La historia ambiental de la guerra es un campo que se ha desarrollado en el mundo anglófono durante los últimos años, y se ha centrado en el entendimiento de las relaciones socioambientales en ambientes violentos. Dentro de sus fenómenos de estudio, destacan las guerras mundiales, que en buena medida tienen gran atención por sus repercusiones globales. No obstante, Latinoamérica permanece alejada de este debate, salvo algunas excepciones. En este sentido, el presente texto ofrece un balance que busca identificar líneas de investigación, conceptos y métodos que contribuyan a la constitución de una historiografía que responda a las realidades y preocupaciones propias de la región. Entre estas particularidades se encuentran los conflictos armados internos caracterizados por la insurgencia guerrillera contra regímenes autoritarios o dictatoriales, las llamadas guerras ‘sucias’, y las guerras contra el narcotráfico. De estos conflictos se desplegaron enfrentamientos armados de mediana duración que, a su vez, adquirieron una importante influencia geopolítica.
The environmental history of war is a field that has developed in the English-speaking world in recent years, and has focused on understanding socio-environmental relationships in violent environments. Among its study phenomena, world wars stand out, which to a large extent receive great attention due to their global repercussions. However, Latin America remains far from this debate, with some exceptions. In this sense, this text offers a balance that seeks to identify lines of research, concepts, and methods that contribute to the constitution of a historiography that responds to the realities and concerns of the region. Among these particularities one can find internal armed conflicts characterized by guerrilla insurgency against authoritarian or dictatorial regimes, the so-called 'dirty' wars, and wars against drug trafficking. From these conflicts, medium-duration armed confrontations developed, which, in turn, acquired an important geopolitical influence.
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- Latinoamérica;
- violencia.
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Introducción
Latinoamérica es una región caracterizada por sus múltiples fenómenos bélicos que datan desde el siglo XIX con las guerras de independencia contra la Corona española, las diversas incursiones imperialistas de las potencias europeas a lo largo del siglo XIX e inicios del XX, pasando por el terrorismo de Estado promovido por Estados Unidos durante la Guerra Fría, el surgimiento de guerrillas socialistas, operaciones contrainsurgentes, así como las guerras contra el narcotráfico en países como Colombia y México. A pesar de este abundante pasado y presente violento, la historiografía ambiental permanece al margen del estudio de dichos procesos.
Si bien hay estudios clásicos como El Intercambio Transoceánico de Alfred Crosby (1991) que analizan periodos como la conquista-colonización del continente, son pocos los casos en los que se considera la guerra como objeto de estudio. Algunas excepciones son las de Christopher Boyer (2012, 2017) y su análisis sobre los bosques mexicanos y la producción forestal durante la Segunda Guerra Mundial. Por otro lado, Stephen Cote (2013) explora las condiciones ambientales, epidemiológicas, geopolíticas y energéticas de la guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay. En Cuba, Mikael Wolfe (2022) mira desde la historia ambiental la revolución cubana, la incursión en Sierra Maestra y las relaciones que tejieron con otros sectores de la insurgencia en otros ambientes de la isla, como los llanos. En Perú, Javier Puente (2018, pp. 176-78) observa las condiciones geográficas, agrarias y climáticas - e.g., el fenómeno El Niño en 2017 - en el surgimiento y desarrollo de Sendero Luminoso, ya que sus efectos se reflejaron en una crisis en el campo que contribuyó al crecimiento del grupo comandado por Abimael Guzmán - el cual formaría parte importante en el conflicto armado interno de la nación andina por su deriva militarista, acoso a las comunidades controladas y brutal represión estatal.
Al respecto, considero que el estudio histórico-ambiental de las guerras tiene un importante valor historiográfico y social. En el primer caso, Latinoamérica ha estado envuelta de manera directa en conflictos entre Estados vecinos, como en las guerras del Chaco, del Pacífico entre Chile y Perú, así como en invasiones de potencias durante el siglo XX, como Gran Bretaña en Las Malvinas y Estados Unidos en el Caribe, además de aquellas en las cuales actuó como ‘asesor’- e.g., el caso de la Operación Cóndor -. Por otro lado, nuestra región se integró en conflagraciones mundiales como las guerras, tomando un papel de proveedor de materias primas y mano de obra, así como tablero de ajedrez en la querella entre la Unión Soviética y Estados Unidos.
En países como Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Cuba, Guatemala, Perú, Uruguay y demás naciones latinoamericanas emergieron guerrillas marxistas que optaron por la lucha armada debido a situaciones que iban desde el autoritarismo hasta las dictaduras militares. Muchas de estas organizaciones buscaron en los montes y selvas refugio, además de bases de apoyo que contribuyeran a su lucha. Asimismo, desde los años setenta del siglo XX, Estados Unidos desplegó una serie de esfuerzos antinarcóticos como la Operación Cóndor en el noroeste mexicano; hecho que está envuelto en violaciones a los derechos humanos y el ecocidio. Este operativo, al menos en el caso de México, inició la guerra contra el narcotráfico, proceso que puede ser señalado como de una mediana duración ‘braudeliana’ (Bonada, 2023, p. 249). Cabe subrayar entre las principales características de las guerras recientes en la región, la condición de conflictos armados internos que tienen sus altibajos respecto de la violencia, pero difícilmente se puede considerar como concluidos.
El valor social de la historia ambiental de la guerra en Latinoamérica radica en la identificación de las causas de las insurgencias marxistas, muchas de las cuales tienen un fuerte matiz ambiental debido a la búsqueda del control territorial por parte del Estado y las violaciones a los derechos humanos, así como la devastación ambiental que empleó para lograr su objetivo. Del lado del narcotráfico, están ejemplos del caso colombiano en el que la frontera verde de la hoja de coca se expande hacia reservas naturales y selvas, mientras que, en México, el crimen organizado controla regiones enteras como el Triángulo Dorado,1 Tierra Caliente en Michoacán y Guerrero, así como diversas sierras guerrerenses.
Al ser una corriente historiográfica con trabajos dispersos en los que no se nombra un objeto de estudio o problemática común - como lo puede ser la historia ambiental urbana, animal, de los desastres naturales, entre otras -, esta propuesta pretende abonar al desarrollo de un área de análisis que sería la guerra. Para ello, el objetivo de este ejercicio es una revisión historiográfica situada en Latinoamérica, que dé cuenta de las principales líneas de investigación, problemáticas abordadas, así como reflexiones teóricas que contribuyan a la formación de esta corriente historiográfica que responda a las necesidades académicas y sociales de la región, en donde se discuta la posibilidad de construir futuros emancipatorios.
