónde residía la autoridad en las Indias (Elliott, 2009; Parry, 1993). Este debate ha
permitido pasar de la idea de un Estado absolutista centralizador a otro en
donde los actores regionales juegan cada vez más un papel protagonista
Otro debate tiene que ver directamente con el tema de la corrupción el
cual se ha observado en general a partir del tipo ideal del Estado moderno
elaborado por Weber entre otros, donde la diferenciación entre lo
privado/público ha sido un elemento central para distinguir lo patrimonial de
lo moderno. Lo que trajo consigo
el imaginario del Estado moderno ha sido la diferenciación tajante entre los
recursos públicos de los privados – sociedad política vs. sociedad civil –, de tal
manera que la corrupción se interpretó a partir del uso privado de recursos
públicos. Esta visión ha permeado los estudios históricos particularmente sobre
el mundo iberoamericano, olvidando por ejemplo la peculiar organización
política “antes del Leviatán”, como lo sugirió Hespanha (1996, pp.
10–11). Se
trata de ir más allá del anacronismo que ha predominado al observar desde el “estatalismo” la organización política del Antiguo Régimen.
Habría que recordar que el orden político establecido por la monarquía
castellana en el siglo XVI fue lo más moderno para su época, como lo sugirió Pietschmann, que además fue construido de manera plural y a
partir de “una justicia de jueces y no de leyes” (1989, p. 162) por lo que
cuando un juez era corrompido, dice Garriga, perdía “la cualidad definitoria de
su condición, que es la capacidad de juzgar sin acepción de personas”
Es importante señalar que cada vez son más los estudios sobre el tema
de la corrupción en el Antiguo Régimen, aunque ciertamente en ocasiones se
unifican diferentes materias y significados con un mismo nombre. Como lo ha
recordado Garriga, en la tradición pre-moderna el concepto de corrupción estaba
asociado a un cambio de estado (2017, p. 25). Corromper era un verbo que
implicaba un proceso de descomposición, de impureza, tal y como lo registró el
Tesoro de la Lengua Castellana o Española de Cobarruvias,
donde se señalaba que el verbo podría implicar por ejemplo: “corromper las
buenas costumbres [...] corromper los jueces, cohecharlos [...], corromper la
doncella, quitarle la flor virginal” al degradar su estado de pureza; “corrupción,
pudrimiento”, como la corrupción de los huesos que era una “enfermedad
gravísima”; para terminar con “Corruptela, término forense” (De Cobarruvias, 1611, p. 243). Esta última acepción que no
refiere Garriga (2017) es importante porque tiene que ver precisamente con la
administración de justicia, y en esos términos con la asociación primigenia con
el orden político.
En el Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española (RAE, 1729), la primera referencia
al verbo corromper está asociada con “viciar, destruir, depravar y dañar alguna
cosa”; también con lo que el Diccionario de De Cobarruvias había acentado; es
decir, “con violar la pureza y la virginidad de la doncella”, pero también y
ello es relevante con “sobornar o cohechar, o ganar al Juez u otra persona con
dádivas” (pp. 621–22). Esta definición incluye también el concepto de
corrupción, asociado a “Putrefacción, infección”, así como a la “alteración,
destemplanza del vientre”; es decir, a la diarrea. Para agregar finalmente que
el término está asociado “metafóricamente [...] al vicio o abuso introducido en
las cosas no materiales, como corrupción de costumbres”. Finalmente, esta misma
referencia asocia “Corruptela” a la “mala costumbre, o abuso introducido contra
la ley, que no debe alterarse” (RAE, 1729, pp. 621–22).
Lo anterior nos muestra las diferentes concepciones sobre el tema
entre lo tradicional y lo moderno al relacionar el verbo corromper con vicio o
abuso, pero también a la idea prevaleciente en la monarquía castellana sobre el
acto de corromperse vinculada a la justicia de los jueces, al castigo de los
excesos cometidos por los servidores del rey, por lo que sí se comprende como
un abuso de las leyes, pero vinculadas a lo administración de justicia y no a
un código en específico.
Michel Bertrand (2013, pp. 46–62) le dio seguimiento al
concepto de corrupción en los diccionarios franceses y muestra cómo las
definiciones están relacionadas con una dimensión moral vinculada al desorden,
al acto como hemos visto de degenerarse, y que en todo caso surge el vocablo de
corrupción conforme se va construyendo la distinción entre las esferas públicas
y privadas. Y anota que tanto el verbo como el concepto estarían vinculados al
mal gobierno para señalar una mala práctica administrativa. Sin embargo, lo
relevante de su análisis es que recomienda ser muy prudentes con un concepto
que es cambiante y llevar a cabo un esfuerzo de ‘historización’;
es decir, de analizar por ejemplo las instituciones como relaciones de poder, como
espacios de negociación, y tratar de evitar los discursos moralizantes, incluso
del mismo periodo y abandonar la perspectiva funcionalista que insiste en la
dicotomía patrimonialismo/modernidad.
Un aspecto que habría que considerar también es que las instituciones
y los agentes de la monarquía hispánica tenían como principal función proteger
los intereses del rey, ya que todos eran parte de una gran familia, por lo que cuando
los servidores cometían un delito no se les acusaba de corrupción, sino de
abusar o de defraudar la confianza del rey a través de la Real Hacienda. Para
el siglo XVI, se comenzó a revivir la idea del servicio público vinculado al
bien común y en varias cédulas reales, como en la Recopilación de Leyes de
Indias se delimitaron las funciones y lo que tenían que evitar por ejemplos
los oidores de audiencias, por lo que se trató de frenar abusos para establecer
ciertos equilibrios y mecanismos de control en los reinos. Pero quizá la
perspectiva más atractiva al respecto es explorar lo que la gente consideraba
como buen o mal gobierno y hasta dónde se establecían los límites a los excesos,
tanto de la burocracia como de los propietarios
Este debate ha traído consigo una nueva perspectiva menos ‘estatista’;
es decir, menos desde los Estados nacionales centralizados a fin de repensar el
poder y la economía en el Antiguo Régimen
El caso de Santiago de Vera
Santiago
de Vera había seguido una larga carrera burocrática en Indias, pero fue
especialmente conocido en Nueva Galicia, donde fue nombrado en 1572 oidor de la
Audiencia de Guadalajara, mientras fungía como oidor en la Audiencia de Santo
Domingo. Llegó a ser alcalde del crimen en Nueva Galicia hasta 1583, año en que
fue nombrado capitán general y presidente fundador de la Audiencia de Manila,
la cual fue cerrada en 1589, por lo que De Vera regresó como oidor a la
Audiencia de México y finalmente fue nombrado presidente de la de Guadalajara
entre 1593 y 1605. Así, la mitad de sus años de servicio y quizá los más
fructíferos los llevó a cabo en Guadalajara, donde tendría amistad con familias
cuyos antepasados también fueron judíos como la de Temiño
de Bañuelos. Santiago de Vera había heredado de sus abuelos y bisabuelos
maternos la infamia de su origen, cuestión sobre la que lidiaría durante toda
su vida (Hillerkuss, 2015, p. 63;
Miralles de Imperial, 1950, pp. 564–66). El
autor Miralles de Imperial y Gómez narra una primera intervención controvertida
del oidor De Vera a favor del presidente Mejía de la Audiencia de Santo
Domingo, en contra de la expulsión del arzobispo Carvajal en 1570, y de cómo
finalmente De Vera, siendo alcalde de la Cancillería en la Ciudad de México,
salió bien librado por su relación con la Santa Inquisición ante el
señalamiento de limpieza de sangre entre 1581 y 1583 – cuando sus abuelos
maternos habían sido condenados por el Santo Oficio –; en 1584, una
cédula del Consejo de su Majestad ordenaba a la Inquisición mexicana sobre el
caso De Vera “no se entrometan en esto” (Miralles de Imperial, 1950, pp.
