Letras Históricas 26:e7362
El regreso del cometa Halley: la popularización de la astronomía
en El Imparcial, México, 1910
The return
of Halley's comet: The popularization of astronomy in El Imparcial,
Mexico, 1910
Kenia Cornejo
Márquez
El Colegio de Jalisco
5 de mayo 321, Zapopan centro, 45100, Jalisco,
México
ORCID ID: 0000-0002-4397-5874
Esther Rodríguez Santana
esther.rodriguez8277@alumnos.udg.mx
Universidad de Guadalajara
Av. José Parres Arias, San José del Bajío, 45132, Jalisco, México
ORCID ID: 0000-0002-1396-6926
Fecha de recepción: 14 de mayo de 2022
Fecha de aceptación: 2 de agosto de 2022
DOI: https://doi.org/10.31836/lh.26.7362
Resumen: El
regreso del cometa Halley en 1910 fue un suceso que se popularizó debido a su importancia
científica y a la controversia suscitada en torno a él. Si bien la difusión de este evento se realizó por diferentes medios,
el presente trabajo tiene como objetivo estudiar específicamente el proceso de
popularización documentado en el diario mexicano El Imparcial. Nuestra
metodología se basa en el análisis cualitativo de
contenido, con el cual identificamos cuatro temáticas centrales: “explicación
científica”, “controversia”, “interés del público” y “expectativas para 1986”. El
estudio de estas temáticas evidencia a los personajes que impulsaron la
divulgación, los intereses y estrategias de la prensa, así como la reacción del
público.
Palabras clave: análisis cualitativo de contenido,
cometa Halley, historia de la astronomía, popularización, prensa mexicana.
Abstract: The return
of Halley’s comet in 1910 became a popular event because of its scientific
importance and the controversy surrounding it. Although this event was
publicized through different media, this paper aims to specifically study the
popularization process documented in the Mexican newspaper El Imparcial. Our methodology is based on qualitative
content analysis, through which we identified four main themes: ‘scientific
explanation’, ‘controversy’, ‘public interest’ and ‘expectations for 1986’. The
examination of these themes reveals the people who promoted the dissemination,
the interests and strategies of the press, and the public’s reaction.
Keywords: qualitative content analysis,
Halley’s comet, history of astronomy, popularization, Mexican
press.
Introducción
A lo largo
del siglo XVIII, las ideas ilustradas promovieron campañas de difusión del
conocimiento científico entre las altas esferas de la sociedad, esta iniciativa
cambió drásticamente en el siglo XIX, al convertirse en un proyecto que incluyó
al resto de la población con la pretensión de colocar la ciencia al alcance de todos.
Para conseguirlo, surgió una amplia variedad de espacios y actividades que
promovían la popularización de la ciencia, tales como museos, jardines
botánicos, zoológicos, lecturas públicas, ciclos de conferencias, y a mediados
de ese siglo las famosas exposiciones universales que tuvieron una enorme
aceptación entre la población (Panza y Presas, 2002, p. 3). La popularización de la ciencia la
entendemos, en este sentido, como la traducción de un lenguaje especializado a
otro común y accesible; los conceptos como divulgación y vulgarización se
consideran sinónimos (Leitão y Albagli, 1997, p. 18).
Gran
parte del éxito de esta tarea se debió a los medios impresos, los cuales
comenzaron a producir obras de contenidos simples y precios accesibles. A
finales del siglo XIX y principios del XX, la popularización de la ciencia se
inclinaba por temas como las innovaciones tecnológicas – la electricidad,
el fonógrafo, el cine –, pero también por otros más comunes que podían
percibirse en la naturaleza, tales como fenómenos astronómicos –eclipses,
lluvias de estrellas, cometas – que despertaban el interés y la
curiosidad del público (Bensaude-Vincent, 1995, p. 81).
Un acontecimiento de especial relevancia para la
astronomía, y que permite observar con claridad el proceso de popularización
fue el paso del cometa Halley en 1910, el cual involucró a la comunidad
científica internacional y despertó el interés del público por conocer su
origen y naturaleza. Si bien existen diversos estudios académicos sobre las
repercusiones históricas de dicho fenómeno, hoy en día no se ha realizado
alguno que aborde el caso mexicano.[1] Por tal razón,
el objetivo de este trabajo es analizar el proceso de popularización de la
astronomía en torno al cometa Halley.
Para comprender las implicaciones de este suceso,
resulta útil abordar el problema desde la historia de la ciencia y la
sociología del conocimiento. Partiendo de la premisa de que el conocimiento es
una construcción social, la ciencia no puede ser vista como un mero producto,
sino como un proceso influenciado por factores culturales, en estrecha relación
con el momento histórico. Según la teoría crítica desarrollada por Thompson (1998, p. 152), los medios masivos se han
convertido en canales fundamentales para la circulación del conocimiento, por
lo que cualquier intento de reflexión sobre los alcances de la divulgación
científica, debe tomar en cuenta su desarrollo.
Así
pues, las formas
simbólicas – lenguaje, ciencia o arte – son mercantilizadas y
difundidas en las sociedades modernas gracias a las actividades de las
industrias de los medios, debido a que el progreso de los recursos técnicos
transformó radicalmente la manera en que estas
eran producidas, transmitidas y recibidas por los individuos (Thompson, 1998, p. 241). Desde esta
perspectiva, la distinción entre hacer y comunicar el conocimiento se elimina,
lo cual implica que cada texto, imagen
y objeto se convierta en la huella de un acto de comunicación, con receptores,
productores, modos y convenciones de transmisión (Secord,
2004, p. 661).
Por ello, la
popularización de la ciencia llevada a cabo a principios del siglo XX debe entenderse
como un acto de comunicación con propósitos y medios específicos. Este fenómeno
juega un papel fundamental en el desarrollo de la ciencia por dos razones: la
primera tiene que ver con la necesidad de los científicos de validar su trabajo
ante los ojos de la sociedad y las instituciones oficiales, lo cual consolida
su autoridad y asegura la continuidad de sus actividades; la segunda se relaciona
con los objetivos educativos y culturales de la ciencia, los cuales se
simplifican en educar a las masas e informar a los ciudadanos.
Si bien las motivaciones de la popularización pueden
parecer admirables, este fenómeno se relaciona estrechamente con la
mediatización de la cultura moderna. A finales del siglo XIX y principios del XX,
el desarrollo de la prensa se caracterizó por el crecimiento y consolidación de
la industria editorial, especialmente de los periódicos de circulación masiva,
los cuales, al adquirir un carácter cada vez más comercial, buscaban
aumentar la circulación de sus ejemplares, así como los ingresos generados por
ventas y publicidad (Thompson, 1998, p. 260).
