Letras Históricas 26:e7363
Un caso de sátira política en la
Nueva Galicia del siglo XVIII: el poema “Conocido te tienen ya los tapatíos”
A case of
political satire in 18th-Century Nueva Galicia: the poem “Conocido te tienen ya
los tapatíos”
Joaquín
Rodríguez Beltrán
joaquin.rodriguez@academicos.udg.mx
Universidad de Guadalajara
Guanajuato 1045, Alcalde
Barranquitas, 44260, Guadalajara, Jalisco, México
ORCID ID: 0000-0002-9956-285X
Fecha de recepción: 24 de mayo de 2022
Fecha de aceptación: 4 de agosto de 2022
DOI: https://doi.org/10.31836/lh.26.7363
Resumen:
Este artículo busca, en primer
lugar, contextualizar un poema satírico anónimo, desconocido hasta ahora, y que
apareció sin título en Guadalajara el 12 de noviembre de 1750. En segundo
lugar, ofrece una edición modernizada del poema con anotaciones. Se trata de
una sátira política dirigida contra las autoridades del momento en la Real
Audiencia de Guadalajara, señalando la corrupción de los funcionarios y su
enriquecimiento a costa de los demás. Se argumenta en lo general que el poema
podría ser explicado por el descontento de la época, y se señalan en lo
particular los indicios que permiten sospechar que quien lo escribió fue
cercano al clero, al mismo cabildo o al grupo hacendario de la región.
Palabras
clave: Guadalajara, Nueva Galicia, poesía
popular, Real Audiencia de Guadalajara, sátira política.
Abstract: This article seeks, first, to
contextualize an anonymous satirical poem, unknown until now, which appeared titleless
in Guadalajara on 12 November 1750. Second, it offers a modernized edition of
the poem with annotations. The poem in question is a political satire directed
against the contemporary authorities in the Royal Court of Guadalajara,
pointing out the corruption of officials and their enrichment at the expense of
others. In general, I argue that the poem could be explained by the discontent
of the time; in particular, I indicate the clues which suggest that the person
who wrote was close to the clergy, to the town council or to the major
landholders of the region.
Keywords: Guadalajara, Nueva Galicia,
political satire, popular poetry, Real Audiencia de Guadalajara.
Introducción:
una sátira manuscrita inédita[1]
En el Manuscrito 115, parte del Archivo
Histórico de la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco (BPEJ) hay un poema
satírico anónimo antecedido por la leyenda: “Estos siguientes versos salieron a
luz el día doce de noviembre del año de mil setecientos y cincuenta”, escrita
con la misma letra que el resto del poema.[2] El texto carece de título, pero se
podría hacer referencia a él por los primeros versos: “Conocido te tienen / ya
los tapatíos” – algo que bien podría ser el testimonio más antiguo de ‘tapatío’ como gentilicio.[3] Tiene numerosas referencias a la
Nueva Galicia de mediados del XVIII y es una clara sátira contra algunos de los
funcionarios más prominentes del momento en la Real Audiencia de Guadalajara. Lo
que se intenta en este artículo es dar a conocer el poema, mediante su contexto
histórico, para entenderlo y aventurar algo sobre su autoría, además de ofrecer
una edición modernizada y comentada.
El manuscrito en que aparece el
poema está en su mayor parte compuesto por tratados de teología en latín sobre
el matrimonio o sobre cómo probar la existencia de Dios. Es un manuscrito bien
conservado y que conforma un volumen homogéneo; es decir, no es una miscelánea
con folios de distinta proveniencia. No es claro quién lo escribió, pero sí
podemos afirmar que en algún momento perteneció alguien que estudió con los
jesuitas a mediados del siglo XVIII, pues en el folio 136r, después de un poema
en español dedicado a la virgen de Guadalupe, se lee: “Acabé de cursar teología
el día 24 de agosto el año de 1748 siendo mis maestros mui reverendos P. Antt[oni]o
Terreros y Pablo Robledo de la Comp[ñí]a de JHs”. Entre los textos teológicos,
se intercalan poemas en español y en latín, e incluso hay una obra de teatro
completa en español.[4]
El poema satírico inicia en folio
80v y al acabar se lee con la misma letra: “Murió mi charissimo amigo el P. R.
D[on] Raphael Ximenes â los tres quartos para las doze del dia 19 de Nobiembre (sic)
de 1750”.[5] Parece que quien transcribió el
poema y escribió sobre su amigo muerto es aquel mismo estudiante de teología,
pues los textos en español en el manuscrito tienen una letra muy semejante,
además de que las fechas cuadran: al menos desde agosto de 1748 hasta noviembre
de 1750,[6] momento en que aparece el poema, el
manuscrito estuvo en posesión de tal estudiante. Si a esto añadimos el hecho de
que el resto de los textos teológicos en latín tienen una letra marcadamente
distinta y son los que ocupan la mayoría de los folios del volumen, podemos
suponer que tales textos se escribieron primero por alguien más, y después el
manuscrito cayó en manos del alumno, quien estudió teología leyendo esos textos
y aprovechó los espacios para añadir otras cosas de su interés ajenas a la
teología.
En todo caso, podemos asumir que el
poema se divulgó como anónimo, tanto por su contenido provocador – de
mofa frontal contra las autoridades – como por la leyenda con la que se
introduce el poema, donde se dice solo que esos versos salieron a la luz ese
día. Además, ya que su difusión únicamente podría haberse hecho en forma
manuscrita – dado el control de la época sobre los impresos –, el
hecho de que ofrezca con tanta precisión el momento de su salida a la luz permite
suponer que podría haber aparecido a modo de pasquín manuscrito en algún sitio
público bien conocido de Guadalajara; si solo hubiera circulado mediante copias
manuscritas, sería absurdo que tuviera una fecha tan específica.[7]
Se trata de una queja política en
tono satírico que hay que entender en el contexto de la Nueva Galicia de
mediados del siglo XVIII, pues está especialmente dirigida contra tres
personas: dos regidores apellidados Mota y Ríos, y el presidente – cuyo
nombre no se menciona –, pero se trata de Fermín Echevers Subiza. La
intención más evidente del poema es hacer mofa de ellos y señalar que han
abusado de sus cargos para enriquecerse personalmente, y para esto el autor
anónimo se apoya tanto en recursos satíricos típicos, como en referencias a
distintas circunstancias del momento que seguramente la gente común y corriente
de Guadalajara podía entender. Antes de proseguir, puede ser útil una
descripción general del poema tanto en forma como en contenido.
El texto inicia con una estrofa de
cuatro versos, conformada por un heptasílabo y un hexasílabo, y luego de nuevo
un heptasílabo y un hexasílabo, que podría servir como una especie de
estribillo: “Conocido te tienen / ya los tapatíos. / Quien no te conociere, /
que te compre, Ríos”, donde claramente se retoma el conocido refrán: “Quien no
te conoce, que te compre”, que alude al hecho de que es fácil caer en los
engaños de alguien que no se conoce bien, pero que basta conocerlo – i.e.,
comprarlo – para saber qué tipo de persona es.
Después del estribillo, el poema
tiene 11 estrofas de 10 versos cada una. Las cuatro primeras estrofas constan
de versos heptasílabos y endecasílabos alternados libremente, pero con una rima
consonante con una estructura específica – i.e., aabbccddee. Por
estas rimas consonantes pareadas tan características, es una estructura que a
veces se ha llamado ovillejo – aunque no es el ovillejo tradicional, de
invención cervantina – y que también se ha definido como una silva de
consonantes (Navarro Tomás, 1972, p. 273), tipo de composición que utilizaron
Calderón y Sor Juana. Las restantes siete estrofas del poema tienen solo versos
octosílabos con un esquema de rimas consonantes distinto – i.e., abbaaccddc.
Se trata, pues, de décimas tradicionales, esquema métrico que ha tenido una
vitalidad extraordinaria en la cultura popular hispanoamericana hasta bien
entrado el siglo XX. El poema utiliza licencias métricas normales para la
época: ahí vemos, por ejemplo, que “criados” (v. 58)[8] se usa como palabra de dos sílabas,
que “maíz” y “aun” se usan como monosílabos (v. 56), además de un reflejo claro
del seseo ya presente en el habla tapatía de mediados del siglo XVIII: “plaza”
podía rimar con “tasa” y “pasa”.[9]
Es
sabido que la décima es una de las formas de versificación más preferidas con
fines burlescos o satíricos. Así lo prueban otras sátiras novohispanas que son
más o menos contemporáneas a la que ahora nos ocupa: las “Décimas que en punto
de curatos” que recogió la Inquisición en 1753 (González Casanova, 1951, p.