En tal sentido, este trabajo se centra en el siglo XX, periodo en el que se dieron los conflictos más mortíferos de la historia y que, en el caso del Sur Global, varios de ellos continúan mediante conflictos armados internos. La revisión historiográfica aborda primeramente las guerras mundiales - Primera y Segunda - y la Guerra Fría, para explorar una diversidad de temáticas que se pueden resumir en la construcción y exploración de rutas de abastecimiento, extractivismo de materia prima, desarrollo armamentístico y frentes de batalla. Segundo, se analizan las pesquisas sobre la región, con la finalidad de redondear un estado de la cuestión que contribuya a apuntalar líneas de investigación. Por último, considero importante señalar que este tipo de ejercicios se han hecho con anterioridad, como en el caso de Pearson (2012) y Hupy (2008), quienes se concentran en el contexto anglosajón. Sin embargo, es importante retomar estos esfuerzos desde contextos latinoamericanos, puesto que las vivencias de autores de otras latitudes no consideran situaciones como las descritas.
Guerras mundiales
Este campo de estudio es el más robusto dentro de la historiografía bélico ambiental por dos razones: la popularidad dentro y fuera de la academia de las guerras mundiales - particularmente la segunda - y los diferentes impactos que estos eventos tuvieron alrededor del mundo. Debido a la abundancia de estos trabajos, es posible ver amplias líneas de investigación que van desde la exploración y construcción de rutas de abastecimiento, política ambiental, extracción de materias primas, daños directos y colaterales de las batallas, hasta los avances científicos para la producción de armas y alimento. Otra perspectiva aplicada es la geográfica, ya que se recurre a los impactos locales, regionales y nacionales de sucesos globales. Este apartado se estructura en orden cronológico, iniciando con las guerras mundiales y concluyendo con la Guerra Fría.
Environmental Histories of the First World War es la obra más influyente sobre historia ambiental de la Primera Guerra Mundial - editada por Tucker, Keller, Mcneill y Schmid (2018) - al abordar el tema desde distintas escalas y problemáticas: a) Europa y Norteamérica: zonas de batalla y sistemas de soporte; b) alcance global de la guerra: extracción de recursos naturales; c) Medio Este y África: ecosistemas, refugiados y hambruna; d) las largas secuelas: ambientalismo y memoria. Para esta exploración, realicé una selección de los capítulos más representativos dentro de dichas temáticas.
En la introducción, Keller (2018, p. 4) subraya la emergencia del interés de los historiadores ambientales por la guerra, así como la preocupación por preguntarse sobre sus orígenes, continuidades y consecuencias en el largo plazo. Aunado a ello, Keller resalta la importancia de las largas sombras de la Primera Guerra Mundial en el sentido de una continuidad entre ambas guerras mundiales y la Guerra Fría. La idea de las ‘largas sombras’ y la actualidad de las guerras del pasado permea durante los capítulos.
La variedad de temas que toca esta obra pasa por la alimentación, ciencia, extracción de materias primas, hambruna, consecuencias de la militarización de los ambientes y la construcción de estos, llamando la atención el uso de un elemento tan simbólico de este conflicto: el lodo. Respecto de los alimentos, Weinreb (2018) analizó los cambios en la producción, distribución y consumo de estos. Desde una perspectiva agroecológica, resulta interesante su observación en cuanto a la necesidad de mantener las cadenas de suministro de alimento en los frentes de batalla. Para ello, en las áreas de producción se aceleró el cambio hacia el monocultivo y la aplicación de químicos en las cosechas, proceso que es una de las principales catástrofes de nuestros tiempos.
Además del lodo, otro símbolo de la Primera Guerra Mundial fueron las armas químicas.2 En este sentido, es posible hablar sobre una militarización de la ciencia en el sentido de Pearson (2017), ya que varias de sus innovaciones - además de las armamentísticas - integran campos como la agronomía y la química aplicada para liquidar a los ejércitos rivales. Al respecto, Fitzgerald (2018, p. 64) estudió la creación de la fábrica Edgewood Arsenal en la costa noreste estadounidense. En su planteamiento, retoma la concepción de ambientes militarizados de Pearson (2017) para desarrollar las transformaciones que conllevó la construcción y operación del complejo químico, subrayando la contaminación que provocó la fabricación de armas de destrucción masiva.
Otra de las facetas de la Gran Guerra fue la extracción de recursos, condición que se extendió por todo el globo debido a que, para surtir las cadenas de suministro de parque y comida, se precisó de maderas, minerales, metales, proteína, entre otros elementos que se encontraban distribuidos en distintos continentes. Al respecto, MacLeod (2018) aborda la enorme necesidad de materias primas para la fabricación de armamento, por lo que los países beligerantes tuvieron que, además de combatir en el frente, buscar regiones en las cuales extraer los objetos necesarios para hacer la guerra; situación estratégica, ya que quien asegurara el suministro continuo tendría mayores posibilidades de salir vencedor.
En cuanto a las externalidades o ‘daños colaterales’ del conflicto entre imperios está la hambruna, situación que provocó la muerte de cientos de miles de personas. Sobre ello, Auman Pitts (2018) estudia la hambruna provocada por el choque entre Francia y el Imperio Otomano. En el texto, el autor desarrolla los bloqueos marítimos provocados con Francia en el Levante Mediterráneo, así como la ineficiente administración otomana en contexto bélico, lo cual derivó en la muerte de miles de libaneses, quienes fueron moneda de cambio en el conflicto colonial. Por otro lado, las consecuencias ambientales del imperialismo en la cuenca del Pacífico son abordadas por Hayes (2018), quien explora las huellas que dejó la militarización llevada a cabo por el Imperio Japonés, como lo fue el desarrollo de infraestructura de comunicación y con fines militares.
Además de los sucesos dentro del contexto de la Gran Guerra, historiadores ambientales como Marc Landry exploran las consecuencias de la paz derivada de los Tratados de Versalles. En su estudio, Landry (2015) aborda las secuelas que dejó la firma de la paz en los Alpes Bávaros. Menciona que la pérdida de Alsacia y Lorena dejó un importante déficit de energía para la naciente República de Weimar, por lo que los ingenieros alemanes tuvieron que explorar otras vías, encontrando en los lagos de alta montaña una importante fuente de energía hidroeléctrica, lo que generó impactos en el ecosistema y en la apropiación de este espacio por la sociedad bávara.
Para concluir con lo referente a la Primera Guerra Mundial, Uekötter (2018) discute el rol simbólico del lodo y su papel en el desempeño militar de los combatientes, aunado a que establece ciertas líneas que resultan importantes para comprender las guerras de cualquier orden. Algunos de los puntos señalados por el autor son la necesidad de desarrollar metodologías para acercarse a la complejidad de los impactos entre animales, plantas y memoria. Sobre este elemento, menciona que:
Tal vez la naturaleza de Verdún nos puede enseñar una lección sobre el dinamismo natural de la memoria, natural y de otra. Los monumentos de las naciones de Europa construyeron durante y después de la guerra fueron un legado para la eternidad, y esta línea de pensamiento se extiende hacia los paisajes de guerra. Como Chris Pearson escribió “Los conservadores de la memoria han empleado, en ocasiones, el entorno natural para naturalizar y eternizar los recuerdos”. Sin embargo, la memoria eterna es estéril como un paisaje sin cambio. Los guardaparques de Verdún saben que la preservación es siempre un acto de restauración y que lo mejor que podemos hacer es reflexionar sobre el crecimiento excesivo y nuestra propia respuesta (Uekötter, 2018, p. 295. Traducción propia).