559–63). En este caso como en otros, se ve ya el soporte que Santiago de
Vera tendría de Eugenio de Salazar, el poeta, y de los religiosos de la
Compañía de Jesús.
Una de las preguntas centrales de quienes han biografiado al doctor
Santiago de Vera, ha sido cómo es que salió bien librado de fuertes conflictos
con arzobispos, presidentes de audiencia, oidores, entre otros, además de sus
problemas ante la Inquisición para mostrar su limpieza de sangre. Para esta
carrera de más de 40 años habría que considerar la protección que recibió
durante toda su carrera por parte de Eugenio de Salazar a quien De Vera
consideraba como primo – probablemente segundo – escritor prolífico
y agente imperial relevante en las audiencias americanas, lo cual lo llevó a
ser parte del Consejo de Indias
Sin embargo, en abril de 1605, Santiago de Vera, al recordar su trayectoria de 40 años continuos al
servicio de su majestad, destacaba que contribuyó a la pacificación del reino
de acuerdo con lo realizado por el doctor Orozco, y finalmente pidió licencia
permanente con goce de sueldo ya que la
[...] Posición
con que quedo no me da más lugar para el escribir a Vuestra Majestad con más
largueza y por las muchas y ordinarias acusaciones [que] me cargan, he
determinado de suplicar a su Majestad se me de licencia para me Recoger en mi
casa haciéndome mío del salario enteramente de Presidente desta
Audiencia.[1]
De
Vera solicitó así licencia permanente con goce de sueldo de 3 500 pesos al año,
la cual no disfrutaría por su muerte el 15 de enero de 1606
Santiago de Vera fue conocido por los cronistas Tello y De la Mota
Padilla como alguien que “gobernó con toda rectitud [...] y así, en su tiempo,
floreció el reino y hubo grande unión entre los vecinos, y entre los tribunales
eclesiásticos y seculares”
Chevalier llegó a comentar no solo que la hacienda
Ciénega de Mata era un “ejemplo notable” de la formación de los latifundios,
sino también que el caso de Santiago de Vera era “el ejemplo más impresionante”
que podría explicar la manera en que se vinculaban la burocracia y los hombres
ricos del norte; es decir, el origen de los grandes latifundios en la Audiencia
de Guadalajara. También había referido al carácter patriarcal de estos
mecanismos, basados en favorecer a criados y familiares
Thomas Calvo analizó el caso de Santiago de Vera al estudiar los
círculos de poder en Nueva Galicia, un poder que, según el autor, se ejerció
con violencia e incluso terror, de tal forma que lo que caracterizaba este
dominio era la ausencia de un contra-poder: “el elemento esencial es la
ausencia – por lo menos momentánea – de todo contra-poder a nivel
de las Indias” (1989, p. 138). Más aún, con
base en la acusación de Jerónimo Conde de 1602, señaló que: “ya por 1600 hay
algo podrido en el reino de Nueva Galicia”
Este fue alguacil mayor y regidor de la ciudad de Guadalajara del
Nuevo Reino de Galicia a principios del siglo XVII. Es importante señalar que
su informe contra Santiago de Vera lo envió al rey en 1602, no en 1607, como lo
refieren Iguínez y Hillerkuss;
es decir, antes que Santiago de Vera dejara la presidencia de la Audiencia en
1605, como lo muestra la lectura misma del documento. Más allá de si se trata
de un documento que describe la realidad neogallega,
lo que es relevante en este momento es analizar los referentes a los excesos de
un funcionario de audiencia; es decir, qué prácticas eran consideradas como un
abuso o un exceso a los ojos de los mismos agentes locales.
Varias cuestiones son importantes en la denuncia de Jerónimo Conde.
Primero la relación de De Vera con Eugenio de
Salazar, oidor del Consejo Real de las Indias (1600–1602), a quien De Vera
consideraba primo, por lo que Conde advierte que esta acusación no debiera
leerla De Salazar porque temía la represión del presidente de la Audiencia.
Este es el segundo punto, el ambiente de intimidación y de violencia que había
propiciado De Vera entre los vecinos, según su acusador, sobre todo entre los
vecinos más pobres.
En una ciudad de 125 vecinos con alrededor de 3 000 personas en ese
momento, comenta Conde, Santiago de Vera tenía 37 deudos y parientes y a su vez
los hijos y yernos otros tantos, de tal manera que “es mucha gente de poder y
mando” en una ciudad tan corta en donde: “no hay más de ciento y sesenta casas”
(1971, p. 8). Habiendo tantos funcionarios “no
es posible que todos puedan dar gusto a tanta máquina de jueces” (p. 8). Las
acusaciones de tiranía, de maltrato y venganza incluso contra los descendientes
de los “conquistadores beneméritos”
Pero el sustento de ese mal gobierno, continuaron las acusaciones de
Conde, era el negocio de los ganados que el presidente De Vera había quitado a
los vecinos de la ciudad y la región, a favor de un ejercicio patriarcal o
patrimonialista del poder. Conde mencionó incluso un trato entre Fernando
Altamirano yerno del presidente y Gaspar de Vera sobrino del presidente y
alcalde mayor de Teocaltiche, que entre “deudos y
parientes y lo tienen atravesado con más de doscientos mil pesos de oro común
que entre todos ellos traen el dicho trato”
El problema con los ganados especialmente de los novillos de
Altamirano era que habían acabado con los sembradíos de los pueblos de indios, afectando
así la alimentación de las comunidades y con ello propiciaron altas tasas de
mortalidad de la población. Quien se atrevió a denunciar estos excesos, como el
fraile Fernando de León de la orden de los agustinos, fue severamente reprehendido
por el presidente, lo cual causó “grandísima lástima” (Conde, 1971, p. 10).
Altamirano era el enlace además para traer mercancías de la Ciudad de México,
que se vendían en repartimiento forzoso, y enviar novillos y mulas de retorno a
dicha ciudad y a los reales de minas como Zacatecas, Fresnillo y Sombrerete en
donde tenía tiendas y carnicerías, controlando así el mercado y los precios;
además, con un elemento de defraudación, no pagar adecuadamente las alcabalas,
que era lo que más le preocupaba al denunciante.
Conde nos ofrece entonces una pauta para el comportamiento de Santiago
de Vera: formar una red de poder entre familiares y protegidos que controlaba
el negocio de los ganados, incluso a través del abigeato, y de otras mercancías
por las que no pagaba las alcabalas, defraudando de esa manera a la Real
Hacienda. El mismo Conde explica el mecanismo para el enriquecimiento: “para
sacar tantas sumas de hacienda como cada uno saca de dichos cargos [...] llevan
fuera del reino a vender a la Nueva España” toda clase de novillos, mulas,
puercos, etcétera, así como maíces, chile y trigo, de tal manera que “toda esta
tierra y el día de hoy está acabada y destruida por los grandes excesos que
este presidente ha hecho y hace con la codicia”
La visita de Paz de Vallecillo y su sentencia
En
los primeros años del siglo XVII en la Nueva Galicia, era más importante que la
regularización de la tierra el ordenamiento de los ganados, tanto para impedir
que invadieran las sementeras como para evitar el abigeato. Dada la escasez de ganados en el reino, el oidor
Juan de Paz de Vallecillo, en su visita realizada entre 1606 y 1607 a la
jurisdicción de la Audiencia de Guadalajara, tuvo
como objetivo castigar a los causantes de ello por lo que esta visita vendría a
ahondar en las acusaciones de Jerónimo Conde. Es importante considerar los dos
casos en particular que castigaría el visitador Paz de Vallecillo: el de Gaspar
de Vera, sobrino del presidente de la Audiencia de Guadalajara, Santiago de
Vera, y el de Pedro Mateos, el primer propietario que daría pie al latifundio
de Ciénega de Mata en la Nueva Galicia (Calvo, 2000, pp. 33–93).