44); las décimas sobre “las armas forenses” que unos años después estarían
dirigidas contra Francisco Fabián y Fuero, obispo de Puebla;[10]
las
décimas “Al verdugo de los clérigos” (Miranda y González Casanova, 1953, p.
126), también dirigidas contra ese obispo, o el “Padre nuestro contra los
españoles” (Castaño, 2012). Se trata, pues, de un esquema métrico que
seguramente facilitó la misma memorización y circulación de los poemas.
Sobre
la sátira en el siglo XVIII novohispano se ha escrito mucho desde aquel trabajo
pionero de Miranda y González Casanova (1953). Desde entonces se ha hecho notar
que los numerosos textos satíricos novohispanos – tanto en prosa como en
verso – del siglo XVIII, típicamente anónimos, pueden dividirse en dos
bloques: por un lado, aquellos en los que se atacan figuras específicas de la
vida pública – i.e., autoridades civiles o religiosas –,
seguramente con una motivación que proviene de algún sentimiento de agravio
personal o gremial; por otro lado, las sátiras posteriores donde se puede
hablar de una preocupación filosófica, moral, religiosa o política más general
en consonancia con los ideales del espíritu crítico ilustrado, que buscaba la
mejora o el progreso social. Esta división, aceptada a grandes rasgos en
investigaciones modernas (Terán Elizondo, 2015, p. 44), es útil para la sátira
que nos ocupa porque, al pertenecer el poema al primer grupo, nos advierte que
es muy probable que lo que esté de fondo en la sátira sean intereses personales
o gremiales.
Veamos ahora qué dice exactamente el
poema. Se afirma primero que el regidor Ríos, el “tirano” Mota y el presidente,
son “gañanes de la vida airada” (v. 14) y sus procederes son diabólicos. Uno de
ellos “es muy buen carnicero” porque se lanza a la carne y se enriquece a costa
de los pobres con la ayuda de los otros dos. Ellos son peores que los judíos, y
han hecho alcalde a alguien llamado Varo porque, según se sugiere
maliciosamente en el poema, estaban interesados en su hija, que “es bonita como
el oro” (v. 38). Mota es quien les roba a los más ricos y empobrece a los ya
necesitados, algo que no es gobernar realmente, sino hurtar. Los tres son como
puercos que han engordado incluso en medio de la escasez del maíz de Ameca.
Ríos pone mucho cuidado en enriquecerse a partir de impuestos o tributos requeridos
a los pobres. Con tal gobierno, es como si los regidores llevaran al presidente
al infierno, donde sí será eterno – aludiendo a la certeza de que el
mandato del presidente acabará en algún momento. También hay otros que han
apoyado a este trío: un tal Escobedo como asesor y Landázuri como estafador.
Dado que ellos gobiernan en un muladar, es mejor que se vayan a defecar, que es
lo que hacen bien. Blas de Escobedo y Landázuri no se quedan atrás, que también
se están enriqueciendo, y Escobedo en particular tiene grandes pretensiones
pero son vanas. Con todos ellos “perdida está la Galicia” (v. 103), y a ellos
se deben las calamidades actuales, el hambre y la enfermedad.
El contexto
histórico del poema
Para explicar el contexto del poema,
podemos centrar la atención en dos áreas: por un lado, cuáles fueron los
problemas con el abasto de carne y de maíz en aquella época y de qué manera la
Real Audiencia ejerció cierto control sobre esto; por otro lado, cuál es la
identidad de las personas mencionadas o aludidas.
Respecto
del primer punto, lo primero que hay que recordar es la bien conocida riqueza de la Nueva Galicia en
cuanto al ganado bovino, especialmente en el siglo XVIII, al grado que algunos
historiadores han hablado de la intendencia de Guadalajara como la gran
abastecedora de carne en la Nueva España:
Por lo que corresponde al sector ganadero su importancia fue
tal que durante la segunda mitad del siglo XVIII, la región en su totalidad junto
con lo que se conocía como “tierra adentro” conformada por Nueva Vizcaya, Nuevo
León, Nuevo Santander, Sonora y San Luis de Potosí, eran los lugares
abastecedores de ganado mayor para el interior de la Nueva España. Justo por
ese tiempo la Nueva Galicia exportaba más de 30 000 reses cada año a la ciudad
de México. Su producción anual se incrementó de tal manera que para los
primeros años del siglo XIX, lo que era la intendencia de Guadalajara producía
entre 300 000 y 350 000 reses, cifra que parece corta, propone Serrera, si se
tiene en cuenta que se calculaba el censo de ganado vacuno en unos 5 000 000 de
cabezas por esos años. Esta producción era muy superior a la de todas las
regiones de la llamada Tierra Adentro del norte incluidas las Californias, lo
cual sitúa la intendencia de Guadalajara como la mayor productora de ganado
vacuno del virreinato; ello le permitió cumplir con una importante función como
abastecedora de reses a la Nueva España durante la segunda mitad del siglo
XVIII. (Calvo y Regalado Pinedo, 2016, pp. 640–41)
Ahora bien, es precisamente en torno
a 1750 cuando se puede situar un claro crecimiento demográfico de Guadalajara
(Van Young, 1989, pp. 43–46), lo cual provocó que el problema del abasto
de alimentos fuera ya una preocupación clara para el gobierno de la ciudad (p.
47). Para reducir en la
medida de lo posible los problemas en el abasto, en el periodo virreinal el
gobierno otorgaba a ciertas personas, mediante un contrato – por tiempo
determinado y por licitación pública que se hacía mediante pregoneros –,
el derecho exclusivo para abastecer a la ciudad de carne de res y cordero.
Para
el cabildo, el objetivo era, por supuesto, regular la venta de carne y
particularmente los precios – Van Young (1989,
p. 57) ubica alrededor de 1750, una notoria alza en el precio de la carne de
res –,
además de “obtener un ingreso de los premios pagados por los contratistas en
los términos de sus cotizaciones” (p. 56). Cuando no aparecía algún postor
privado, era relativamente frecuente que el gobierno administrara directamente
el abasto, en cuyo caso se
formaba una junta o comisión compuesta por miembros regulares del cabildo para
fijar los precios de la carne y establecer cuáles eran las contribuciones de
ganado por parte de las distintas zonas aledañas a Guadalajara. Esto último fue lo que ocurrió
justamente desde 1747 hasta 1751:
Ya en 1747, el cabildo se vio obligado a prorratear las
contribuciones anuales fijas de ganado entre los grandes ganaderos del área, ya
que ninguno de ellos podría aceptar el contrato del abasto. Dos años más tarde,
cuando la ciudad continuaba administrando directamente el monopolio, se
extendió el área de abasto obligatorio más allá de las haciendas del valle de
Toluquilla, Santa Lucía, Huejotitán, Mazatepec y Santa Ana, Atequiza, y El
Cabezón y La Vega, para incluir a todas las que se encontraran dentro de un
radio de 50 kilómetros de Guadalajara, llegando hasta Sayula y Tepatitlán. Y
aun había ciertas indicaciones de que algunos ganaderos tenían problemas para
cumplir con sus cuotas. (Van Young, 1989, p. 64)
En este contexto, eran de esperarse
las críticas a quienes se hacían cargo del abasto de carne en Guadalajara, pues
daba lugar a posibles malos manejos. Se sabe incluso de casos de corrupción
entre los funcionarios de la Real Audiencia de Guadalajara desde el siglo XVI.[11] En general, se ha hecho notar precisamente
que durante el Virreinato fue frecuente la complicidad entre los funcionarios
de la Audiencia de Guadalajara y los hacendados productores, como ocurrió en el
caso del maíz (Olveda, 2000, pp. 38–39) y en el de la carne. Esta
complicidad tendía a ser evidente cuando el cabildo asumía el abasto de la
carne:
Pero aunque la Junta de Abasto se hiciera cargo de la
provisión de la carne, el público consumidor no se beneficiaba, porque los
miembros de la comisión eran precisamente los ganaderos o los propietarios de
las haciendas abastecedoras, de tal forma que eran ellos mismos los que fijaban
los precios. Por ejemplo, la Junta que se formó en 1747 tras la muerte del
contratista Bernardo de Miranda, estuvo integrada por los principales
“criadores de ganado” de la comarca: Gabriel Sánchez Leñero, Lorenzo
Villaseñor, Miguel del Portillo, Francisco Porres Baranda de Villavicencio,
Joaquín Fermín de Echauri y Eugenio Francisco de Castro. Como dice Eric Van
Young, poner a individuos de este calibre a regular el monopolio de la carne,
“era como poner a los ratones a vigilar el queso”. De todo esto se desprende
que la política de abasto, tanto de carne como de granos, estuvo diseñada por
los hacendados y pensada para controlar el mercado urbano. (Olveda, 2000, p.