Esta revolución tecnológica acentuó la importancia
del conocimiento como un bien simbólico, que aumentaba el capital cultural de
quienes lo poseían.[2] La
mercantilización comenzó cuando la industria editorial estableció diversas
estrategias, métodos y canales para llegar al público, penetrando profundamente
el mundo social y la vida cotidiana de los individuos. En consecuencia, los
medios impresos – i.e., libros, prensa diaria, boletines, revistas culturales y
científicas, entre otros – se situaron como el instrumento más importante
para difundir los principios, términos e ideas del lenguaje científico.[3]
Dilucidar la manera en que el conocimiento
científico es difundido y asimilado en el mundo social supone reconocer y
enumerar características propias de un proceso de transmisión. Este intercambio
de formas simbólicas entre productores y receptores es denominado por Thompson
(1998, p. 243) como transmisión cultural, la cual se caracteriza por tres
aspectos: el medio técnico, el aparato institucional de transmisión, y el
distanciamiento espacio-temporal implicado en la transmisión.
El medio
técnico es descrito como el componente material en que las formas simbólicas
son producidas y transmitidas, por lo que los atributos de fijación y
reproducción son de especial relevancia para el desarrollo de la comunicación
masiva (Thompson, 1998, p. 244-45). La industria editorial como medio de
transmisión cumple con ambas características, permitiendo reproducir y
mercantilizar en gran escala las formas simbólicas.
Por tal motivo, este análisis se realizó a través de
las notas de El Imparcial: diario
ilustrado de la mañana, publicación
que determinó el paso de la prensa artesanal a una de tipo industrial, esto
bajo la protección oficial del estado mexicano. Fundado en 1896 por
Rafael Reyes Spíndola en la Ciudad de México, El
Imparcial se consideró un periódico moderno tanto por su inclinación
política e ideológica – alineada al proyecto positivista del Porfiriato –, como por los adelantos tecnológicos utilizados
para su producción, en la cual se emplearon los primeros linotipos y rotativas que
llegaron al país (Martínez, 1977, p. 335).[4]
Aunque a finales del siglo XIX y principios del XX existían
muchos otros periódicos en circulación como El
Diario del Hogar, El Hijo del Ahuizote o los diarios católicos El Tiempo, La voz de México y El
País, ninguno de ellos
sumaba en conjunto más de 30 000 ejemplares diarios, cuando El Imparcial
alcanzaba los 50 000, y para 1910 su tiraje incluso llegó a los 120 000
ejemplares por día (García, 2003, p. 133; Guerra, 1993, p. 11). La publicación
de El Imparcial destaca en virtud de la
gran circulación de sus ejemplares; el bajo costo de venta al público, y la red
informativa que había creado con diversos corresponsales – por ejemplo,
la agencia de noticias Associated Press – en las ciudades más importantes del mundo
como Nueva York, París, Madrid y Roma (García, 2003, p. 40; Ortiz y Duarte, 2010,
p. 6).
Debido al interés por conocer las principales temáticas
que la prensa abordó para alcanzar la divulgación de la ciencia respecto del
paso del cometa Halley en 1910, este trabajo empleó como metodología aspectos
propios del análisis cualitativo de contenido, lo cual permitió la
identificación de temas y categorías a través de la codificación de cada nota.
En este sentido, se realizó un análisis de contenido de tipo convencional
debido a que la codificación partió de los datos obtenidos, sin bases teóricas
previas (Assarroudi et al., 2018, p. 46).[5] A partir de este análisis fue posible reconocer
cuatro temáticas generales: “explicación científica”, “controversia”, “interés
del público” y “expectativas para 1986”. Cabe destacar que la temática con
mayor cantidad de contenido fue “explicación científica”; dentro de esta, la
información sobre el paso del cometa Halley fue la categoría con más
apariciones, seguida de la validez de la información emitida por astrónomos y
la participación de observatorios profesionales. La temática con menor
aparición fue “expectativas para 1986”.
La
astronomía mexicana a principios del siglo XX
Comprender el proceso de popularización de la astronomía
en México implica detenerse en ciertos momentos históricos que marcaron el
desarrollo de esta ciencia. A pesar de la proliferación de instituciones y
sociedades científicas en el siglo XIX, el respaldo público y privado hacia el
desarrollo de la astronomía fue débil y esporádico. Ejemplo de esta dificultad
fue la apertura, en enero de 1863, de un observatorio astronómico en el
Castillo de Chapultepec bajo la dirección del ingeniero Francisco Díaz
Covarrubias.[6] Sus
puertas se cerraron repentinamente tras la llegada de tropas francesas a la
capital y el subsecuente establecimiento del imperio de Maximiliano. Con la
restauración de la República en 1867, el Observatorio reanudó su incipiente
actividad – que consistía principalmente en determinar la hora – pero
esta vez en la azotea del Palacio Nacional (De Gortari, 2016, p. 439).
Las
condiciones para el desarrollo de la ciencia mejoraron en el Porfiriato. Durante ese periodo, la actividad de los
científicos mexicanos se incrementó debido a los intereses políticos y
económicos del régimen enmarcados por la ideología positivista. El 18 de
diciembre de 1876 fue emitido un decreto presidencial que establecía la
creación del Observatorio Astronómico Nacional (OAN), el cual sería inaugurado
el 5 de mayo de 1878, bajo la dirección del ingeniero Ángel Anguiano (1840–1921).[7]
El OAN se estableció en el Caballero Alto del
Castillo de Chapultepec, donde permaneció hasta 1883, fecha en que se trasladó –
por razones políticas y sin el beneplácito de los científicos – a las
antiguas instalaciones del Arzobispado de Tacubaya, a 8 kilómetros del centro
de la Ciudad de México.[8] En 1909
fue construido un edificio especialmente para alojarlo, ubicado también en
Tacubaya (Bartolucci, 2000, p. 86). Algunos de los
destacados astrónomos que laboraban en el observatorio fueron Felipe Valle (m. 1910)
– quien ostentó el puesto de director desde
1899 y hasta su muerte –, Valentín Gama (1868–1942) y Joaquín Gallo
Monterrubio (1882–1965). Los trabajos
realizados por estos científicos mexicanos tenían que ver con la astronomía de
posición; es decir, la ubicación de los astros sobre la esfera celeste. El más
famoso de los proyectos internacionales en el que se vieron involucrados fue la
Carta del Cielo y el Catálogo Fotográfico.[9]
A pesar del esfuerzo titánico empleado para cumplir
con el compromiso internacional, ninguno de estos proyectos tuvo consecuencias
importantes en el progreso de la astronomía, ya
que su realización tardó más tiempo del esperado, además de conllevar el
derroche de recursos y materiales (Bartolucci, 2000, p. 71).
En cambio, la fotometría y espectroscopia –que se estaba desarrollando
principalmente en Estados Unidos –, se posicionaron como las técnicas observacionales que
revolucionaron la astronomía del siglo XX. Estos avances provocaron una gran
expectación por la próxima aparición del cometa Halley en 1910, debido a la
novedosa información que estos aportarían sobre el origen y naturaleza de dicho
fenómeno.
La popularización
de la astronomía en El Imparcial
El mejoramiento de la imprenta en el siglo XIX
propició que la divulgación científica se convirtiera en un negocio sumamente
lucrativo, esto debido al interés que ciertos temas – en especial los
astronómicos – despertaban en el público. El fenómeno de popularización
también afectó la manera en que el conocimiento científico se transmitía,
alterando su forma de escritura, así como los formatos en que se distribuía (Ramírez, 2019, p. 76).