Thomas Calvo, quien diera a conocer parte del informe de Paz de
Vallecillo, comentó que entre 1600 y 1620 existió un esfuerzo de información y
reorganización notables al menos para la Nueva Galicia, lo que permitió incluso
la reconsideración del gobierno de Felipe III. En particular destacan los
trabajos del leal servidor Paz de Vallecicillo, quien
fuera funcionario por más de 30 años de la Corona; oidor de la Audiencia de
Guadalajara entre 1596 y 1608, y finalmente fiscal del crimen de la Audiencia
de México hasta 1626 año en que se jubiló. Su visita “a las partes más pobres”
de la Nueva Galicia la realizó entre el 22 de noviembre de 1606 y el 5 de junio
de 1607, con la misión especial de remediar algunos excesos entre Teocaltiche-Lagos y Aguascalientes, especialmente el
abigeato; es decir, la extracción excesiva e ilegal de vacunos, aunque a través
de su visita también pudo fundar pueblos, ampliar los tributarios y tratar de
enderezar alguno que otro entuerto
Lo publicado por Calvo, como él mismo lo reconoce, es solo una parte
del legajo de más de 800 fojas que integró el oidor, incluso con versiones
diferentes sobre el mismo informe; de tal manera que en el expediente hay
información más precisa, por ejemplo, sobre los principales acusados que fueron
Gaspar de Vera y Pedro Mateos. El primero además de ser sobrino del presidente
de la Audiencia Santiago de Vera
En la Real Provisión para que Paz de Vallecillo llevara a cabo su visita
estaba
[...] la
querella que dio el capitán Francisco Tavera y consortes vecinos de la villa de
Lagos contra Pedro Mateos de Ortega y Diego Mateos su hijo y consortes culpados
sobre decir haberles herrado, muerto y sacado sus ganados y hecho y mandado
hacer vaqueadas y rehaladas, fuera de tiempo, contra
las leyes y ordenanzas. (Calvo, 2000, p. 76)
Habiendo
hecho las averiguaciones,
[...] condenó
al dicho Pedro Mateos en cuatro años de destierro de este reino de Galicia, dos
precisos y dos voluntarios y en diez mil pesos de oro común: la mitad para la
real Cámara y de la otra mitad los cuatrocientos para ciertas obras [...] y los
cuatro mil y seiscientos restantes para gastos de justicia.
Llama
la atención que los historiadores del latifundio de Ciénega de Mata no hallan
profundizado en esta sentencia del juez Paz de Vallecillo llevada a cabo a
principios de 1607: Alcaide Aguilar (2004, p. 41) menciona por ejemplo que
desconoce los motivos por lo que un oidor no reconoce a Pedro Mateos como
alférez de Lagos, cuando el motivo era claramente la sentencia de Paz de
Vallecillo, y el otro autor de la monografía sobre los Rincón Gallardo menciona
la sentencia pero no la analiza
En una carta al rey en abril de 1607, Paz de Vallecillo comenta de su
visita a “los valles y villas de los Lagos y de Aguascalientes y pueblos de Teocaltiche” por querellas de los vecinos de los Lagos
“sobre hurtos de ganados” y así tener la visión de un oidor ya que dicha
querella es contra Pedro Mateos “poderoso y rico”, y para el Consejo de Indias
“hombre poderoso de aquella tierra”.[5] Dada la dificultad de
[...] poder
bien claro probarlos los abigeatos que había habido sino mediante los muchos
indicios, presunciones y otras conjeturas, no hice la condenación de la ley
real de los abigeos, aunque sus muchas transgresiones en estos reinos requieren
de su ejecución por el remedio de tantos daños como en esta materia hay.[6]
Menciona
entonces la condena impuesta de los 10 000 pesos de oro común y cuatro años de
destierro, aunque por la apelación pende la condena de la Real Audiencia.
La persecución de la extracción de ganados tenía su explicación en la
baja de la existencia y cría de ganados en la Nueva Galicia y la Nueva Vizcaya.
El propio Paz de Vallecillo lo explica al comentar que en los contornos de
Guadalajara para los años de 1594 y 1595 se habían herrado más de 23 000
becerros, y para el año de 1602 no llegaron a 8 000 “y ahora se entiende no
llegan a 5 mil”.[7] Más aún, en los llanos de Lagos y Aguascalientes,
se herraban más de 50 000 becerros para luego llegar a poco más de 40 000.[8] Estudiando las causas de ello y analizando
las ordenanzas de los ganaderos, Paz de Vallecillo comenta que realizó nuevas
ordenanzas que envió a la Real Audiencia y observa que deben también
considerarse en la Nueva España, ya que “pareciera que el daño deste Reino es provecho de aquel en cuanto a las sacas de
ganados”, por lo que convendría una cédula real para que el virrey y la Real Audiencia
miren mucho la disminución de los ganados que es de “tanta importancia para
estas repúblicas”, y se aplique la ley real de los abigeos.[9] Además, recomienda algo en particular: que los dueños
de estancias de ganados no tengan a su servicio vaqueros “negros mulatos
libres” que son los que ayudan más a este daño, sino a indios para su servicio;
igualmente que el alcalde de hermandad o Mesta anduviese siempre en estos
reinos con fuerza de gente para que procediese contra todo tipo de gente
vagabunda.[10]
Referir a la hermandad o Mesta tenía un especial significado, ya que
esta instancia fue la encargada de evitar el daño a las sementeras, además de
organizar la trashumancia y frenar el robo de los ganados, particularmente a
partir de las Ordenanzas de la Mesta de 1574 (Miranda,
1944, p. 5). El testimonio de Paz de Vallecillo muestra la necesidad de
que la Mesta interviniera en un momento crítico y de abusos tanto de
funcionarios como estancieros, sugiriendo además que dicha institución no se
encontraba en funciones en la región, lo cual coincide con otros testimonios
sobre el escaso control de la Mesta a los estancieros del septentrión, dado que
su conformación era fundamentalmente de propietarios de ganados y tierras (Marín Barriguete, 1996, p. 62).
Por toda la explicación dada y las recomendaciones propuestas, el caso
de Gaspar de Vera estuvo relacionado con la extracción de ganados sin pagar
alcabalas; es decir, defraudando a la Real Hacienda, no obstante, ser el
Alcalde mayor de Teocaltiche. El de Pedro Mateos lo
relacionó el licenciado Paz de Vallecillo claramente con el abigeato, con el
robo a estancieros y defraudación fiscal. Habría que recordar que el
contrabando de un reino a otro era severamente penado por las leyes de Indias,
particularmente en momentos de crisis; de igual manera el robo de ganados fue
uno de los delitos más castigados, como podemos reconocer en el castigo
señalado para Pedro Mateos.