44)
Si eso pasó precisamente en 1747, se
puede suponer que tres años después, al momento de la aparición del poema –
en noviembre de 1750 – la población en Guadalajara ya habría sentido con
dureza las consecuencias económicas de esa colusión entre la Audiencia y los
hacendados. Además, cabe suponer que esa colusión ya era algo consabido para
los tapatíos.
En cuanto al maíz, la carestía de este
también es algo a lo que alude el poema:
Tres puercos en
este país
en este año se han cebado
y los tres han engordado
aun con la escasez de maíz.
Los tres son de un mismo jaez,
criados con el maíz de Ameca
y aunque qué larga es la seca
y escaso de agua el verano,
como se tiran al grano
han criado mucha manteca. (vv. 53–62)
La escasez de maíz, según Van Young
(1989, p. 103), tendió a ocurrir en el siglo XVIII en un patrón más o menos
cíclico de 10 años (1741, 1750, 1761–1762, 1785–1786). Las causas
principales eran tanto las sequías como las heladas, que hacían problemáticas
las cosechas de algunos años y ponían a la población de Guadalajara en
verdaderos aprietos, pues los precios del grano subían demasiado. En concreto,
los problemas del año 1750 parecen haberse estado acumulando por lo menos desde
1748:
Escasearon las lluvias en 1748 y en el año siguiente hubo
tal carestía de maíz, que en Zacatecas llegó a valer la carga sesenta pesos, lo
que originó una miseria espantosa: los pobres abandonaban los pueblos y se
extendían por los campos para alimentarse con nopales y cogollos tiernos de las
palmas. (Pérez Verdía, 1988, p. 352)
Por un lado, podemos afirmar que
tiene sentido que el poema apareciera precisamente en noviembre de aquel año: a
causa del ciclo anual de lluvias en la región en torno a Guadalajara, que
inicia en junio y se prolonga hasta septiembre u octubre, el maíz no estaba
listo para cosecharse sino en noviembre, de modo que comenzaba a llegar a la
ciudad durante diciembre (Van Young, 1989, p. 94). Si a esto añadimos el hecho de
que las sequías venían desde 1748, podemos imaginar que para noviembre de 1750
era doble la carestía: tanto la debida al ciclo anual, que hacía de noviembre
el mes del año en que menos grano recibía la ciudad, como la provocada por las
sequías. Aunque la carestía de maíz de 1785 parece haber sido mucho más extrema
que la de 1750, la descripción que Van Young (1989) hace de aquella ayuda a
poner en perspectiva la gravedad del problema:
El fracaso de la cosecha de maíz de 1785, que siguió a dos
cosechas cortas, no podía dejar de afectar el abasto de granos de la ciudad. A
principios de noviembre era obvio para los funcionarios municipales y reales
que había ocurrido un desastre de grandes proporciones. Las entradas de maíz de
la alhóndiga estaban a cerca de un tercio de su volumen normal en noviembre y
diciembre. Las consignaciones de maíz relativamente pequeñas que dominaban por
lo general el mercado urbano del maíz justo después de la cosecha, estaban
ausentes de forma conspicua reducidas casi a la nada. A mediados de noviembre,
el maíz se estaba vendiendo en Guadalajara a tres pesos por fanega, y los
habitantes más pobres de la ciudad se encontraban ya en situación desesperada.
Para agravar los problemas de abasto de granos de la ciudad, los hambrientos emigrantes
de los distritos rurales empezaron a llegar a Guadalajara en busca de auxilio.
(p. 107)
Por otro lado, hay que señalar que la
crítica al gobierno en ese momento podría estar relacionada también con un
cambio significativo que recientemente se había implementado. Desde 1672, año
en que se había reabierto la alhóndiga o granero público en Guadalajara con la
intención de regular el precio del maíz y obtener mayores impuestos, la
administración de la alhóndiga había estado en manos de particulares:
El cobro seguro de las alcabalas y la idea de tener siempre
alimentos a bajos precios para los pobres, agilizó la reapertura de esa casa en
el mismo lugar que antiguamente funcionó, en la esquina de la calle de San
Agustín, a un costado de las casas de Cabildo. El cobro que se estableció fue
el mismo que en las otras ciudades donde había alhóndiga, es decir, 2 reales
por cada carga de harina introducida y 1 por la de maíz. Los ingresos generados
de ello, se destinarían a la construcción de puentes y a aderezar los caminos.
Una vez funcionando la alhóndiga, el Cabildo de Guadalajara no se hizo cargo de
su administración, sino que subastó el derecho a hacerlo a algún particular,
contando siempre con el visto bueno del presidente de la Audiencia. Para 1688
el arrendamiento anual de la alhóndiga era de 260 pesos al año y ya para 1699
había aumentado a 350 pesos. Todavía en 1718 su administración continuaba en
manos de particulares. (De León Meza, 2016, p. 15)
El cambio significativo se da
justamente en el año 1748, pues a partir de esa fecha la alhóndiga estuvo
administrada directamente por el cabildo (Van Young, 1989, p. 87). Con esto en
mente, cabe imaginar que el ataque de la sátira viniera por parte de aquellos
particulares que ya no tendrían en sus manos la administración de la alhóndiga,
pues se habrían sentido desfavorecidos ante la nueva política.
Esto nos da pie para revisar la
identidad de las personas mencionadas en el poema, pues esos cambios en la
alhóndiga se produjeron bajo el mandato del presidente al que se ataca en el
poema: don Fermín
Echevers Subiza y González, gobernador y capitán general de Nueva Galicia y
presidente de la Real Audiencia de Guadalajara en 1750. Evidentemente, para el
público directo del poema no hacía falta especificar quién era el presidente,
pues todos lo sabían. Fermín Echevers pertenecía a una familia de la nobleza
navarra – su padre fue Antonio de Echevers y Subiza, que había ocupado
cargos importantes en Panamá y en 1724 era capitán general de la Audiencia de
Guatemala –, y seguramente había nacido en Panamá en la última década del
siglo XVII – su
hermano Antonio fue “bautizado en la catedral de Panamá el 17 de abril de 1694”
(Real Academia de la Historia [RAH], 2018a) –. Se sabe que, en 1715, Fermín
acompañó como cadete a su padre en un viaje en barco desde el puerto de
Portobelo (Panamá), pero sufrieron un naufragio.[12] Desde esa época se dedicó al
ejercicio militar, pues en 1725 ya era capitán de la compañía que servía como
guarnición al Real Palacio de la Ciudad de Santiago – la actual Antigua
de Guatemala –, y luego, de 1725 a 1731, fue alcalde del Castillo de San
Juan de Nicaragua.[13] Un año después se embarcó para
España, donde se quedó hasta 1742, año en que emprendió el viaje hacia Nueva
Galicia ya nombrado capitán general y presidente de la Audiencia de
Guadalajara. Tanto el padre de Fermín como el hermano gozaron de una reputación
muy negativa en Panamá y en Guatemala, pues fueron vistos como dirigentes
despóticos y arbitrarios (RAH, 2018a).
Fermín Echevers parece haber llegado
a Nueva Galicia en 1743 y su mandato se extiende al menos hasta diciembre de
1750 o quizás inicios de 1751,[14] momento en que muere (Pérez Verdía,
1988, p. 352).[15] Estos años parecen haber sido poco
trascendentes según lo que se lee en los historiadores que se han ocupado de
esto. De su mandato como tal no se suele decir nada notable salvo los problemas
que hubo: las sequías, la subsecuente escasez de maíz, un terremoto y una
epidemia.[16] Contra el retrato tan negativo de
Echevers en el poema, hay que decir que algunos historiadores del siglo XIX
subrayan cómo apoyó a la población en la medida de lo posible: “En esas
aflictivas circunstancias, tanto el Sr. Echévers como el Illmo. Sr. Gómez de
Parada mostraron muy filantrópicos sentimientos” (Pérez Verdía, 1988, p. 352).