Estos cambios respondían por un lado a los intereses
de ciertos aparatos institucionales – entendido como un conjunto
determinado de reglas, recursos y relaciones en virtud de los cuales ciertos
grupos ejercen grados de control sobre el proceso de transmisión de las formas
simbólicas (Thompson, 1998, p. 247) – representados en este caso por la
comunidad científica y la industria editorial, y por otro a la curiosidad de
diferentes públicos, tanto en edad como clase social y condición cultural.
En México,
los astrónomos del OAN y de otros establecimientos – como es el caso de
Luis G. León (1866–1913), miembro fundador de la Sociedad Astronómica de
México en 1902 –, que además de dedicarse al estudio y admiración del
cometa, debieron informar a la población y tranquilizar sus temores (Gallo,
1986, p. 196). Esto se consiguió a través de diversas estrategias, como
publicaciones en la prensa o actividades con el público. La evidencia
documental recabada del diario El Imparcial permite dilucidar la
relación simbólica entre la comunidad científica, la organización editorial y
la opinión pública.
El cometa Halley y su explicación científica
A partir del análisis cualitativo de contenido, se
identificó que la temática “explicación científica” fue la de mayor presencia y
en la que se generaron más códigos, con un total de 20. Estos códigos (véase Tabla
1) permiten identificar el tipo de información que fue parte del programa de
popularización científica llevado a cabo activamente en El Imparcial por
espacio de seis meses, entre enero y junio de 1910.
El
contenido más destacado hace referencia al origen de los cometas y su
naturaleza, determinando aspectos físicos como la composición química,
trayectoria o el tamaño de su cauda. También abundan las notas de contenido
histórico, donde se describía la labor de Edmund Halley,[10] u otras
figuras relevantes para la astronomía como Galileo Galilei y Johannes Kepler.
También se exponían los avances tecnológicos e investigaciones realizadas por
observatorios alrededor del mundo, con la finalidad de transmitir la
importancia y los alcances del trabajo científico.
Tabla 1
Temática Explicación
Científica
Códigos |
Apariciones en el corpus |
Casos registrados |
||
Núm. |
% |
Núm. |
% |
|
Información
sobre el paso del cometa |
61 |
18.9 |
39 |
50 |
Información
validada por astrónomos |
48 |
14.9 |
27 |
34.6 |
Participación
de observatorios |
30 |
9.3 |
20 |
25.6 |
Alusión
a cometas anteriores |
18 |
5.6 |
14 |
17.9 |
Información
general sobre el cometa |
17 |
5.3 |
12 |
15.4 |
Uso e
importancia de la fotografía |
15 |
4.6 |
11 |
14.1 |
Instrumentos
o métodos para la observación |
11 |
3.4 |
9 |
11.5 |
Asegura
que el cometa no representa peligro |
11 |
3.4 |
9 |
11.5 |
Información
general de los astros |
9 |
2.8 |
6 |
7.7 |
Participación
de estudiantes y profesores |
7 |
2.2 |
5 |
6.4 |
Uso de
metáforas y analogías |
5 |
1.5 |
5 |
6.4 |
Reconocimiento
al mérito de astrónomos y observatorios |
5 |
1.5 |
4 |
5.1 |
Posibles
métodos/tecnología para observar al cometa |
3 |
0.9 |
3 |
3.8 |
Descarta
relación entre astros y tragedias |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Paso del
cometa por otros planetas |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Participación
de figuras públicas |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Solicita
al público difusión sobre la seguridad del paso del cometa |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Sin
daños a telégrafos |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Futuras
investigaciones sobre el paso del cometa |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Expediciones
de observación |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Nota: En
las diversas tablas presentadas en este artículo, el número y porcentaje de
aparición refiere a la presencia de códigos en todo el corpus de publicaciones,
sin importar que aparezcan más de una vez en una misma nota, mientras que el
número y porcentaje de casos contabiliza su aparición sin que se repitan las
publicaciones.
Fuente: El
Imparcial (1910).
Gran parte de esta información fue proporcionada o
escrita por los astrónomos,[11] ya que la
mención de sus nombres o la firma al finalizar un artículo daba al periódico mayor
credibilidad, mientras que los científicos se erigían como expertos frente a la
opinión pública. Al respecto, se tiene la labor de los astrónomos profesionales
del Observatorio de Tacubaya, quienes describían a la prensa el tipo de
trabajos que realizaban sobre el cometa, y las implicaciones que esto tenía
para el avance de la investigación científica.
Ejemplo de
ello es la nota del 19 de abril de 1910 en la que se informa la intención de
capturar la primera fotografía del cometa Halley, la cual se realizaría con el
ecuatorial fotográfico, un telescopio refractor que se había adquirido años
antes en Irlanda para los trabajos de la Carta del Cielo.
Hoy, á las diez de la noche, pasará el cometa por el
perihelio, según cálculos del Observatorio Astronómico de Tacubaya.
En este Observatorio,
en la madrugada de hoy, se intenta obtener la primera fotografía del cometa, en
caso de que la bruma lo permita, y será la que inaugure la serie que servirá de
estudio para la colaboración con el Observatorio de Catania en Sicilia.[12]
Un
personaje que destaca por su participación es Luis G. León, profesor de física
en la Escuela Nacional Preparatoria y uno de los fundadores de la Sociedad
Astronómica de México (Espinosa, 2010, p. 15), quien escribió 27 de los
artículos recopilados, situándose como el autor principal del corpus recabado para esta investigación.
El lenguaje de divulgación utilizado en las notas empleaba diversas metáforas y
analogías para que los lectores pudiesen comprender con mayor facilidad la
naturaleza del cometa Halley. Al respecto, Luis G. León escribió:
Supongamos dos vías férreas que se cortan y dos trenes que se dirigen
hacia el punto de intersección. Dadas las velocidades y las distancias, es
fácil hallar la solución del problema. Para que el encuentro no tuviera lugar,
se necesitaría que los dos trenes llegaran á la vez al mismo punto. Luego, el
núcleo del cometa de Halley, describe un camino conocido; también podemos
trazar la curva que sigue anualmente la Tierra. Pues bien, las órbitas de los
dos astros no tienen este año ningún punto común. Esto es ya desde luego
tranquilizador.[13]
El ejemplo es claro, León
construye una explicación a través de un elemento conocido como es el
ferrocarril, para que el lector pueda comprender el acontecimiento astronómico
a través de objetos o situaciones cotidianas. Es
decir, dar a conocer el fenómeno a través de formas simbólicas compartidas. De acuerdo con Leitão y Albagli (1997, p. 18), el uso del
lenguaje lego vendría a abonar a uno de los objetivos de la popularización
científica, el de la educación, que pretende alcanzar la comprensión del
público respecto de la lógica del conocimiento científico.
Otra muestra sobre este tipo de lenguaje aparece en una nota publicada
el 8 de febrero de 1910:
Pasaremos á través del cometa. La cauda tenue, inmensa, maravillosa,
envolverá á la tierra como un rayo de sol pasando por las facetas de un
diamante. Será sin daño, como la caricia de una mano amorosa, y sólo sabremos
que durante doce horas pasamos por el cometa, porque los cielos se rayarán con
una primorosa lluvia de estrellas errantes. Y los dos seguirán su camino tal
vez para no volverse á encontrar por los siglos de los siglos.[14]
En ella, no solo se utilizan elementos cotidianos
para explicar el suceso, sino que también describe al cometa con recursos
poéticos que evocan protección, paternidad y ternura.