Paz de Vallecillo le dedica un informe especial a Pedro Mateos
dirigido al virrey, toda vez que explica cómo este personaje tiene organizado
toda una forma de extracción y robo de los ganados especialmente de Lagos y
Aguascalientes, para llevarlos por los caminos de Michoacán, San Luis-San Luis
de la Paz y León, donde existe especialmente un rodeo y en donde se les ponen
diferentes hierros para ser llevados a la Ciudad de México. Incluso describe
cómo Pedro Mateos se apoyó en vaqueros negros y mulatos para trasladar los
ganados por los diferentes espacios; todo ello con la connivencia de los
diferentes funcionarios reales, por lo que solicita al virrey sean nombradas
personas que no estén cegados por la codicia y se aplique la ley de los abigeos
a fin de que haya menos ladrones y más ganados y labranzas, así como más
beneficios a la Real Hacienda vía las alcabalas. De hecho, concluye este
informe Paz de Vallecillo comentando que los castigos se impusieron pensando en
las alcabalas defraudadas. En
febrero de 1608, Paz de Vallecillo volvió a enviar el informe de la visita con
todo el recorrido y con todas las copias de la visita mandadas al virrey.
Comenta por ejemplo que la estancia y labor de las Peñuelas es de Pedro Mateos
y que la villa de Aguascalientes tiene “12 vecinos, sitio frío llano y de
buenas tierras, tiene su beneficiado”. [11] En noviembre de 1608, le enviaron a Paz
de Vallecillo una real cédula para que deje de escribir directamente al rey y
lo haga a través de la Audiencia.[12] En febrero de 1609, Pedro Mateos fue nombrado
fiscal o alcalde del crimen en la Audiencia de México y una de sus primeras
acciones fue atraer los casos de delincuentes de la Nueva Galicia.[13] Los límites a las acciones de funcionarios y
estancieros estaban dados en función de no defraudar la Real Hacienda y con
ello la confianza del rey, el gran Pater
familias. Por lo que más allá de su sentencia, Mateos fue rehabilitado y al
mismo tiempo encargado de administrar justicia en la misma región en que fue
condenado
A través de diferentes procedimientos, como el recibir mercedes
gracias a los contactos con la burocracia imperial o realizar contratos de compraventa
y concentrar las propiedades sin necesariamente poblarlas, Paz de Vallecillo
también reconocería el mecanismo por el cual, en un espacio, no obstante de
grandes extensiones territoriales, se acaparaban los recursos.
Cuando Paz de Vallecillo se refirió a Pedro Mateos como hombre
“poderoso y rico” sabía de lo que hablaba. La relación entre Pedro Mateos y
Santiago de Vera ha sido mencionada pero no suficientemente documentada y
analizada. De acuerdo con el testimonio de los herederos Rincón Gallardo,
Santiago de Vera le otorgó a Mateos no solo un número importante de mercedes de
tierras cerca de ojos de agua, sino también: ‘Corridas de Mesteñas’; es decir,
corridas de bestias cimarronas que habían pertenecido a otros personajes desde
la conquista y colonización del septentrión como Cristóbal de Oñate, Diego de
Ibarra y Juan de Saldívar, otorgadas originalmente
por Antonio de Mendoza en los años cincuenta del siglo XVI. Se trataba de
sitios mercedados, incluidos los ganados supuestamente cimarrones existentes en
ellos y que fueron refrendados hacia fines del siglo XVI para Mateos.[14] De las mercedes de Santiago de Vera que
terminaron en manos de Pedro Mateos hasta el año de 1605, con base en el propio
inventario de los Rincón Gallardo a fines del siglo XVII, se conocen las mencionadas
en la Tabla 1. Cabe mencionar que el cuadro de Gómez Serrano y Delgado Aguilar
está incompleto, ya que señala que las tierras adquiridas por Pedro Mateos para
el año de 1608 eran 30 sitios de ganado mayor, 2 de ganado menor y 60 caballerías
Tabla 1
Mercedes otorgadas por la Audiencia de
Guadalajara hasta 1605 que quedaron en manos de Pedro Mateos
Años e Instancia |
De ganado mayor |
De ganado menor |
Caballerías de tierra |
1569–1577 |
4 |
Sin datos |
10 |
1585–1605 Entregadas por
Santiago de Vera |
29 |
2 |
98 |
Total hasta 1605 |
33 |
2 |
108 |
Fuente: ARG, caja 2, exp. 2, 1550–1697: Inventario de las Tierras de
Ciénega de Mata.
Los
33 sitios de ganado mayor mercedados por Santiago de Vera, y que fueron
adquiridos directa o indirectamente por Pedro Mateos entre 1585 y 1605,
representaron una tercera parte de las haciendas de los Rincón Gallardo y más
de 60% de las caballerías de tierra, teniendo como base la Memoria realizada
para Francisco Feijoo en junio de 1697.[15] A ellos habría que agregar los cinco sitios
de ganado mayor, mercedados también por Santiago de Vera al padre Alonso de
López, quien los vendió a Pedro Mateos en 1 000 pesos en julio de 1597 en la
villa de Lagos por intermediación de Pedro de Cuéllar – un personaje
central en el clan de Santiago de Vera, en especial para el manejo de las
carnicerías –, y que confirmaban los sitios y caballerías en el que se
establecería propiamente Ciénega de Mata. Estos 38 sitios de ganado mayor
ubicados entre los dos caminos que transitarían entre la Ciudad de México,
Guanajuato y Zacatecas representaron el origen del latifundio más importante en
esta región entre San Felipe, Lagos, Teocaltiche,
Aguascalientes y Pinos. Un latifundio que contó con grandes extensiones de
pastizales, con ojos de agua en prácticamente cada merced de tierras y
estratégicamente posicionado entre los caminos reales para abastecer a las
ciudades mineras y a la Ciudad de México.
No obstante, con la sentencia de Paz de Vallecillo del 9 de noviembre
de 1607, Pedro Mateos de Ortega recibió del propio virrey Luis de Velasco el
nombramiento de alférez mayor de la villa de Lagos, el cual fue rematado en la
real almoneda de la Ciudad de México con el apoyo de Francisco Rincón
Altamirano – yerno de Mateos –, por lo cual se les ordena a
presidente y oidores de la Real Audiencia de Guadalajara, así como al cabildo y
regidores de la dicha villa, le “admitan y reciban al uso y ejercicio del dicho
oficio de tal alferez mayor de la dicha villa como en
este título se declara”.[16] El último día del año de 1609, quizás por
respeto a la sentencia de que pasara al menos dos años en el exilio del reino,
tomó posesión del cargo y un testigo reconoció en Pedro Mateos que “siempre lo
ha tenido y tiene por hombre honrado y en quien concurren las calidades de
derecho necesarias para el tal oficio”.[17] Sin embargo, este cambio en la posición de
Mateos por la llegada del nuevo virrey: de ser acusado a pasar a ser acusador,
no obstante la insistencia del cabildo de que se cumplieran todas las
formalidades del nombramiento, como la de solicitar la aprobación del rey que
no había llegado y el que un oidor – probablemente conocedor de la
sentencia de Paz de Vallecillo en 1607 – se abstuviera de ratificar su
nombramiento; todo ello tenía que ver con el cargo y castigo de los más
costosos en ese momento, realizado por Paz de Vallecillo en su visita a la
región contra Pedro Mateos.
¿Quién fue
Santiago de Vera?
El
hallazgo de nueva documentación ha permitido dudar de la verdad hasta ahora
contada. Se trata de las cuentas en la construcción del hospital San Miguel en
Guadalajara bajo la administración del cabildo eclesiástico, las cuales por
reales cédulas en 1600 y 1604 fueron dichas cuentas encargadas al presidente de
la Audiencia de Guadalajara: Santiago de Vera. Después de varios intentos
frustrados por el retraso en la entrega de la información solicitada, el
auditor Diego Nieto Maldonado puesto por Santiago de Vera, llegó a una primera
conclusión de que faltaron por comprobar más de 53 000 pesos – 53 729
pesos y 7 tomines para ser exactos – de un total de 84 718 pesos, 2
tomines y 10 gramos de oro común en los ingresos sacados de los diezmos para
dicha construcción.