En cuanto al regidor llamado “Mota”
en el poema, se trata de Matías Ángel López de la Mota Padilla (1688–1766),
bien conocido por su libro Historia de la
Conquista del Reino de la Nueva Galicia en la América Septentrional,
mientras que el otro es Juan Antonio Martínez de los Ríos, pues desde 1748 los
podemos ubicar a él y a De la Mota como regidores de la Audiencia, gracias a
García Icazbalceta (1870): “El año de 1748 le comisionó [a Mota Padilla] el
ayuntamiento para disponer, en compañía del regidor D. Juan Martínez de los
Ríos, las fiestas en que había de solemnizar la jura de Fernando VII” (p. 16).
Para la época de De la Mota Padilla, ya era algo frecuente que los cargos de
regidores se compraran – al parecer, antes eran elegidos –, así que
no es sorpresa saber que justamente el famoso historiador había pagado 100
pesos por el cargo de “regidor perpetuo” en mayo de 1746 (García Icazbalceta,
1870, p. 15). El ataque tan frontal y personal contra un regidor perpetuo
permite imaginar que podría provenir de alguien cercano al cabildo que quería
tomar esas funciones, que en palabras del propio De la Mota Padilla (1870) eran
las siguientes:
Y de entre los
regidores se elige procurador, que entiende en la recaudación de propios de la
ciudad, que hoy importan poco más de dos mil pesos, con los que soporta los
gastos de las fiestas de la ciudad, paga de salarios de abogado, escribano,
procurador, portero, maceros y lo demás que se ofrece [...]. Entre dichos
regidores se reparten por turnos las incumbencias de la república, del aseo de
sus calles, del peso de carne y pan, alhóndiga y demás bastimentos, evitar
regatones y cuidar los ejidos. (p. 505)
Sabemos que, cuando De la Mota
Padilla fue regidor, él mismo se hizo cargo del abasto de la carne en
Guadalajara:
Usábase entónces, y mucho despues, que en cada ciudad una
persona obligase á proporcionar la carne necesaria para el consumo de los
vecinos: esto se conocia con el nombre de abasto,
y constituia un privilegio exclusivo en favor de aquel que en hasta pública
ofrecia mayores ventajas a la poblacion. El año de 1747 no se presentó en
Guadalajara postor alguno, por haber sucedido que los que en años anteriores
emprendieron tal especulacion, habian sufrido pérdidas. Propuso entónces Mota
Padilla al ayuntamiento que la corporacion misma corriera con el abasto.
Aprobada la proposicion, se cometió la ejecucion al mismo Mota Padilla, quien
administró el negocio con tanto acierto, que en vez de pérdidas obtuvo la
ciudad una ganancia de más de seiscientos pesos, con lo cual, desengañados los
criadores de ganado, no faltaron ya postores en lo sucesivo. (García
Icazbalceta, 1870, pp. 15–16)
Con ese contexto entendemos que la
tercera estrofa del poema está dirigida seguramente contra De la Mota:
Es muy buen carnicero
y se tira de veras al dinero.
Por los pobres se ve lleno de pesos.
No se tira a los huesos,
¡a la carne (eso sí) qué bien se tira!
Porque va con la mira
de restaurar en breve lo perdido. (vv. 23–29)
Asimismo, el hecho de que los
regidores no tuvieran salario ni propinas (De la Mota Padilla, 1870, p. 333)
permite suponer que estuvieran tentados a aprovechar su puesto en términos
económicos. Por ejemplo, según menciona Van Young (1989), “a principios del
siglo XVII, los seis o siete regidores
perpetuos de la ciudad, todos ellos hacendados prominentes, estaban fijando
los precios de abasto para su propio beneficio, y la situación persistía a
pesar de las reiteradas cédulas reales que prohibían tales arreglos” (p. 65). Y
la falta de recursos es algo que incluso se podría generalizar respecto de toda
la Real Audiencia. En la
obra histórica de De la Mota Padilla, en efecto, no son raras las quejas sobre las penurias
económicas del cabildo. Al hablar del dinero que se produce a partir de la
alhóndiga, afirma:
Y es la razón porque no
sobran efectos para gastos extraordinarios, de componer calles y puentes, ni
para desempeñar fiestas reales, exequias de los reyes, ni aun para sitial,
doseles ni demas adornos, que conduce a la decencia de un Consejo, que es capital
de un reino, y hoy ni aun sala de cabildo tiene, si no es una que ha quedado
entre las ruinas de palacio, y aun esta, está al caer [...]. De aquí se sigue
estar desautorizado tanto, que no hay vecino que apetezca ser regidor. (Mota
Padilla, 1870, pp. 338–39)
Por supuesto, llama la atención que
el autor anónimo del poema se ensañe de tal modo contra Matías de la Mota, muy
conocido y muy elogiado por la historiografía mexicana desde por lo menos el
siglo XIX – entre otras cosas, por las obras públicas de infraestructura
que hizo posibles en Guadalajara y por su importante papel en el ulterior
establecimiento de la universidad.[17] Ciertamente, es posible que De la
Mota sacara algún provecho personal de sus funciones como regidor, como se le
echa en cara en el poema, pero eso es difícil de probar. Podemos, en todo caso,
explicar tal ensañamiento de otro modo, especialmente si tomamos en cuenta sus
gestiones a favor de una universidad en Guadalajara:
La fundación de la Universidad se inscribe entonces en una
de las más audaces estrategias que pretendían impulsar el desarrollo de la
región mediante el establecimiento de instituciones que reforzaran la autonomía
política y económica de los grupos de poder novogalaicos. El papel de gestor
que el licenciado Mota Padilla mantuvo desde el Ayuntamiento fue realmente
significativo para la existencia de educación superior, lo cual repercutió
favorablemente en la región, de donde emigraron jóvenes para estudiar en la
Universidad. Fue su perseverancia lo que hizo que la solicitud de la fundación
fuera retomada en 1758, cuando el Ayuntamiento decidió comisionar a Cortes al
síndico Tomás Ortiz de Landázuri para que presentara en Madrid los informes y
peticiones correspondientes. (Mantilla Trolle, 2019, s. p.)
Justamente en este contexto, es
curioso que en la petición de 1750 de De la Mota Padilla para la fundación de
una universidad en Guadalajara haya un tono algo hostil a los estudios de
teología: “si todos los hijos de estas poblaciones de estos Reinos
vinieran a esta ciudad con mayor
comodidad a estudiar que a la de México, si hubiera Universidad General en que
pudieran elegir facultades según sus inclinaciones, y no vienen sino aquellos
que se aplican al estudio eclesiástico, y a quienes les basta la teología Escolástica y Moral” (Martínez Moya, 2007, p. 6). Esto
se ha interpretado como un llamado para que la universidad se hiciera
propulsora de la ilustración, con énfasis en la jurisprudencia y en la
medicina. Martínez hace hincapié en el espíritu reformista, según el modelo
borbónico, de De la Mota Padilla. ¿Podría ser que el poema viniera de parte del
grupo conservador reacio a las reformas sugeridas por De la Mota Padilla? Si fue
así, tendría sentido que un estudiante de teología lo haya copiado – ¿o
escrito? – con interés.
Acerca de Juan Antonio Martínez de
los Ríos no hay mucha información. Por los documentos conservados en la BPEJ,
sabemos que en 1713 se casó con Mariana de Terrazas y Solórzano,[18] y que en 1715 participó en un
litigio junto con su hermano en torno a la herencia de su padre recién
fallecido.[19] Juan Antonio y su hermano Pedro
demandaron a su propia madre, Andrea Enríquez del Castillo, y al fiador de
ella, Diego José Salmador, para exigirles la suma de 1 560 pesos que se les
debía por la herencia de su padre, pero ella negó rotundamente tener dinero
alguno. A medida que avanzó el proceso, los demandantes se dirigieron
especialmente contra el fiador, aunque este negaba[20] que hubiera bienes en su posesión y
afirmaba que ella había inducido a los hijos a que entablaran la demanda contra
él. El padre había dejado una casa en la calle de San Francisco, que
seguramente no era nada modesta, pues en el folio 42r se afirma “que es en la
que vive el chanciller de esta Real Audiencia”, así que al final Diego José Salmador,
que era mercader y al parecer sí se había quedado con la administración de la
casa, se ve obligado a rematarla para pagarles a los dos hijos.