Además de las opiniones de los astrónomos mexicanos,
El Imparcial publicaba información de destacados científicos e
instituciones internacionales. Algunos de los observatorios de los que se
recibía información eran el Observatorio de Lick en
California, el Observatorio de Yerkes instalado en
Wisconsin, pero perteneciente a la Universidad de Chicago – en su época
uno de los más modernos entre los grandes observatorios americanos – y el
Observatorio de Harvard en Massachusetts (Bartolucci,
2000, p. 89). Este intercambio de información confirma la resonancia
internacional del regreso del cometa Halley, así como el entusiasmo y recelo
que provocó en el mundo entero.
Controversia y pánico
infundado
Son numerosos los relatos – desde la más
remota antigüedad –, que dan cuenta del temor supersticioso que provocaba
la aparición de un cometa en el firmamento. Estas ideas no son exclusivas de
aquellos tiempos, la modernidad y el progreso también trajeron consigo mitos y
supersticiones, así como un temor latente hacia lo desconocido. Es fácil
imaginar las razones de esta superstición, los cometas tienen una apariencia
espectacular, con un núcleo brillante parecido a una estrella, acompañados por
una estela nebulosa que puede llegar a cubrir más de un cuarto de la bóveda celeste (Vives, 1985, p.
11).
Uno de los momentos que distinguen el regreso del
cometa en 1910 de otros acontecidos en el pasado, fue la preocupación que despertó
entre la población el contacto de la Tierra con la cauda del cometa. Para
entender este recelo hay que remontarse al año de 1908, cuando se descubrió
– a partir de estudios espectroscópicos – que la cauda del cometa Morehouse estaba conformada por diversos gases, incluyendo
algunos altamente tóxicos como el cianógeno. La mayoría de los astrónomos
tenían claro que esta característica en la composición química de los cometas
no representaba ningún peligro, en especial por la próxima visita del cometa Halley,
que ocurriría un par de años después.
La idea del fin del mundo a causa de un fenómeno
astronómico fue ampliamente explotada por la prensa a finales del siglo XIX y
principios del XX. Por un lado, la industria editorial aprovechaba el
sensacionalismo que provocaban las predicciones apocalípticas, mientras que la
comunidad científica – tanto local como internacional –, procuraba
tranquilizar a la población, a la vez que legitimaban su autoridad (Ramírez,
2019, p. 78). La controversia en torno al cometa Halley detonó con mayor fuerza
cuando el francés Camille Flammarion – a través
de su Anuario Astronómico –, predijo que la Tierra atravesaría la cauda
el 18 de mayo de 1910, lo que provocaría la muerte de la humanidad debido a sus
gases altamente tóxicos.[15] Tales
afirmaciones fueron difundidas por diversos periódicos alrededor del mundo,
desatando en consecuencia una ola de terror.
Pocos días
después de su publicación, Flammarion se apresuró a
sosegar esos temores a través de un artículo que fue reproducido en varios
periódicos, incluyendo El Imparcial:
En estos momentos la opinión pública popular se
halla dominada por la inquietud, á causa de la noticia que publiqué en mi
Anuario Astronómico, sobre un encuentro probable de la cola del cometa de
Halley con la Tierra el 18 de mayo. […] Con respecto á la densidad de la región
cometaria que pudiéramos atravesar, la densidad del aire atmosférico sería la
del plomo ó la del hierro: la atravesaríamos, pues, como atraviesa una bala de
cañón una ligera neblina. No hay que temer ninguna penetración, ni debemos
inquietarnos por la salud pública.[16]
El papel que el periódico desempeña en el proceso de
transmisión de la ciencia – y otras formas simbólicas – es definido
por Thompson (1998, p. 248) como “canal
de difusión selectiva”. Esto habla de la manera en que el conocimiento
científico es difundido en el mundo social, a través de ciertos arreglos y
estrategias entre los aparatos institucionales, representados en este caso por El
Imparcial y los astrónomos profesionales. Si bien la mayoría de las notas
recabadas se insertan en la temática “explicación científica”, El Imparcial
aprovechó el estado de incertidumbre sobre el fenómeno para escribir notas
especulativas y alarmistas al respecto. En el análisis de datos este tema es
identificado como “controversia”, el cual generó 18 de los códigos (véase Tabla
2).
Tabla 2
Temática Controversia
Códigos |
Apariciones en el corpus |
Casos registrados |
||
Núm. |
% |
Núm. |
% |
|
Prácticas
religiosas |
10 |
3.1 |
5 |
6.4 |
Fin del
mundo |
9 |
2.8 |
8 |
10.3 |
Falta de
certeza |
9 |
2.8 |
5 |
6.4 |
Asociación
de eventos lamentables con el cometa |
4 |
1.2 |
4 |
5.1 |
Desacuerdo
entre astrónomos |
4 |
1.2 |
3 |
3.8 |
Resta
valor al trabajo científico |
3 |
0.9 |
1 |
1.3 |
Búsqueda
de antídotos para cianógeno |
2 |
0.6 |
2 |
2.6 |
Suicidios |
2 |
0.6 |
2 |
2.6 |
Posibles
escenarios relacionados al fin del mundo |
2 |
0.6 |
2 |
2.6 |
Excomunión
al cometa |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Distribución
de falsa información |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Levantar
la excomunión al cometa |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Emociones |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Accidentes
por observar al cometa |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Terror
por gas cianógenos |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Locura |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Reunión
de familiares/amigos para enfrentar la catástrofe |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Daños a
telégrafos |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Fuente: El
Imparcial (1910).
A pesar de las afirmaciones que llamaban a la calma, la idea del fin
del mundo continuó apareciendo en el periódico como una estrategia para atraer
la atención del público. En muchas de las notas recabadas, primero se recurre
al sensacionalismo para después dar paso a la explicación científica. Claro
ejemplo son los siguientes titulares: “El cometa Halley se aproxima. Se asegura
que el cometa chocará con la Tierra”,[17] “Sería
rota la Tierra como un vidrio en caso de que chocara con el cometa”,[18] y “Dos
cometas en el cielo ¿chocará el cometa Halley con la Tierra? Lo que dicen los
astrónomos notables”.[19]
El último
de estos titulares incluye una interrogante, seguida de una afirmación que da
paso a la autoridad científica, encargada de brindar respuestas y aclarar la
incertidumbre del público. Esto además de atraer la atención del lector, valida
el lugar de la ciencia, reivindicando su posición de poder y credibilidad.
Dentro de esta nota, se enumeran las falsas creencias y supersticiones, para
después demostrar, a través de la evidencia científica, la verdad de la
situación.