Desde Latinoamérica, el tema de la memoria va más allá de las largas sombras señaladas, puesto que procesos como las guerras contrainsurgentes y contra el narcotráfico en países como Colombia, México, Perú, Honduras, El Salvador, Guatemala, por mencionar solo algunos, son fenómenos abiertos en los que la paz luce bastante lejana. Cabe destacar que recientemente el caso mexicano se encuentra en un álgido debate, particularmente por el Caso Ayotzinapa, en donde el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) decidió retirarse de su investigación iniciada en 2014 debido a las trabas del Estado, particularmente las realizadas por la Secretaría de la Defensa Nacional. En este sentido, la historia ambiental tiene un importante potencial para colaborar en esfuerzos de esclarecimiento de verdad y justicia, al poder desarrollar un contexto de conflictividad ambiental en casos como el de Guerrero y Michoacán, caracterizados por el poder de grupos de narcotraficantes y de empresas mineras. De ahí la necesidad de que en nuestra región desarrollemos metodologías propias - en el sentido señalado por Uekötter (2018) - a partir de los procesos que vivimos y sufrimos, de las particularidades de los conflictos armados internos y las guerras declaradas por los Estados.
La Segunda Guerra Mundial es el proceso más estudiado por los historiadores ambientales debido a su condición global, de manera similar a la Gran Guerra. No obstante, los efectos reseñados por los estudiosos del conflicto de 1914-1918 se potenciaron, entre otras cosas, por la mayor cantidad de combatientes y, por lo tanto, la necesidad de mayores suministros alimenticios, energéticos y armamentísticos. Otro paralelismo con la Primera Guerra Mundial es el acercamiento, ya que, de nuevo, los libros colectivos fueron la vía para su análisis, siendo The Long Shadows. A Global Environmental History of the Second World War (Laakkonen, Tucker y Vuorisalo, 2017a) la principal referencia. La obra está estructurada en dos grandes temas: a) los impactos sociales y ambientales de la guerra y b) la extracción de recursos y la guerra, los cuales abordan estas aristas en distintas latitudes.
La perspectiva de este texto está emparentada con la del corto siglo XX de Hobsbawm, ya que supera las barreras de la temporalidad tradicional de 1939-1945, puesto que, desde un enfoque global, la Segunda Guerra Mundial inició años antes y terminó después, con la invasión del Imperio Japonés a China, así como la cercanía con otros conflictos tradicionalmente integrados a la Guerra Fría, como son la Guerra de Corea e Indochina. Asimismo, la idea de las largas sombras está presente en el libro, ya que se exploran los impactos de la conflagración en distintas escalas espaciotemporales (Laakkonen, Tucker y Vuorisalo, 2017b, p. 8).
Dentro de las propuestas teórico-metodológicas, Laakkonen (2017a) retoma el concepto griego de polemo-esféra para comprender los aspectos socioambientales que fueron afectados por la guerra. Para ello, el autor considera la transición de las guerras preindustriales hacia la ‘guerra total’, fenómeno característico del siglo XX. En este sentido, realiza una matriz analítica a la que llama ‘rueda de la guerra’, en la que integra las principales aristas que la mantienen en movimiento y que se retroalimentan ente sí; estas son: industria militar, sociedad, batallas, tropas, infraestructura y logística. Dichos aspectos cuentan con elementos subordinados que alimentan su motor (Laakkonen, 2017a, p. 23). En otro capítulo, Laakkonen (2017b) investiga las políticas ambientales del Tercer Reich, las cuales fueron consideradas en determinado momento ‘de avanzada’, como las forestales. Sin embargo, la economía de guerra propia del nazismo, la industrialización y la extracción de materias primas propias del contexto ponen en duda lo ‘verde’ de dichas políticas.
Desde la historia global, Mawdsley (2017) aborda el impacto mundial que tuvieron la preparación, operaciones y despliegue de tropas en el ambiente. Para mostrar su punto retoma los acontecimientos de distintos frentes - i.e., Pacífico, Oriental, Occidental - para mostrar impactos como el ‘estrés de la movilización’ durante la década de 1930-1940, en la cual se intensificó la preparación de la guerra y las propias operaciones. Respecto de los costos reseñados por Mawdsley, Josephson (2017) hace una compilación de las múltiples afectaciones que tuvo la Gran Guerra Patria en los ambientes soviéticos. Asimismo, retoma la noción de las largas sombras para ir más allá del periodo 1939-1945 y analizar la transición hacia la Guerra Fría. Cabe señalar que la Unión Soviética fue uno de los países más afectados por el conflicto, ya que tuvo la mayor cantidad de bajas y la preparación de la economía de guerra llevó a una importante extracción de recursos naturales, además de la contaminación generada por la acelerada industrialización que llevó a cabo el régimen estalinista.
Siguiendo con la historia ambiental global, el trabajo de Tucker (2017) indaga las ‘cicatrices’ ambientales en el noreste de la India y Birmania. La particularidad de esta región es que no estaba directamente en el teatro de operaciones; sin embargo, su ubicación geopolítica entre dos potencias imperiales contrarias (Gran Bretaña y Japón), llevó a que los primeros desarrollaran una serie de obras de infraestructura en los límites que comunicaran la colonia británica con la China ocupada, hecho que empleó a miles de indios en la construcción, lo que modificó de manera importante los paisajes de la región.
El océano Pacífico fue la región con mayor actividad bélica después del frente europeo, debido al empuje del Imperio de Japón a lo largo de la costa occidental, al ocupar desde la China continental hasta la actual Indonesia, Filipinas y los pequeños archipiélagos. Sobre esto último, Macleannan (2017) centra su atención en el contraste pre y post guerra en Hawái. El autor se concentra en la militarización de las islas, particularmente el área de Pearl Harbor y el impacto que esto provocó en los acuíferos y bosques tropicales debido al aumento de operaciones y pruebas de bombas.
En México, uno de los historiadores que más se ha adentrado al daño colateral de las guerras mundiales es Christopher Boyer (2012, 2017), quien explora la demanda de madera por parte de Estados Unidos, esto en un contexto nacional de una reciente política que reconfiguró la propiedad de la tierra y bosques en múltiples regiones del país. Es preciso señalar que el modelo de reforma agraria cardenista cambió con el inicio de la guerra, por lo que la demanda y oportunidades de negocio aumentaron, lo que se reflejó en la deforestación de diversas regiones.