Lo que se puede sacar en claro del
proceso es que Juan Antonio Martínez de los Ríos venía de una familia tapatía
bien colocada económicamente, así que ese triunfo en el proceso legal solo
habrá sido el inicio de su ascenso económico y político. Para 1743, ya era
alcalde ordinario de primer voto en la Real Audiencia,[21] y como hemos dicho, para 1748 era
regidor. Por la información que da el poema mismo (vv. 63–72), es muy
claro que De los Ríos, en su actividad como regidor, se encargó de los
impuestos, de modo que es fácil imaginar que la población, en una época tan
difícil, le tuviera animadversión, cosa evidente desde el inicio del poema.
Eres desde ab aeterno
destinado garante del infierno.
Allá será mejor
que te vayas a ser mal regidor,
allá tendrás presente
también al presidente. (vv. 5–10)
Respecto del otro personaje llamado
Blas de Escobedo, se trata de un hacendado que al mismo tiempo se desempeñó
como abogado en la Real Audiencia.
Nuestro don Blas
de Escobedo
no se queda muy atrás,
pues junto con don Tomás
son ambos los del enredo,
son los que meten el dedo
para sacar el tostón;
y quiere que sea de león
Escobedo su cabeza
pero por su gran pereza
quedó en cola de ratón. (vv. 91–100)
El apellido Escobedo es llamativo,
pues podría ser que pertenezca a la familia Escobedo y Daza, que era una de las
20 familias que conformaban la oligarquía de Guadalajara (Gutiérrez Lorenzo y
García Corzo, 2016, p. 696). En todo
caso, lo que se sabe con certeza gracias a investigaciones de Zúñiga Vargas
(2007, pp. 94–95) es que Blas de Escobedo fue dueño de la hacienda de
Copala, justamente una hacienda ganadera a las afueras de Guadalajara (Zúñiga
Vargas, 1997, p. 209), y que no escatimó recursos cuando vio la posibilidad de
acrecentar sus propiedades. Zúñiga Vargas (2007, pp. 94–95), por ejemplo,
relata cómo De Escobedo trató infructuosamente de apropiarse del rancho San
Nicolás.
Por cierto, Blas de Escobedo y De la
Mota tenían una relación, si no amistosa, por lo menos derivada de sus
funciones en la Real Audiencia. La Conquista
del Reino de la Nueva Galicia, aunque escrita en 1742, se publica de hecho
en 1748, durante el mandato de Fermín Echevers y Subiza. Según la cédula real
que se imprimió al inicio de la obra, el rey de España pedía que se le enviaran
“por duplicado trasuntos de ella, con informes y censuras de los sugetos mas
inteligentes y doctos de esa ciudad y provincia” (De la Mota Padilla, 1870, p.
3). Así, se anexan las aprobaciones a la obra por parte de Martín de Blancas,
oidor de la Real Audiencia de Nueva Galicia; el fraile agustino Miguel Flores,
maestro en sagrada teología, y Juan Antonio Jiménez y Sámano, catedrático del
Colegio de San José. Justo después de sus aprobaciones, se imprimen las
palabras del “abogado fiscal” (De la Mota Padilla, 1870, pp. 7–8), que es
precisamente el licenciado Blas José de Escobedo, quien hace constar que ya se
cumplió con lo que pedía la cédula real; esto es, que hubiera censores
calificados y que se remitieran copias de la obra a España, asunto cuyo gasto
lo cubrió el propio Matías de la Mota. Por supuesto, siendo De Escobedo tanto
un hacendado como abogado fiscal en la Audiencia, no es difícil imaginar que
usara su puesto político para sacar provecho económico.
El ataque en el poema hacia Blas de
Escobedo, en suma, nos hace constatar que en la población tapatía había
consciencia acerca de la colusión entre funcionarios y hacendados. Sin embargo,
hay que admitir también que un ataque tan personal como este podría no estar
dirigido contra esa colusión en general, sino contra ese funcionario en
específico, pues de él se subraya sobre todo su vana presunción. Así, podríamos
imaginar a otro hacendado insatisfecho que no se sintió favorecido por el
cabildo y quiso usar la sátira para desprestigiarlo y asumir él mismo esos
privilegios.
Otro personaje histórico aludido en
el poema es don Tomás Ortiz de Landázuri y Arriaga (1722–1777), quien era
un noble español que había llegado en 1743 a Nueva Galicia acompañando como
secretario al coronel Fermín de Echevers y Subiza:
En 1746 acompañó al dicho gobernador a la costa de Matachén
en el Mar del Sur para precaver eventuales correrías de corsarios holandeses y [...]
no sólo impidió el comercio que pretendían los holandeses, sino también les
rechazó militarmente. Pasó luego al restablecimiento de las alcabalas a la
Nueva Vizcaya e inmediatamente después, en 1747, se le confió el empleo de
corregidor, juez de minas y mineros y teniente de capitán general de Zacatecas,
que sirvió durante dos años al cabo de los cuales pasó a la ciudad de México a
entender en la conclusión de un largo expediente que se había iniciado sobre el
abasto de la ciudad de Zacatecas. Regresó a Guadalajara donde era propietario
de la escribanía de cámara de su Real Audiencia y en el año de 1756 fue elegido
alcalde ordinario de Guadalajara, de cuyo Cabildo era regidor perpetuo y fue
elegido como su procurador mayor y pasó a los Reinos de España en 1759. (RAH,
2018b)
Ortiz de Landázuri, quien tendría
una trayectoria notable con el paso de los años – para 1767 llegaría a
ser contador general de Indias –, entre 1749 y 1750 fue fiscal general de
la Real Audiencia de Guadalajara, pues así firma una gran cantidad de
documentos conservados en dos expedientes donde se registraban los
nombramientos de alcaldes mayores, corregidores, étera.[22]
El último personaje es alguien
apellidado Varo (v. 38), pero no ha sido posible identificarlo. En todo caso,
queda claro el señalamiento que hace el poema: para nombrar a tal o cual
persona como alcalde, podía haber motivos que no aparecieran en los documentos
oficiales de la Real Audiencia. Recuérdese que los alcaldes ordinarios se
dedicaban especialmente a la impartición de justicia, así que era un puesto de
importancia.
En suma, el poema responde a cierta
insatisfacción en torno al desempeño corrupto de los funcionarios de la Real
Audiencia de Guadalajara. Es posible, por supuesto, que tanto los regidores –
De la Mota Padilla y Martínez de los Ríos – como el presidente –
Echevers Subiza –
no hubieran hecho nada en particular que fuera distinto de sus predecesores,
pero es evidente que, si obraron igual que estos, deben de haber favorecido a
la oligarquía hacendera de la región. Si a esto añadimos las duras condiciones
de los años entre 1748 y 1750 – i.e., la epidemia, el terremoto,
las sequías y la consecuente escasez de maíz, los problemas con el abasto de la
carne y el enriquecimiento de unos cuantos –, podemos imaginar el clima
de insatisfacción en el que un poema así apareció. A falta de más indicios, es
difícil calibrar qué tan generalizada en la población fue esa insatisfacción,
pero por lo menos fue la suficiente como para que “saliera a la luz” el poema y
luego un estudiante de teología lo copiara con interés.
Ahora bien, hay algunas consideraciones
que también nos permiten sospechar que quien lo haya escrito lo hizo no solo a
causa de tal insatisfacción, sino para echar mano de ella para encender los
ánimos contra personas concretas. Si se considera que la población a la que
habrían afectado directamente los problemas del abasto de carne era la que
tenía cierto estatus económico – el suficiente para poder compararla o
consumirla –, podemos concluir que el autor anónimo provenía de cierta
posición de privilegio y que optó por la sátira para que sus críticas se esparcieran
más fácilmente – señalando el problema con el maíz, que sí afectaba a
todos. La misma aparición del poema, seguramente de manera escrita en un
contexto con tan alto analfabetismo, refuerza la idea de que su factura no es
enteramente popular – otro indicio es la locución latina ab aeterno
que se usa en el verso 5. Si a esto se añade que uno de los recursos preferidos
de la sátira de la época era “encubrir el sentimiento de agravio personal o
gremial haciéndolo pasar como si se tratara de indignación social generalizada”
(Terán Elizondo, 2015, p. 51), entonces podemos imaginar al autor anónimo como
alguien cercano o bien al medio eclesiástico o conventual, y de ahí el ataque a
De la Mota. También puede ser alguien cercano al mismo cabildo – e.g.,
algún funcionario que se sintió desfavorecido –, o bien al círculo
hacendario agropecuario – e.g., alguien a quien se le quitaron
privilegios.