¿Chocará su núcleo en su presurosa marcha á través del infinito, con
nuestro planeta, destrozándolo totalmente, ó acaso arrancándole una parte y
llevándosela con todos sus moradores á vagar con él por las regiones del
espacio, según la calenturienta fantasía que imaginó Julio Verne ó despedirá de
sí, como á Wells se le ocurrió, un gas tan extraño que fuera capaz de cambiar
la naturaleza humana y cambiar sus ideales? A espeluznantes resultados se puede
llegar si se deja amplio campo á la imaginación y á la fantasía; pero la
realidad, aunque prosaica, se impone, y entre otras, los sabios astrónomos Lowel, Pickering, Todd y Flammarion, convienen en
que nada de esto ocurrirá, y que los efectos del cometa serán casi, cuando no
completamente insignificantes.[20]
El periódico siguió utilizando esta estrategia a lo largo de sus publicaciones,
citando a diversos científicos para dar validez a lo expresado, tal es el caso
de una nota escrita por Luis G. León, donde se menciona la idea de un profesor
de la Universidad de California sobre las implicaciones para la vida si
la Tierra transitaba por la cauda del cometa.
El profesor Edward Booth, de la cátedra de
química de la Universidad de California, refiriéndose al encuentro del cometa
Halley con la Tierra, declaró anoche que si el cálculo hecho por los
astrónomos, sobre la cantidad de gas cianógeno contenido en la cuada del
cometa, era exacto, toda vida animal de la tierra desaparecería.[21]
En
este ejemplo, la mención sobre la presencia del gas cianógeno en la composición
química del cometa fue empleada para atraer la atención del lector hacia la
explicación científica: “El encuentro del cometa de Halley con la Tierra nos
permitirá asistir al bello espectáculo de una lluvia de estrellas ó de una
iluminación comparable á la de una aurora boreal”.[22] Esto permite reconocer que los astrónomos no eran
un grupo homogéneo, sino que había diferencias de opinión que agudizaban la
controversia:
Entre
los hombres de ciencia hay diversas opiniones respecto al efecto que pueda
tener el cometa sobre la Tierra. El profesor Hall, del Observatorio Nacional,
no se sorprendería si se produjera una lluvia de meteoros. Expuso su teoría con
la misma tranquilidad con que hubiera pronosticado una lluvia.
Otros, que son los más numerosos declaran que el paso del cometa no
señalará con ninguna perturbación Edwin J. Naulty, de
Nueva York, que ha estado en el observatorio practicando observaciones
telescópicas y espectroscópicas del viajero celeste, no está conforme con el
profesor Hall, y declara que la cuada del cometa no se compone ni de gases ni
de meteoros, y que por consiguiente, la lluvia que se espera, no tendrá lugar.[23]
Esta controversia, además de generar incertidumbre,
tuvo repercusiones trágicas entre la población. El Imparcial reportó dos
casos de suicidio, una persona en Hungría y un niño de 11 años en Madrid. Por
fortuna, en México no trascendió la muerte de ningún suicida, y el accidente
que protagonizó en Oaxaca la señorita Marina Santana – quien cayó de su
azotea mientras observaba el cometa – no terminó en tragedia.[24] El paso
del cometa también se relacionó con catástrofes naturales, como ejemplo, un
ligero sismo ocurrido el 17 de mayo que atemorizó a los pobladores de Veracruz.[25] Mientras
que algunos días antes, el 8 de mayo, entre los habitantes de Campeche cundió
el pánico tras un apagón el cual los convenció de que el cometa Halley había
colisionado con la Tierra.[26]
La información publicada
por El Imparcial llegó a ser conocida y discutida por otros públicos
– incluso por la población analfabeta – gracias a la tradición oral
que se mantenía en ciudades y comunidades, ligada a tertulias y comentarios
callejeros. La información corría rápidamente gracias a los gritos de los
vendedores, las charlas en bares y cafés, o por la lectura en voz alta. Las
noticias se discutían mucho más allá de la élite letrada, y, a pesar de su
ignorancia – traducida en comportamiento irracional o supersticioso –,
el vulgo no estaba incomunicado (Escalante, 1992, p. 270; Pérez-Rayón, 1998, p.
44).
El supuesto sobre la
amplia circulación de la información se confirma por medio de las diversas
notas que dan cuenta de la conducta del público, tanto en México como en el
extranjero. Muchas de estas reacciones fueron calificadas por El Imparcial
como irracionales y supersticiosas, resultado de los pocos conocimientos en
astronomía que tenían ciertos individuos. Uno de estos casos ocurrió en la
ciudad de Kiev, Rusia, donde el temor al cometa Halley propició que algunos
habitantes fuesen víctimas de fraude.
Los estafadores
repartieron impresos en los que se describía al cometa como un castigo de Dios,
precursor de una guerra universal, sino del fin del mundo. Estos impresos
fueron distribuidos profusamente en la ciudad y en sus alrededores, alarmando
al pueblo de tal manera, que fue fácil después recoger dinero para el rescate
de la humanidad.[27]
Mientras que en la Ciudad
de México, el pánico y expectación que provocaba el paso de la Tierra por la
cauda del cometa llevó a muchos a buscar métodos para proteger sus vidas. Tal
es el caso de una multitud que acudió a las instalaciones del Instituto Médico
Nacional y el Instituto Geológico, solicitando un “contraveneno” para
defenderse del cianógeno. Incluso uno de estos hombres expresó al ingeniero
Juan de Dios Villarello – entonces subdirector
del Instituto Geológico – el terror que dicho evento le causaba.
“Ni yo ni mi
familia – dijo – deseamos morir mañana, y por esta causa, desde muy
temprano en la tarde, nos encerraremos en nuestra casa y cubriremos del mejor
modo todas las hendiduras de las puertas para evitar que los gases del cometa
nos envenenen”.
Llegado
el caso de que la humanidad pereciese bajo la influencia de los gases
cometarios ¿qué sería de esta pobre familia, en el supuesto de que por tan
extraño método de salvarse sobreviviera en un mundo siniestro y deshabitado?[28]
Además, las ideas sobre una inminente catástrofe provocaron
otro tipo de reacciones, las cuales fueron identificadas con el código “prácticas
religiosas”, el cual tuvo la mayor aparición dentro de la temática “controversia”.
Estas manifestaciones de devoción por parte de la población se incrementaron
conforme se acercaba el 18 de mayo. Ese día la religión se convirtió en refugio
del supuesto fin del mundo.
Los timoratos se congregan en los templos; las familias se entregan á
fervorosas prácticas religiosas: los obsesionados, creen ya hasta percibir
cianógeno en el aire, aumentando la inquietud de los ánimos el tenebroso
aspecto de la atmósfera. La lluvia es tempestuosa. Los
casinos, teatros y demás centros de diversión, se encuentran vacíos.[29]
En las iglesias más importantes de la Ciudad de
México, la Catedral y la Basílica de Guadalupe, no fue posible encontrar
consuelo, puesto que los propios sacerdotes determinaron su cierre durante el
paso del cometa para evitar el pánico entre la población.
Desde
la mañana, los católicos más fervorosos se acercaron á los sacerdotes de las
iglesias principales, para suplicarles que los templos permanecieran abiertos,
á fin de que se le elevaran al Cielo rogativas para detener la posible
catástrofe. Pero no admitieron los señores sacerdotes aquellas proposiciones,
por no aumentar el pánico que se empezaba á arraigar en todos los ánimos.