Es posible notar hasta este punto que la guerra tiene diversas facetas que van más allá del frente de batalla. En este sentido, el trabajo de Connie Y. Chiang ocupa un lugar muy destacado y poco explorado en la historia ambiental, como son los campos de concentración - que no de exterminio -. Chiang (2010, p. 236) hace un análisis sobre la reclusión de los ciudadanos estadounidenses de origen japonés que habitaban en la costa oeste estadounidense y que fueron desplazados de sus hogares y encarcelados en “centros de re educamiento”. El matiz ambiental radica en el impacto en la salud de los prisioneros - al ser obligados a trasladarse a lugares con climas áridos - y en las formas de resistencia que estos emprendieron, como la jardinería, senderismo, agricultura y otras actividades que les permitieron tener una permanencia más digna durante su encierro.
En latitudes boreales, Massa y Bolotova (2017) estudian una región alejada del interés historiográfico en general, como es el Círculo Polar Ártico. Al respecto, ponen sobre la mesa los distintos intereses que países como Canadá, Estados Unidos, Finlandia y la Unión Soviética tuvieron en la región, sobre todo después de que se descubrieron minerales y petróleo, así como una zona con una importancia geopolítica que cobraría aún más importancia durante la Guerra Fría.
De nuevo en el Pacífico, Tsutsui y Vuorisalo (2017, p. 251) desarrollan los intereses que Japón tuvo en los recursos marinos, más en un sentido económico. En su investigación, muestran el impacto que tuvo la explotación durante el periodo de expansionismo japonés, el cual llegó a ser conocido como el “Imperio Pelágico”. Empero, no todo fueron acciones destructivas, ya que a partir de lo vivido durante ambas guerras mundiales - y con una importancia especial del movimiento antinuclear post Hiroshima - se impulsó a nivel internacional una agenda conservacionista, tal como lo abordó Wöbse (2017), y que rindió frutos que trascenderían la protección y contribuirían al surgimiento de las ciencias ambientales.
Como buena parte del globo, el Caribe no estuvo exento de los impactos de la Segunda Guerra Mundial. Al respecto, Nieves Rivera (2021) analiza los cambios paisajísticos en Puerto Rico provocados por la militarización. Si bien no tuvo movimientos como los acaecidos en Pearl Harbor por su propia condición de bastión en el océano Pacífico, si fue desplegada una importante fuerza de ingeniería militar que se reflejó en la construcción de edificios y vías de comunicación, lo que “produjo grandes movimientos de tierra como nunca en la historia contemporánea puertorriqueña” (p. 144).
Como corolario de la Segunda Guerra Mundial, Laakkonen, Tucker, y Vuorisalo (2017b) reflexionan sobre ‘las largas sombras’ del conflicto armado, las cuales coinciden con la estructura del libro: Sombra I: “Preparación para la guerra”; Sombra II: “De la destrucción a la reconstrucción”; Sombra III: “Explotación global de recursos naturales”; Sombra IV: “Sincronización global de la política ambiental”; Sombra V: “El nacimiento del mundo tóxico y el catastrofismo ambiental global”. Sin embargo, es preciso resaltar que, sobre todo en la Sombra v, buscan alejarse del pesimismo:
Las sombras son, después de todo, creadas por la luz. Por lo tanto, las sombras que las grandes guerras provocaron alrededor del mundo en sus secuelas no fueron del todo destructivas; algunas de ellas proveyeron las semillas para futuras innovaciones, de las cuales las generaciones contemporáneas pueden disfrutar hoy. (Laakkonen, Tucker y Vuorisalo, 2017c, p. 326)
Coincido con la importancia de un balance más allá de las secuelas negativas de las guerras. Algunas de estas semillas pueden ser la seguridad social, políticas forestales en pro de la conservación, innovación científica y médica, entre muchas otras. Sin embargo, desde el contexto latinoamericano, la tarea de un pesimismo esperanzador resulta más compleja, debido a que seguimos inmersos en guerras que cobran miles de asesinatos, feminicidios, desplazamientos y desapariciones (Bonada, 2018). Sin embargo, y retomando la idea de Laakkonen, Tucker y Vuorisalo, es posible encontrar la luz, incluso en estas situaciones, por lo que considero que analizar las resistencias y proyectos emancipadores es una de las principales tareas de la historia bélico-ambiental en nuestra región.
Guerra Fría
Buena parte de los especialistas en las guerras mundiales extienden su periodo de análisis durante la Guerra Fría, como ocurre con Laakkonen, McNeil y Tucker. Esto no es precisamente fortuito, ya que se trata de un continuum, de un estado de Guerra global permanente, que solo se reestructura en conflictos subsidiarios o ‘proxy’ como Corea y Vietnam o de una índole interna,3 como las dictaduras militares latinoamericanas que combatían contra su propia población. Al respecto, Laakkonen y Tucker (2016, p. 387) afirman que la Guerra Fría no ha concluido, al menos en lo que a la historia ambiental se refiere. Prueba de ello es el debate sobre el comunismo y las interpretaciones ecocidas sobre lo ocurrido en Chernobyl, el cual, señalan los autores, está centrado en el manejo corrupto de la catástrofe y su trascendencia política económica y ambiental.
Las preocupaciones de los estudiosos de la Guerra Fría son de diversa índole, propias de la complejidad del conflicto. De acuerdo con Laakkonen y Tucker (2016, p. 377), algunos de los campos que se precisan estudiar son las guerras civiles en lugares como Grecia, Camboya, Etiopía y Centroamérica. Sobre este último punto, en su artículo sobre guerrillas y contrainsurgencia en la selva de Petén, Andersson (2021) explica la apertura de frentes guerrilleros en zonas selváticas y boscosas de difícil acceso, como ocurrió en Guatemala y El Salvador. Por otro lado, algunas de las características de este periodo en Iberoamérica fueron las dictaduras militares de extrema derecha en países como Uruguay, Brasil, España, Chile, Paraguay y Argentina, en donde se le dieron facilidades a empresas extranjeras para la extracción de materia prima, como fue el caso chileno.
Otros dos campos propuestos por Laakkonen y Tucker (2016, p. 391) son los de los países democráticos o el Tercer Mundo no alineado. Al respecto, están los estudios de la Revolución Verde enmarcados dentro de la Guerra Fría, en donde se promovió el uso de agroquímicos para mejorar la capacidad de producción del campo, en lugar de realizar reformas agrarias que tendieran a la sublevación y alejamiento del eje estadounidense como ocurrió en diversos países de Latinoamérica y Asia (Cuvi, 2018, 2020; Picado, 2008, 2014). La lista de temas potenciales es extensa, ya que, además de estudiar una problemática como las guerras civiles, es preciso explorar los diversos grupos que participaron en el conflicto, sus territorialidades, pensamiento ambiental, entre muchos otros factores por los que la historia bélico ambiental de la Guerra Fría tiene mucho futuro.