Sobre esta última posibilidad, lo
cierto es que el indicio no es solo el ataque a De Escobedo, sino también a De la
Mota. Si se le está reprochando a De la Mota Padilla que se enriqueció al
hacerse cargo del abasto de la carne, lo cierto es que en el poema hay una clara exageración al decir que “por los pobres se ve lleno
de pesos” (v. 27). Se habrá enriquecido, en todo caso, a expensas de los
hacendados productores de carne, y esos están muy lejos de ser los pobres.
De cualquier modo, estamos ante un
caso curioso y desconocido de crítica directa a las personas en el poder
durante el Virreinato en la Nueva Galicia.[23] Es un ejemplo valioso acerca de la
mentalidad de la población virreinal, que cada vez estaba más acostumbrada a
criticar abiertamente a las autoridades, algo que no es un indicio menor de lo
que sobrevendría décadas más tarde, cuando la crítica ya sea al gobierno en
general, pues, como ya sugería Ortega y Gasset (1955), “de lo que hoy se
empieza a pensar depende lo que mañana se vivirá en las plazuelas” (pp. 28–29).[24]
Propuesta
de edición modernizada del poema[25]
Estos siguientes versos salieron a
luz el día doce de noviembre del año de mil setecientos y cincuenta:
Conocido te tienen
ya
los tapatíos.
Quien
no te conociere,
que
te compre, Ríos.[26]
Eres
desde ab aeterno 5
destinado
garante del infierno.
Allá
será mejor
que
te vayas a ser mal regidor,
allá
tendrás presente
también
al presidente. 10
Seguirá
su derrota[27]
el
tirano de Mota,
que
los tres en camada
son
tres gañanes de la vida airada.
Los
tres se han congregado 15
y
tienen el lugar tiranizado.
Por
los tres es la calma,
enemigos
los tres de cuerpo y alma.
Ya
no lo es el demonio:
mayor
se ha declarado Juan Antonio. 20
Ni
lugar tiene el mundo,
Mota
se ha declarado sin segundo,
con
que de este tridente
tiene
el tercer lugar el presidente.
Es
muy buen carnicero[28] 25
y
se tira de veras al dinero.
Por
los pobres se ve lleno de pesos.
No
se tira a los huesos,
¡a
la carne (eso sí) qué
bien se tira!
Porque
va con la mira 30
de
restaurar en breve lo perdido.
Fácil
lo ha conseguido
porque
el uno y el otro cirineo[29]
le
han salido a medida del deseo.
No
hicieran los judíos 35
lo
que hace el presidente, Mota y Ríos,
que
sólo dan amparo
a
los que son champurros[30] como el Varo,[31]
que
lo hicieron alcalde,
pero
no lo hicieron muy de balde, 40
que
es debido el decoro
porque
su hija es bonita como el oro.
¿Y
qué diremos de Mota,
que
procura con esmero
al
rico que largue[32] el cuero, 45
y
al pobre que ande en pelota?
¿Para
qué ha de venir flota
si
este hombre nos aniquila?
Pues
con el modo que estila
piensa
que gobierna y cela,[33] 50
y
esto es estar a la vela
porque
luego despabila.[34]
Tres puercos en este país
en
este año se han cebado
y
los tres han engordado 55
aun
con la escasez de maíz.
Los
tres son de un mismo jaez,
criados
con el maíz de Ameca
y
aunque qué larga es la seca
y
escaso de agua el verano, 60
como
se tiran al grano
han
criado mucha manteca.
Temprano Ríos en la plaza
cuidando
de todo está.
Él
a todo tasa da 65
y
a él nadie le pone tasa.
Todo
por sus ojos pasa
sin
que pase de sus ojos,
pues
con injustos despojos
todo
se le queda en casa. 70
Deja
al pobre en la pelaza[35]
sin
más caudal que los piojos.
¡Qué
bueno que está el gobierno
del
presidente! En los trazos
de
Mota y Ríos, que son lazos 75
que
lo llevan al infierno.
Allí
sí será eterno.
Y
Escobedo, tu asesor,
Landázuri
estafador
y
otros de tu pertinencia, 80
que
allá han de tomar audiencia
y
Ríos va de regidor.
Ríos, si quieres preferir
y
la ciudad gobernar,
te
puedes ir a cagar, 85
que
es el perfecto regir.[36]
Mota
te puede seguir
si
tiene ganas de obrar,
que
también del muladar
es
Mota buen regidor 90
y
también gobernador,
que
suele el vientre llamar.
Nuestro don Blas de Escobedo
no
se queda muy atrás,
pues
junto con don Tomás 95
son
ambos los del enredo,
son
los que meten el dedo
para
sacar el tostón;[37]
y
quiere que sea de león
Escobedo
su cabeza 100
pero
por su gran pereza
quedó
en cola de ratón.[38]
Perdida está la Galicia
con
dos malos regidores.
Por
ellos son los rigores 105
de
la divina justicia.
Por
su infinita malicia
hay
tanta calamidad,
muchísima
enfermedad
de
tabardillos[39] y fríos, 110
que
son juntos Mota y Ríos
la
hambre y la necesidad.
Lista
de referencias
Archivos
AGI – Archivo General de Indias. Sevilla, España.
BPEJ – Biblioteca Pública del Estado de Jalisco “Juan
José Arreola”. Guadalajara, México.
Literatura
secundaria
Calvo, T. y
Regalado Pinedo, A. (Eds.). (2016). Historia
del Reino de la Nueva Galicia. Guadalajara: Universidad de Guadalajara.
Castaño, A.
(2012). Parodia política y oración: glosas mexicanas al Padrenuestro (de la
Colonia a nuestros días). iMex. México
Interdisciplinario. Interdisciplinary Mexico, 2 (3), 11–32.
Recuperado el 20 de mayo de 2022, de https://www.imex-revista.com/wp-content/uploads/Glosas_mexicanas_AC.pdf
Dávila Garibi, J.
I. (1943). Algunas disquisiciones acerca del vocablo “Tapatío”. Filosofía y Letras. Revista de la Facultad
de Filosofía y Letras, 4
(11), 91–110.
De la Mota
Padilla, M. (1870). Historia de la
conquista de la provincia de la Nueva Galicia. Guadalajara: Imprenta del
Gobierno.
De León Meza, R.
(2016). La administración del comercio de Guadalajara a finales del siglo XVII.
Estudios Jaliscienses, 103, 5–16.
García
Icazbalceta, J. (1870). El Lic. D. Matías de la Mota Padilla. Noticias
biográficas. En M. de la Mota Padilla (Ed.), Historia de la Conquista de la Provincia de Nueva Galicia (pp. 13–19). México: Sociedad
Mexicana de Geografía y Estadística.
González Casanova,
P. (1951) La sátira popular de la ilustración. Historia Mexicana, 1 (1), 78–95. Recuperado el 18 de
mayo de 2022, de https://historiamexicana.colmex.mx/index.php/RHM/article/view/437
Gutiérrez Lorenzo,
M. P. y García Corzo, R. V. (2016). Influencias ilustradas: reformas y
transformaciones. En T. Calvo y A. Regalado Pinedo (Eds.), Historia del Reino de la Nueva Galicia (pp. 681–718). Guadalajara: Universidad de Guadalajara.
Mantilla Trolle,
M. (2019). Matías de la Mota Padilla y el proyecto de universidad para Guadalajara
en la Nueva Galicia. Diálogos sobre
educación. Temas actuales en investigación educativa, 19 (18). Recuperado el 16 de marzo de 2022, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2007-21712019000100003
Martínez Moya, A.