No obstante, en
los barrios apartados, en la Candelaria de los Patos, en la Soledad y en
algunas parroquias de las Municipalidades, los templos permanecieron abiertos,
pues era necesario complacer á las personas que se acercaban á orar.
En la Catedral y en la Basílica de Guadalupe, no se
permitió que se hicieran rogativas, pues se temía esto aumentar los prejuicios
de algunas personas.[30]
Sin embargo, el 18 de mayo de 1910 llegó y se fue
como cualquier otro, el mundo no se terminó. Los titulares que acaparaban los
periódicos daban cuenta de las diversas reacciones de la población, algunos
eran de miedo, pero otras también lo fueron de fiesta y celebración. Estos
ejemplos permiten observar que en El Imparcial también se recogieron
toda clase de supersticiones y creencias en torno al paso del cometa Halley. Si
bien los titulares fueron un mecanismo para atraer el interés del público, la
importancia de la explicación científica nunca se dejó de lado.
Interés del público por la
astronomía
A pesar de lo llamativas que son las noticias sobre el pánico que
experimentó la población, también fue evidente la curiosidad y el entusiasmo
que el cometa despertó entre la gente. Los lectores de esta época – personas
comunes, clase media urbana –, compartían un sentimiento de pertenencia a
las naciones civilizadas, de tal manera que la ciencia, baluarte de la
modernidad, despertaba en ellos un entusiasmo optimista por sus descubrimientos
y adelantos (Pérez-Rayón, 1998, p. 62). Esto se ve especialmente reflejado en
diversas actividades relatadas por El Imparcial, muchas de ellas
realizadas por iniciativa de la población y de instituciones no científicas.
Con esto, fue posible establecer la temática “interés del público”, la cual
generó 7 códigos. El código con mayor aparición fue el de “observación en
calles, azoteas, casas, etc.” (véase Tabla 3).
Tabla 3
Temática Interés del Público
Códigos |
Apariciones en el corpus |
Casos registrados |
||
Núm. |
% |
Núm. |
% |
|
Observación en calles, azoteas, casas, etc. |
9 |
2.8 |
7 |
9 |
Visita a observatorios |
3 |
0.9 |
3 |
3.8 |
Asesoría con expertos |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Afirmación sobre la inexistencia de la cauda |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Interés de otras
instituciones/comisiones/departamentos no científicos por el paso del cometa |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Contribución del periódico a la serenidad pública |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Celebraciones por el paso del cometa |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Fuente: El
Imparcial (1910).
El hecho de que el
periódico documentara este tipo de observaciones da cuenta de que el pánico por
el cometa no se presentó en toda la población, y que en muchos casos la
curiosidad por presenciar el fenómeno fue mayor. Si bien no se tienen
testimonios directos sobre la experiencia de estos espectadores, el periódico
registró que el paso del cometa fue motivo de reunión de familias mexicanas,
tal como ocurrió en Zacatecas: “En
estos momentos nadie duerme en la ciudad: las familias observan curiosas el
cielo desde las azoteas de las casas: otras desde los cerros circunvecinos.
Muchas están en la Bufa; pero no hay alarma, todo está absolutamente
tranquilo”.[31] Cabe aclarar que esta actividad no fue exclusiva del caso mexicano, sino que también se realizó
en ciudades como Madrid, París, Bilbao o Nueva York.
Asimismo, estas actividades no siempre se realizaron sin la asistencia de
los científicos, sino que también se evidencia el interés de estos últimos por
establecer una relación más estrecha con la sociedad. Tal es el caso de un
periodista que acudió a las instalaciones del Observatorio de Tacubaya en donde
recibió una explicación respecto del cometa.
A tientas, entre la oscuridad, subimos la escalinata para la
observación. El astrónomo, amablemente nos cede puesto al ocular, va guiando el
aparato al campo del cometa, y en medio de un círculo iluminado y claro como en
campo de agua, aparece el cometa, desprendido un tanto de su cauda, pero
presentando toda la clara belleza del núcleo.[32]
Por su parte, la Sociedad Astronómica de México realizó una
extraordinaria labor de popularización instruyendo a los transeúntes en el
centro de la Ciudad de México, haciendo uso de las instalaciones del
Observatorio Popular “Francisco Díaz Covarrubias”, ubicado en la plazuela de
San Sebastián – hoy plaza Torres Quintero –, el cual funcionó entre
1905 y 1917 (Espinosa, 2010, p. 47). En una nota de mayo, Luis G. León menciona
que “ayer concurrió un público numerosísimo al
Observatorio 'Francisco Díaz Covarrubias'. El cometa pudo ser observado, aunque
no en muy buenas condiciones, á causa del polvo y de la bruma”.[33] Además de la población en general, la élite no
científica se implicó en estas actividades.
Ayer en la madrugada
concurrieron muchísimas personas al Observatorio popular 'Francisco Díaz
Covarrubias', que la Sociedad Astronómica de México tiene establecido en la
Plazuela de San Sebastián, y entre los concurrentes estuvieron el señor don
Bernardo de Cólogan y Sevilla, hijo del Ecxmo. Señor Ministro de España, y el señor Cavalcanti de la Cerda, Encargado de Negocios de la
República de Brasil.[34]
No solo se abrieron las puertas del observatorio, sino que los astrónomos
pertenecientes a la Sociedad Astronómica de México se comprometieron en su
labor de popularización. El periódico plasma la organización de diversas
actividades fuera de las instalaciones del Observatorio “Francisco Díaz
Covarrubias”. La primera de ellas se llevó a cabo por el profesor Manuel Moreno
y Anda:
Creyéndose que el paso de la Tierra por la cauda del
cometa, el miércoles 18 del actual, producirá algún campo electro-magnético, se
van á hacer interesantes investigaciones en muchas partes del mundo.
El programa de
trabajos que el señor profesor don Manuel Moreno y Anda va á desarrollar en
Texcoco, del 16 al 20 del actual, es el siguiente:
1. Medidas absolutas de la declinación,
la inclinación y la intensidad horizontal.
2. Variaciones de la declinación cada 5
minutos, desde las 5 de la tarde, hasta las 10 de la noche, durante los cinco
días expresados.
3. Observaciones astronómicas para
azimut, tiempo y longitud.[35]
Mediante el análisis de las notas, es evidente el
interés de los científicos por instruir al público en las novedades que la
astronomía estaba desarrollando gracias al paso del cometa Halley. El Imparcial también se interesó por
destacar las observaciones particulares – cuando el cometa fue visible a
simple vista – que realizaba la población en lugares públicos o en las
azoteas de sus casas. Con esto podemos confirmar que uno de los objetivos de la
popularización de la astronomía se cumplió exitosamente: llamar la atención del
público hacia la existencia y naturaleza del conocimiento científico, estimular
la curiosidad de los no iniciados, con la esperanza de que el público lego
buscara los medios necesarios para profundizar en su educación (Leitão y Albagli, 1997, p. 32).