De manera similar a lo discutido por Cuvi y Picado, está el estudio de Robertson (2016) sobre los proyectos como sistemas hídricos, agricultura y salud desarrollados por Estados Unidos con los que se buscaba contrarrestar la influencia soviética, dentro de una estrategia geopolítica. Sin embargo, esta visión occidental tuvo importantes repercusiones en los ambientes manipulados, por lo que el conflicto aquí va más allá del tablero de ajedrez de las grandes potencias.
La influyente idea de ambientes militarizados se refleja en los estudios de Guerra Fría, como ocurre con Lackenbauer y Farish (2007), quienes analizan desde la geopolítica, el periodo en el que el gobierno canadiense llevó a cabo una marcha hacia el norte para desarrollar puestos de control y bases militares que aseguraran su presencia en la región. Esta pesquisa se vincula con el campo de estudios sobre la disputa por el Ártico, también estudiada por Massa y Bolotova (2017), en donde un elemento central son los conflictos que generó la presencia militar en los pueblos originarios de la región.
En síntesis, la historia ambiental de la Guerra Fría tiene sombras que permanecen vivas en el presente. Desde los debates por el uso de energía nuclear y transgénicos como en Chernobyl y la Revolución Verde, hasta las secuelas de las guerras civiles centroamericanas, las dictaduras latinoamericanas y las comisiones de la verdad, pasando por las contradicciones del régimen cubano. El estudio de este periodo puede ayudar a comprender de mejor manera los rompimientos y continuidades tras la caída del socialismo real, así como las actuales disputas geopolíticas entre potencias como China y Estados Unidos, en las cuales el ambiente es uno de los principales elementos en juego.
Historia ambiental de la guerra y horizontes desde Latinoamérica
Este recorrido historiográfico muestra que Latinoamérica no ha permanecido fuera de la historia bélico ambiental. Como se expuso líneas arriba, nuestra región se integró en las guerras mundiales principalmente como proveedora de recursos o pieza geoestratégica para el establecimiento de bases militares. Durante la Guerra Fría ocurrió algo similar, el papel latinoamericano se vinculó a proyectos estadounidenses como la Revolución Verde o de mayor alcance, como la Operación Cóndor para impulsar regímenes anticomunistas en pro de sus intereses. Sin embargo, son pocos los casos en los que se han estudiado los conflictos dentro de la propia región.
Este último apartado busca hacer un recorrido por las investigaciones sobre Latinoamérica, identificar sus intereses, métodos e hipótesis, así como algunos de los campos de oportunidad, con miras a construir una propuesta en la cual se pueda entender el presente violento en muchos de nuestros países desde el pasado, con miras a la construcción de futuros emancipadores. Para ello, la sección inicia con un análisis de los principales campos y textos; posteriormente se realiza un balance con elementos de distintas disciplinas que abone al desarrollo de la historia ambiental de la guerra.
Los bloques de estudio se clasifican en dos y siguen un orden más cronológico que temático: primera y segunda mitad de siglo XX, donde el periodo posterior a 1950 tiene una relevancia contextual en la Guerra Fría. En cuanto a las regiones, Los Andes es el área más analizada, siendo los estudios sobre el clima, campo y Sendero Luminoso de Puente (2017, 2018, 2021) los más relevantes. En Norteamérica, Boyer (2012, 2017) es el principal autor para el periodo de la Segunda Guerra Mundial, como se señaló en apartados anteriores con sus trabajos sobre los bosques mexicanos. Sobre el Caribe, contamos con artículo de Wolfe (2022) sobre la revolución cubana, su mitología sobre Sierra Maestra y el contraste guerrillero entre esa zona y los llanos centrales de la Isla. También en las Antillas, destaca la investigación de Nieves Rivera (2021) sobre la militarización del ambiente en Puerto Rico.
Empero, llama la atención que los autores no discuten la idea de ambientes militarizados de manera directa, como sí ocurre en buena parte de la historiografía ambiental de lengua inglesa. Esto no demerita su trabajo, sino más bien sus intereses van hacia cuestiones de política y producción forestal (Boyer, 2012, 2017), la relación clima-campo en el surgimiento del maoísmo peruano (Puente, 2017, 2018) y las particularidades de las guerrillas en distintos ecosistemas (Wolfe, 2022).
Regresando a los textos de la primera mitad de siglo XX, Cote (2012) realiza una investigación muy particular dentro de la historiografía ambiental latinoamericana, al analizar una guerra entre Estados vecinos como Bolivia y Paraguay por el territorio del Chaco, el cual se creía que tenía importantes pozos petroleros. Además de la motivación por el recurso energético, incluye diversos elementos ambientales en su análisis, como la adaptación climática de los soldados reclutados por el gobierno boliviano, quienes en su mayoría eran de pueblos andinos y tuvieron complicaciones por la falta de agua y enfermedades propias de la región, lo que los llevó a tener miles de pérdidas humanas debido al clima y a los militares corruptos.
Siguiendo con la cronología, Wolfe (2022, pp. 355-405) hace una crítica revisionista de la mitología que la revolución cubana tiene de la Sierra Maestra, la cual, de acuerdo con el oficialismo, fue el bastión principal de los barbudos y en el que se fortalecieron. Sin embargo, esta visión gloriosa tiene sus claroscuros, ya que, si bien el grupo de Fidel, Guevara y compañía logró establecerse en la serranía, fue con múltiples dificultades. Por otro lado, el autor resalta el papel de los guerrilleros de los Llanos en la lucha contra Batista, para lo cual rescata testimonios con los que argumenta que la lucha contra el régimen fue más cruenta ahí que en Sierra Maestra. Al respecto, señala los contrastes regionales:
Como han demostrado los historiadores revisionistas, Fidel estaba equivocado al restar importancia a las operaciones y contribuciones del llano, los del llano estaban equivocados al minimizar la importancia de la lucha de Fidel, el Che, Celia y otros guerrilleros contra - y el uso ventajoso de - el clima y el medio ambiente de la Sierra. Este último podía ayudar a proteger a las guerrillas del enemigo humano (ejército), o convertirse en un enemigo ‘natural’, dependiendo de cómo los guerrilleros interactuaran y se relacionaran con él. Es decir, la supervivencia no era simplemente una ventaja militar; también requería una transformación metafísica que vinculaba estrechamente a las guerrillas con el clima y el medio ambiente montañoso y masculino (Wolfe, 2022, pp. 361-62).