(2007). Mota Padilla: el texto como parteaguas. Breve historia de la
configuración de un ideal universitario en 1750. IX Congreso de Investigación Educativa. Área temática 9. Historia e
Historiografía de la Educación. Mérida, Yucatán. Recuperado el 19 de abril de 2022, de http://www.comie.org.mx/congreso/memoriaelectronica/v09/ponencias/at09/PRE1181761269.pdf
Miranda, J. y
González Casanova, P. (1953). Sátira
anónima del siglo XVIII. México: Fondo de Cultura Económica.
Navarro Tomás, T.
(1972). Métrica española. Reseña histórica y descriptiva. Madrid:
Ediciones Guadarrama.
Noceda, I. y De
San Lúcar, P. (1754). Vocabulario de la lengua tagala. Manila: Imprenta
de la Compañía de Jesús.
Olveda, J. (2000).
Guadalajara. Abasto, religión y
empresarios. Guadalajara: El
Colegio de Jalisco.
Ortega y Gasset, J. (1955). El tema de nuestro tiempo. Madrid:
Espasa-Calpe.
Palomo Sousa, C.
(2006). El corregidor de Zacatecas, D. Tomás Ortiz de Landazuri, y los
conflictos de intereses en el abasto de carnes de dicha ciudad (1747–1748). En J.
J. Sánchez Baena y L.
Provencio Garrigós
(Eds.), El Mediterráneo y América:
Actas del XI Congreso de la Asociación Española de Americanistas (vol. 1, pp. 109–25). Murcia: Editora Regional de
Murcia.
Pérez Verdía, L.
(1988). Historia particular del estado de
Jalisco (vol. 1). Guadalajara: Universidad de
Guadalajara.
Pezzat Arzave, D. (1990). Elementos
de paleografía novohispana. México: Universidad Nacional Autónoma de
México.
Real Academia Española-RAE. (1726–1739).
Diccionario de Autoridades.
Recuperado de https://apps2.rae.es/DA.html
Real Academia
Española-RAE. (2021). Diccionario de la lengua española. Recuperado de https://dle.rae.es/
Real Academia de
la Historia-RAH. (2018a). Antonio de Echevers y Subiza (breve biografía).
Recuperado el 11 de mayo de 2022, de https://dbe.rah.es/biografias/78898/antonio-de-echeverz-y-subiza
Real Academia de
Historia-RAH. (2018b). Tomás Ortiz de Landázuri y Arriaga (breve biografía).
Recuperado el 9 de abril de 2022, de https://dbe.rah.es/biografias/75342/tomas-ortiz-de-landazuri-y-arriaga
Rodríguez
Valencia, M. L. (2012). Antología y
estudio de sátiras menipeas novohispanas del siglo XVIII. Tesis doctoral
no publicada. Universidad de Salamanca, España. Consultado el 20 de mayo de
2022 en: https://gredos.usal.es/bitstream/handle/10366/121416/DLEH_RodriguezValenciaML_Tesis.pdf;jsessionid=9EA1598561E65A7BAD2AB76B3DAB2EF7?sequence=1
Santamaría, F. J.
(2000). Diccionario de Mejicanismos (6ta edición). México: Porrúa.
Terán Elizondo, M. I. (2015). La
sátira y otras formas de crítica o subversión en la literatura novohispana.
México: Factoría Ediciones.
Van Young, E. (1989). La economía rural de la región de
Guadalajara, 1675–1820. México: Fondo de Cultura Económica.
Zúñiga Vargas, F.
(1997). La hacienda de Copala: notas para su historia. Estudios del Hombre, 6,
207–28. Recuperado el 23 de marzo de 2022, de http://148.202.18.157/sitios/publicacionesite/pperiod/esthom/esthompdf/esthom6/207-218.pdf
Zúñiga Vargas, F.
(2007). El pueblo indígena de Zoquipan y la presión sobre la tierra, siglos
XVIII y XIX. En R. Rojas Paredes y L. Vázquez León (Eds.), Indígenas e indigenismo en el occidente de México. Antología del
primer Coloquio sobre Pueblos Indígenas e Indigenismo en el Occidente de México
(pp. 93–102).
Guadalajara: Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos
Indígenas/Instituto de Gestión y Liderazgo Social para el Futuro/Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología
Social-Occidente/Universidad de Guadalajara.
[1] Agradezco a los
dictaminadores de este artículo, quienes contribuyeron mucho a evitar errores y
mejorarlo sustancialmente.
[2] BPEJ, Acervo Histórico, colección de Manuscritos,
Manuscrito 115, 1750, Anónimo, fol. 80v. En adelante, BPEJ, Ms. 115.
[3] No
es claro si ‘tapatío’ se refiere únicamente a alguien de Guadalajara o de Nueva
Galicia, pero vale la pena destacar que podría ser el caso más antiguo
registrado de este vocablo en su acepción de gentilicio, y no solo para
referirse a los tapatíos como las
unidades de moneda que estaban conformadas por tres bolsas de diez granos de
cacao cada una, cuya referencia más antigua es fray Francisco Ximénez, en su
libro Naturaleza y Virtudes de las Plantas
de Nueva España, de 1615.
Dávila Garibi (1943) afirmaba que los testimonios más antiguos de tapatío como gentilicio los había
encontrado en impresos de 1824, y añadía: “Muy interesante sería conocer el
primer manuscrito en que se llama tapatío
al nativo de Guadalajara. Centenares, por no decir que millares de
documentos de la época virreinal he leído con ese objeto, sin haber encontrado
en alguno de ellos la palabra en cuestión” (p. 102).
[4] La comedia inicia en el fol. 136v, es anónima y se titula
“Comedia nueva y famosa, Amor iguala distancias entre Lucinda y Belardo”. Es de
clara inspiración lopesca. También se conoce un testimonio impreso en Barcelona
en 1701.
[5] BPEJ, Ms. 115, fol. 82v.
[6] Esas
son las dos únicas fechas que he podido localizar en el manuscrito en cuestión.
[7] Otra posibilidad es
que el poema tenga una fecha tan específica porque respondió a un hecho
concreto que sucedió en ese momento, pero, como se verá al abordar el contexto
histórico, no es claro cuál sería ese hecho. Lo más que hemos logrado ha sido
hacer comprensible que apareciera hacia finales de 1750.
[8] Cito el poema
agregando solo el número de verso. El texto completo ya editado se puede
consultar al final de este artículo.
[9] No es este el lugar
de juzgar la calidad del poema o la versificación, pues fijar esos parámetros
es, en mi opinión, algo injusto para un texto cuya finalidad esencial no es la
excelencia literaria, sino el escarnio público. Sería más útil, en todo caso,
determinar la efectividad o no de los recursos satíricos para lograr esos propósitos.
Al final de este artículo, en la edición del poema, se verá que se señalan
algunos de esos recursos típicos. La rima y la versificación del poema, desde
este punto de vista, con su énfasis en rimas consonantes pareadas, son un medio
claro para lograr una memorización más fácil, mayor difusión y más impacto en
la mofa. El lector juzgará al final entonces si todo eso es efectivo o no, pero
al menos podemos afirmar que bastó para que alguien lo transcribiera en el
manuscrito y por lo tanto se conservara.
[10] “¿A quién se asemeja Fuero? / En la crueldad a Nerón, / en
la dureza a faraón, / en lo perruno al Cervero, / en beber vino a Lutero, / en
sentencias a Cayfás, / en ladrón a Barrabás, / en el rigor al demonio, / en
chingar a un matrimonio, / y en sus injusticias a Anás” (citado en Rodríguez
Valencia, 2012, p. 44).
[11] “En 1569, los oidores de la Audiencia de Guadalajara y
algunos particulares fueron acusados de sacar de la ciudad el maíz con el que
pagaban los tributos, con la finalidad de venderlo más caro” (Olveda, 2000, p.
27).
[12] En una relación de méritos conservada en el Archivo General
de Indias (AGI), se destaca su “valor y celo al real servicio” para proteger el
tesoro real que llevaba la flota. AGI, Indiferente, 145, núm. 100: “Méritos.
Fermín Echevrs y Subiza”, fol. 1r.
[13] AGI, Indiferente, 145, núm. 100: “Méritos. Fermín Echevrs y
Subiza”, fol. 1v.
[14] AGI, Contratación, 5485, N. 1, R. 21.
http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/159914?nm
[15] Pérez Verdía (1988) afirma que su mandato fue solo de tres
años, de 1747 a finales de 1750, pero es claro, por el documento de la Casa de
Contratación en Sevilla (AGI, Contratación, 5485, N. 1, R. 21), que Fermín
Echevers ya había sido nombrado capitán general desde el momento en que zarpa
hacia América, en abril de 1742. Tomando en cuenta ese documento, parece
plausible suponer que para 1743 ya estaba en Nueva Galicia, aunque no lo he
podido corroborar.