El proceso no llegó a concluirse quizá por la intervención del obispo De
la Mota y Escobar, quien renovó la administración del hospital y amplió sus
servicios a toda la población. Sin embargo, de acuerdo con Thomas Hillerkuss y Esparza Álvarez (2019, p. 42), el conflicto
tuvo como víctima al presidente Santiago de Vera, quien habría denunciado el
fraude en la construcción del hospital.
Pero, ¿qué podemos agregar sobre Santiago de Vera? A través de la
correspondencia de la Audiencia con el rey, trataré de perfilar a este alto
funcionario de la Corona. En una consulta de 1583 para definir al presidente de
la Audiencia de Filipinas, el Consejo de Indias menciona que el doctor Santiago
de Vera había sido muchos años oidor de la Audiencia de Santo Domingo y de
Nueva Galicia, así como el alcalde más antiguo de la Audiencia de México, por
lo que concluye: “y ha dado buena cuenta de sus cargos y se tiene por hombre
querido, buen letrado y suficiente”.[18] Habría que recordar que de la Audiencia de
Santo Domingo, Santiago de Vera fue suspendido dos años en el servicio al rey
por una cuenta pendiente a resultas de la visita realizada a dicha Audiencia
por el licenciado Valdivia, por lo que su toma de posesión como oidor de la
Audiencia de Guadalajara de junio de 1572 tuvo que esperar los años de
suspensión. También siendo alcalde del crimen de la Ciudad de México tuvo
acusaciones en contra, particularmente de los oidores de la primigenia
Audiencia de Manila: Pedro de Rojas y Gaspar de Ayala, al grado de que se tuvo
que enviar una real cédula a ambos para que tuvieran “gran respecto a vuestra
cabeza, pues el dicho presidente – Santiago de Vera – como lo debiérades entender Representa a mi persona”.[19]
El 30 de junio de 1584 reportaba su llegada a las Filipinas.[20] Un año después, solicitó una plaza de oidor
en la Audiencia de México, alegando ya cansancio por su edad y atendiendo a su
esposa doña Isabel.[21] Desde que se dio a conocer su nombramiento
como gobernador y capitán general de Filipinas, se preveía un enfrentamiento
con los oidores Melchor de Ávalos y Pedro de Rojas y con el fiscal de la
Audiencia de Manila, el licenciado Gaspar de Ayala, por lo que en marzo de 1586,
De Vera presentó una amplia querella contra ellos dados los conflictos de
jurisdicción, en especial por formar un grupo que solo los favorece en relación
con la esclavitud y servicio de los indios, solicitando se les intimase. El
fiscal De Ayala informó por su parte que sus acciones fueron para responder a
las muchas necesidades de soldados y capitanes, así como de alcaldes y
corregidores, que sirven al rey y que requerían ser proveídos.[22]
El 26 de junio de 1586 el propio presidente Santiago de Vera reconocía
“la necesidad y pobreza que la gente de guerra pasa por no les haber Vuestra Magestad mandado dar salario ni estipendio alguno lo cual
llega a extremo tal que muchos soldados mendigan de en puerta en puerta”, por
lo que solicita al menos 25 000 pesos al año con que se pudiera pagar mucha de
la gente de guerra.[23] Ello permitiría que se poblase y “cesaran
los daños que los soldados hacen y vejaciones a los naturales”.[24] Insistía además que los oidores y el fiscal
han desacreditado
[...] la
facultad y poder que de VM tengo y la autoridad de mi persona [...] se han
aunado y confederado los oidores, fiscal y secretario de manera que si eran
antes entre sí enemigos se han hecho una masa para medar pesadumbre [...] y
pues también tiene entendido VM cuanto importa que las cabezas sean obedecidas
y respetadas y los inconvenientes que de lo contrario resultan y que en esta
tierra conviene más que en otra por estar tan remota de Vuestra real persona.[25]
Al
no tener el mando omnímodo y estar dividida la provincia, el riesgo de perderla
era mucho; terminó solicitando nuevamente licencia para ir a su plaza de oidor
de la Audiencia de la Ciudad de México, de no tenerla, pedía irse a su casa a
terminar su vida. Por real cédula nuevamente, de acuerdo con lo solicitado por
el presidente De Vera, se les ordenó a los oidores y al fiscal de la Audiencia
de Manila le guardaran el respeto debido al gobernador y presidente de la
Audiencia y de que no excedieran sus atribuciones.[26]
Con este testimonio podemos darnos cuenta de la fidelidad de Santiago
de Vera a las órdenes del rey, de su atención a los límites permitidos y los
excesos cometidos por oidores y fiscal en ese momento del gobierno en Filipinas.
Santiago de Vera fue respetado en su cargo y autoridad por el Consejo de Indias
frente a su conflicto con los oidores de Manila, cosa que no sucedería en el
conflicto como veremos con los de Guadalajara.
Su salida de Filipinas se debió finalmente no a que se le concediera solo
licencia, sino a que el rey había decidido quitar la Audiencia temporalmente.
En una consulta del presidente del Consejo de Indias, comentó que se había
decidido efectivamente “se quite por ahora la Audiencia real de las Filipinas y
poner gobernador que asista tanto al gobierno como a las cosas de la guerra –
a lo que a mi entendimiento mucho ha convenido”.[27] Además, consultaba la opción de que Santiago
de Vera regresara como oidor a la Audiencia de México, donde había sido alcalde,
“y sería acrecentamiento, y de la visita no resultó cosa notable porque VM se
deje de servir de él, solamente fue condenado en mil pesos y que restituyese a
los indios ciertas tierras mal habidas”; en
contraparte, el fiscal Gaspar de Ayala fue sido suspendido por casar a su hija
con alguien del mismo reino.[28]
Esta consulta deja ver que Santiago de Vera salía bien librado de su
actuación en Filipinas, no obstante que pagara 1 000 pesos de multa resultado
de la visita que le hicieran y que además restituyese tierras “mal habidas” a
los indios. Su salida de Filipinas la realizaría a fines de 1589, después de
restablecer una buena relación con la Audiencia – incluso permitió al fiscal De Ayala ocupar un solar perteneciente a
la Corona para hacer su casa – por lo que se le
concedió mantener el salario hasta su llegada a la Ciudad de México. Sin
embargo, el siguiente gobernador de Filipinas recibió una real cédula en la que
se le ordenaba quitar a la sobrina de Santiago de Vera, Lucrecia de Vera, la
encomienda de Amador Arriarán, la cual le había sido otorgada por su tío
después de la muerte de Arriarán, ya que no se habían casado. Esta información
la había proporcionado el fiscal De Ayala en un informe pormenorizado de todas
las actividades en la isla.[29] Todavía tres años después de haber salido de
su cargo en Manila, ya como oidor de la Audiencia de México, se le acusaría a
Santiago de Vera de la mala construcción de un fuerte en Manila, al mismo
tiempo que se le proponía para presidente de la Audiencia de Guadalajara.[30]
Santiago de Vera había ascendido dentro de la burocracia imperial
comenzando, como varios oidores, desde la Audiencia de Santo Domingo, pasando
por la de Guadalajara, por la de México, por la presidencia de la Audiencia de
Manila y finalmente como presidente de la Audiencia de Guadalajara. Había
realizado una carrera en Indias de primer nivel, transitado los cambios de rey
y de corte, al parecer positivamente, dado el ascenso de su amigo y benefactor
Eugenio de Salazar al Consejo de Indias en 1600.