El elemento climático-ambiental es de mucha importancia para los estudiosos de Latinoamérica, ya que es un factor que, una vez dominada la topografía, lluvia y estaciones, puede jugar a favor de la insurgencia como señala Wolfe (2022), o favorecer su surgimiento y conformación, como explica Puente (2017), quien enfatiza la discusión historiográfica sobre el surgimiento del grupo guerrillero, al dar seguimiento al fenómeno del Mega Niño en los años de 1982-1983, que coincidió con los primeros años de la insurgencia en Los Andes peruanos. El impacto del fenómeno climático generó una disrupción ecológica en la que se vio amenazada la subsistencia campesina. Esta situación fue aprovechada por el grupo de Abimael Guzmán para aumentar su base de apoyo y desplegar su estrategia maoísta.
En otro trabajo, Puente (2018) realiza un análisis conceptual desde la idea de territorio del conflicto peruano, al que distingue de una guerra civil y lo asemeja más a una guerra de ocupación “en donde la sociedad civil percibió a las Fuerzas Armadas nacionales - específicamente la Marina de Guerra, el Ejército y las diferentes ramas de la Policía Nacional - como instituciones foráneas, invasivas y ajenas” (pp. 177-78); esto por la alta concentración de efectivos militares en la zona de conflicto. A diferencia de su pesquisa sobre El Niño de 2017, en 2018 Puente no desarrolló tanto el matiz ambiental, pero su mirada territorial contribuye a categorizar de manera correcta los conflictos armados, además de comprender la percepción de los lugareños - e incluso de la propia guerrilla - sobre la presencia del ejército. Este elemento resulta clave en el nivel latinoamericano, ya que, en regiones como Guerrero en el sur de México, los locales vieron al ejército como una presencia externa, enemiga y que a la postre cometería múltiples crímenes de lesa humanidad, además de una militarización del ambiente que facilitó el control de la zona y a saber si de forma deliberada o accidental, el desarrollo del narcotráfico con la siembra de amapola y mariguana.
En 2021, Puente editó para el número 14 de Global Environment el dossier “The Environmental and Ecological Impacts of Guerrilla and Irregular Warfare”, un importante avance en el estudio de las guerras en diversas latitudes del Sur Global, particularmente en Latinoamérica al ser el primer avance coordinado para analizar el tema. En este dossier, Puente publicó también un artículo propio en donde continúa con el análisis del fenómeno El Niño y la convergencia que tuvo con el conflicto peruano de 1980-2000, apoyándose de información climatológica y fuentes orales para comprender las acciones insurgentes-contrainsurgentes.
Más al norte, en Guatemala, Andersson (2021) estudió la formación de grupos guerrilleros en la actual reserva de la biosfera de El Petén y su lucha en contra del régimen dictatorial, que a la postre cometería un genocidio en el que asesinaron a miles de hombres y mujeres mayas durante la guerra civil acaecida entre 1960-1996. Según Andersson (2021, p. 50), la cuestión histórico-ambiental radica en el aprovechamiento guerrillero de la política agraria y del propio ecosistema para posicionarse y avanzar en su lucha. Por otro lado, Andersson (2021, p. 40) también integra a su análisis a un actor que aparecerá en distintos conflictos armados en la región, como las ONGs ambientalistas.
El último texto del dossier que aborda las guerras postindustriales en Latinoamérica es el de Claudio De Majo (2021). En su pesquisa, explora un enfrentamiento que se dio en el Amazonas brasileño entre un grupo guerrillero del Partido Comunista de Brasil y el ejército, durante el periodo de dictadura militar. Al igual que buena parte de los estudios sobre historia ambiental de la guerra, De Majo considera las territorialidades de los grupos en disputa, así como el aprendizaje que obtuvo la dictadura sobre el terreno y cómo lo aprovechó para sofocar el foco insurgente.
Por otro lado, el caso colombiano aporta una importante diversidad analítica debido a la complejidad de las aristas, como las guerrillas marxistas, crimen organizado/narcotraficantes, y la contrainsurgencia llevada a cabo por grupos paramilitares y por el propio ejército. Uno de los textos representativos es el de Uscátegui (2020), quien desarrolla la ‘territorialización’ de las selvas del sur colombiano por parte de narcotraficantes ligados al Cártel de Medellín y que tiene el caso de Tranquilandia como uno de los más paradigmáticos en cuanto a la contaminación y destrucción ecosistémica de los laboratorios de cocaína. Asimismo, desde una lectura muy general, Uscátegui (2020) desarrolla de manera muy ilustrativa el conflicto bélico entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y los operativos del ejército colombiano durante el gobierno de Álvaro Uribe.
También en Colombia, la Comisión de Memoria Histórica publicó un proyecto interdisciplinario que analiza a los elementos no humanos como parte del conflicto armado interno y, por lo tanto, como víctimas de la guerra que se vive en aquel país (Moreno Rodríguez y Díaz Melo, 2018). Un elemento que distingue esta iniciativa es el factor colaborativo entre la Comisión y distintas organizaciones sociales, resultando de este esfuerzo lo que llaman “paisajes de la violencia”. En este sentido, considero importante subrayar el potencial que este tipo de estudios tiene para la historia ambiental aplicada en contextos violentos, con el fin de construir una memoria histórica sobre los pasados/presentes violentos y horizontes emancipatorios.
Si bien no estudió directamente la guerra, Porter (2020) trabajó desde la historia y la justicia ambientales, el caso de Guerrero durante la primera mitad de siglo XX, en donde enfatiza el papel del campesinado afrodescendiente en la costa guerrerense. Dos años después en su tesis doctoral, el mismo Porter (2022) consideró a Guerrero y Sinaloa como entidades críticas de la insurgencia socialista, la represión estatal, y también de las primeras grandes operaciones antinarcóticos.
Por otro lado, hay una corriente que, si bien no se atañe al campo de estudio de la historia ambiental de la guerra, tiene importantes herramientas analíticas que analizan contextos violentos - en ocasiones desde una perspectiva histórica -. Uno de ellos es el de Raquel Neyra que, desde una perspectiva de metabolismo social, estudia la violencia en el país andino. En este trabajo, Neyra (2023, p. 215) analiza las consecuencias derivadas del modelo de extracción de recursos en diversos socioecosistemas peruanos, particularmente aquellos en los que se encuentran minerales. Una de ellas es la represión estatal en contra de las comunidades que ejercen acciones de protesta, en donde el factor racial juega un papel crucial en el ejercicio de la violencia.
Mora (2023) estudia procesos de reterritorialización insurgente, como el caso del zapatismo y la creación de un sistema autónomo que, 30 años después del alzamiento de 1994, continúa innovando en cuestiones teóricas y prácticas. En este trabajo, la autora se enfoca en la construcción territorial a partir del reparto agrario zapatista en las zonas controladas de las que surge la milpa, punto de convergencia material y cultural de las comunidades, además del principal eje de apoyo de la autonomía zapatista.