Mirada hacia el futuro
Las notas aparecidas
después de los días 18 y 19 de mayo de 1910 ya no denotaban la alarma y el
pánico que antes había causado entre la población el paso del cometa Halley. El
astro continuó su recorrido por el firmamento, y para el mes de junio, su
brillo había disminuido significativamente. Las reflexiones sobre su regreso
– dentro de 76 años – estuvieron presentes en las publicaciones de El Imparcial. Esta temática fue
identificada como “expectativas para 1986” (véase Tabla 4), de la que se
registraron un total de 4 códigos, siendo el de mayor presencia “fecha de
próxima aparición”.
Tabla 4
Temática Expectativas para 1986
Códigos |
Apariciones en el corpus |
Casos registrados |
||
Núm. |
% |
Núm. |
% |
|
Fecha de
próxima aparición |
2 |
0.6 |
2 |
2.6 |
Estimación
de edad |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Probabilidad
de peligro en el futuro |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Expectativa
sobre avances tecnológicos para la observación |
1 |
0.3 |
1 |
1.3 |
Fuente: El
Imparcial (1910).
La
certidumbre de su regreso fue una reflexión constante en las publicaciones del
profesor Luis G. León, quien creía que el trabajo científico realizado en su
época – como las fotografías obtenidas por el Observatorio de
Tacubaya[36] –, ayudaría
a las siguientes generaciones. El profesor también aseguraba que el desarrollo
del conocimiento científico seguiría con los años, y que los astrónomos del futuro
contarían con nuevas y mejores herramientas para estudiar al cometa.
El cometa de Halley seguirá su ruta, obedeciendo á las admirables
leyes de la gravitación universal, y regresará en el año de 1986.
Para entonces se habrán inventado telescopios de
mayor poder, la fotografía habrá alcanzado adelantos prodigiosos, y si ahora el
cometa de Halley fue sorprendido por la placa fotográfica siete meses y siete días
antes de su paso por el perihelio, en 1986 podrá, tal vez, ser fotografiado
desde un año antes de su mayor cercanía al Sol.[37]
Estas
inquietudes no solo ocupaban los pensamientos de los astrónomos, sino también
de personas que al observar la magnífica imagen del cometa Halley en 1910,
tenían la certeza de que no volverían a ser testigos de este fenómeno. Tal es
el ejemplo de un padre que advierte a su hijo que atesore lo vivido. En este
acto se reconocen sentimientos de nostalgia y esperanza por el futuro:
Hace pocas noches, un caballero y su familia
observaban el cometa de Halley desde el observatorio establecido en el jardín
de San Sebastián y tomando en sus brazos á un hijo suyo como de seis años de
edad, le dijo: “Mira, fíjate bien en este cometa que no regresaba desde hace 74
años. Lo más probable que ya no vivas cuando vuelva este cometa en 1986, y si
vives, serás ya un anciano de ochenta y tantos años. En cuanto á nosotros
– dijo á las demás personas de su familia – cuando regrese este
célebre cometa ya estaremos reducidos á polvo.” ¡Ojalá y cuando vuelva,
encuentre á la República Mexicana próspera y bella![38]
Las expectativas creadas sobre el próximo paso del
cometa en 1986 tuvieron poca presencia en el corpus de notas. Sin embargo, los ejemplos analizados ayudan a
vislumbrar el sentimiento de esperanza y cooperación entre científicos, lo cual
confirma el carácter colectivo y acumulativo de la ciencia.
El apoyo político y social que recibió la comunidad
científica mexicana gracias a la popularización de la astronomía comenzó a
atravesar nuevas dificultades a finales de 1910, esto debido a la Revolución
mexicana que estalló en noviembre – incluso muchos aseguraron que fue
consecuencia del cometa –. El conflicto trastocó la vida en todos los
ámbitos, ocasionando un atraso en el desarrollo institucional de la ciencia.
Mientras que en otras partes del mundo la astronomía daba paso a la astrofísica,
el trabajo de los científicos mexicanos languideció entre problemas políticos y
económicos por al menos tres décadas (Bartolucci,
2013, pp. 171–72). Sin embargo, en los meses previos al estallido
revolucionario es posible reconocer una comunidad científica interesada en
probar la importancia de su trabajo y difundir sus descubrimientos entre la población.
Por
otra parte, gracias a sus vastos recursos económicos y culturales, la industria
editorial se constituyó como intermediaria entre la comunidad científica
– que también promovía sus propios intereses – y el público. Al ser
un periódico oficial, El Imparcial apostaba
por la modernidad y el progreso de la nación, por ello los temas científicos
ocuparon un lugar privilegiado entre sus páginas. El regreso del cometa Halley
en 1910 fue un acontecimiento de interés global, seguido de cerca por la prensa
internacional y que tuvo gran resonancia en este diario capitalino.
Además
de informar con base en evidencia científica sobre el origen, naturaleza e historia
del cometa, El Imparcial elaboró diversas
estrategias para atraer un mayor número de lectores, entre ellas la
colaboración con astrónomos profesionales o el uso de titulares
sensacionalistas. Asimismo, se reconoció que el proyecto de popularización llevado
a cabo por ambos aparatos institucionales – i.e., la industria
editorial y la comunidad científica – pretendió la comprensión del
fenómeno astronómico para el público; sosegar el temor e incertidumbre generado
en la sociedad a causa del cometa; y consolidar a los astrónomos como figuras
de autoridad en lo que respecta al conocimiento científico.
Según el análisis efectuado, la temática principal a
la cual recurrieron ambos actores –prensa y comunidad científica –
para llevar a cabo la popularización de la astronomía fue la “explicación
científica”, desde la cual se establece una relación con el resto de los temas:
la “controversia” en torno al cometa fue la oportunidad para demostrar que la
opinión científica debía ser consultada ante cualquier incertidumbre, al ser sinónimo de veracidad; el “interés
del público” en torno al fenómeno fue atendido por los científicos mediante
publicaciones y actividades de divulgación; y finalmente, las “expectativas
para 1986” se construyeron a partir de la inquietud por el futuro, los
avances tecnológicos de la época promovieron la reflexión de todo aquello que
se descubriría con la próxima aparición del cometa Halley, 76 años después.
Lista
de referencias
Hemerografía
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[1] Algunos
trabajos realizados sobre el paso del cometa Halley en 1910 son, para el caso
latinoamericano, el artículo de Díaz, (2005) y la reciente publicación de
Ramírez y Leyton (2021). Desde España destaca el trabajo de Ruiz-Casttel,
Suay-Matallana y Bonet (2013), mientras que el caso de Portugal fue estudiado
por Simoes, Zilhão, Diogo y Carneiro (2013).
[2] Según Vizcarra (2002, p. 62),
Bourdieu define capital cultural como la cantidad y apropiación que un
individuo puede tener de información, saberes y conocimiento socialmente
validado. Este a su vez se divide en tres estados: objetivado (e.g.,
libros, hemerografía, archivos, bases de datos, música, objetos de arte, étera),
subjetivado (e.g., consumo, apropiación, interiorización de la cultura
objetivada), e institucionalizado (e.g., títulos, constancias, diplomas,
o cualquier forma de acreditación institucional).