Ese mismo año, como se ha comentado, se le ordenó tomar las cuentas a
administradores y personas que habían tenido a su cargo el Hospital de
Guadalajara.[31] Dada la resistencia del cabildo eclesiástico
por entregar adecuadamente las cuentas, el conflicto escaló a niveles
administrativos y en tiempo que el presidente Santiago de Vera ya no pudo ver
los resultados de su denuncia (Hillerkuss y Esparza
Álvarez, 2019, p. 41). Al
recibir la real cédula de mayo de 1600, el presidente De Vera comentó que, a
pesar de haber recibido más de 30 000 ducados para su construcción en los
últimos 10 años: “El hospital es muy pobre y mal servido y que ni tiene médico
ni botica y pocas camas y muy desproveído de las demás cosas, y me manda
Vuestra Magestad haga tomar cuenta a los
administradores y mayordomos del y que en el dicho hospital se haga buen acojimiento a los pobres”.[32]
El contador Diego Nieto Maldonado fue nombrado por el presidente de la
Audiencia para tomar las cuentas sobre el hospital de San Miguel y, después que
los administradores de dicho hospital no obedecían la orden de entregar libros
y cuentas, finalmente en un primer recuento de la información entregada informó
de un descargo de 84 718 pesos, 2 tomines y 10 granos y medio de oro hasta el
año de 1599, y 42 399 pesos de gastos ordinarios en la construcción del
hospital.[33]
En el mismo año de 1602, un tema que había estado aparentemente
superado volvió a resurgir: la guerra a los indios rebeldes de la Nueva
Vizcaya. Y con ello, la disputa por los temas de la Guerra y de la Real Hacienda
entre el virrey, por una parte, y el gobernador de Nueva Vizcaya y el
presidente de la Audiencia de Guadalajara por la otra. El virrey Gaspar de
Zúñiga trató de dejar en claro que esos temas de Hacienda y Guerra le
correspondían, ya que las gobernaciones, sin reconocer la presidencia de la
Audiencia, eran subordinadas y “podría errarse la conservación de la paz sino
estuviese reducido todo a una cabeza, y fuera de esto sin permisión del Virrey
no puede el Gobernador gastar un Real”.[34]
El estudio de las audiencias y sus diferentes jurisdicciones había
señalado a la Audiencia de Guadalajara como subordinada. Sin embargo, a partir
del trabajo de Fernando Muro Romero, se puede apreciar la lucha que llevaron a
cabo presidentes y oidores de dicha Audiencia para tener mayor autonomía del
gobierno virreinal, particularmente en materia de Guerra y Hacienda (Muro Romero, 1975, pp. 203–9).
El primer presidente de la Audiencia de Guadalajara, Jerónimo de Orozco (1572–1580),
logró que el virrey Martín Enríquez, después de insistentes y esclarecedoras
explicaciones, cediera el gobierno en materia de Guerra y Hacienda a la Audiencia,
logrando así sentar las bases de lo que sería una nueva estrategia de
pacificación en el septentrión, al cuestionar particularmente el nombramiento
de soldados y capitanes de guerra desde la Ciudad de México que solo propiciaban
la rebelión al esclavizar a los indios como botín de guerra (González Esparza, 2021, pp. 66–75).
En esta estrategia de
defensa a los indios para lograr la pacificación, contribuyó el oidor Diego
Santiago de Riego en quien, Orozco confiaría plenamente, hasta su ascenso como
fiscal en la Ciudad de México (Hillerkuss,
2018, p. 217). A la muerte de Jerónimo de Orozco, esa misma lucha la
mantendrían los oidores incluso en contra del marqués de Villamanrique, quien
llegó a amenazar a todo el reino con lo que se llamaría “la pequeña guerra” de
Guadalajara (Greenleaf, 1968, pp. 119–35).
Este conflicto de jurisdicciones llegó a representar los deseos de autonomía y
de buen gobierno en el reino de la Nueva Galicia
Muestra de este conflicto es una provisión real librada por el doctor
Santiago de Vera en 1602, en la que comisionó a Diego Ramírez Barrio, “para
hacer entradas entre indios de la Nueva Galicia llevando facultad de
administrar justicia y hacer poblaciones entre ellos”.[35] Esta provisión fue integrada al amplio
expediente que el virrey Gaspar de Zúñiga mandó al Consejo de Indias para
mostrar las diferentes órdenes en materia de Guerra, ya que el virrey había
nombrado a otro capitán de guerra. Más aún, la política de pacificación del
virrey reestablecía la vieja consiga de que se
hiciera la guerra “a fuego y a sangre con mucho rigor” contra los “bárbaros [...]
por estar aquella tierra aún no muy asentada ni de Paz – y con –
otras naciones no reducidas que me toca cuidar a mi”.[36] Por su parte, el presidente Santiago de Vera
insistía en que el capitán Arciniega, capitán de la frontera de Guainamota, junto con los religiosos, mantenían una
política de poblamiento antes de guerra, por lo que mandó reconstruir conventos
e iglesias en donde los había.[37]
Prueba del conflicto también abierto entre la Audiencia y el virrey
fue la suspensión de dos de los principales colaboradores del presidente de la Audiencia.
En febrero de 1603, el virrey suspendió al oidor Palma de Mesa y al licenciado
Pinedo, fiscal de la Audiencia de Guadalajara, por no contar con licencia del
rey para que su hijo e hija respectivamente se casaran, a lo que el presidente
Santiago de Vera logró una licencia para poder servir sus oficios hasta fin del
año de 1604.[38] La licencia se otorgó con riesgo de perder sus
salarios si no obtenían la dispensa real.
Por su parte, el Consejo de Indias mandó solicitar información sobre
Diego Nieto Maldonado, contador de cuentas y resultas de la Real Hacienda de
las cajas de Guadalajara y Zacatecas, a lo que Santiago de Vera contestó que
[...] ha
usado en su oficio y en el que se le han encargado su ministerio con mucho
cuidado y diligencia, es hombre noble y de mucha confianza, y de quien Vuestra Magestad se podrá servir en cualquier cosa que fuere
servido de encargar le será útil a vuestra Real Hacienda y descargará la real
conciencia de Vuestra Magestad.[39]
Esta carta del presidente de la Audiencia se enviaba por la opinión
contraria que el virrey había hecho sobre Nieto Maldonado.
En una carta del 10 de abril de 1603, el presidente de la Audiencia
informó al rey que con la llegada del obispo De la Mota y Escobar, quien estuvo
fuera recorriendo el reino y “me ha ayudado bien”, las cuentas del hospital se
continuaron y con el apoyo del obispo las cuentas pudieron terminarse.[40] Al mismo tiempo, comenta que los indios
rebeldes se habían pacificado y que en Guainamota se habían
enviado frailes de la Compañía de Jesús en vez de franciscanos, de acuerdo con
las órdenes reales. Se dejaron de lado también las órdenes del virrey, lo que muestra
una vez más que en materia de Guerra y Hacienda se respetó el trabajo de la
Audiencia de Guadalajara. Además, el presidente De Vera aprovechó para
comentarle al rey que, “no obstante sus más de cuarenta años de servicio no ha
recibido alguna merced en particular”, ya que tiene a su hijo con necesidad “y
no tiene con que se poder sustentar conforme a su calidad y servicios”, por lo
que le solicita “le mande hacer merced de alguna cosa con que pueda vivir ”.[41]
Para noviembre del mismo año, Santiago de Vera le envió una breve pero
significativa carta al rey aclarándole que él no ha “enviado ni suplicado hasta
ahora” su jubilación, y que sería premiar contra su voluntad a los que lo han
pedido en su nombre el dejar de servirle en esta plaza, a menos que “se haga
con el honor con que sus criados suelen dejar de servir y dejándome el salario
que con esta plaza me ha mandado dar enteramente”, así como con la “aprobación
que he dicho se sirva hacerme merced a mis hijos pues mis méritos y servicios
los han merecido”.[42] Esta última carta daba cuenta que, ante la
muerte de Eugenio de Salazar a fines de 1602, la presencia de Santiago de Vera
en una plaza importante como era la presidencia de la Audiencia de Guadalajara,
comenzaba a ser cuestionada desde diferentes instancias, incluso por los
oidores mismos.