Otro de los elementos característicos de Latinoamérica es el asesinato y desaparición de defensores del territorio. Al respecto Jiménez, Navas y Scheidel (2023) analizan los casos de Chico Méndes (Brasil) y Berta Cáceres (Honduras), la articulación de sus movimientos de resistencia - entendida como una simbiosis entre humano y no humano - y los crímenes perpetrados contra ellos, en alianza con el Estado y grupos paramilitares. Este enfoque es de gran valor para identificar la forma en que opera la persecución a los defensores ambientales, contexto enmarcado muchas veces en proceso de extractivismo, crimen organizado y violencia estatal y patriarcal.
Como se puede ver en este recorrido latinoamericano, uno de los principales intereses son los conflictos armados internos y/o guerras civiles, así como los gobiernos que van desde el autoritarismo civil hasta la dictadura militar. Las variantes consideradas pasan por fenómenos climáticos, territorialización, políticas agrarias, entre otras. El idioma también es un factor por tomar en cuenta en lo regional y en la historiografía bélico ambiental en general, puesto que gran parte de la producción es en inglés, lo que resulta una barrera para las lenguas habladas en Latinoamérica. En lo conceptual, es posible profundizar la idea de Pearson (2017) sobre ambientes militarizados, pero con características propias, como las guerrillas, crimen organizado, dictaduras militares, grupos paramilitares y otros actores que tienen vínculos propios con el ambiente que habitan y/o que pretenden tomar.
Por otro lado, la temporalidad más revisada es la Guerra Fría; sin embargo, la historiografía queda a deber respecto de la caída del socialismo real y las consecuencias socioambientales bélicas que ello supuso, como el surgimiento de la primera guerrilla posmoderna en Chiapas, con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Asimismo, periodos de historia del presente como la guerra contra el narcotráfico en México son temas pendientes en la agenda de la historia ambiental que tienen un importante potencial académico, pero también social, en el cual los análisis desde la disciplina pueden aportar ideas para imaginar alternativas a la guerra.
En este sentido, resulta llamativo que la historiografía ambiental en Latinoamérica haya prestado tan poca atención al tema del narcotráfico, con apenas algunas notas sobre el papel de la violencia en la apropiación de recursos y cómo esta se ha convertido en una especie de tradición (Márquez, 2001, p. 58). Al ser una tierra con organizaciones criminales de talla internacional como los cárteles mexicanos y colombianos que han convertido regiones enteras en zonas de guerra, bien podría hablarse de una narco-militarización del ambiente.
En cuanto las herramientas obtenidas a lo largo de este ejercicio historiográfico, he encontrado una amplia variedad de propuestas que pueden ser retomadas desde nuestro contexto. En operaciones de contrainsurgencia, resulta de gran valor el trabajo de Puente (2018) sobre Perú, al pensar la perspectiva de los campesinos ante la presencia del ejército en su región, al ser percibido como una fuerza de ocupación, como ocurrió en el Guerrero de 1960-1970, pero también durante masacres como la de Aguas Blancas, el caso Ayotzinapa, la Operación Cóndor, entre muchos otros. En estos casos, resultará fundamental observar los cambios y permanencias socioambientales a partir de la presencia de las Fuerzas Armadas.
En este orden de ideas, vale la pena retomar la pesquisa de Auman Pitts (2018) sobre la hambruna en el Líbano para desarrollar el papel del ejército mexicano en contextos como la Operación Telaraña que tuvo como finalidad desmantelar al Partido de Los Pobres (PDLP) y principalmente liquidar a Lucio Cabañas. Durante dicho operativo, el ejército tomó directamente el control de la Sierra de Ayutla, principal bastión del PDLP y restringió la libre circulación de pobladores y mercancías, lo que generó importantes problemas de desabasto alimenticio, acción pensada como herramienta de contrainsurgencia. Además del caso guerrerense, esta idea se puede explorar en muchos otros casos, como durante los primeros años del levantamiento zapatista. Otra propuesta de utilidad para desarrollar un marco sobre la territorialidad militar en contextos contrainsurgentes es el de Mawdsley (2017) sobre la movilización de tropas, ya que abrir un frente de batalla requiere de infraestructura carretera, cuarteles, entre otros elementos para que avance la rueda de la guerra (Laakkonen, 2017a).
Siguiendo con las acciones contrainsurgentes, la lectura de Chiang (2010) sobre los campos de concentración de japoneses en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial en ambientes distintos a los habituados resulta sugerente para desarrollar la historia ambiental de los desaparecidos en países como México. Al respecto Vicente Ovalle (2019, p. 110) propone el concepto de ‘circuito de detención-desaparición’ que desarrolla el proceso que el Estado llevó a cabo para exterminar a las disidencias durante la guerra sucia. Al poner a dialogar a ambos autores, será posible construir el desarraigo ambiental de los campesinos durante sus detenciones extralegales en el caso guerrerense, así como la construcción de campos de exterminio y ‘narco fosas’ que se dan, en su mayoría, en zonas geográficamente aisladas.
En síntesis, la historia ambiental de la guerra en Latinoamérica tiene un futuro prometedor en lo académico, debido a los múltiples casos de estudio que hay en prácticamente todos los países. Sin embargo, al ser un campo relativamente nuevo, existen todavía varios pendientes de orden teórico-metodológico, por lo que resulta importante problematizar sujetos de estudio, en donde los grupos insurgentes y el Estado resultan fundamentales para comprender los conflictos armados internos. En este orden de ideas, el diálogo interdisciplinario resulta fundamental para fortalecer los marcos teóricos, así como los aportes desde la geografía de los conflictos como lo trabaja Ballvé (2012, 2020) en el caso colombiano con la disputa territorial entre Estado, guerrillas y paramilitares. En un tenor similar, Lohman y Flint (2010, pp. 1154-62) plantean herramientas metodológicas para comprender la dimensión espacial de las insurgencias, así como tácticas y control de territorio.
Desde la ecología política, Le Billon (2001) establece un diálogo con la geografía para comprender el papel que juegan los recursos naturales en los conflictos armados, al plantear problemáticas como la falta, abundancia y dependencia de dichos elementos y cómo estas condiciones influyen en fenómenos violentos. En cuestiones espaciales, el autor plantea distintas dimensiones como cercanía-lejanía, distribución y cómo los grupos en cuestión actúan para establecer su poder. También es posible aprender de contextos aparentemente lejanos como Afganistán. Para este caso, Parenti (2015) estudia el cultivo de amapola en dicha nación, la cual ha estado envuelta en distintas guerras desde hace casi medio siglo y que supone un importante ingreso económico para distintos grupos afganos, incluyendo algunos terroristas. Además del valor económico de la planta, Parenti (2015, p. 200) reflexiona sobre sus condiciones de cultivo, ya que necesita una cantidad mucho menor de agua que árboles frutales o de otra índole, por lo que trabajos como este pueden contribuir a la discusión pública sobre la legalización de drogas.