[3] Durante la transición del siglo XIX al XX dio inicio un aumento exponencial
de la población, así como de alfabetización, lo que se tradujo en un mercado
siempre en expansión para la industria editorial. Sin embargo, el panorama educativo en México a principios del siglo XX era
muy diferente al europeo debido al alto índice de analfabetismo que se registró
en los censos de población. En 1895, sólo el 17.9% de los habitantes sabía leer
y en 1910 este se elevó a 27.7%. La capital tenía el índice de alfabetización
más alto del país, siendo de 38% en 1895 y 50% en 1910 (Pérez-Rayón, 1998, p.
43). Esto habla de las particularidades del fenómeno para el caso mexicano,
donde la popularización se desarrolla de manera vertical a través de un
programa político –impulsado por las ideas positivistas – y
encabezado por las élites científicas y no científicas.
[4] La introducción de la
rotativa en 1848 aumentó la tasa de impresión de 250 a 12 000 ejemplares por
hora. Esta innovadora maquinaria permitía insertar el papel en cilindros o mediante
rollos continuos, mientras que la linotipia facilitó el proceso de creación de
textos, ya que, similar a una máquina de escribir, el operador podía pulsar
diversos caracteres para formar las líneas de texto que se imprimirían.
[5] La recopilación de fuentes hemerográficas sobre el paso del
cometa Halley en 1910 se realizó en el portal de la Hemeroteca Nacional Digital
de México. Se obtuvieron un total de 79 artículos aparecidos entre el 3 de
enero y el 16 de junio, reconociendo un aumento en la producción de estos
alrededor del 18 mayo 1910, fecha señalada por la comunidad científica como el
paso de la Tierra por la cauda del cometa. Los artículos se transcribieron para
su posterior análisis a través del software
QDA Minner Lite.
[6] Algunos esfuerzos anteriores
que promovieron la práctica científica de la astronomía fueron la reaparición,
en 1840, del Observatorio Astronómico del Colegio de Minería, mientras que en
1842 se instaló un pequeño observatorio en el Colegio Militar – que
también tenía sede en el Castillo de Chapultepec –, el cual funcionó
hasta 1847, año en que el ejército estadounidense tomó las instalaciones y
destruyó gran parte del mobiliario (Moreno, 1986, p. 302).
[7] En 1877 Ángel Anguiano se
encargó de reunir los instrumentos esenciales para iniciar las labores del
observatorio, así como de los cálculos y dibujos necesarios para su
instalación. Durante su gestión como director – aprovechando el éxito de
la Comisión Mexicana al Japón de 1874 y el próximo tránsito de Venus en 1882 –,
convenció al gobierno de financiar la adquisición de tres telescopios, que
serían pieza clave para los trabajos efectuados en la primera década del siglo
XX (Moreno, 1988, p. 63).
[8] Por esta razón, el OAN
también fue conocido como Observatorio de Tacubaya.
[9] El almirante Ernest Amédée Mouchez – director del
Observatorio de París y presidente del Comité Científico Permanente –
quien coordinaba los trabajos de dicho proyecto internacional, extendió una
invitación para que México contribuyera en la elaboración del Catálogo y Carta del Cielo. Como director del OAN, Ángel Anguiano promovió
activamente la participación mexicana, convencido de la oportunidad que el
proyecto representaba para el prestigio institucional y nacional (Moreno
y Schuster, 2020, pp. 601–13).
[10] Edmund
Halley advirtió que los cometas de 1456, 1531, 1607 y 1682, eran realmente uno mismo. En agosto
de 1684 debatió con Isaac Newton el problema de la
trayectoria orbital de los cuerpos del sistema solar, y para 1705 publicó su Synopsis Astronomicae Cometicae,
donde determinó
la órbita y periodicidad de este cuerpo celeste, la cual se estableció en 76
años. La veracidad de su predicción se confirmó en la navidad de 1758, cuando
habían transcurrido 16 años de la muerte del astrónomo; a partir de entonces a
este se le conoce como “Cometa Halley” (Abetti, 1966, p. 174; Vives, 1985, p.
47).
[11] Sin importar su extensión o
contenido, las notas de El Imparcial no eran firmadas por periodistas,
caso contrario a las escritas por figuras reconocidas como científicos,
literatos o analistas políticos que colaboraban gratuitamente o por una paga
simbólica; la mayoría comprometidos con la tendencia ideológica del diario
(Ortiz, 2010, p. 6).
[12] El Imparcial, 19 de abril de 1910, p. 1.
[13] Luis G. León, El Imparcial, 13
de mayo de 1910, p. 11.
[14] El
Imparcial, 8
de febrero de 1910, p. 6.
[15] Camille Flammarion (1842–1925) fue un
reconocido astrónomo y divulgador. Comenzó su carrera como ayudante en el
Observatorio de París, el cual abandonó por diferencias con el entonces director
Urbain Le Verrier. A partir de ese momento Flammarion se dedicó por completo a
la divulgación, escribiendo obras muy populares como La Pluralité des Mondes
Habités (1862), Astronomie Populaire (1880) y algunas otras que se
inclinaban por la ciencia ficción, como La Fin du Monde (1894). En 1887
fundó la Sociedad Astronómica de Francia y comenzó la publicación de la revista
L’Astronomie y el Annuaire Astronomique Flammarion, donde
describía las principales noticias astronómicas del año.
[16] Camille Flammarion, El
Imparcial, 3 de marzo de 1910, p. 9.
[17] El Imparcial, 9 de mayo
de 1910, p. 4.
[18] El Imparcial, 13 de mayo
de 1910, p. 11.
[19] El Imparcial, 25 de enero de 1910, p. 5.
[20] El Imparcial, 25 de enero de 1910, p. 5.
[21] Luis G. León, El Imparcial, 11 de febrero de 1910, p. 9.
[22] Luis G. León, El Imparcial, 11 de febrero de 1910, p.
9.
[23] El Imparcial, 16 de mayo de 1910, pp. 1–2.
[24] El Imparcial, 9 de mayo de 1910, p. 5.
[25] El Imparcial, 18 de mayo de 1910,
p. 1.
[26] El Imparcial, 9 de mayo de 1910,
p. 5.
[27] El Imparcial, 14 de
marzo de 1910, p. 2.
[28] El Imparcial, 18 de mayo
de 1910, p. 1.
[29] El Imparcial,
19 de mayo de 1910, p. 2.
[30] El Imparcial,
19 de mayo de 1910, pp. 1, 6.
[31] El Imparcial, 19 de mayo de 1910, p. 2.
[32] El Imparcial, 20 de abril de 1910,
pp. 4, 12.
[33] Luis G. León, El Imparcial, 2 de mayo de 1910, p. 9.
[34] El Imparcial, 27 de abril de 1910, p. 11.
[35] El Imparcial, 15 de mayo de 1910, p. 2.
[36] Las fotografías realizadas al
cometa Halley en 1910 pueden consultarse en la Memoria de la Secretaría de
Fomento presentada al Congreso de la Unión por el Secretario de Estado y del
Despacho del ramo Lic. Olegario Medina correspondiente al ejercicio de
1909–1910. México: Imprenta y Fototipia de la Secretaría de Fomento,
pp. 180–81, así como en la “Colección Observatorio Tacubaya” de la Fototeca
Nacional del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
[37] El Imparcial, 30 de mayo de 1910,
p. 5.
[38] El Imparcial, 2 de mayo de 1910,
p. 9.