La siguiente carta del presidente De Vera al rey sería hasta el 10 de
abril de 1604, en la que abiertamente comentó que quienes solicitaron su
jubilación son los oidores, ya que estos “pretendieron tener la gobernación del
Reyno y que con ellos y no solo yo la tuviese”.[43] Comenta de las diferencias y competencias
con los oidores, por lo que mandó solicitar una real cédula “para que yo solo
la tuviese y mandó a los oidores no se entrometiesen ni me impidiesen en ella”,
por lo que la recibieron con disgusto y “muchas veces no me dejan gobernar con
libertad”.[44] Un frente más se abría para el presidente De Vera
y trató de ejemplificar la pérdida de su autoridad:
[...] y así por haber sido
este Reyno abundantísimo de ganado vacuno que es el
principal sustento de los españoles y naturales, por ser la carne muy barata y
por haber sacado para fuera de él grandísisma
cantidad de vacas y haberlas muerto y terneras ha venido a tanta disminución
que casi no se haya para el abasto de las carnicerías y vale tan cara que los
pobres no la pueden comprar ni aprovecharse de ella, y para remediarlo prohibí
la matanza de vacas y terneras y por no ser bastante el remedio nombre juez
contra los matadores y ladrones que de ordinario las hurtan, y la audiencia me
ha ido a la mano diciendo que aunque pueda hacer ordenanzas, no puedo nombrar quen las execute y lo mismo
pretenden en otras cosas de gobierno.[45]
De
Vera solicitó nuevamente al rey: “mande proveer lo que sea servido y particularmente
en lo que toca a la matanza de vacas y cría del ganado mayor que si ésta falta,
faltará el sustento general y particularmente de pobres”; en los comentarios al
margen pidió también que se atendiera lo que dice respecto de la falta de
carne, pero que entre tanto no se enviara la cédula real que solicitaba el
presidente De Vera contra los oidores.[46]
El 26 de octubre del mismo año de 1604, ante la pregunta del
presidente del Consejo de Indias sobre el conflicto de jurisdicciones entre el
virrey y la Audiencia, el oidor Paz de Vallecillo comentó que lo tocante a los
temas de Hacienda y Guerra le correspondían al virrey, por lo que incluso en
ello Vera perdía sus atributos como presidente de la Audiencia.[47]
Los soportes del presidente Santiago de Vera se agotaban y un año
después, en abril de 1605, presentaba el expediente de su jubilación. En enero
de 1606, Diego Nieto Maldonado, el contador de las cajas reales, informaba de
la muerte de Santiago de Vera y de la toma de cuentas del hospital de San
Miguel de Guadalajara. Sobre el presidente y gobernador escribió:
[...] por
su antigüedad y amor con todos causó sentimiento en no pocos; esta tierra está
muy delgada y conviene que el que la hubiese de gobernar sea Padre de República
y amigo de los pobres con quien se reparta y cumpla lo que Vuestra Magestad tan cristianamente tiene mandado.[48]
Sin haber conocido la carta del contador en donde informaba de la
muerte del presidente, por cédula real del 27 de marzo de 1606 se le ordenaba
todavía a Santiago de Vera que se guardara la costumbre de dar la paz a los
oidores.[49] Ese mismo año se realizaría la visita del
oidor Paz de Vallecillo, que hemos reseñado previamente. Finalmente, por real
cédula del 8 de noviembre de 1608, se le ordenaba al nuevo presidente de la Audiencia
de Guadalajara que se hiciera justicia en las demandas puestas por el fiscal y
algunos particulares contra los bienes del doctor Santiago de Vera.[50]
Habría que agregar la participación del nuevo virrey Juan de Mendoza y
Luna, marqués de Montesclaros, quien desde su llegada a la Nueva España en 1605
observó como prioritario limitar la autoridad de presidentes y gobernadores
“descompuestos, mal obedecidos y peor opinados”, en particular de la Nueva
Galicia en las esferas de Guerra y Hacienda.[51] El virrey marqués de Montesclaros había
solicitado incluso la desaparición de la Audiencia de la Nueva Galicia por los
pocos trabajos realizados, los costos de tener presidente y oidores, y los
excesos cometidos al tener el control de las jurisdicciones de Guerra y Hacienda;
de acuerdo con sus indagaciones, la plata estaba “descaminada y diezmada” en la
caja de Guadalajara, para lo cual proponía a un gobernador dependiente del
virrey con el fin de no tener dos cabezas sobre asuntos tan relevantes y la
extinción de la Audiencia de Guadalajara.[52]
Reflexiones finales
Las
acusaciones contra Santiago de Vera desde 1602 por Jerónimo Conde, quizá
comenzaron a ser escuchadas tras la muerte de Eugenio de Salazar, protector y
pariente lejano del presidente. La visita de Paz de Vallecillo confirmaría los
excesos de Santiago de Vera, de sus familiares y allegados, así como también de
los mecanismos para formar una de las oligarquías más poderosas en la región.
Los conflictos con el cabildo eclesiástico por
las cuentas del hospital de San Miguel; la muerte de su amigo y protector en el
Consejo de Indias, Eugenio de Salazar; la disputa con el virrey Gaspar de
Zúñiga por los temas de Hacienda y Guerra; la llegada de un nuevo virrey
decidido a acabar con los excesos de presidente y oidores en la Nueva Galicia,
y finalmente, el conflicto con los oidores al interior de la misma Audiencia,
terminaría por dejar solo y literalmente enfermo a Santiago de Vera. Únicamente
habría que mencionar que Paz de Vallecillo era uno de los oidores en conflicto
con el presidente De Vera y el encargado de llevar a cabo de manera secreta la
visita ordenada por el Consejo de Indias para revisar los excesos cometidos por
el presidente y sus familiares. No obstante, esta visita logró dar a conocer
que muchas de las denuncias de Jerónimo Conde tenían una base de verdad, por
más sospechosa que pudiera ser. Y más aún, que la visita de Paz de Vallecillo
mostró que existían contra-poderes para limitar los abusos de los funcionarios,
sobre todo si se les encontraba que habían defraudado a la Hacienda y
patrimonio real. De hecho, la multa impuesta a los condenados por Paz de
Vallecillos: Gaspar de Vera y Pedro Mateos, era para compensar dicho fraude a
las arcas reales.
Esta manera de enfrentar los abusos y los excesos de algunos
funcionarios nos habla de un concepto diferente al de corrupción contemporánea;
no se trataba de diferenciar lo público de lo privado propio del Estado moderno,
sino de satisfacer la conciencia y la confianza del rey, quien era el gran Pater familias, y sus funcionarios parte de la misma. Gracias a ello, los
agentes de la monarquía podían hacer negocios privados como compensación por
sus servicios, siempre y cuando no defraudaran el patrimonio real y contaran
con el apoyo del Consejo de Indias. En este sentido, los instrumentos de
residencia y las visitas contra los excesos o abusos de los funcionarios eran
parte de la negociación entre diferentes instancias de la monarquía pluricéntrica. Esto permitió la autonomía relativa y el
enriquecimiento de sus servidores y súbditos, como una forma de compensar los
servicios y contribuciones prestados a cambio de lealtad al rey.