En lo social, desarrollar la historia ambiental de la guerra tiene la posibilidad de construir puentes con los estudios para la paz, con el fin de identificar las causas socioambientales de los conflictos armados, ecocidios perpetrados por el Estado para combatir grupos disidentes y/o narcotráfico, como ocurrió en la Sierra Madre Occidental con la Operación Cóndor. Asimismo, la historia ambiental tiene potencial para contribuir a la construcción de la memoria histórica y comisiones de la verdad, espacios en los que podemos dialogar con otras disciplinas y contribuir con la construcción de marcos de conflictividad ambiental, como puede ser el caso Ayotzinapa en donde destaca una importante tradición de lucha social, pero rodeada de violencia estatal, narcotráfico y extractivismo. En este sentido, es importante no caer en únicamente en el estudio de las sombras y buscar un balance con las experiencias emancipadoras, por lo que las futuras líneas de investigación pueden apuntar a los proyectos en los que las disidencias construyeron ‘otros mundos’ y cuestionaron la hegemonía de los Estados.
Apuntes finales
Como pudo apreciarse en este balance, la historiografía ambiental de la guerra tiene un importante recorrido en el mundo anglosajón de más de dos décadas. La diversidad de análisis y perspectivas en el campo es clara, desde la conformación de los Estados modernos en Estados Unidos y Francia, la coyuntura entre guerras pre - postindustriales hasta las complejas conflagraciones mundiales del siglo XX que arrastraron a la muerte a millones de personas, además de que se llevaron a cabo múltiples esfuerzos para ello, en lo que Pearson (2017) llama la militarización del ambiente. En las dos guerras mundiales y la Guerra Fría son visibles los distintos niveles de impacto, que van desde los daños socioambientales en los frentes de batalla, la adaptación de espacios para producir armas hasta la demanda de alimentos, metales y otros tantos recursos.
Si bien la producción historiográfica es amplia y con enfoques que varían en escalas, construcción de sujetos de estudio, temporalidades que van más allá de la perspectiva tradicional como ocurrió en el frente chino, la alimentación, construcción de infraestructura, clima, memoria, entre tantas otras aristas, aún quedan varios campos por explorar. Uno de los pendientes que considero más relevantes son las vivencias desde el Sur Global, específicamente desde Latinoamérica. Respecto de la diversidad de procesos, en este ejercicio se encontraron conflictos extractivistas y violencia de Estado, insurgencias y contrainsurgencias, guerras tradicionales y una que tiene especial potencial por la complejidad social y geopolítica en la que el Estado emplea métodos bélicos y contrainsurgentes para construir su hegemonía territorial en contra de actores insurgentes o criminales que suponen un desafío para ello.
Una de las experiencias que se estudian recientemente son las relaciones socioambientales entre guerrillas y regímenes autoritarios/dictatoriales en países como Guatemala, Brasil y Perú, así como las condiciones ambientales y el discurso de la revolución cubana sobre Sierra Maestra. Sin embargo, buena parte de la región es campo abierto para el análisis de estos conflictos que se concentran en la Guerra Fría. En tal sentido, la caída del Muro de Berlín y del socialismo real es un pendiente en esta línea de investigación, ya que muchos movimientos guerrilleros dejaron las armas en distintos contextos, mientras que en el sur México surgían levantamientos posmodernos, como el EZLN en 1994 y el Ejército Popular Revolucionario (EPR) en 1995, este último con una ideología marxista más ortodoxa.
También, al abordar los casos latinoamericanos, se debe rescatar la propuesta de Morales Jasso (2019), cuyo trabajo señala la necesidad de diálogo latinoamericano entre la historiografía escrita en español y portugués. En continuación a este esfuerzo, es preciso circular estas discusiones en otros idiomas además del inglés, ya que, como se ha apreciado en este trabajo, buena parte de los estudios se han incrustado en la esfera angloparlante.
En otro orden de ideas, un elemento tangencial en la historiografía ambiental de la guerra y en general en la historia ambiental es el narcotráfico. Este fenómeno, ya de mediana duración, ha provocado distintos conflictos entre organizaciones criminales, narcotraficantes, guerrillas y los Estados. En este último caso, en países como Colombia y México han emprendido guerras contra el narcotráfico que provocaron conflictos armados internos, desplazamientos forzados y transformaciones ambientales de diversa índole. Asimismo, es necesario tender puentes entre las experiencias en lengua española y portuguesa (Morales Jasso, 2019), ya que, como se ha señalado, se comparten varios elementos como la violencia estatal, insurgencias y crimen organizado/narcotráfico. En este sentido, el idioma es un elemento importante por desarrollar, puesto que buena parte de la discusión se mantiene en inglés, por lo que resulta necesario reflexionar nuestras problemáticas desde nuestras lenguas.
Por último, enfatizo la importancia de no caer en una epistemología pesimista en las que primen aspectos violentos y destructivos de estos fenómenos. A pesar de las sombras (Laakkonen, Tucker y Vuorisalo, 2017c) es posible encontrar luces en contextos oscuros. Por ello, es importante dar cabida a las resistencias civiles y armadas, a organizaciones de derechos humanos, colectivos de buscadoras de desaparecidos y organismos en defensa de la memoria que, dependiendo sus condiciones, exploran horizontes de expectativa con miras a construir otros mundos posibles, tal es el caso de las luchas por la defensa de la vida que se libran a lo largo de la geografía latinoamericana, en gran medida lideradas por las mujeres.
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1
Región compartida por los estados de Sinaloa, Chihuahua y Durango, ubicada en la Sierra Madre Occidental.
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2
Si bien uno de los símbolos más importantes de la Primera Guerra Mundial es el empleo de armamentos como el gas mostaza, no sería la última vez que se utilizarían las armas químicas. En la Guerra de Vietnam se usó napalm para arrasar con las selvas que daban refugio al Vietcong. Por otro lado, en conflictos irregulares como la guerra contra el narcotráfico en México, las Fuerzas Armadas rociaron los campos de mariguana y amapola con pesticidas como “Gramoxone” y DMA-6, respectivamente. Esta situación provocó importantes problemas en las siembras y en la salud de los campesinos de las zonas afectadas por la Operación Cóndor a finales de los años setenta (Fernández Velázquez, 2018, p. 70).
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3
"Las guerras subsidiarias o guerras proxy son un tipo de conflictos en los que se distingue un conflicto interno entre distintos bandos o actores que se engloba como parte de otra rivalidad entre potencias o actores externos. A pesar de que las guerras proxy se han dado a lo largo de la Historia, conocerlas resulta revelador acerca de la naturaleza en el mundo en el que vivimos y la situación geopolítica de la región donde ocurren” (Shipley, 2017).
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- » Recibido: 27/08/2023
- » Aceptado: 18/01/2024
- » : 09/07/2024» : 2023Jul-Dec