[16] Pérez Verdía (1988) cuenta que el 22 de octubre de 1749 se
sintió un terremoto muy fuerte en Guadalajara que hizo que se desplomara la
cúpula del Sagrario, y hubo una epidemia en la cual “murieron nueve mil niños”
(p. 351).
[17] Así lo describía García Icazbalceta (1870): “Mota Padilla,
hombre íntegro y piadoso, abogado instruido, magistrado recto, repúblico
insigne, historiador estimable, honra a su patria Guadalajara, y a toda la
nación” (p. 31)
[18] BPEJ, Acervo Histórico, Archivo de la Real Audiencia, ramo
civil, caja 30, exp. 14, prog. 408, fol. 2r.
[19] El expediente del proceso legal se conserva completo y
rebasa los 80 folios. BPEJ, Acervo Histórico, Archivo de la Real Audiencia, ramo
civil, caja 30, exp. 14, prog. 408.
[20] BPEJ, Acervo Histórico, Archivo de la Real Audiencia, ramo
civil, caja 30, exp. 14, prog. 408, fols. 19r–19v.
[21] BPEJ, Acervo Histórico, Archivo de la Real Audiencia, ramo
criminal, caja 75, exp. 10, prog. 1233.
[22] BPEJ, Acervo Histórico, Archivo de la Real Audiencia, ramo
civil. Los documentos de 1749 están aquí – mezclados con otros años: caja
446, prog. 7358, exp. 10; los documentos de 1750, más abundantes, están aquí:
caja 322, prog. 4649, exp. 1.
[23] Los
poemas de esta naturaleza solían ser perseguidos y sancionados por las
autoridades civiles o eclesiásticas, y cabría imaginar que nuestro poema no fue
la excepción, pero no he logrado encontrar ningún proceso legal entablado a
raíz de su difusión, algo que sin duda arrojaría más luz sobre su contexto.
[24] Hablando de la clara continuidad entre la sátira del XVIII y
la del XIX, González Casanova (1951) afirmaba: “La función que cumplió
en la Independencia nuestra literatura popular fue enorme. Representa, en
poesía, lo que hoy es la prensa de oposición en prosa. Representa, también, un
aspecto muy importante de nuestra psicología política, que es de un
escepticismo satírico permanente o, por lo menos, cíclico” (p. 95).
[25] BPEJ, Ms.
115, fols. 80v–82v. Esta
es una “transcripción modernizada” (Pezzat Arzave, 1990, p. 49) del poema, de
modo que he puesto todas las grafías según los criterios actuales – e.g.,
uso de la zeta o la be y la uve –, he modernizado el uso de mayúsculas y
minúsculas, y he agregado a la derecha el número de verso para permitir una
citación más cómoda del poema. No he tenido que desatar abreviaturas, pues no
las hay en el manuscrito. También he modificado ligeramente la puntuación
– siguiendo las pautas actuales – con la finalidad de hacerlo más
comprensible para el lector moderno; prácticamente en ningún caso salvo el
verso 4 hubo problemas de interpretación según cómo se lea la puntuación. Se
han añadido notas explicativas – sobre todo, referentes al léxico –
con miras a facilitar la comprensión del poema a un lector moderno.
[26] El Diccionario de
Autoridades (Real Academia Española [RAE], 1726–1739) menciona el
refrán “Quien no te conoce te compre”, y explica que “se suele usar para dar a
entender que se ha conocido el engaño que se venía a ejecutar”. La idea es que
las mentiras de alguien no se ven como tales a primera vista, pero que basta
conocer a esa persona para reconocerlas. Estos primeros cuatro versos están
escritos en el manuscrito como si fueran prosa, pero es evidente que sí tienen
una estructura rítmica. Por otra parte, en el manuscrito no está la coma del
vocativo en “que te compre, Ríos”, pero parece la lectura más plausible; si se
lee como “que te compre Ríos”, entonces debemos entender que el “tú” al que se
dirigen estos versos es el otro regidor, De la Mota, a quien De los Ríos sí
conocerá porque son igualmente corruptos.
[27] La acepción antigua de ‘derrota’ es la de camino
o rumbo (RAE,
1726–1739).
[28] Entiéndase en doble sentido – recurso típico de las
sátiras: carnicero tanto porque se
dedica al abasto de carne, como porque es cruel y despiadado, que es un sentido
metafórico frecuente en esa palabra.
[29] Aunque se lee “Sirinéo” en el original, parece que debemos
leer “cirineo” – i.e., persona que ayuda a otra –, que se usa por alusión a Simón
Cirineo, quien ayudó a Jesús a cargar la cruz hacia el calvario. Se entiende
entonces que ese “carnicero” – seguramente De la Mota Padilla – se enriqueció con
la ayuda de los otros dos, que fueron como cirineos suyos. Si nuestra lectura
es correcta, esto es entonces otro indicio del seseo en el habla tapatía de
mediados del XVIII.
[30] ‘Champurro’ está registrado en el Diccionario de
Mejicanismos de Santamaría (2000, p. 353) como sinónimo de champurrado, la bebida. Sin embargo,
dado que aquí no parece tener ese sentido, quizás hay que buscarlo en la
etimología más aceptada de champurrado:
vendría del verbo champurrar,
que equivale a chapurrar, que
es “mezclar un licor con otro” o “hablar una lengua con dificultad o cometiendo
errores”. Siguiendo esta etimología, en el poema, donde claramente es un
insulto, se referiría a personas incultas que no sabrían hablar bien. Ahora
bien, también está en aquella época esta explicación de la palabra ‘champurro’: “mezcla, entretejer cosas
de diferentes géneros, buenas razones con malas” (Noceda y De San Lúcar, 1754,
p. 475). Desde este punto de vista, entonces, una persona champurra es quien
confunde lo bueno con lo malo, algo cercano a embustero.
[31] No ha sido posible determinar la identidad exacta de este
personaje. Aunque anómalo, el apellido Varo no era totalmente ajeno a la Nueva
España de la época, pues era bien conocido el franciscano Andrés Varo, que
residía en Nuevo México a mediados del siglo XVIII. En todo caso, al sugerir
paradójicamente que “con el debido decoro” hicieron alcalde a Varo por estar
interesados en su bella hija, es evidente que el poema está explotando los
rumores o habladurías que podían ser bien conocidos para los tapatíos de la
época.
[32] ‘Largar’ es
lo mismo que aflojar o soltar (RAE, 2021), así que parece
que “largar el cuero” es casi como nuestro moderno “aflojar la lana”.
[33] Léase ‘celar’ con
uno de los sentidos más comunes en la época: cuidar.
[34] Una de las acepciones de ‘despabilar’ en la época es robar o hurtar. Entiéndase aquí también como un juego
de palabras en relación con “estar a la vela”, pues despabilar en sentido estricto es quitarle el
pabilo a una vela.
[35] La palabra ‘pelaza’ significaba “pendencia, riña o
disputa” (RAE, 1726–1739), pero por el contexto parece que también se
puede relacionar con los piojos: quedaban solo con sus pelos; es decir, sin
nada.
[36] Una de las acepciones de ‘regir’ en la época es “traer bien
gobernado el vientre”, como dice el Diccionario
de Autoridades (RAE, 1726–1739);
es decir, evacuar de manera natural. Obsérvese cómo más adelante ‘obrar’ tiene un sentido cercano, que
de hecho sí se ha mantenido hasta el español moderno. Los equívocos de carácter
escatológico son también un recurso típico de las sátiras.
[37] Alusión al conocido refrán
“meter hilo para sacar hebra”. Es otro recurso muy común en las sátiras: usar
las expectativas del lector, que ya conoce los refranes, para cambiarlos y
adaptarlos a los fines satíricos del texto.
[38] Alusión al refrán “Más vale ser
cabeza de ratón que cola de león”. Escobedo ni siquiera llegó a “cabeza de
ratón”.
[39] “Enfermedad peligrosa, que consiste en una fiebre maligna,
que arroja al exterior unas manchas pequeñas como picaduras de pulga, y à veces
granillos de diferentes colores” (RAE, 1726–1739).