Es difícil pensar en Santiago de Vera desde la dicotomía de hombre
honrado o corrupto, pues sería más comprensible a partir de qué tanto el rey y
sus consejeros le habían perdido la confianza de acuerdo con las diferentes
informaciones recibidas, particularmente después de la muerte de su protector.
Al terminar conflictuado con todas las instancias,
desde el virrey hasta los propios oidores de la Audiencia, pasando por el
cabildo eclesiástico, Santiago de Vera difícilmente pudo sostenerse a pesar de
sus más de 40 años en el servicio. Difícilmente pudo ser el ‘padre de la
república’ quien el contador de Hacienda, Nieto Maldonado, recomendó para
gobernar la Nueva Galicia.
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[1] Archivo General
de Indias (AGI), Guadalajara, R. 3, N. 26, 12 de abril–7 de diciembre de
1605; consultado en http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/show/342548.
[2] El autor comenta a Santiago de Vera citando al fraile Antonio
Tello.
[3] Calvo comenta que la acusación de Conde es de 1602. Quizá el contra-poder
son los informes y cartas que enviaron; por ejemplo, Paz de Vallecillo, a quien
el propio Calvo da a conocer años después, entre otros oidores y fiscales.
[4] AGI, Guadalajara, 7, R. 5, N. 45; consultado en http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/show/342567.
[5] AGI, Guadalajara,
7, R. 5, N. 45. El calificativo de “hombre poderoso” es de la síntesis
realizada al margen del mismo documento por el Consejo de Indias.
[6] AGI, Guadalajara,
7, R. 5, N. 45. El comentario al margen con letra grande dice: “Está bien”.
[7] AGI, Guadalajara, 7, R. 5, N. 45.
[8] AGI, Guadalajara, 7, R. 5, N. 45.
[9] AGI, Guadalajara, 7, R. 5, N. 45.
[10] AGI, Guadalajara, 7, R. 5, N. 45.
[11] AGI, Guadalajara, 8, R. 1, N, imagen 103v; consultado en http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/show/342589.
[12] AGI, Guadalajara, 8, R. 1, N, imagen 103v; consultado en http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/show/342589.
[13] “Copia del
capítulo de carta que se escribió al virrey sobre los ganados. En la primera
comisión que hice contra Pedro Mateos”, AGI, Guadalajara, 7, R. 5, N. 45,
imágenes 41–43.
[14] Archivo Rincón
Gallardo (ARG), caja 2, exp. 2, 1550–1697: Inventario de las Tierras de Ciénega de Mata.
[15] ARG, caja 2, exp. 2, 1550–1697.
[16] AGI, Guadalajara,
42, N. 22, 10 de enero de 1610; consultado en http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/show/344277. También le confirman a Pedro Mateos la
condición de traer negros con armas, y nombra a representantes en la ciudad de
México para solicitar al rey la confirmación y aprobación del título y merced
de alférez mayor de Lagos.
[17] AGI, Guadalajara,
42, N. 22.
[18] AGI,
Indiferente,740, N. 112, 10 de abril de 1583: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/show/301175.
[19] AGI, Guadalajara,
230, L. 1, fols. 257R-257V, 11 de junio
de 1572: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/4547242; Santo Domingo, 868, L. 3, fols.
30R-30V, 26 de noviembre de 1573: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/404165; AGI, INDIFERENTE,1956, L.3, F.108R-108V,
14 septiembre 1580: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/310549; Filipinas, 18A, R. 1, N. 1, 23 de junio de 1583: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/show/421018.
[20] AGI, Patronato, 25, R. 23: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/show/121855; Filipinas, 18A, R. 2, N. 7: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/421024.
[21] Filipinas, 6, R.
6, N. 59, 20 de junio de 1585: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/420299.
[22] AGI, Filipinas,
18A, R. 4, N. 23, 4 de marzo de 1586: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/421040.
[23] AGI, Filipinas,
6, R. 6, N. 61: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/420301.
[24] AGI, Filipinas, 6, R. 6, N. 61.
[25] AGI, Filipinas,
6, R. 6, N. 61.
[26] AGI, Filipinas,
339, L. 1, F. 348R, 23 de junio de 1587: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/431759.
[27] AGI, Indiferente, 741, N. 178, 16 de noviembre de 1588: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/301541
[28] AGI, Indiferente, 741, N. 178, 16 de noviembre de 1588.
[29] AGI, Filipinas,
18A, R. 6, N. 36, 20 de junio de 1588: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/421053.
[30] AGI, Indiferente, 742, N. 72, 28 de noviembre de 1592: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/301718; Patronato, 25, R. 51, 1593: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/121883.
[31] AGI, Guadalajara,
230, L. 2, fols. 85R-85V, 31 de mayo de 1600: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/4487704.
[32] AGI, Guadalajara,
6, R. 25, N. 145, 12 de abril de 1601: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/342509.
[33] AGI, Guadalajara,
6, R. 26, N. 152, 19 de abril de 1602: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/342517. Está insertado el primer informe del
contador Diego Nieto Maldonado, con fecha del 16 de abril de 1602.
[34] AGI, México, 25, N.
10, 31 de mayo de 1602: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/361130.
[35] AGI, México, 25,
N. 10, 31 de mayo de 1602. El expediente incluye carta del presidente Santiago
de Vera del 19 de abril de 1600, y carta del capitán Gerónimo de Arciniega del
15 de julio de 1600, entre otras. En especial: Informe y cartas de materia de Guerra
en la Nueva Vizcaya al 31 de mayo de 1602, donde se hace explícita la guerra “a
fuego y a sangre” nuevamente en contra de los indios de Nuevo México, por parte
del capitán Francisco de Ordiñola.
[36] AGI, México, 25,
N. 10.
[37] AGI, México, 25,
N. 10.
[38] AGI, Guadalajara,
7, R. 1, N. 3, 1 de marzo de 1603: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/342525; Guadalajara, 6, R. 26, N. 154,
30 de
noviembre de 1602: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/342519; Guadalajara, 6,R. 26, N. 156, 16 de
diciembre de 1602–27 de marzo de 1604: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/342521.
[39] AGI, Guadalajara, 7, R. 1, N. 2, 4 de marzo de 1603: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/342524.
[40] AGI, Guadalajara,
7, R. 1, N. 5: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/342527. Además, informaba, entre otras cosas,
sobre la falta de ganado por la matanza de vacas hembras y novillos.
[41] AGI, Guadalajara,
7, R. 1, N. 5, 10: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/342527.
[42] AGI, Guadalajara,
7, R. 1, N. 10, 22 de noviembre de 1603: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/342532.
[43] AGI, Guadalajara,
7, R. 2, N. 14: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/342536.
[44] AGI, Guadalajara,
7, R. 2, N. 14.
[45] AGI, Guadalajara,
7, R. 2, N. 14.
[46] AGI, Guadalajara,
7, R. 2, N. 14, 10 de abril de 1604.
[47] AGI, Guadalajara,
7, R. 2, N. 20: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/342542.
[48] AGI, Guadalajara,
31, N. 41, 15 de enero de 1606: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/343884.
[49] AGI, Guadalajara, 230, L. 2, fols. 112R-112V: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/4493698.
[50] AGI, Guadalajara, 230, L. 2, fols. 119R-119V: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/4496713.
[51] AGI, México, 26,
N. 60, 28 de octubre de 1610: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/361248.
[52] AGI, México, 26,
N. 60.